❁; capítulo veinte

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—Dios mío, ¿qué es esto?

Harry se mira al espejo por quinta vez, colocándose de perfil para admirarse desde otro ángulo y se muerde el labio al no estar tan convencido de la imagen que está viendo en el reflejo.

Sus manos viajan al borde de la prenda que cae desde su cintura, jalándola con el fin de bajarla lo mayor posible porque tiene la ligera sensación de que es demasiado corta y cuando asimila que ese es el largo promedio que debe usar como porrista, se rinde por completo.

Pestañea, dando una vuelta sobre su propio eje y vuelve a quedar de frente al espejo. Se lleva la uña del dedo pulgar a la boca, mordiéndola hasta que el esmalte violeta se comienza a caer y escupe la capa de barniz que por accidente termina en su boca.

—No hay forma de que use esto —susurra, colocándose ambas manos en la cintura y separando un poco las piernas, como si estuviera a punto de iniciar con una rutina—. Imposible.

Sí, al parecer se equivocó en creer que la falda del uniforme le sentaría bien.

—¡Hazz, vamos, ya sal!

Al escuchar el grito de Emilia más tres toques a la puerta de su baño, Harry resopla.

Se restriega la parte posterior del cuello, contemplándose una vez más de la cabeza hasta los pies y su mirada queda fija por varios segundos en la bonita caída que la falda forma a la mitad de sus muslos.

Tuerce la boca, alisando la tela azul con las manos y oscila suavemente la cadera para vislumbrar el desconocido movimiento de la prenda. Él siempre usa sus típicos shorts deportivos que le llegan arriba de la rodilla y ahora, estar portando algo diferente le hace sentir raro.

Eso de mostrar una parte considerable de sus piernas no es algo que acostumbre, pero, si se lo preguntan, muy en el fondo cree que luce malditamente bonito con la falda que todas sus compañeras utilizan.

Porque, bueno, tantos años de ejercicio, de gimnasia y de pertenecer al grupo de animadoras no han sido en vano. No puede negar que posee unas piernas lindas y tonificadas, que incluso lucen mejor de lo que alguna vez llegó a imaginar.

Sin embargo, aún siente vergüenza de encontrarse vestido así.

—¡Harry Styles! —Oye un segundo grito, la voz le pertenece de Liam—: ¡Sal ahora mismo!

—¡Ya voy!

Bien, lo ideal es terminar con esta tontería de una buena vez.

Aunque Liam y Emilia fueron quienes se encargaron de conseguirle la falda con los proveedores de los uniformes, piensa que ellos serán sinceros al decirle que, por el bien de la humanidad, se olvide de portarla.

Así que, con todo y sus pensamientos intrusivos, Harry se traslada hacia la salida del baño, girando la perilla con lentitud porque desea aplazar al menos un minuto más la aversión que sus amigos sentirán cuando lo vean.

Su mirada cae al suelo en el momento en abre la puerta y con el corazón retumbándole en los oídos, da algunos pasos hacia el centro de su habitación, exponiéndose ante los ojos de sus mejores amigos.

—Aquí estoy —murmura, ajustándose la cinturilla de la falda—. Perdón la demora.

Ambos chicos parpadean despacio al observarlo.

—Oh... Por... Dios —Emilia hace una pausa dramática entre cada palabra y su boca forma una simpática "o".

—Vaya... —Las cejas de Liam se curvan por inercia—. Es... Wow.

El rizado se clava los dientes en el labio inferior, sin reunir todavía el valor de alzar la cara.

—¿Y bien? —pregunta, indeciso—: Del uno al diez, ¿qué tan mal se me ve?

—¡¿Mal?! —La chica exclama, dando un brinco repentino en el colchón—. ¿Estás jugando?

—No.

—Hazz, ¡se te ve divina! —recalca, antes de levantarse de la cama—. ¡Mírate!

Él carraspea, frotándose el brazo derecho con timidez.

—Es distinta a los shorts que generalmente utilizo.

—¡Pero se ve te preciosa! —Su amiga reitera al pararse por delante de él—. Usarla es la mejor decisión que pudiste tomar.

—Todavía no estoy seguro —contrapone, y por fin sube el rostro para enfrentar las expresiones ajenas—. Siento que no me queda.

—¿Qué no te queda? ¡Literalmente está hecha para ti!

—Pues... no lo sé, es raro.

Emilia pone los ojos en blanco, y camina a su alrededor, examinando el vuelo de la falda desde varios puntos.

—Es perfecta, no hay otra definición —espeta, sobándose el mentón con dos dedos—. Además, maldición, tienes las mejores piernas que he visto en mí vida.

—¿Qué cosa? —Frunce el ceño, sintiendo que sus pómulos empiezan a entibiarse.

—Eso, que se nota el ejercicio que siempre has hecho —Se pone una mano en la cintura y sonríe—. ¡Vas a lucir fenomenal cuando hagas el solo!

Una vez más, Harry raspa su garganta para aclararse la voz.

Obtener el lugar como el porrista principal de la nueva rutina es algo que no estaba en su radar.

A pesar de que se mostró reacio al comienzo, y que definitivamente no tenía ganas de participar, haberlo intentado fue una buenísima elección porque la entrenadora quedó asombrada con lo bien que se desenvolvió en el campo. Sus amigas le aplaudieron, le chiflaron y hasta celebraron cuando la profesora le hizo saber que él se encargaría de encabezar la escuadra en el siguiente partido de americano.

Está muy feliz por el logro. Tanto que se halla en su habitación, probándose la falda azul del uniforme gracias a la sugerencia de Louis y aunque la situación es poco convencional, no puede evitar sentirse lindo al llevarla puesta.

O sexy, quizá.

—¿Y tú qué opinas? —Desvía su enfoque hacia Liam, quien hasta entonces ha permanecido callado—. ¿Cómo se ve?

Uhm, yo acabo de confirmar que por algo soy bisexual —Bromea, elevando el borde izquierdo de la boca—. No lo tomes a mal, te ves muy bien.

—¿De verdad?

—Sí, el uniforme completo te queda de maravilla.

—¡¿Lo ves?! —Animadamente, Emilia lo pesca del brazo—. Tú sabes que nosotros nunca te mentiríamos, en serio, te ves precioso.

El sonrojo en sus cachetes es irreversible. Tantos halagos juntos están empezando a ponerlo nervioso.

—Aún así, creo que la falda es algo corta, ¿no? —musita, meneando el tableado marcado en la prenda.

—No, Hazz, ese es el largo que usamos todas y por eso llevamos un short abajo. Quizá te queda unos centímetros arriba porque eres más alto que nosotras, pero casi no se nota.

—Además, te luce mucho —Liam admite con franqueza—. Presiento que Louis se va a desmayar cuando te vea.

—¡Sí! —La chica de cabello ondulado chilla en júbilo—. Yo también pienso que se va a morir de un paro cardíaco.

—Y con suerte, otra cosa se le va a parar también.

Entonces, Harry arruga la frente tanto como puede, hiperventilando por la indecencia del comentario.

—¡Liam! —Lo reprende, con la cara totalmente roja—. Por favor, ¿qué estás diciendo?

—La realidad, Hazz —Se mofa, sonriendo con un atisbo de picardía—. ¿O me vas a decir que estoy equivocado? Lou se muere por ti y es natural que le suceda, somos humanos.

—Y-yo que sé —tartamudea, antes de dirigirse hacia el borde de su cama y dejarse caer en ella—. Todavía no pasa nada entre nosotros.

Con una mueca de asombro, Emilia lo sigue hasta tumbarse a un costado suyo.

—¿En serio? —interroga con suspicacia—: Yo pensé que ya se habían perdido el respeto.

—Pues no, no es así —aclara, sintiendo una horrible ola de calor ardiendo bajo su piel—. Lo hemos platicado, sí, pero todavía no lo hacemos.

—Bueno, eso está bien, debe ser cuando ambos estén listos, no te sientas obligado.

Harry cabecea, aflojando sus facciones y se muerde la mejilla interna.

—No me siento así —Un brote de sinceridad le orilla a hablar—. Solo... No hemos tenido la oportunidad, creo.

Mhn, ¿eso qué quiere decir?

Vuelve a exhalar, tomando su vieja jirafa y empezando a jugar con las pequeñas orejas del animal.

—Pues... Hace unas semanas platicamos acerca del sexo y ambos estuvimos de acuerdo en permitir que todo fluya —relata, trazando las manchas de su peluche favorito con la punta del dedo—. No vamos a forzar nada, y tampoco vamos a acelerar las cosas.

—Algún día me gustaría tener un novio al que le tenga ese nivel de confianza —La sonrisa de su mejor amiga le ofrece cierto confort—. Eso es genial, que bueno que lo hablaron.

—Lo sé... Aunque, ¿puedo decirles algo?

—Lo que sea.

Las mejillas de Harry se inflan de momento y enseguida suelta todo el aire que retuvo en su última inhalación.

Mira su jirafa, reflexionando en que tan buena idea es expresar sus sentimientos ante dos de las personas que más quiere en el universo y solo le toma medio minuto reconocer que se halla en buenas manos. Los consejos siempre vienen bien cuando son solicitados.

—Últimamente es difícil controlar lo que siento cada que me besa o me toma de la cintura —farfulla, olvidándose de la vergüenza que suele sentir cuando toca ese tema—. Es complicado, ¿saben?

—Sí te creo —sisea Liam, lanzándole un débil golpe en el brazo—. Al parecer los dos están arañando las paredes, ¿eh?

Ugh, cierra la boca —Gruñe—. No sé, los dos queremos... O al menos yo sí, pero me da un poco de miedo.

—Pues todo tiene su riesgo, Hazz. Sin embargo, con la debida protección no debería suceder nada malo.

—Además tú no te puedes embarazar —Emilia aporta, sonriendo cómo si hubiera hecho el descubrimiento del siglo—. Eso es un punto a tu favor.

El rizado se ríe entre dientes y su mortificación se reduce dos niveles.

—Sí, eso ya lo sé, pero no por eso voy a ser un irresponsable —Frota la punta de su nariz con un dígito—. A pesar de que ninguno ha tenido su primer experiencia de ese tipo, debemos cuidarnos mutuamente.

—Exacto, y asegurarse de que los dos disfruten.

—Sí, eso también —El muchacho de ojos café realiza un chasquido con los labios—. Y eso me acaba de generar una duda existencial.

—¿Qué cosa?

—... ¿Te gustaría dar o recibir?

Irreal.

La expresión de Harry se convierte en un auténtico poema: sus párpados se extienden al máximo y su boca se abre con espanto.

—¡¿Perdón?!

—¡Ay! No me digas que no lo has pensado...

—¿Por qué debería hacerlo? —Agita la cabeza, atragantándose con su propia saliva—. Ni... Ni siquiera he conversado sobre eso con Louis.

Después de todo, eso es cierto.

Ellos todavía no llegan a esa parte de la plática y no es cómo que lo tenga en mente con frecuencia.

¿Verdad?

—Bueno, no te alteres —Expulsa una risita divertida y estira sus brazos hacia arriba para destensar sus músculos—. Solo decía, por los temas de higiene personal y todo eso...

—Yo pienso que tú vas a estar abajo —Por otro lado, Emilia no se contiene a opinar—, mi intuición femenina me lo dice.

Liam la mira, levantando el pulgar.

—Yo creo lo mismo.

Y maldición, Harry se encuentra tan colorado que seguramente parece un tomate, una señal de tránsito o un semáforo en alto.

Desde luego, no dirá nada al respecto.

No comentará que él también está de acuerdo con los roles que sus amigos suponen.

—¿Quieren callarse? —musita en cambio y se talla un ojo con el puño cerrado—. Ustedes son muy molestos.

—Bien, ya no tocaremos el tema —La porrista se alza de un brinco y junta las palmas con emoción—. Entonces, retomando, ¿sí usaras la falda en el partido?

—Voy a pensarlo —Sube y baja los hombros, regresando la vista a sus muslos ahora expuestos—. Practicaré la rutina y si me resulta cómodo... Quizá lo haga.

—¡Eso! Vas a ser la sensación del equipo si te la pones.

—Solo lo haría porque es un día importante para Louis —alega, mientras se tumba hacia atrás, recostándose sobre su edredón lila—. Ha estado trabajando duro.

Sus amigos lo siguen, dejándose caer hasta quedar acostados a cada lado suyo.

—¿Aceptó ser el mariscal?

—Aún no. Quiere probar en el siguiente partido y si todo marcha bien, dijo que tal vez asuma el puesto.

—Debe estar muy presionado...

—Lo está, Li —Arroja un resuello lánguido—. No me gusta verlo tan estresado.

—Es normal, los cambios siempre dan miedo —comenta la joven, tirando del dobladillo de la falda—. Por eso tú debes ayudarle vistiendo esta cosa.

Harry no responde de inmediato.

Se pierde en la contemplación de las estrellas de plástico que años atrás pegó al techo y que todavía brillan en la oscuridad.

—No lo sé —Se remueve sobre su lecho, colocando ambas manos por debajo de su cabeza—. Ni siquiera le he dicho que obtuve el solo, quiero que sea sorpresa para él.

—Ow, ¡vaya que lo será!

Una sonrisa juguetea en sus comisuras. Él espera que el esfuerzo de ambos valga la pena.

En todo sentido.

── •∘°❁°∘• ──

Louis yace boca abajo en su cama.

Su día fue excesivamente cansado y lo único que le apetece es permanecer inmóvil en su colchón, mientras se toma un tiempo fuera para reponerse de todo el estrés que ha acumulado en la semana.

Entre los entrenamientos, las clases, tareas y las responsabilidades con las que debe cumplir en su hogar, apenas ha encontrado un instante de calma en medio del constante ajetreo que últimamente domina su vida. Está molido, siente como si un camión de carga le hubiese pasado por encima y sus párpados pesan cada vez más.

En medio de su reposo, quizás podría haber caído en un sueño reparador, de no ser por el chirrido imprevisto de la puerta que lo obliga a abrir los ojos de golpe.

—¿Lou? —Escucha una dulce vocecilla muy conocida—. ¿Puedo pasar?

Rápidamente gira la cabeza por encima de su hombro, volteando hacia la entrada de su habitación y encontrándose de filo con los ojos verdes que tanto adora.

Harry está apoyado en el marco de madera, esbozando una sonrisa que le hace olvidar cualquier mal rato.

—Ratón, pasa —dice, en tanto se rueda por el colchón para cambiar su posición—. ¿Qué haces aquí?

Ahora, su espalda reposa contra la cabecera de su cama y ha optado por sentarse en la tradicional pose de indio.

Ehm... Quedamos de vernos a las cinco en el parque, pero no llegaste —El menor aprieta los labios, girando el picaporte y después vuelve a sonreír—. Pensé que te había pasado algo y vine a ver que estuvieras bien.

Con lo anunciado, la frente de Louis se contrae.

—Joder, ¿qué hora es? —Inquieto, busca su móvil entre las almohadas.

—Son las cinco con cuarenta...

Mierda.

Han pasado cuarenta minutos de la hora que pactó para encontrarse con su novio. No diez, no quince, sino cuarenta largos y terribles minutos en los que posiblemente Harry estuvo esperándolo en el parque, sentado en la banca que siempre eligen mientras él se hallaba tumbado en su cama sin ningún tipo de preocupación.

¿Puede sentirse peor? La verdad es que lo duda.

—Maldita sea, perdóname, Hazz —La aflicción lo sacude y en definitiva, presiente que lo arruinó—. No vi el reloj y pensé que aún tenía tiempo, de verdad, discúlpame.

El rizado hace un ademán ligero, quitándole importancia al asunto.

—No te preocupes, me alegra saber que no te pasó nada.

—Sí, amor, yo estoy bien. Lo lamento mucho, no me di cuenta de la hora.

—Ya te dije que no hay problema —reitera, y después señala hacia sus espaldas con el pulgar—. ¿Quieres estar solo? Puedo irme, solo quería cerciorarme de que todo estuviera bien.

—No, no te vayas, por favor —Palmea dos veces la superficie blanda—. Ven, quédate conmigo.

Harry asiente, obedeciendo con alegría porque la verdad muere de ganas por estar un ratito con él.

Antes de entrar a la habitación, se quita los tenis, colocándolos en uno de los espacios vacíos de la zapatera y luego se dirige hacia la cama, saltando sobre ella con ligereza cuando se encuentra lo bastante cerca. El movimiento hace que Louis se mueva y suelte una risa, observando cómo su adorado ratón se arrastra por el edredón hasta llegar a su lado.

Se acurrucan juntos, y el ojiverde hace eso de recargar la cabeza en su pecho.

—Sigues muy estresado, ¿cierto? —Le pregunta, al olfatear el aroma de suavizante para telas que despide su camiseta.

—Sí, estoy agotado —murmura, enterrando los dedos en sus rizos cortos—. Los entrenamientos han sido el doble de pesados, y Oscar solo está encargándose de hacerlos más tediosos.

—¿Todavía no lo supera?

—No, y dudo mucho que lo haga. Se enojó bastante.

—Ignóralo —Pasa el brazo por encima de su torso, formando un bonito apapacho—. Él perdió la oportunidad por ser un imbécil.

Louis esnifa, sin detener los mimos en su cabellera.

—Prácticamente le arrebataron el puesto —Su nuca golpea con la cabecera una vez más—. Aún me siento culpable por eso.

El rizado se endereza, apartándose de su novio para acomodarse de nuevo y sentarse frente a él.

—Eres muy noble, mí amor —concede, al posicionar las manos sobre sus hombros—. Necesitas relajarte, te daré un masaje, ¿sí?

—Por favor, eso no suena mal.

Harry crispa los bordes de los labios y sin conocer ninguna técnica profesional en los masajes, comienza presionando sus dedos sobre la ropa de Louis con el propósito de disminuir la tensión en el inicio de sus extremidades.

Aprieta un poco, haciendo movimientos que él considera estratégicos para aliviar el malestar físico y desliza sus dígitos varias veces, tratando de reducir algún tipo de inflamación que los músculos sufran por la gran carga de estrés.

Toquetea sus clavículas, barriendo los dedos por debajo de ellas y vuelve a amasarle los hombros, ejerciendo una fuerza delicada que parece un bendito sedante. Y sí, Louis está en la gloria. No solo por el placer de estar recibiendo un excelente masaje, sino también por el encanto de observar a Harry mordiéndose las orillas de la boca mientras se concentra en aliviar la rigidez de su espalda.

Lo hace repetidas veces. Él alcanza a ver como sus dientes inferiores se ciernen sobre su labio inferior, dejando una marca poco visible y un tono rojizo que despierta imágenes poco decentes en su mente. Se pregunta si Harry siempre ha tenido labios tan carnosos y de un tono tan vivo, pues sinceramente no recuerda cuándo comenzó a notar esa clase de detalles en él.

Sin duda, su novio es precioso y querer arruinarlo como lo está imaginando en ese maldito momento no es de lo más prudente.

—¿Qué opinas? —murmura el rizado, antes de resbalar sus manos hacia abajo, toqueteando sus bíceps—. ¿Todo bien?

De repente, el contacto visual que mantienen se torna incómodo.

El suspenso se apodera de Harry cuando percibe un cambio de intensidad en la mirada de su novio. Un destello peculiar está iluminando esos profundos ojos azules, es una chispa única que le hace estremecer y que ocasiona una pausa en su respiración por algunos segundos.

Un escalofrío le recorre la espalda antes de que Louis se abalance sobre él, estampando sus bocas en un beso que desde un inicio, no puede definir como algo dulce o tierno. No, es todo menos eso. Puede sentir cómo la lengua del mayor está abriéndose paso en su boca, nota la forma tosca en que mueve los labios, como si quisiera probar cada centímetro de los suyos y el calor que ahora percibe en la nuca es solo un aviso de que la ocasión ha escalado de cero a cien en menos de un suspiro.

Su cuerpo se estremece, las manos le hormiguean y se siente tan torpe que solo logra aferrarse a su cuello, atrayéndolo hacia sí con ansía porque de repente anhela más de él.

Ninguno sabe como calmar la sed que acaba de golpearlos. Sus respiraciones chocan, sus narices rozan y sus labios comienzan a hincharse por el caluroso encuentro que están disfrutando como nunca antes.

Las sensaciones son nuevas y los impulsos son imposibles de frenar.

Sin un objetivo definido en mente, Harry termina montándose a horcajadas sobre el regazo de Louis, sintiendo en su cintura la presión de esas manos que lo están arrastrando al borde del abismo y que lo incitan a desconectarse del mundo real.

Entre suspiros y mordiscos en los labios, el mayor aprieta la espalda baja su chico, extendiendo los dedos mientras los hunde en la piel cubierta por una camiseta color rosa. No se atreve a colar las palmas por el borde de la prenda, pero en un arranque de adrenalina, se aventura a deslizarlas hacia abajo, tocando experimentalmente y por primera vez aquel trasero que lleva días invadiendo sus pensamientos.

Y joder, eso se siente mucho mejor de lo pensó.

No hay un rechazo por parte de Harry, nada le impide tocar e ir más allá. Contrario a eso, se remueve sobre él, atarazando su labio en una fuerte mordida y dejando ir un indecoroso gemido que inesperadamente le bloquea los sentidos.

Es un sonido diferente, algo que nunca había tenido la dicha de oír y la sorpresa es tan grande que los dos se detienen en seco, quebrando la unión de sus bocas para encontrarse con miradas asombradas y ojos ampliamente abiertos.

Es ahí cuando la vergüenza vuelve a caer sobre ellos, porque Louis puede sentir que su pantalón está dolorosamente ajustado por el frente y Harry se ruboriza hasta las orejas por el ruido involuntario que ha escapado de sus labios sin querer.

—Creo que... deberíamos parar —establece el ojiazul, al retirar las manos traviesas de su cuerpo—. ¿No?

—Sí, deberíamos —El otro masculla, quitándose velozmente de su regazo y sentándose al otro extremo de la cama—. Todo bien, ¿cierto?

—Sí, todo bien —Exhala por la boca, antes de ponerse uno de sus cojines sobre la entrepierna—. Vamos, te invito un helado.

—Claro, sí.

—Solo... —Con los ojos cerrados, se aprieta el puente de la nariz—. Solo dame un segundo.

Harry solo asiente dos veces, entendiendo lo que esa petición significa.

El bochorno puede leerse en sus rostros, pero ninguno quiere charlar sobre lo sucedido. Hay un par de cosas que todavía deben procesar por individual.

No obstante, ambos tienen un pensamiento similar...

Ese beso ha sido incomparable.

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hi besties! llegamos a la parte hoft de la historia ❤️‍🔥 ahora sí, nos leemos la próxima semanita! y quienes vayan al tecate pal norte, disfrútenlo un montón y mandenle un besito a louis por mí ✨️

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