Capítulo 5

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La mañana pareció pasar lentamente mientras Namjoon realizaba la ronda habitual de clientes. No importaba lo mucho que intentara concentrarse en ellos y sus problemas, simplemente no tenía éxito. Una y otra vez, seguía viendo una piel suave y pálida, unos ojos azules abrasadores.

Y esa sonrisa...

Cómo deseaba que Seokjin nunca le hubiera sonreído. Su sonrisa definitivamente podría convertirse en su perdición.

—...así que le dije, David, mira, si quieres que te preste mi ropa, está bien. Pero aléjate de mis vestidos caros de diseñador, porque cuando te ves mejor en ellos que yo, lo único que quiero hacer es darlos a la caridad. Entonces, ¿tengo razón, Doc? —Namjoon levantó la vista de su libreta donde estaba garabateando dibujos de hombres de palito sosteniendo lanzas.

—¿Qué, Raquel?— le preguntó a la paciente que estaba sentada en el sillón frente a él. Raquel era una fotógrafa que se vestía elegantemente.

—¿Hice bien en decirle a David que se quitara mi ropa? Quiero decir, maldita sea, es bastante malo cuando tu novio se ve mejor con tu ropa que tú, ¿verdad?

Namjoon asintió. —Absolutamente. Es tu ropa y no deberías tener que guardarla bajo llave.

—¡Lo sabía! Eso es lo que le dije. ¿Pero me escucha? No. Puede llamarse a sí mismo Diva todo lo que quiera, y decirme que es una mujer en el cuerpo de un hombre, pero a la hora de la verdad, sigue sin escucharme, como lo hacía mi ex marido. Lo juro...—Namjoon volvió a consultar su reloj sin darse cuenta. Su hora con Raquel casi había terminado.

—Sabes, Raquel —dijo, interrumpiendo a su paciente antes de que Raquel pudiera empezar su rutinaria perorata sobre los hombres y sus molestos hábitos. —¿Quizá deberíamos aplazar esto hasta nuestra sesión del lunes con David?—  Raquel asintió.

—Está bien. Pero recuerdame el lunes que necesito hablar contigo sobre Chicho.

—¿Chicho? —preguntó Namjoon confundido.

—El chihuahua que vive al lado. Te juro que ese perro me está echando el ojo. —Namjoon frunció el ceño.

Seguramente Raquel no estaba insinuando lo que él creía. —¿El ojo?

—Ya sabes. Echándome el ojo. Puede parecer un perro inofensivo, pero ese perro tiene sexo en mente. Cada vez que paso, mira debajo de mi falda. Y no quieres saber qué le hizo a mis zapatos el otro día. El perro es un pervertido...

—Está bien —dijo Namjoon, interrumpiendola de nuevo. Estaba empezando a sospechar que no había nada que pudiera hacer por Raquel y su obsesión de que todos los hombres del mundo se morían por poseerla. —Definitivamente cubriremos el enamoramiento del chihuahua contigo.

—Gracias, Doc. Eres el mejor. —Raquel agarró su bolso del suelo y salió por la puerta.

Namjoon se frotó la frente mientras las palabras de Raquel resonaban en su cabeza. ¿Un chihuahua? ¡Dios! Pobre Raquel. Seguramente había alguna manera de ayudar a esa pobre mujer. Por otra parte, definitivamente sería mejor tener a un chihuahua mirando debajo de tu falda con lujuria que a un esclavo sexual griego.

—Oh, Hobi —suspiró Namjoon —¿cómo dejo que me metas en estas cosas? —Antes de que pudiera continuar quejándose más, su intercomunicador zumbó. —¿Sí, Lisa?

—Su cita de las once se canceló, y mientras estaba viendo a la Sra. Thibodeaux, su amigo Hoseok, llamó seis docenas de veces, y no exagero ni bromeo. Dejó una pila de mensajes urgentes para que lo llame a su teléfono celular lo antes posible.

—Gracias, Lisa —Namjoon tomó el teléfono y llamó a Hoseok.

—Oh, gracias a Dios —Hoseok habló antes de que Namjoon pudiera decir una palabra. —Tienes que traer tu trasero aquí y llevarte a tu novio a casa. ¡Ahora!

—Primero que nada él no es mi novio, es tú...

—Oh, ¿quieres saber qué es él? —Hoseok preguntó con una nota de histeria en su voz. —Es un maldito imán de hormonas, eso es lo que es. Tengo decenas de personas acosando mi puesto incluso mientras hablamos ahora mismo. A Tae le encanta, esta mañana ha vendido más cerámica que nunca. Intenté llevarlo a casa antes, pero no puedo ni hacer un hueco en esta multitud que lo rodea. Lo juro, uno pensaría que tenemos una celebridad aquí. Nunca he visto nada igual en mi vida. ¡Ahora trae tu culo aquí y ayúdame! —El teléfono se cortó. Namjoon maldijo su suerte. Llamando a Lisa, le dijo que cancelara sus citas por el resto del día.

En cuanto llegó a la plaza, Namjoon vio a qué se refería Hoseok. Debía de haber al menos veinte personas, tanto hombres como mujeres, rodeando a Seokjin, y docenas más mirándolo boquiabiertos al pasar. Los que estaban más cerca de él se daban codazos y empujones, intentando llamar su atención. Pero lo más increíble de todo eran las tres mujeres que lo abrazaban mientras otra les hacía una foto.

—Oh, gracias —ronroneó una mujer de treinta y tantos años a Seokjin mientras le arrebataba la cámara de las manos a la mujer que les había tomado la foto. Acunó la cámara contra su pecho de una manera que pretendía llamar la atención de Seokjin, pero él no parecía interesado en lo más mínimo. —Esto es tan maravilloso —continuó diciendo efusivamente. —No puedo esperar para llegar a casa y mostrarle esto a mi grupo de lectura. No se van a creer que he encontrado un modelo de portada de novela romántica en la plaza.

Algo en su rígida postura hizo sospechar a Namjoon que a Seokjin no le importaba llamar la atención. Pero a su favor debe decir, que no fue abiertamente grosero. Aun así, su sonrisa no le llegaba a los ojos y no se parecía en nada a la que le había dedicado la noche anterior.

—Es un placer —dijo a su grupo de admiradores. Las risitas que estallaron fueron ensordecedoras. Namjoon sacudió la cabeza con incredulidad.

¡Gente, consigan un poco de dignidad!

Por otra parte, dada la cara, el cuerpo y la sonrisa de Seokjin, él también se sentía un poco mareado cada vez que lo miraba. ¿Quién podría culparlos por comportarse como preadolescentes en un concierto de rock en un centro comercial?

De repente, Seokjin miró más allá de su mar de furiosos admiradores hormonales para encontrarse con su mirada. Namjoon arqueó una ceja con diversión hacia él. Al instante, la sonrisa de Jin se desvaneció. Sus ojos se centraron en Namjoon como un depredador hambriento que acababa de encontrar su próxima presa.

—Si me disculpan —dijo Jin, luego se abrió paso entre las personas y se dirigió directamente hacia él. Namjoon tragó saliva, notando la instantánea hostilidad de los admiradores de Seokjin que fruncieron el ceño en masa en su dirección. Pero peor fue la repentina y cruda oleada de deseo que lo atravesó, haciendo que su corazón latiera fuera de control. Y con cada paso que Jin daba, su deseo se multiplicaba por diez.

—Hola, agapeemenee*—dijo Jin, levantando la mano de Namjoon para plasmar un beso en la parte posterior de sus nudillos.

(*darling, my love, dear, my beloved = cariño, mi amor, querido, mi amado)

Una oleada de electricidad le recorrió la columna vertebral. Y antes de que pudiera moverse, Seokjin lo estrechó entre sus brazos y le dio un beso ardiente y desgarrador. Instintivamente, Namjoon cerró los ojos y saboreó el calor de su boca, su aliento. La sensación de sus brazos estrechándolo contra un pecho duro como una roca.

La cabeza le dió vueltas.

¡Oh, pero el hombre sabía cómo dar un beso!

Jin tenía una manera de besar que desafiaba toda explicación. Y su cuerpo... Nunca había sentido nada como esos músculos delgados y duros flexionándose a su alrededor. Fue el murmullo apenas audible que soltó uno de los presentes hacia él, llamándolo un desvergonzado, lo que rompió el hechizo.

—Seokjin, por favor —susurró Namjoon apenado. —Hay gente observándonos.

—¿Crees que me importa?

—¡Pero a mí sí me importa! —exclamó Namjoon. Jin apartó la cabeza de la de Namjoon con un gruñido bajo y lo volvió a poner en pie.

Fue entonces cuando Namjoon se dio cuenta de que le había cedido todo su peso y él lo había sujetado sin esfuerzo. Con las mejillas encendidas, Namjoon captó las miradas envidiosas de las personas a su alrededor mientras se dispersaban del lugar con mala gana. Con el rostro mostrando la profundidad de su disgusto y desgana, Seokjin lo soltó y dio un paso atrás.

—Por fin —dijo Hoseok con un suspiro. —Ya puedo oír de nuevo  —añadió sacudiendo su cabeza. —Si hubiera sabido que eso funcionaría, lo habría besado yo mismo.

Namjoon le dirigió una sonrisa de soslayo a su amigo. —Bueno, es tu culpa.

—¿Por qué lo dices? —preguntó Hoseok.

Namjoon señaló la ropa que Jin llevaba puesta con un gesto de la mano. —Mira cómo está vestido. No sacas a un dios griego en público con pantalones cortos y una camiseta sin mangas dos tallas más pequeña. —Dios, Hoseok, ¿en qué estabas pensando?

—En que hace ciento dos grados, con ciento diez por ciento de humedad. No quería que muriera de un golpe de calor.

—Señores, por favor —dijo Seokjin, colocándose entre ellos. —Hace demasiado calor para estar en la calle peleando por algo tan trivial como mi ropa—. Lanzó una mirada hambrienta a Namjoon y luego sonrió con una sonrisa que podría derretir a cualquier persona. —Y no soy un dios griego. Solo soy una semi-deidad menor.

Namjoon se perdió lo que estaba diciendo porque el sonido de su voz lo cautivó.

¿Cómo lo hacía? ¿Cómo hacía que su voz tuviera tanta carga erótica? ¿Era por su acento profundo y rico? No, había algo más, pero por su vida, no podía averiguar qué. En realidad, lo único que deseaba era encontrar una cama en algún sitio y dejar que él se saliera con la suya. Sentir su deliciosa piel bajo sus manos. Miró a Hoseok y captó la forma en que Hoseok miraba con avidez las piernas y el trasero de Seokjin.

—Tú también lo sientes, ¿verdad? —preguntó Namjoon. Parpadeando, Hoseok miró hacia arriba.

—¿Sentir que?

—Él. Es como si fuera el flautista de Hamelín y todos fuéramos ratones encantados con su música. —Namjoon se dio la vuelta y notó la forma en que las personas lo miraban, algunos incluso estirando el cuello para ver mejor a Seokjin. —¿Qué tiene él que simplemente nos atrae en contra de nuestra voluntad? —preguntó Namjoon.

Seokjin arqueó una ceja con arrogancia. —¿Contra tu voluntad?

—Bueno, honestamente, sí. No me gusta sentirme así —confiesa Namjoon.

—¿Y cómo te sientes? —preguntó Seokjin.

—Sexual —dijo Namjoon antes de que pudiera detenerse.

—¿Cómo un dios? —preguntó entonces Seokjin, su voz bajando una octava.

—Sí —respondió Namjoon mientras él daba un solo paso hacia él. Seokjin no lo tocó, pero no tenía que hacerlo. Su sola presencia lo abrumaba. Lo embriagó cuando clavó su mirada magnética en sus labios y luego en su cuello. Jura que ya podía sentir la sensación de sus labios enterrados en el hueco de su garganta. Y el hombre ni siquiera se había movido.

—Puedo decirte lo que es —casi ronroneó.

—Es el hechizo, ¿cierto? —Namjoon preguntó. Seokjin sacudió la cabeza mientras extendía una mano para deslizar suavemente su dedo índice por su mejilla. Namjoon cerró los ojos cuando una oleada de feroz deseo lo abrasó. Fue todo lo que pudo hacer para no girar la cabeza y atrapar ese dedo entre sus dientes. Seokjin se inclinó más cerca y acarició su mejilla con la suya.

—Es el hecho de que puedo apreciarte a un nivel que los hombres de tu época no pueden.

—Es el hecho de que tiene los glúteos más firmes que he visto en mi vida —dijo Tae, interrumpiéndolos. —Sin mencionar esa voz y acento para morirse. Ojalá alguien me dijera dónde puedo conseguir uno de éstos.

Namjoon se echó a reír ante los comentarios inesperados de Tae. Pareciendo menos que complacido, Seokjin se giró para mirar a Tae.

—Míralo —Tae hizo un gesto hacia Seokjin con el lápiz en su mano cubierta de grafito. También tenía una mancha de grafito en la mejilla derecha. —¿Cuándo fue la última vez que conociste a un hombre tan bien tonificado que realmente puedes ver la sangre bombeando por sus venas? Tu novio es... bueno, musculoso, muy musculoso. —Luego, con una cara seria, agregó: —Señor rey de los músculos. —Tae giró su cuaderno de bocetos para que Namjoon pudiera ver su representación de Seokjin. —¿Ves la forma en que la luz resalta el color pálido de su piel? Es casi como si la luz se reflejara a través de su piel, como si su piel misma irradiara luz propia.

Namjoon frunció el ceño. Había algo de verdad en eso. Seokjin se inclinó hacia él, sus ojos azules abrazándolo con su calor.

—Llévame a casa contigo, Namjoon —le susurró al oído. —Déjame tomarte entre mis brazos, quitarte la ropa de tu cuerpo y mostrarte que tan diferente es la forma de querer de los dioses comparada con la de los hombres. Te lo juro, lo recordarás por el resto de la eternidad. —Namjoon cerró los ojos cuando el olor a sándalo llenó su cabeza. Su aliento le hizo cosquillas en el cuello mientras su mejilla estaba tan cerca de la suya que juró que podía sentir sus finos vellos faciales rozándole la piel. Cada parte de Namjoon quería rendirse ante él.

Sí, por favor, sí.

Su mirada cayó hasta su hombro. La dura escultura de sus músculos. Al hueco de su garganta. Oh, cómo deseaba pasar la lengua por toda su perfecta piel. Para ver si el resto de su cuerpo sabía tan bien como su boca. Sería espléndido en la cama. No había duda. Pero Namjoon no significaba nada para él. Nada.

—No puedo —respondió Namjoon, dando un paso atrás. La decepción llenó los ojos de Seokjin. Entonces, su mirada se volvió firme, determinada.

—Lo harás —le aseguró. En el fondo, Namjoon sabía que probablemente él decía la verdad.

¿Cuánto tiempo podría una persona rechazar a un hombre como él? Sacudiendo esos pensamientos, Namjoon miró al otro lado de la calle hacia el otro extremo de la plaza.

—Tenemos que ir a comprarte ropa que te quede bien —dijo Namjoon mirando a Hoseok con reproche.

—¿Qué más podía hacer yo cuando es una cabeza más alto que Yoongi y el doble de ancho? —cuestionó Hoseok a la defensiva. —Fue tu brillante idea que lo trajera aquí.

Namjoon frunció el ceño hacia Hoseok. —Bien. Estaremos por la cervecería si nos necesitas.

—Está bien, pero sé cuidadoso.

—¿Cuidadoso? —preguntó Namjoon confundido. Hoseok señaló a Seokjin con el pulgar.

—Si las personas comienzan a salir en estampida, sigue mi consejo y apártate de su camino. Todavía no siento nada en mi pie derecho del último grupo.

Riendo, Namjoon se dirigió a la carretera, sabiendo que Seokjin lo seguiría. De hecho, podía sentirlo justo detrás de él. Su presencia era innegable, tenía una manera horrible de invadir cada pensamiento y sentido que él poseía. Ninguno de los dos dijo una palabra mientras cruzaban la concurrida calle y se dirigían a la primera tienda que encontraron. Namjoon miró alrededor de los grandes almacenes en busca de ropa de hombre. Cuando la encontró, se dirigió hacia el lugar.

—Entonces, ¿qué estilo de vestir prefieres? —le preguntó a Seokjin mientras se detenía frente a una exhibición de jeans con pliegues.

—Por lo que tengo en mente, la desnudez funciona mejor —Namjoon puso los ojos en blanco.

—Intentas escandalizarme, ¿verdad?

—Tal vez. Tengo que admitir que me gusta bastante el rubor en tu rostro —admite Seokjin sin vergüenza alguna, a la vez que da un paso hacia él. Namjoon se retira a tiempo, colocando la exhibición de pantalones entre ellos.

—Creo que necesitarás al menos tres pares de pantalones mientras estés aquí —suspiró mientras miraba los pantalones.

—¿Por qué molestarse, cuando me iré en unas cuantas semanas? —dijo Seokjin.

—Por Dios, Seokjin —espetó Namjoon, irritado. —Actúas como si nadie te hubiera vestido nunca durante tus encarnaciones pasadas.

—No lo hicieron —Namjoon se congeló ante su tono hueco y vacío. Y el significado de sus palabras. Namjoon lo miró con escepticismo.

—¿Me estás diciendo que en los últimos dos mil años nadie se ha molestado en vestirte?

—Solo dos veces —dijo en ese mismo tono plano que usó anteriormente. —Una vez, durante una tormenta de nieve en el período de la Independencia inglesa, una de mis invocadoras me cubrió con una bata rosa con volantes antes de empujarme a su balcón para evitar que su esposo me encontrara en su cama. Y la segunda vez fue demasiado vergonzoso para mencionarla.

—No eres gracioso. Y sé que ninguna persona mantendría a un hombre por un mes completo y no le pondría algo de ropa.

—Mírame, Namjoon —dijo él, extendiendo los brazos para mostrarle su cuerpo duro y bien formado.

—Soy un esclavo sexual. Nadie antes de ti pensó que necesitaba ropa para cumplir con mis deberes. —Su acalorada mirada lo cautivó, pero lo que lo hizo estremecerse fue el dolor en esos profundos ojos azules que él se esforzaba por ocultar. Un dolor que lo conmovió profundamente. —Te aseguro—, dijo en voz baja, —una vez que me tuvieron dentro de ellos, hicieron todo lo posible para mantenerme allí, incluido hubo un invocador en la Edad Media que echó el cerrojo a la puerta de su dormitorio y les dijo a todos en el exterior que tenía la peste.

Namjoon desvió la mirada cuando sus palabras lo sacudieron. Las cosas que describió eran increíbles y, sin embargo, por la expresión de su rostro, Namjoon supo que no estaba exagerando ninguna de esas historias. No podía imaginar las degradaciones que debió haber sufrido a lo largo de los siglos.

Dios mío, la gente trataba a los animales mejor de lo que él había sido tratado en siglos.

—¿Te convocaron, pero ninguno de ellos habló contigo ni te vistió?

—La fantasía de todo hombre, ¿no es así? Tener un millón de personas arrojándose a él, sin querer compromisos, sin promesas. Sin querer nada de él, aparte de su cuerpo, y las pocas semanas de placer que puede darles— Sus palabras frívolas no ocultaban del todo el trasfondo ácido. Esas podrían ser las fantasías de otros hombres, pero él sabía que no eran las suyas.

—Bueno —dijo Namjoon, volviendo a los jeans. —Yo no soy así y vas a necesitar algo para ponerte cuando te saque en público—. La ira estalló tan amenazadoramente en los ojos de Seokjin que Namjoon dio un paso involuntario hacia atrás.

—No fui maldecido para ser exhibido en público, Namjoon. Estoy aquí por ti, y sólo para ti.

Qué bien sonó eso.

Aun así, Namjoon no estaba dispuesto a caer en la trampa. No podía usar a otro ser humano como lo describió Seokjin. Estaba mal, y nunca sería capaz de vivir consigo mismo si hiciera algo así.

—Sea como sea —dijo Namjoon con determinación. —Quiero sacarte en público. Así que necesitarás ropa—. Empezó a buscar entre las diferentes tallas. Seokjin se quedó en silencio. Namjoon levantó la vista hacia él y captó la mirada oscura y enfadada de su rostro.

—¿Qué?

—¿Qué de qué? —replicó él.

—No importa. Veamos cuál de estos te queda mejor —Cogió varias tallas y le entregó los pantalones.

Cualquiera diría que le había dado un montón de mierda de perro por la forma en que Seokjin reaccionó ante los vaqueros. Haciendo caso omiso de su mirada horrorizada, Namjoon prácticamente tuvo que empujarlo al probador y cerrar bruscamente la puerta tras él. Seokjin entró en el pequeño cubículo y se quedó helado, asaltado simultáneamente por tres frentes hostiles. El primero fue la pequeñez del espacio y el terror frío y feroz que le invadió. Durante un minuto entero, no pudo respirar mientras luchaba contra el impulso de huir de aquel espacio estrecho y reducido. Apenas podía moverse sin chocar con las paredes, la puerta o el espejo. Pero aún peor que su claustrofobia era la cara en el espejo.

Hacía siglos que no veía su propio reflejo.

Y la cara que le devolvía la mirada se parecía tanto a la de su padre que le entraron ganas de partirla en pedazos. Vio los mismos planos suavemente esculpidos, los mismos ojos desdeñosos. Lo único que faltaba era la cicatriz profunda y dentada que había recorrido la mejilla izquierda de su padre. Y por primera vez en incontables siglos, Seokjin vio la chocante imagen de las tres finas trenzas de comandante que le colgaban del hombro. Con la mano temblorosa, alargó el brazo y se las tocó mientras hacía algo que no hacía desde hacía muchísimo tiempo: recordó el día en que se las había ganado. Había sido tras la batalla de Tebas, cuando su comandante había caído y las tropas Macedonias habían entrado en pánico y se habían retirado. Agarró la espada del comandante, los re-agrupó y los condujo a la victoria contra los romanos.

Al día siguiente de la batalla, la propia reina Macedonia le había trenzado el pelo y colocado sus propias cuentas personales en los extremos. Seokjin apretó las diminutas cuentas de cristal en el puño. Aquellas trenzas habían pertenecido al que una vez fuera el orgulloso y poderoso comandante Macedonio que había dirigido un ejército conquistador tan fuerte que había obligado a los romanos a huir aterrorizados. La imagen le obsesionaba. Miró el anillo de su mano derecha. Un anillo que había llevado durante tanto tiempo que se había vuelto inmune a su presencia, y hacía tiempo que había dejado de recordar su significado. Pero sus trenzas...

Hacía mucho, mucho tiempo que no pensaba en ellas. Tocándolas ahora, recordó al hombre que había sido. Recordó los rostros de su familia. La gente que una vez se había apresurado a atender sus necesidades. Los que le habían respetado y temido. Un tiempo en el que había comandado su destino, y el mundo conocido había sido suyo.

Y ahora él era...

Con un nudo en la garganta, Seokjin cerró los ojos y se quitó las cuentas de las puntas del cabello antes de comenzar a destrenzarlo. Cuando sus dedos aflojaron la primera trenza, miró los pantalones que había dejado caer al suelo.

¿Por qué Namjoon estaba haciendo esto? ¿Por qué tenía que tratarlo como a un ser humano? Se había acostumbrado tanto a que lo trataran como a un objeto que encontraba insoportable su amabilidad hacia él. La distancia fría e impersonal de los otros invocadores le había permitido tolerar su sentencia, no recordar quién y qué había sido alguna vez. Lo que había perdido. Le permitía concentrarse solo en el aquí y ahora, y en los placeres momentáneos y fugaces que se obtendrían. Pero los seres humanos no vivían de esa manera. Tenían familias, amigos, futuros, sueños. Esperanzas. Cosas que él había perdido hacía siglos. Cosas que nunca volvería a conocer.

—Maldito seas, Príapo —exhaló mientras desenrollaba con saña la última trenza. —Y maldito sea yo.

Namjoon miró dos veces cuando Seokjin finalmente salió del vestidor con un par de jeans que parecían haber sido hechos exclusivamente para él. La camiseta sin mangas ajustada que Hoseok le había prestado llegaba justo debajo de su cintura estrecha y dura, y los jeans caían sobre sus delgadas caderas, dejando solo un pequeño vistazo de su estómago duro y plano y los pequeños vellos color café que corrían desde su ombligo hacia abajo. parecían desaparecer debajo de la mezclilla.

Namjoon sintió un fuerte deseo de acercarse a él y deslizar la mano por aquel tentador sendero e investigar adónde conducía. Y recordaba demasiado bien la imagen de él desnudo frente a él. Conteniendo la respiración entre los dientes, tuvo que admitir que le quedaban bien los vaqueros. Incluso mejor que los pantalones cortos, si es que eso era posible. Tae tenía razón, tenía el mejor culo que unos vaqueros hubieran acariciado nunca y lo único que se le ocurría hacer a Namjoon era pasar la mano por ese trasero y apretarlo con fuerza. La dependienta y la mujer a su lado dejaron de hablar y se quedaron boquiabiertas.

—¿Son aceptables? —Seokjin le preguntó a Namjoon.

—Oh, más que eso, bebé —dijo Namjoon sin aliento antes de poder detenerse. Seokjin le dedicó una sonrisa divertida que no llegó a sus ojos. Namjoon se movió a su alrededor hasta que pudo ver de qué talla eran los pantalones.

¡Oh, sí, bonito, bonito trasero!

Distraído por su bien formado trasero, sin darse cuenta Namjoon dejó que sus dedos rozaran la piel de su espalda mientras tocaba la etiqueta. Sintió que Seokjin se tensaba.

—Sabes... —dijo Seokjin, mirándolo por encima del hombro. —Eso se sentiría mucho mejor si ambos estuviéramos desnudos. Y en tu cama—. Namjoon solo escuchó las exclamaciones de sorpresa de la dependienta y la cliente. Con el calor explotando en su rostro, se enderezó y lo miró.

—Realmente necesitamos hablar sobre qué tipo de comentarios son apropiados cuando estamos en público —dijo todavía terriblemente avergonzado.

—Si me llevaras a casa, no tendrías que preocuparte por eso —suelta Seokjin.

El hombre era implacable. Sacudiendo la cabeza con incredulidad, Namjoon encontró dos pares más de jeans, algunas camisas, un cinturón, un par de gafas de sol, calcetines, zapatos y varios pares de calzoncillos grandes y feos. Ningún hombre podía verse bien en esos calzoncillos, decidió. Lo último que quería era que Seokjin fuera más atractivo.

Le hizo cambiarse y ponerse una camisa azul marino con cuello redondo, sus vaqueros y zapatillas deportivas antes de salir del departamento.

—Ahora pareces casi humano —dijo en broma cuando él salió del vestidor. Él lo miró con frialdad.

—Sólo por fuera —dijo en una voz tan baja que no estaba seguro de haberlo oído bien.

—¿Qué fue eso? —preguntó Namjoon.

—Solo soy humano por fuera —dijo Seokjin más fuerte. Namjoon percibió la angustia en su mirada. Su corazón dio un vuelco.

—Seokjin — dijo Namjoon, su tono era de reproche. —Eres humano. —Seokjin apretó los labios, su mirada ahora sombría y cautelosa.

—¿Lo soy? ¿Es humano vivir dos mil años? ¿Y que solo se te permita caminar por la tierra unas pocas semanas cada vez? —Miró a su alrededor a las personas que intentaban echarle un vistazo por encima y alrededor de los bastidores. Hombres y mujeres que se detuvieron por completo cuando lo vieron por primera vez. Extendió la mano, indicando el espectáculo que los rodeaba. —¿Los ves haciéndole eso a alguien más? —Su rostro se volvió duro, peligroso, mientras su mirada se clavaba en la de él. —No, Namjoon, nunca he sido humano.

Necesitando consolarlo, se estiró y colocó su mano suavemente contra su mejilla. —Eres humano, Seokjin—. La duda en sus ojos le retorció el corazón. Inseguro de lo que podría decir o hacer para que él se sintiera mejor, dejó pasar el asunto y se dirigió a la puerta.

Casi había llegado antes de darse cuenta de que Seokjin no estaba con él. Dándose la vuelta, Namjoon lo ubicó con bastante facilidad. Se había distraído con la ropa interior que en su mayoría usaban las mujerer y estaba junto a un perchero de lencería negros extremadamente diminutos. El rostro de Namjoon se encendió. Él juró que podía escuchar los pensamientos lascivos en la mente de Seokjin. Peor aún, sería mejor que fuera a buscarlo antes de que una de las mujeres se ofreciera a modelar la prenda para él.

Rápidamente se acercó a él y se aclaró la garganta. —¿Estás listo?

Él le dio una mirada lenta y minuciosa que le hizo saber que tenía una imagen vívida en su mente de él usando esa diminuta cosa.

—Te verías impresionante en esto —Namjoon lo miró con escepticismo. La cosa era tan fina que resultaba prácticamente transparente. A diferencia de Seokjin, Namjoon no tenía un cuerpo que llamara la atención de nadie, a menos que estuvieran muy desesperados o hubieran estado en prisión durante un par de décadas.

—No sé si me vería impresionante, pero definitivamente tendría frío —murmuró Namjoon.

—No por mucho tiempo —Namjoon contuvo el aliento ante sus palabras, sin dudar de la verdad de estas ni por un minuto.

—Eres tan malo.

—En la cama, no —Seokjin inclinó la cabeza hacia la de él. —En realidad soy muy...

—¡Ahí estás!— Namjoon saltó hacia atrás ante la voz de Hoseok. Seokjin le dijo algo a Hoseok en un idioma extraño que Namjoon no entendió. —Vaya, vaya...—dijo Hoseok con una nota de reproche en su voz. —Nam no entiende el griego antiguo. Durmió durante todo el semestre que tuvimos la clase. Pero yo sí lo entiendo, eh... —Hoseok miró a Namjoon y chasqueó la lengua. —Mira, te dije que algún día sería útil.

—Oh, sí —dijo Namjoon con una sonrisa. —Como si supiera en ese entonces que algún día ibas a invocar un esclavo sex....— Namjoon dejó que su voz se apagará cuando se dio cuenta de lo que casi había dicho frente a Seokjin. Avergonzado, se mordió el labio.

—Está bien, Namjoon —dijo Seokjin en voz baja. Aún así, Namjoon sabía que le molestaba. Era imposible que no lo hiciera. —Sé lo que soy. No puedes ofenderme con la verdad. De hecho, la palabra griego me ofende más que esclavo-sexual. Fui entrenado en Esparta y luché por los Macedonios. Tenía la costumbre de evitar a los Griegos todo lo posible antes de que me maldijeran.

Namjoon ladeó la cabeza por lo que había dicho, o más precisamente por lo que no había dicho. No sabía nada de su infancia.

—¿Dónde naciste? —preguntó en un arrebato. Se le desencadenó un tic en la mandíbula y sus ojos se oscurecieron siniestramente. Fuera cual fuera su lugar de nacimiento, era claro que no le gustaba.

—Muy bien, soy mitad griego, pero no reclamo esa mitad de mi ascendencia.

Bien, otro tema sensible. De ahora en adelante, Namjoon eliminaría la palabra griego de su vocabulario.

—Volvamos a la lencería negra —dijo Hoseok. —Hay uno rojo por ahí que estoy pensando que se vería mucho mejor en Nam.

—¡Hoseok! —Namjoon gritó. Hoseok lo ignoró y condujo a Seokjin a donde se encontraba la lencería roja. Hoseok eligió un camisón rojo transparente que estaba dividido por delante y sólo se mantenía unido por dos cintas en los hombros y una en el centro. Unas bragas rojas con entrepierna acedada y un liguero de encaje completaban el conjunto.

—¿Qué opinas? —Hoseok preguntó mientras lo sostenía frente a Seokjin, quien le dirigió a Namjoon una mirada especulativa. Si seguían así, se iba a morir de vergüenza.

—¿Quieren parar ustedes dos? —preguntó Namjoon. —No pienso usar eso.

—Te lo compro de todos modos —dijo Hoseok con voz firme. —Estoy bastante seguro de que Seokjin puede convencerte de ponértelo.

Seokjin le dirigió una mirada divertida. —Preferiría convencerlo de quitárselo.

Namjoon se cubrió la cara con las manos y gimió avergonzado.

—Ya entrará en razón —dijo Hoseok con complicidad.

—No lo haré —dijo Namjoon todavía con sus manos cubriendo su rostro.

—Sí, lo harás —dijo Seokjin, mientras Hoseok se iba a pagar por la lencería roja.

Había tanta arrogancia y seguridad en sus palabras. Namjoon se daba cuenta de que el hombre no estaba acostumbrado a que nadie lo desafiara.

—¿Has fracasado alguna vez? —preguntó Namjoon. La burla en sus ojos se desvaneció y vio que el velo que usaba para ocultar sus emociones y secretos caía sobre su rostro. Estaba escondiendo algo con esa mirada, Namjoon lo sabía. Algo muy doloroso, a juzgar por la repentina tensión de su cuerpo. No dijo una palabra más hasta que Hoseok regresó y le entregó la bolsa.

—Ahora —dijo Hoseok. —Estoy pensando en algo a la luz de las velas, música agradable para ambientar y...

—Hoseok —dijo Namjoon, interrumpiendolo. —Aprecio lo que estás tratando de hacer, pero en lugar de centrarte en mí por un minuto, ¿podemos hablar de Seokjin?— Hoseok lo miró.

—Claro. ¿Qué pasa con él?

—¿Sabes cómo podríamos sacarlo del libro? ¿Permanentemente?

—No tengo ni idea —Hoseok dirigió su atención a Seokjin. —¿Tú sabes algo?

—Sigo diciéndole que es imposible.

Hoseok asintió. —Es terco. Nunca escucha una palabra dicha a menos que sea lo que quiere escuchar.

—Terco o no —añadió Namjoon, centrándose en Seokjin. —No puedo imaginar por qué querrías quedarte maldito en un libro. —Seokjin apartó la mirada.

—Namjoon, dale un respiro al pobre.

—Eso es precisamente lo que intento hacer.

—Bien —dijo Hoseok, finalmente rindiéndose.

—Está bien, Seokjin, ¿qué horrible acto desdichado cometiste para dejarte atrapar en ese libro?

Hubris.*

—Oh —dijo Hoseok inquietantemente. —Eso es malo. Namjoon, puede que tenga razón. Solían hacer cosas como destrozar a la gente por eso. Deberías haber prestado atención en tu clase de clásicos. Los dioses griegos son realmente despiadados a la hora de imponer castigos.

Namjoon entrecerró los ojos en ambos. —Me niego a creer que no hay forma de liberarlo. ¿No podemos destruir el libro o convocar a uno de tus espíritus o algo para ayudar?

—Oh, ¿así que ahora crees en mi magia vudú?

—En realidad no, pero te las arreglaste para traerlo aquí. ¿Puedes ayudar?— Hoseok se mordió la uña del pulgar pensativo.

—Seokjin, ¿qué dios fue más parcial contigo? —preguntó Hoseok, a lo que Seokjin suspiró larga y profundamente como si sus preguntas le aburrieran por completo.

—En verdad, ninguno de ellos me quería demasiado. Como soldado, ofrecía sacrificios mayormente para Atenea, pero tuve un contacto más directo con Eros.

Hoseok le dedicó una sonrisa maliciosa. —El dios de la lujuria y el amor, puedo ver por qué.

—No es por las razones que crees —dijo Seokjin secamente. Hoseok lo ignoró.

—Entonces, ¿alguna vez has tratado de apelar a Eros?

—No nos hablamos, —dijo Seokjin a la ligera, encogiéndose de hombros. Namjoon puso los ojos en blanco ante su sarcasmo frívolo.

—¿Por qué no intentas llamarlo? —sugirió Hoseok. Namjoon lo miró fijamente.

—Sabes, Hoseok, podrías tratar de ser un poco más serio. Sé que me he burlado de tus creencias a lo largo de los años, pero estamos hablando de la vida de Seokjin.

—Hablo completamente en serio —dijo Hoseok enfáticamente. —La mejor manera sería qué Seokjin lo llame directamente y vea si puede ayudar.

¿Qué demonios? pensó Namjoon. Anoche, nunca hubiera creído que alguien pudiera invocar a Seokjin. Tal vez Hoseok tenía razón.

—¿Lo intentarías? —Namjoon le preguntó.

Seokjin dio un suspiro de frustración, como si estuviera dispuesto a sacudirlos a los dos. Con cara de gran enfado, echó la cabeza hacia atrás y dijo en voz baja al techo: —Cupido, bastardo inútil, te invoco a tu forma humana.

Namjoon rodó los ojos y levantó las manos.

—Vaya, no puedo imaginar por qué no respondería a eso, —Hoseok se rió. —Bien, —dijo Namjoon. —De todos modos, no creo en estas tonterías. Vamos a meter esto en mi coche, a comer algo y a intentar pensar en algo un poco más productivo que "Cupido, bastardo inútil". ¿Vamos?

—Bien —dijo Hoseok. Namjoon le entregó a Hoseok la bolsa que contenía la ropa que Hoseok había traído.

—Aquí están las cosas de Yoongi. —Hoseok miró dentro de la bolsa con el ceño fruncido. —¿Dónde está la camiseta sin mangas blanca?

—Te lo devolveré más tarde —Hoseok se rió de nuevo. Seokjin los siguió, escuchando sus bromas, mientras salían de la tienda.

Por suerte, Namjoon había encontrado un lugar para estacionar justo afuera de la Cervecería. Seokjin observó cómo los hombres metían las bolsas en el coche. Si se atrevía a admitirlo, en realidad le gustaba el hecho de que Namjoon estuviera tan interesado en ayudarlo.

Nadie lo había hecho antes. Había caminado toda su vida en soledad con solo su fuerza y ​​su ingenio para salvarlo. Incluso antes de la maldición, había estado cansado. Cansado de la soledad, cansado de no tener a nadie en la tierra, o más allá, a quien le importara un carajo. Era una pena que no hubiera conocido a Namjoon antes de la maldición. Definitivamente habría sido un buen bálsamo para calmar su inquietud. Pero claro, las personas de su tiempo habían sido muy diferentes. Namjoon lo ve como un igual, mientras que las personas de su época lo habían visto como una leyenda a la que temer o aplacar.

¿Qué hacía a Namjoon único?

¿Qué tenía él que le permitía acercarse a él cuando incluso su propia familia le había dado la espalda?

No lo sabía con seguridad. Namjoon era simplemente especial. Un corazón puro en un mundo poblado de egoístas. Nunca había pensado en encontrarse con alguien como él.

Incómodo con la dirección de sus pensamientos, miró alrededor de la multitud de personas a las que no parecía importarles el calor opresivo de la extraña ciudad. Sus oídos captaron a una pareja que discutía a unos metros de distancia, la esposa enojada por algo que el hombre había dejado atrás. Tenían un niño pequeño de no más de tres o cuatro años entre ellos cuando se acercaron a la acera frente a él.

Seokjin les sonrió. No podía recordar la última vez que había visto a una familia junta, ocupándose de sus asuntos de rutina. La escena tocó una parte de él que apenas recordaba tener.

Su corazón.

Y se preguntó si sabían el regalo que tenían el uno en el otro. Mientras los dos padres continuaban discutiendo, el niño se detuvo, su atención se centró en algo al otro lado de la calle. Seokjin contuvo la respiración mientras cada instinto en su cuerpo le decía lo que el niño estaba a punto de hacer.

Namjoon cerró el maletero de su coche. Por el rabillo del ojo, vio un borrón azul que se dirigía a la calle. Le tomó un segundo completo darse cuenta de que era Seokjin corriendo por el estacionamiento. Namjoon frunció el ceño ante sus acciones, hasta que vio al niño pequeño que bajaba de la acera hacia el tráfico.

—Oh, Dios mío —jadeó Namjoon cuando escuchó el chirrido de los frenos del auto.

—¡Steven! —gritó una mujer.

Con un movimiento salido directamente de Hollywood, Seokjin saltó el muro bajo del estacionamiento, levantó al niño de la carretera y, sosteniéndolo contra su pecho, corrió hacia el parachoques del auto que frenaba, y luego dio una voltereta lateral, hacia arriba, por encima y lejos del coche.

Aterrizaron a salvo en el otro carril un segundo antes de que un segundo auto sorteara al primero y chocara contra ellos. Horrorizado, Namjoon vio cómo Seokjin se estrellaba contra el capó de un viejo Chevy. Se deslizó hacia arriba, chocó contra el parabrisas y luego salió disparado hacia la calle, donde rodó varios metros antes de detenerse finalmente. Yacía de costado, inmóvil.

El caos total estalló en todas partes mientras la gente gritaba y se agolpaba alrededor del accidente. Aterrorizado, Namjoon temblaba por todas partes mientras se abría paso entre la multitud, tratando de alcanzar a Seokjin.

—Por favor, que estén bien, por favor, que estén —susurró, una y otra vez, rezando por que ambos hubieran sobrevivido al golpe. Cuando finalmente se abrió paso entre las personas que lo rodeaban, se dio cuenta de que  Seokjin no había soltado al niño. El niño todavía estaba cuidadosamente acunado en sus brazos. Incapaz de creer lo que veía, Namjoon hizo una pausa, con el corazón desbocado.

¿Estaban vivos?

—Nunca vi algo así en mi vida —dijo un hombre a su lado. Su comentario resonó por todas partes. Lentamente, con miedo, Namjoon se acercó a Seokjin cuando él comenzó a moverse.

—¿Estás bien? —lo escuchó preguntarle al niño. El niño pequeño respondió con un aullido. Ignorando el sonido penetrante, Seokjin se levantó con cuidado con el niño en sus brazos.

Aliviado de que estuvieran vivos, Namjoon no podía creer lo que veía. ¿Cómo demonios podría moverse? ¿Cómo se las había arreglado para sujetar al niño? Seokjin retrocedió un paso tambaleándose, luego rápidamente recuperó el equilibrio, mientras mantenía su agarre sobre el niño. Namjoon lo sostuvo con una mano en su columna.

—No deberías ponerte de pie —le dijo a Seokjin cuando vio la sangre que cubría su brazo izquierdo. Seokjin no parecía oírlo. Sus ojos eran oscuros y de aspecto extraño.

—Shhh, pequeño —dijo, sosteniendo al niño con un brazo mientras tomaba la cara del niño con el otro. Moviendo solo la parte superior de su cuerpo, meció suavemente al niño con el patrón tranquilizador y confiado que solo un padre usaría. Con mirada atormentada, Seokjin apoyó su mejilla contra la parte superior de la cabeza del niño. —Shhh, ya te tengo —murmuró. —Estás a salvo ahora—. Sus acciones sobresaltaron a Namjoon.

Era evidente que este era un hombre que había calmado a niños antes. Pero, ¿cuándo un soldado griego podría haber estado rodeado de niños?

A menos que hubiera sido padre. La mente de Namjoon dio vueltas ante la posibilidad cuando Seokjin le entregó con cuidado al niño sollozante a su madre histérica, quien lloró incluso más fuerte que el niño pequeño.

Dios mío, ¿era posible que Seokjin fuera padre? Si es así, ¿dónde estaban sus hijos? ¿Qué les había pasado?

—Steven —lloró la madre mientras sostenía al niño contra su pecho. —¿Cuántas veces te he dicho que te quedes a mi lado?

—¿Estás bien? —le preguntaron el padre y el chofer a Seokjin. Haciendo una mueca, Seokjin se pasó la mano por el bíceps izquierdo como si probara la funcionalidad del brazo.

—Estoy bien —dijo, pero Namjoon notó la forma en que apoyaba la pierna derecha donde el coche le había golpeado.

—Necesitas un médico —dijo cuando Hoseok se unió a ellos.

—Estoy bien. De verdad. —Seokjin le dedicó una sonrisa poco entusiasta, luego bajó la voz para que solo Namjoon pudiera escucharlo. —Pero tengo que decir que los carruajes duelen mucho menos que los autos cuando chocan contra ti.

Namjoon estaba horrorizado por su humor fuera de lugar. —¿Cómo puedes hacer una broma en este momento? Por un momento pensé que habías muerto.

Seokjin se encogió de hombros. Mientras el hombre continuaba agradeciéndole efusivamente por salvar a su hijo, Namjoon miró la sangre en el brazo de Seokjin, justo por encima del codo. Sangre que se evaporó de su piel como si de un extraño efecto de película de ciencia ficción se tratara.

De repente, Seokjin apoyó todo su peso sobre la pierna herida y el dolor que le oprimía la frente desapareció. Namjoon intercambió una mirada de ojos muy abiertos con Hoseok, quien también lo había visto.

¡Qué demonios fue eso!

¿Seokjin era humano o no?

—No puedo agradecerte lo suficiente —dijo el padre de nuevo. —Pensé que estaba muerto.

—Me alegro de haberlo visto a tiempo —susurró Seokjin. Extendió una mano hacia la cabeza del chico. Sus dedos estaban a punto de acariciar los rizos castaños claros cuando se detuvo. Namjoon vio cómo las emociones luchaban en el rostro de Seokjin antes de que recuperara su indiferencia y volviera a dejar caer la mano a su costado. Sin una palabra, se dirigió a la acera.

—¿Seokjin? —preguntó Namjoon, apresurándose a alcanzarlo. —¿Estás realmente bien?

—No te preocupes por mí, Namjoon. No me rompo y rara vez sangro. —Esta vez, no había duda de la amargura en su voz. —Es un regalo de la maldición. El destino me prohíbe morir y escapar de mi castigo.

Namjoon se estremeció ante la angustia que vio en sus ojos. Pero su supervivencia no era la única pregunta que tenía. Quería preguntarle por el niño, por la forma en que lo había mirado como si reviviera una horrible pesadilla. Pero las palabras se alojaron en su garganta.

—¡Hombre, te mereces una recompensa por semejante hazaña! —dijo Hoseok mientras se unía a ellos. —¡Vamos a la fábrica de Praliné!

—Hoseok, no creo que...

—¿Qué es un Praliné?— preguntó Seokjin.

—Es una ambrosía hecha bombón —explicó Hoseok. —Algo que debería ser de tu agrado—. Contra los mejores argumentos de Namjoon, Hoseok los condujo al interior del centro comercial, a la escalera mecánica. Hoseok subió el primer escalón y luego se volvió para mirar a Seokjin, que estaba entre ellos.

—¿Cómo hiciste eso de volcar el auto? ¡Fue increíble! —Seokjin se encogió de hombros. —Oh, vamos, no seas modesto. Te parecías a Keanu Reeves en The Matrix. Biu, ¿viste ese movimiento que hizo?

—Lo vi —dijo Namjoon en voz baja, notando lo incómodo que los elogios de Hoseok estaban poniendo a Seokjin. También notó la forma en que las mujeres a su alrededor lo miraban boquiabiertas.

Seokjin tenía razón. No era normal.

Pero entonces, ¿con qué frecuencia aparecía un hombre como él en carne y hueso? ¿Un hombre que rezumaba tanta atracción sexual?

El hombre era una feromona andante. Y ahora un héroe. Pero sobre todo, él era un gran misterio para Namjoon. Había muchas cosas sobre él que se moría por saber. Y de una forma u otra durante el próximo mes, iba a averiguarlo. Cuando llegaron a la fábrica de pralinés en el último piso, Namjoon compró dos bombones de dulce de nuez y una Coca-Cola. Sin pensarlo dos veces, Namjoon le tendió un bombón a Seokjin. En lugar de quitárselo de la mano, Seokjin se inclinó hacia adelante y le dio un mordisco mientras Namjoon aún lo sostenía. Él saboreó el dulce de un modo que le hizo sentir calor en todo el cuerpo, mientras aquellos ojos azules lo miraban fijamente como si deseara que Namjoon fuera lo que él saboreaba.

—Tenías razón —dijo en ese tono bajo que le dió escalofríos. —Es delicioso.

—Wow... —dijo la empleada desde el otro lado del mostrador. —Vaya acento que tienes. No debes de ser de aquí.

—No —dijo Seokjin. —No lo soy.

—Entonces, ¿de dónde eres?

—De Macedonia.

—¿Eso es en América? ¿California? —preguntó la chica. —Pareces uno de esos tipos de surfistas que pasan el rato en la playa—. Él frunció el ceño.

—¿California? —preguntó Seokjin confundido.

—Él es de Grecia —dijo Hoseok a la chica.

—¡Ah! —dijo la chica. Seokjin arqueó una ceja para corregirlo.

—Macedonia no es...

—Amigo —dijo Hoseok con la boca llena de bombón, —por aquí tendrías suerte de encontrar a alguien que notara la diferencia.

Antes de que Namjoon pudiera responder a las duras palabras de Hoseok, Seokjin colocó sus manos en su cintura y lo atrajo contra su pecho de acero. Se inclinó y atrapó su labio inferior entre los dientes, luego le acarició suavemente el labio con la lengua. La cabeza le dio vueltas por el tierno abrazo. Profundizó su beso un instante antes de soltarlo y dar un paso atrás.

—Tenías azúcar en el labio inferior —explicó con una sonrisa diabólica que mostraba sus hoyuelos a la perfección. Namjoon parpadeó, sorprendido por el calor y el frío que le producía su contacto.

—Podrías haber dicho algo.

—Cierto, pero a mi manera fue mucho más agradable —Namjoon no podía discutir eso. Rápidamente, se alejó de él y trató de ignorar la sonrisa de complicidad de Hoseok.

—¿Por qué me tienes tanto miedo? —Seokjin preguntó inesperadamente mientras se acomodaba a su lado.

—No te tengo miedo.

—¿No? ¿Entonces qué te asusta tanto? Cada vez que me acerco a ti, te estremeces y saltas hacia un lado.

—N-No me estremezco, ni salto —insistió Namjoon.

Maldición, ¿porque me tembló la voz?

Seokjin extendió la mano para poner su brazo alrededor de él. Y Namjoon rápidamente lo esquivó.

—Saltaste y te estremeciste, —dijo Seokjin deliberadamente mientras regresaban a la escalera mecánica. Aunque Namjoon estaba en el escalón de abajo, él apoyó los brazos a cada lado de él y luego inclinó la cabeza cerca de la de Namjoon. Su presencia lo rodeó, lo envolvió y lo hizo sentirse extrañamente mareado y cálido. Observó la fuerza de sus largas manos y la forma hipnótica en que se apoyaban en el cinturón detrás de las suyas. La forma en que las venas resaltan para enfatizar el poder y la belleza de las mismas. Como el resto de él, sus manos y brazos eran preciosos. —Nunca has tenido un orgasmo, ¿verdad? —Le susurró en su oído.

Namjoon se atragantó con el bombón que en ese momento se había llevado a la boca.

—Este no es el lugar para hablar de eso.

—Es eso, ¿verdad?— preguntó. —Es por eso que...

—No es eso —lo interrumpió Namjoon. —De hecho, si he tenido uno antes.

Era mentira, pero él no tenía porqué saberlo.

—¿Con un hombre?

—¡Seokjin! —Namjoon exclamó. —¿Qué pasa contigo y Hoseok que creen que pueden hablar de mi vida privada en público?—Seokjin bajó la cabeza más abajo, hasta el cuello de Namjoon, tan cerca que Namjoon podía sentir su aliento cayendo sobre su piel y oler su cálido y limpio aroma.

—Sabes, Namjoon. Puedo darte un placer que no puedes imaginar—. Un escalofrío lo recorrió. Fácilmente podía creer eso. Sería tan fácil dejar que probara esas palabras. Pero no puede. Estaría mal, y sin importar lo que él dijera, le molestaría. Y en el fondo, sospechaba que a él también le molestaba. Se inclinó ligeramente hacia atrás y lo miró a los ojos.

—¿Se te ha ocurrido pensar que quizás solo... no lo quiero?

Seokjin pareció sorprendido por sus palabras. —¿Cómo puede ser?

—Te lo dije. La próxima vez que tenga intimidad con un hombre, quiero tener algo más que solo algo sexual. Quiero su corazón.

Seokjin miró con avidez sus labios. —Te puedo asegurar que no lo extrañarías.

—Sí, lo haría. —Seokjin se alejó apartándose de él como si lo hubiera abofeteado, se enderezó. Namjoon sabía que había tocado otro nervio. Queriendo descubrir más sobre él, se giró para mirarlo. —¿Por qué es tan importante para ti que me rinda? ¿Te pasará algo si no cumplo?

Se rió amargamente. —Como si algo pudiera ser peor.

—Entonces, ¿por qué no puedes simplemente disfrutar de tu tiempo aquí conmigo sin nada de...—bajó la voz antes de completar—...sexo?

Los ojos de Seokjin se encendieron.

—¿Disfrutar de qué? ¿Disfrutar conociendo a personas cuyas caras me perseguirán por la eternidad? ¿Crees que disfruto estar aquí sabiendo que en unos días seré arrastrado de vuelta a un agujero vacío donde puedo escuchar, pero no puedo ver, no puedo saborear, sentir u oler, donde mi estómago se revuelve constantemente por el hambre y mi garganta arde con una sed insaciable? Eres lo único que se me permite disfrutar. Y tú me lo niegas.

Al oír sus palabras, sus ojos se llenaron de lágrimas. No quería hacerle daño. De verdad que no. Pero su ex había utilizado una estratagema muy parecida para llevarlo a la cama, y aquel suceso le había desgarrado el corazón. Tras la muerte de sus padres, Eric había afirmado que se preocupaba por él. Había estado allí para consolarlo y abrazarlo. Y cuando por fin le había confiado su cuerpo, le había hecho tanto daño, tan cruelmente, que incluso ahora le dolía hasta el alma.

—Lo siento mucho, Seokjin. De verdad, lo siento. Pero no puedo hacer esto. —dijo y salió de la escalera mecánica y se dirigió de regreso al centro comercial.

—¿Por qué? —preguntó Seokjin mientras él y Hoseok lo alcanzaban.

¿Cómo podía explicárselo? Su ex pareja lo había lastimado mucho esa única noche que habían estado juntos. No había tenido consideración por sus sentimientos. Namjoon le había suplicado que se detuviera, pero él había persistido.

Mira, se supone que duele la primera vez —Eric había dicho. —Por Dios, deja de llorar. Terminaré en un minuto y luego podrás irte —Cuando terminó, Namjoon estaba tan humillado y herido que había llorado durante días.

—¿Namjoon? —La voz de Seokjin irrumpió a través de sus arremolinados pensamientos. —¿Qué pasa?—Necesitó toda su fuerza para contener las lágrimas.

Pero él no lloraría. No en público. Así no. No sería compadecido.

—No es nada —dijo Namjoon. Necesitando una bocanada de aire fresco, aunque fuera más caliente y espeso que el vapor, salió por la puerta lateral de la Cervecería hacia el Paseo Lunar. Seokjin y Hoseok lo siguieron.

—Namjoon, ¿qué te hizo llorar? —preguntó Seokjin.

—Es por el idiota de su ex —escuchó que Hoseok le susurraba a Seokjin. Namjoon miró a Hoseok mientras se obligaba a calmarse. Respirando entrecortadamente, se volvió hacia Seokjin.

—Ojalá pudiera arrojarme a la cama contigo, pero no puedo. ¡No quiero que me usen de esa manera, y no quiero usarte a ti! ¿No puedes entender eso?

Con la mandíbula tensa, Seokjin apartó la mirada. Namjoon siguió su mirada y vio a un grupo de seis motociclistas de aspecto rudo que se dirigían en su dirección. Sus trajes de cuero tenían que ser sofocantes por el calor, pero no parecían darse cuenta mientras se burlaban y se reían. Fue entonces cuando Namjoon vio al hermoso chico que estaba con ellos.

Un pequeño chico cuyo andar lento y seductor era el equivalente andrógeno más delicado del elegante andar suelto de Seokjin. El chico también poseía el tipo de belleza rara que superaría a cualquier modelo. Delgado, rubio y de rostro casi perfecto, el chico vestía una diminuta camiseta sin mangas de cuero y pantalones cortos ajustados que abrazaban una figura envidiable. El chico estaba disminuyendo la velocidad, quedando detrás de los hombres mientras deslizaba sus gafas de sol negras por el puente de su nariz para mirar directamente a Seokjin. Por dentro, Namjoon se encogió.

Dios mío, esto podría ponerse feo rápidamente. Ninguno de los motociclistas parecía del tipo que toleraría que su pareja mirara a otro. Y lo último que Nam quería era una pelea en el centro comercial. Namjoon agarró la mano de Seokjin para tirar de él en la otra dirección. Pero Seokjin se negó a moverse.

—Vamos, Jin —dijo Namjoon con urgencia. —Tenemos que volver a entrar. — Aun así, Seokjin no se movió. En cambio, miró a los motociclistas como si quisiera matarlos. Luego, antes de que Namjoon pudiera parpadear siquiera, él se soltó de su agarre y corrió hacia adelante. Agarró a uno de los hombres por la camisa.

Atónito, Namjoon observó cómo Seokjin golpeaba al hombre en la mandíbula.





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© 2024 Chainedupgirl ~ JinNam Adapt/Ver.


He aqui el nuevo capitulo!! El próximo lo publicaré entre viernes y sábado <333

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