❁; capítulo veintiuno

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El primer partido de las eliminatorias llega más rápido de lo que Louis quisiera.

Los jugadores se encuentran sentados en las bancas del vestidor, escuchando las instrucciones que el coach tiene para ellos y la realidad, es que ninguno sabe como ocultar los horrorosos nervios.

Los entrenamientos fueron arduos porque ya no pueden darse el lujo de seguir perdiendo, un marcador desfavorable sería sinónimo de una suspensión en la temporada y un punto final por varias semanas en los partidos locales contra otras escuelas.

Ellos están obligados a ganar si lo que quieren es seguir jugando, no tienen otra opción ya que la siguiente fase son los cuartos de final y su meta, como todos los años, es obtener un puesto en la final.

Son los campeones actuales, el año pasado se coronaron como los ganadores y eso debe permanecer así. Tienen que seguir encabezando las tablas de puntos, deben continuar en el lugar número uno de la zona y su reputación se tiene que mantener intacta, aunque hayan generado dudas por los tropezones que tuvieron.

La presión es demasiada y Louis no va a decir que no está muerto de miedo.

Desde que fue inscrito en la categoría infantil, su meta más deseada siempre fue ser el mariscal. Su imaginación lo llevaba constantemente al momento en que pudiera asumir el puesto y ahora que ese día ha llegado, lo único en lo que puede pensar es en un posible fracaso.

El bienestar del equipo está en sus manos, porque no solo se trata de una posición en el juego, sino también de la responsabilidad que implica ser, de alguna forma, el capitán del grupo.

Porque sí, era aceptar el todo o el nada. Y haber destituido al chico que por varios años se encargó de encabezar al grupo, fue más complicado de lo que pensó.

Sin embargo, hay algo bueno en todo eso, algo que le ayuda a sentirse menos ansioso.

Por fin le dieron el beneficio de cambiar su número del uniforme, el 28 de la suerte ya se halla estampado en la espalda de su camiseta, y tal vez, eso represente un buen augurio.

Todo tiene que salir bien.

—Chicos, recuerden seguir las estrategias que hemos practicado —El entrenador espeta, acomodándose la gorra que porta sobre su cabeza—. No se dejen llevar por el momento, tampoco por sus emociones, necesitan jugar con la cabeza fría y no entrar en desesperación si vamos perdiendo, ¿de acuerdo?

Los chicos asienten, grabándose la orden para no fallar.

—Haremos lo posible, no quiero que se frustren antes de tiempo y tengan en mente que el juego no se acaba hasta que el reloj marque los ceros.

—Además, hay que trabajar en conjunto —añade Louis, quién también permanece al centro del vestidor—. No retengan el balón, hagan los pases que sean necesarios y por favor, no se desvíen de las jugadas.

De nuevo, hay un asentimiento general.

—Perfecto, ¡estamos listos! —Dos palmadas por parte del coach y una sonrisa llena de esperanza—. Vamos, tienen cuarenta minutos para salir al campo, así que revisen sus equipos de seguridad y cuando todo esté en orden, los veo allá afuera.

Algunos muchachos suspiran, otros más sonríen y solamente unos cuantos pronuncian un "sí" como respuesta.

Es natural que se hallen un poco decaídos, eso de venir perdiendo no funciona como una gran estimulación para ellos y no pueden evitar tenerle miedo al ridículo.

Si pierden, están fuera y si ganan, avanzan a la próxima ronda. Tan sencillo como eso.

—Chicos, escuchen —Louis retoma, luego de que el profesor sale por la puerta del vestidor—. Hemos trabajado muy duro, implementamos muchas jugadas nuevas y estoy seguro de que eso nos ayudará mucho...

—Por favor, ¿de verdad piensas que tenemos oportunidad? —Oscar realiza su primera aportación en la conversación grupal—. Vamos contra los que nos ganaron por casi veinte puntos, estamos en el hoyo.

—No tenemos porque pensar así —Lo escruta, arrugando la unión de sus cejas—. Podemos hacerlo, siempre hemos sido un buen equipo. Aquella vez fue porque no conocíamos su manera de jugar, pero ya lo analizamos y tenemos muchas posibilidades de salir a flote.

—Las tendríamos si todos ustedes no hubiesen sido unos cobardes —Con cierta rabia, el joven apunta hacia la mayoría de los presentes—. Yo ya lo tenía todo planeado, pero lo echaron a perder cuando decidieron elegir a este idiota como el nuevo mariscal.

Ahí está otro reproche, un reclamo más por el drástico cambio.

—Lo hicimos por el bien del equipo —Niall exclama en defensa, porque no tiene ganas de aguantar sus quejas—. Tú actitud solo nos estaba afectando, ¿por qué no lo puedes entender?

—Tú cállate, de verdad, me tienes harto —Lo enfila con una mirada casi siniestra—. Ya supe que fuiste tú el que organizó todo eso de las firmas.

—Sí, fui yo, ¿y? —Inconscientemente, eleva un poco el volumen de su voz—. Fue una decisión que tomamos en conjunto y perdiste, así que quien debe callarse eres tú.

Oscar tensa la mandíbula y sus dedos se presionan en la base de su casco.

—Bueno, eso es todo, conviértanse en los lamebotas de Tommo —vacila al pronunciar el apodo, pintando una mueca plagada de ironía—. Al final se van a arrepentir de la estupidez que hicieron.

—Nadie va a arrepentirse —Cansado de la tonta discusión, otro de lo muchachos agrega—: Y más te vale a ti jugar como se debe, porque ya te lo advirtieron.

—Eso es cierto —Uno de los tacles también aporta—:  Si bajas tú rendimiento solo para perjudicarnos, te sacarán del equipo.

—Eso ya lo sé, y créanme que ni siquiera tenía planeado hacerlo —brama con suma molestia, pero su franqueza es legítima—. Nunca haría nada que nos ponga en riesgo, tampoco soy tan egoísta.

—Pues ya lo demostrarás en el juego —refunfuña el irlandés—. Mantente al margen.

Debido a la absurda riña, Louis se limita a cruzar los brazos.

Todavía se siente culpable por robarle el puesto a su compañero, y aunque ya le han repetido múltiples veces que el cambio se hizo de una forma justa, aún carga con el remordimiento.

No obstante, esa tarde no tiene ganas de estresarse por los comentarios externos, así que simplemente observa a Oscar sin ninguna mala expresión.

—Lamento mucho que no estés de acuerdo con esto, pero no es momento para seguir peleando —masculla, con un tono calmado e incluso amable—. Tenemos que ganar, es nuestra última oportunidad de la temporada.

—Sí, es la última y que bueno que lo tienes bien claro —Le rezonga, levantándose después del lugar que ocupaba en la banca—. Cualquier error será tu culpa a partir de hoy.

Sin más que agregar, el antiguo mariscal se encamina a la salida, siendo escoltado por los únicos dos amigos que tiene en el grupo y cuando la puerta es azotada con energía, el ojiazul vuelve a respirar tranquilamente.

No sabe cuanto tiempo más tendrá que lidiar con su mal humor, pero en serio espera que la tensión se esfume pronto.

—Bueno, revisen sus equipos —Cordialmente repite la instrucción y retuerce los labios—. Vamos a lograrlo, hoy pasamos a cuartos de final.

Él se siente menos inquieto al ver la placidez en los rostros ajenos. Los jugadores están más risueños y lucen menos agobiados que antes.

Exhala cuando ve que comienzan a comprobar que sus protecciones estén bien colocadas, ayudándose entre sí para acomodarlas y riendo mientras se terminan de alistar.

—¿Cómo te sientes? —Zayn lo cuestiona, al entregarle una bebida rehidratante—. ¿Más tranquilo?

Él aplasta los labios y asiente con suavidad.

—Algo, solo espero que las prácticas hayan valido la pena —dice, destapando la botella que le fue entregada—. ¿Tú qué piensas?

—Tengo un buen presentimiento, Tommo, te lo juro —Con optimismo, le brinda leves golpecitos en la espalda y mueve las dos cejas—. Este partido es nuestro.

—Ojalá... Porque no quiero decepcionarlos.

—No lo harás, es trabajo de todos y nos esforzaremos por pasar a la siguiente etapa.

Louis mira a su amigo con un mundo de esperanza en los ojos y en silencio, agradece infinitamente tener su apoyo.

Tal vez es hora de que él también confíe en sí mismo.

── •∘°❁°∘• ──

No cabe ni un alma más en las gradas.

La cantidad de gente que se encuentra presente aquel día es exorbitante, hay cientos de banderines ondeándose, dedos de espuma siendo levantados y un montón de carteles alzados en diversos puntos como muestra de apoyo a los dos equipos que van a enfrentarse en la batalla deportiva. Incluso, es la primera vez que una banda es contratada para tocar en vivo, añadiendo un toque festivo al inicio del partido con sus tambores y trompetas.

Y mierda, Louis debería estar feliz por eso, pero lo único que quiere es vomitar por los jodidos nervios.

Se ha quedado sin uñas por estarlas mordiendo, su párpado no ha dejado de brincar desde que abandonaron el vestidor y todavía no consigue calmar los acelerados latidos que retumban en su pecho.

Está más asustado que al principio. Aunque por unos minutos tuvo el propósito de simplemente dejarse fluir, todo se vino abajo cuando vio la inmensa multitud de gente en el campo.

La fe está puesta en ellos y él siente que no podrá corresponder.

—¡Tommo! —Convenientemente, Zayn aterriza en la banca dónde se halla tumbado, ocupando el lugar libre a su lado—. ¿Cómo vas?

Él inspira, observando el calzado que recientemente adquirió en su tienda favorita de deportes.

—¿Quieres que te diga la verdad o la mentira?

—La verdad.

—Me estoy muriendo de nervios —Reposa los antebrazos sobre sus muslos y deja que su cabeza caiga hacia adelante—. No puedo con esto, te lo juro.

Zayn aprieta los labios, antes de sobarle la espalda en círculos.

Oh, vamos... Todos sabemos que lo harás fenomenal —dice, apostando por las grandes habilidades que posee en ese deporte—. ¡En las prácticas demostraste un avance increíble!

—Una cosa son los entrenamientos y otra muy diferente las eliminatorias —reitera, frotándose el entrecejo con dos yemas—. Siento que no voy a poder.

—No pienses así, y tampoco te sientas responsable de todo —Le comenta, sin cesar el roce circular que ejerce sobre el número de su camiseta—. Recuerda, somos un equipo, los chicos y yo estamos listos para dejar el alma en el campo.

—Sé que ustedes lo harán bien, pero yo... Yo no sé si voy a ser capaz.

—Solo diviértete y olvídate del marcador, tú juega como siempre lo haces.

Louis gira el cuello, rotándose para mirar a su amigo y éste le entrega una sonrisa gentil.

—Así de fácil —farfulla, al sonreír también.

—Es que no te abrumes tu solo —Menea la cabeza en desaprobación y se encoge de hombros—. Nadie te está exigiendo nada, es un juego más y si no lo ganamos, no pasa nada. ¡Vendrán otros!

—Este partido es muy importante para nosotros. Son las eliminatorias.

—¿Y? ¡A la mierda la temporada! No transformes tu deporte favorito en algo tan agobiante para ti, solo vamos a jugar como lo hacíamos en los recesos.

Después de todo, el americano es su actividad predilecta.

No quiere dejar de sentir la inmensa emoción que siempre lo invade cuando pisa el pasto, de verdad sería una tragedia si permitiera que la presión arrase con su progreso y que su sueño de ser el mejor jugador del equipo se trunque.

—Sí, supongo que debe ser así —sisea, al erguirse nuevamente, reincorporando su postura—. Tenemos posibilidades de ganar, ¿cierto?

—¡Claro que sí! —barbotea, festivo—. Haremos lo posible, así que juega y disfruta.

Con los labios tensados y algo malogrados por todas las veces en que los mordió, Louis afirma.

Aquella charla corta le ha servido para encontrar un rayo de calma entre tanta turbulencia y quizá, su forma de ver la tormentosa situación ha cambiado.

—Sí, lo intentaré —promete, un poquito menos estresado—. Muchas gracias, Z.

—No me lo agradezcas, ya sabes que no me gusta verte así.

Los dos jóvenes chocan los puños como un sello de lo que representa su buena amistad y enseguida, Louis vuelve a agacharse para atar los cordones de sus tenis.

Nunca está de más confirmar que todo está en orden, pues los hombros dislocados se tienen que mantener fuera del alcance.

—Espero que valga la pena —susurra, al rehacer el nudo de su tenis derecho—. Esto tiene que salir bien...

Sin embargo, el pelinegro lo ignora, porque su vista se ha fijado en el área asignada para las porristas dentro del campo.

Las chicas acaban de ingresar y Zayn no puede creer lo que sus ojos acaban de visualizar.

—Tommo...

—Sí, creo que tenemos muchas posibilidades.

—Tommo... —repite, y apenas puede pestañear.

—No debo sentirme así de mal —Por el contrario, él procede a amarrar la agujeta de su otro pie—. Tenemos talento, ¿no es así?

—¡Tomlinson!

Al escuchar el tercer llamado, tiene que levantar cara, luciendo unas arrugas muy marcadas en su entrecejo.

—¿Qué pasa? —inquiere, mirándolo con rareza.

—Harry...

—¿Harry? —Rigidiza sus facciones, desconcertado—. ¿Qué tiene Harry?

—Joder, ¡mira!

El dedo de Zayn apunta un sitio en específico, y aunque el mayor se encuentra un poco aturdido por su disruptivo actuar, no tarda en girar hacia la dirección señalada.

Y maldición. La imagen con la que se encuentra es simplemente enloquecedora.

Tiene que parpadear, necesitando confirmar que lo que ve es real y no una maldita ilusión que podría desvanecerse en cualquier momento. Se frota las cuencas de los ojos con los puños cerrados, luego vuelve a enfocarse en el grupo de animadoras y una vez que confirma que la situación no es solo parte de su imaginación, su mandíbula se desencaja.

—No es cierto...

—¡Sí que lo es!

El corazón le da un vuelco tremendo y parece que hasta olvida cómo hilar oraciones coherentes porque literalmente ha llegado al extremo de quedarse en blanco. Sus cachetes empiezan a hervir, matizando su piel en un color rojo bermellón y no es raro que su respiración se vuelva algo lenta.

Porque contemplar a Harry vistiendo la linda falda del uniforme es suficiente para hacerle perder la cabeza.

Sí, su bonito novio en definitiva está portando la prenda azul. La luce con un porte verdaderamente extraordinario, exhibiendo esos muslos pálidos que han sido la fuente de muchos problemas para él desde hace meses.

Y no, no pueden juzgarlo por sentirse más débil de lo normal.

—¡Tierra llamando a Louis! —La mano de Zayn se sacude frente a su cara, tratando de hacerle reaccionar—. ¡Tommo!

Él agita sus pestañas de nuevo, y sintiéndose todavía aturdido, observa a su amigo.

—Dime que estas viendo lo que yo —pide, buscando que otra persona le reafirme que no se trata de un sueño—. ¡¿Lo ves?!

—Lo veo, pero por Dios, a ti te dio una parálisis ocular en las piernas de Harry. ¡Disimula!

—¡Es que solo míralo!

—Mejor relájate, porque viene hacia acá y yo ya me voy.

De repente, Louis siente que está hiperventilando y mágicamente, el ruido del campo deja de ser tan molesto en sus tímpanos.

Regresa su vista hacia el conjunto de porristas y algo se sacude en su pecho al percatarse de que Harry se acerca velozmente hacia él, atravesando el campo con zancadas largas, mientras la tela de su falda ondea un poco más alto de lo común.

Un picor le irrita la garganta y siente cómo la piel se le eriza al ponerse de pie. Por suerte, los guantes acolchados que utiliza para los partidos ocultan eficazmente el hecho de que sus manos comienzan a sudar.

Resulta gracioso que intente sonreír, ya que sus labios se resisten a formar una mueca decente, y sinceramente está luchando más que nunca por mantener la mirada en el rostro de su novio.

Cuando se encuentran cara a cara y vislumbra los bonitos brillos que adornan los límites de sus ojos, comprende que está en serios aprietos.

—¡Hey, amor! —saluda el menor, una vez que recupera el aliento tras su carrera—. ¿Estás listo? ¡Hoy es el gran día!

Él mueve la cabeza con gran dificultad, su rigidez es tal que parece un maniquí.

—Hola, ratón —farfulla, tratando de borrar el temblor en su voz—. Eso creo, espero todo marche bien.

—Así será, las prácticas rendirán frutos —Da un corto salto hacia adelante, reduciendo el trecho que los aparta—. Además, ¡te traigo una gran noticia!

—¿Una noticia?

Harry da un asentimiento, mordisqueándose el labio inferior mientras toma la orilla de su falda para estirarla con elegancia.

—¿Ya viste esto? —interroga, al sacudir la prenda con delicadeza.

Sí, la pregunta ofende a Louis.

Por Dios, ¡es lo único que ha podido ver en los últimos cinco minutos!

—Sí... —Carraspea en cambio, rogando que las puntas de sus orejas no se pongan rojas—. Veo que te animaste a usarla.

—¡Exacto! —Inclina el rostro con una sutil coquetería y eleva las esquinas de su boca—. ¿Y sabes por qué decidí ponérmela hoy?

—¿Para que no pueda dejar de mirarte?

Bueno, la sinceridad es una cualidad que a veces no se puede controlar y él no tiene problema en admitir que está perdidamente cautivado.

—¡No! —Se ríe, negando un par de veces antes de dar otro brinco y enredar las manos en su cuello—. ¡Es porque hoy seré el porrista principal de la rutina!

Entonces, los ojos zarco del mayor se abren como dos platos llanos y sus labios se separan.

—¡¿Qué?! —pronuncia impresionado, atenazándolo rápidamente por la cintura—. ¿De verdad?

—¡Sí! Obtuve el solo y yo seré quien encabece la escuadra en el medio tiempo.

—¿Y por qué no me habías dicho? —Su pregunta no es un reclamo, sino una expresión de alegría genuina por él—. ¡Te dije que tenías una enorme posibilidad de ganarlo, amor! ¡Muchas felicidades!

Harry siente cómo tres sonoros besos aterrizan consecutivamente en su pómulo izquierdo, provocando un episodio de cosquillas que los labios de Louis despiertan en su piel.

La linda sensación le arranca una risa cálida.

—Quería que fuera una sorpresa para ti, porque tú fuiste quien me animó a intentarlo —explica, al enlazar sus miradas una vez más—. Haré mi mejor esfuerzo, practiqué demasiado y confío en que lo haré muy bien.

—Ya quiero verte, eres el porrista más hermoso de todos.

Las pestañas del rizado se baten con gracia.

—¿Lo soy?

—No sé por qué lo preguntas —murmura y presiona nuevamente los labios sobre su mejilla. —Es obvio, no soy el único que se deshace por ti.

Mhn, eso da lo mismo —Rueda los ojos con diversión—. A mí solo me gustas tú.

La verdad es que Louis sabe eso de sobra, pero le encanta oírlo cada que tiene la oportunidad.

Pueden haber mil chicos y chicas detrás de su novio, pero ninguno tiene siquiera una mísera posibilidad. En los pasillos, es cada vez más frecuente escuchar halagos sobre su belleza y su encantadora personalidad. Seguramente, ese día en particular, muchos estudiantes lo observan con otros ojos, fascinados por lo bien que luce con el uniforme.

Aunque eso le molesta, también le reconforta saber que todos ellos se quedarán atrapados en simples fantasías, admirando de lejos y deseando estar en el lugar que hoy por hoy, le corresponde a él.

—Te juro que esta falda te hace ver malditamente atractivo —confiesa, bordeando la cinturilla de la prenda y encajando los pulgares los huesos de su cadera—. Ya me lo había imaginado, pero verlo en vivo y a todo color es muchísimo mejor.

Harry se traga un jadeo, o algo parecido a eso. Repentinamente, se siente sofocado.

—¿Quieres que te diga algo? —susurra, jugueteando un momento con los mechones de su nuca—. Siendo honesto, solo me la puse para ti.

Y, bueno... mierda.

El mayor necesita aplacar su lado hormonal con urgencia.

—Oye, no me hagas esto... —implora, cerrando los ojos y remarcando un mohín lastimero en su boca—. Me tienes muerto de las ganas, ten un poco de compasión.

—La tendré si ganas el partido para mí, amor —Aquello si puede tomarse como una solicitud especial—. Y quién sabe... Después podemos reunirnos para festejar.

—... ¿Festejar?

—¿En serio no entendiste? —Se mofa, decidido a jugar todas sus cartas—. Entra al campo y sé el mejor mariscal del mundo, así tendremos una buena excusa para organizar una pijamada de celebración en mí casa.

Ciertamente, Louis luce desorientado.

No quiere errar en la interpretación, pero tiene la sospecha de que comprendió correctamente cada palabra.

—Tú estás diciendo... Que tú y yo... Que nosotros... —balbucea, y de reojo, nota que el marcador del campo se enciende—. ¿En serio?

—Sí, te lo estoy diciendo en serio. A menos que tú no quieras, por supuesto que sé respe-...

—¡¿Quién dijo eso?! No, no te hagas ideas bobas —Habla de corrido y le propina un pico huidizo en los labios. No hay forma de que esconda su exaltación—. Tú encárgate de mover los pompones, que yo voy a ganar este juego por ti.

Harry estrecha los ojos y disimula una pícara sonrisilla.

—¿Eso tiene doble sentido?

—Tómalo como quieras, bombón.

Al fondo, el estruendo de las tribunas estalla, ya que el partido está a punto de comenzar y los jugadores de americano se ajustan los cascos, preparándose para iniciar las eliminatorias de esa temporada.

Después de despedirse con un último roce de bocas, el porrista regresa a su posición, atrayendo las miradas de casi todos los miembros de ambos equipos y generando susurros entre aquellos que lo ven como un ser inalcanzable.

Nadie más tendrá el privilegio de experimentar lo que se siente besar a Harry Styles, porque al ser el novio del nuevo mariscal de campo, todos están condenados a admirarlo solo desde lejos.

No es que Louis infunda terror, pero se ha ganado el respeto de muchos por su gran actitud y ahora, es momento de que demuestre lo mucho que merece el puesto que sus compañeros le asignaron.

Se coloca el casco, acomoda su protector bucal y camina con el entrenador al centro del campo para lanzar el volado inicial.

Gracias a Dios, las rodillas ya no le están temblando.

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