Capítulo 16: Redada y verdades

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Una vez establecido la condición de su Judgement Chain en Liam. Kurapika ocultó de la vista de los demás incluyendo al sujeto, la imagen de las cadenas con las que era primero. Liam lo miraba con terror de costado, viendo claramente; mientras conducía sin colar palabra alguna, con una expresión estoica y letal Kurapika ignoró de forma gloriosa la atención del vendedor. Sabía o más bien, intuía lo que pasaba por la mente del más alto, lo veía como un enfermo desquisiado, era de esperarse. Después de todo, lo contactó por la red oculta. Al rubio le parecía bastante irónico esta muestra de acontecimientos, pero poco le interesó. La base de operaciones principal de Alen se encontraba al lado Oeste a las afueras de la Ciudad, Liam le comentó también que haría una transferencia de 400 millones de Jennys en exportación de droga a YorkShin, Kurapika se aseguró de mantener a Mizaistom al tanto. Por su puesto, sería más rentable que la mercancía fuese llevada por mar.

Liam le dijo que quien tenía todos los archivos, registros y movimientos de cada embarcación, era Yesul. El jefe de los distribuidores de la sustancia ilegal y uno de los informantes de Alen, era aquel sujeto de cabellos azulados quién llevaba los datos y las estadísticas de cuánto se vendió y a quienes. El castaño le informó que Alen tenía un poder que se le escapaba del entendimiento; solo sus hombres en el lado defensivo tenían algo similar, ellos en cambio no. Al menos esa parte estaba cubierta, primero hizo una parada en el puerto privado de Alen Tier en Zaban.

Al bajar del auto, escuchó el sonido de las cadenas.

— Recuerda que si decides moverte, estás muerto —expresó sin interés, Liam frunció el ceño con cansancio. Cerró la puerta del lado de piloto y caminó hasta la maletera, sacó de ahí un bolso grande con cremallera. De ahí saco varios explosivos altamente potentes los cuales podían ser activados o desactivados con Nen.

Una vez con los artefactos en su poder, avanzó hacia el primer barco que sarparía esa tarde. Se encontró con varios hombres que custodiaban la embarcación y eran usuarios Nen, sin embargo, fue fácil para el cazador poder derrotarlos a cada uno de ellos dejándolo gramentente heridos, aunque con otros... Bueno. Se le pasaba la mano, por su puesto, no le importó.

Actuó lo más silencioso y sigiloso posible para no alterar el escenario demás y que el resto se diera cuenta de su presencia, alertando a su jefe. Corrió en silencio dentro del en la zona de los camarotes, hasta llegar al lado de estribor.

— Tu que hace-... —un golpe certero con sus cadenas, fueron suficientes para dejar noqueado al sujeto, no era usuario Nen, era completamente ordinario. Pero sería capaz de armar un escándalo.

El barco al cual Kurapika llegó a colarse, estaba muy cerca de Containers de colores variados, por lo que le facilitó un poco más su entrada al lugar. Ocultando bien su presencia y actuando con sigilo, plantó en el primer barco, una de las bombas, salió de ahí tan rápido y continuó con los demás, con el mismo procedimiento. Cuando programó el último detonante un movimiento veloz y abrupto rozó contra su rostro, afortunadamente el rubio lo esquivó velozmente. Girando hacia la dirección del ataque, vio a un hombre de traje e insignias. Frunció el ceño.

Era el capitán del barco principal.

— Creo que no es necesario presentarme —dijo aquel hombre, mientras se quitaba la pipa entre los labios— sin embargo, morirás de todas formas, por lo cual. No creo que haya problema alguno si te digo quien soy

— Honestamente, no suelo hablar con cadáveres muy seguido—expresó mordaz el usuario de las cadenas. El mayor hizo una mueca de total desagrado— Así que es mejor ahorrarse las molestias.

— Maldito mocoso —apretó la pipa rudamente hasta destrozarla. Kurapika no se inmutó en absoluto lo cual cabreó aún más al capitán— Ah, te crees tanto que confías demasiado en tus habilidades. Pero descuida, quitaré esa arrogancia de tu andrógeno rostro —se pone en posición de pelea incrementando su En.

El cazador de listas negras, analizó al sujeto en frente. Tal parece que puede extender su En por todas la cubierta, pero más de allí le resultaría imposible, sería un aproximado de 150 a 200 de largo en cuanto a tamaño del barco se refiere. Se mantuvo quieto.

— Ahora verás —

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Los minutos pasaron y nada de un reporte de Liam sobre la venta, no es como que fuera la gran cosa, pero a diferencia de los pequeños paquetillos de droga normalmente vendidas. Liam llevó un paquete entero a un menor. Cuando esto pasaba, Yesul era informado previamente por el castaño que ya había vendido la mercancía. Pero en esta ocasión, el informe era tardío, si se suponía que el muchacho que conectó con el hombre era un joven estudiante de secundaria... ¿Por que tardaba tanto en informarle el éxito de la venta?.

Una melodía resonó contra el bolsillo delantero de su pantalón. Bufó al ver en su celular el nombre de su jefe Alen.

— ¿Sí señor?

— Yesul, ¿Cómo va todo por allá? —habló con normalidad el hombre de largos cabellos negros.

— De momento va todo en orden. Aunque hay algo...

Alen frunció el ceño, entrecerrando los ojos— ¿A qué te refieres?, Se claro

— Eh... Si, supongo que son cosas mías —miró por encima de su hombro, alejándose un tanto del resto de trabajadores— pero pasa que Liam aún no llega de la venta a la que se le ordenó.

— ¿Hace cuánto se a marchado? —demandó algo borde, Yesul tercio el gesto.

— Dos horas y media como mucho —respondió observando claramente la hora en su muñeca izquierda— Usted dígame, ¿Cómo procedo, Señor?

— ... — Alen se mantuvo en silencio del otro lado de la línea. El peli azul esperó pacientemente— Parece que no te has dado cuenta. Ese tipo probablemente ah sido atrapado

— ¿Q-Que?, Con todo respeto jefe. ¿Pero que le hace pensar eso?

— Hmm... A veces me sorprende lo despistado que puedes llegar a ser — exclamó rodando los ojos— tengo contabilizado el tiempo en que tarda Liam y el resto de hombres que trabajan para mí, incluso de ti. Ese idiota y cualquiera de ustedes podría simplemente darse cuenta de lo rápido que debe ser una entrega. Demonios, a pesar de los años que llevas trabajando para mí, ¿no piensas en esto?

Yesul pasó una mano por su cabeza, resopló un poco ante su propia ineptitud.

— Escúchame, dirigite hacia el puerto dónde está la próxima embarcación hacía YorkShin

— ¿Hacia el puerto? 

— Si, ese puerto. Carajo, concéntrate —chasqueó la lengua— Si Liam no se a reportado y demora más de lo que debería, es por qué o bien lo atrapó la policía o algún enemigo mío está queriendo robarse mi mercancía —gruñó girando su asiento de cuero, quedando frente a su ventana— quiero que elimines al o los bastardos que se hayan atrevido a meterse con mi negocio —comandó con apatía.

— Si, Jefe —cortó la comunicación, mantuvo un segundo su atención hacia el aparato móvil. El semblante del de cabellos azulados pasó a ser una pensativa pero determinada, tendría que encargarse de encontrar al idiota de su amigo y eliminar al cabrón que merodeaba el puerto privado de su jefe lo antes posible— ¡Eddie! — llamó autoritario un sujeto de estatura promedio apareció con un traje negro y cabellos lilas.

— Dime, Yesul —

— Quedas a cargo. Surgió un problema —dictó, el aludido asintió. Dejando el establecimiento, emprendió rumbo al puerto privado. Incluso utilizó el manos libres para tratar de contactarse con Liam— Contesta imbécil

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Vibratos, pequeños vibratos repercutirán contra la maletera del auto de Kurapika, en su lugar. El castaño se mantenía encadenado en el asiento de copiloto, el vehículo se mantenía oculto de la vista de los enormes contenedores. Maldijo su suerte, ¿no podía simplemente trabajar y ya?, Era más que claro que el tipo que se hacía llamar Kale había mentido, se hizo pasar como un chiquillo consumidor de polvos felices. Que gran fiasco. Pero lo cierto es que... El tipo estaba demente, incluso más que su jefe. No, eran prácticamente igual de despiadados, sintió que moriría en cualquier momento si no era capaz de decirle lo que quería escuchar. Además de sus trucos extraños con esas cadenas, por su puesto era parte de esas habilidades que desconocía totalmente.

Mierda y más mierda.

El maldito de las cadenas lo obligó a hablar, lo peor de todo, es que si de suerte se llegaba a librar de él... Seguramente Yesul no pararía de preguntarle ¿Qué fue lo que sucedió?, ¿Dónde estaba el dinero?, ¿Por qué no llegó a tiempo? Y lo más importante,¿Por qué no se reportó antes con el peliazul?.

Sabía a la perfección que Alen Tier, era de contabilizar los minutos u horas que demoraban los empleados en vender en distintos puntos. Sí en caso de ocurrir algún problema, estos tendrían que activar la alarma de emergencia por medio de su celular.

Pero el maldito Kale se encargó de guardar su teléfono. Empezó a sudar frío. Estaba metido en un gran lío, maldición; le cortarían el cuello si se enteraban que no pudo mantener la boca cerrada como debería. Su familia estaba en riesgo y solo por la sed del dinero.

Como te digo, la decisión es tuya. Si decides decirme lo que quiero oír. Entonces, personalmente me encargaré de mantener a salvo a tus familiares

Aquellas palabras salieron sin emoción de la boca de ese cretino. Jugar para ambos lados sería un problema, por otro lado. No podía negar algo; su familia estaba en peligro ahora que él estaba desaparecido, Alen no haría nada por ellos una vez le sucediera algo. Al contrario. Los mataría, pero tampoco quería confiar en las palabras del encapuchado, estaba más que decidido, sería él mismo quien pasaría por su familia e intentaría llevarlos lejos una vez Kale volviera.

Hablaría con él y harían un nuevo trato en cuando las condiciones que el contrario dictaminó en su cadenas.

Solo espero estar vivo lo suficiente.

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El aura del capitán se incrementó finalmente, Kurapika estaba a la espectativa. Un escenario bastante amplio aunque algunos objetos podrían llegar a ser una obstrucción como para desplazarse adecuadamente. Sin importar que, colocó un pie delante mirando al enemigo con total seriedad.

— Ya verás niñato.... —de sus ojos, el capitán suelta cantidades grandes de vapor. Llenando la gran parte de la cubierta del barco con una manta de vapor. Hizo un par de además con sus manos mientras comenzaban a emanar un brillo de color blanco. Kurapika arqueó la ceja en completo silencio.

No parecía la gran cosa, hasta que el sujeto amoldeó el color de la neblina a una gris oscuro. El olor a humedad se hizo más grande, invadiendo la nariz del Kuruta quien fisgoneó ágilmente en cuestión de segundos, cada área cubierta por el manto grisáceo.

Una, dos, tres gotas de agua.

La alarma resonó en su cabeza notando las posibilidades de todo esto. En menos de un parpadeo, una gigantesca ola se manifestó.

— ¿Uh... ? —frunció el ceño con desconcierto. La ola alcanzaba el tamaño de 7 metros exactos, siendo contenido únicamente por el techo de vapor.

Luego, llegó una tras otra sin cesar, olas más pequeñas con remolinos tomando la apariencia de taladros gigantes, capaz de destrozar al barco más grande del mundo. 

— Ja, ¿que te pareció eso muchacho? —sacó del bolsillo de su traje, su anticuada pipa, el agua no era capaz de llegar a él, al contrario, se mantenía al margen con si se tratara de una represa invisible— Admito que tuviste agallas para venir hasta aquí y simplemente creerte la gran cosa... Pero... — cayó abruptamente al ver a Kurapika situados a un paso frente a él— ¿Co-Como... Cómo es posible que...?

— Haces que pierda mi tiempo —dijo toscamente y los ojos plagados del brillante y rebelde escarlata. El capitán tembló por reflejo retrocediendo varios pasos hacia atrás. Tan rápido como la velocidad de la luz, Kurapika enredó sus cadenas en el cuerpo del Capitán, cubriendo más la parte de la cabeza— Desaparece —apretó instantáneamente, aplastando el cráneo del individuo sin contemplaciones. La sangre salpicó por completo en todos lados, incluso en el disfraz del Kuruta y en tu níveo rostro, tomó un pañuelo blanco y secó la sangre fresca de su frente y pómulos y rebuscó en los bolsillos del cadáver, quedando solo su pipa intacta y salpicada de sangre.

Logró hallar un dispositivo de USB en el sujeto, sin respetar mucho en la presencia del cuerpo inerte. Salió de ahí.

La razón del que Kurapika lograra sobrevivir a esa ola, fue que utilizó su habilidad de especialista, logrando controlar el flujo de la resistencia de sus cadenas, mientras hacía giros similares a los de ventiladores. El giro voraz desde abajo, abrió paso un leve el agua y él, desviando gran parte del océano hacía cada lado, por otro lado. Otra de sus cadenas bañadas en nen, barrieron la parte del suelo, abriendo un camino para desplazarse velozmente.

Con el sudor cayendo por su cien, el vendedor observó con estupor, al tal Kale caminar con total mesura de regreso a la vez que una enorme explosión se manifiesta detrás suyo. Fue el primer detonante que desencadenó los siguientes estallidos, cada uno de los barcos eran aniquilados por la patente explosión en cadena, undiendo a cada uno de ellos en tres las aguas del puerto.

Maldición, este tipo es un demonio como Alen. Reflexionó con espanto, Liam. 

Una vez a un paso del automóvil, Kurapika traía la mirada gacha, incluso al peli marrón le dio miedo si quiera voltear a mirar. Encendió el motor aún con Liam de copiloto y se marchó de ahí como si nada. Dejando tras de sí, una cortina gigantesca de humo y grandes llamas cubrir el área.

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Probó varias veces sin éxito alguno, bufó con molestia al no tener respuesta de su colega. Hubiera sido una mejor idea llevar hombres extra, sin embargo. No quería llamar la atención de manera innecesaria, la policía estaba muy al pendiente de sus movimientos también, incluso algunos cazadores. Su jefe sabía muy bien esto, por lo que él se encargaba de estar al pendiente de cuántos barcos salían o entraban en el puerto privado.

Marcó a otro número, en esta ocasión era la del capitán Fior Labon. Chasqueó la lengua después de cinco intentos seguidos. Nada.

— ¡Mierda!, ¡Ninguno de estos malditos atiende! —apretó con fuerza el volante.

A diferencia de él, Fior poseía los giros de las cuentas bancarias de los demás clientes de Tier, los millones y más cantidades exorbitantes de dinero, prestado, vendido o hasta pagado. En ello también estaba el tráfico de armas obtenidas desde Jappon para los hombres que no poseían Nen, de alguna u otra forma debían de defender al jefe. Fior por su puesto, tenía contactos marítimos con alguno de los de la Marina y adohana, los cuales les decían las fechas, horas y que ruta debían tomar los barcos para sarpar.

— Con un demonio. Fui lo bastante descuidado para permitir que el idiota de Fior se quedara con la información —se quita de un tirón el manos libres, estaba completamente rabioso— Pero Liam y ese imbécil se las verán conmigo, en cuanto los encuentre yo-... ¿Qué carajos? —jadeó con sorpresa al ver grandes antifaces de humo camino al puerto— Tiene que ser una broma...

A penas atinó a detener el auto, ya que salió de ahí disparado solo para encontrar el lugar hecho en ruinas y ocpacado con las llamas, mismas que daban la apariencia del infierno mismo. El calor que enmendaban era abrumador y sofocante.

— ¡Me lleva! —voceiferó con cólera, pasó sus manos por su cabello en señal clara de frustración. En ello, escucha unas sirenas, al elevar la vista se topó con la imagen de carros policías y dos camiones de bomberos— Uff, ¡Maldita sea! —rápido entró al auto y partió de ahí sin más. Encontraría a los bastardos y a los intrusos hijos de perra que se atrevieron a explotar el puerto. Pero sobretodo, tendría que lidiar con el mismísimo Alen Tier, quien no estará para nada feliz por la noticia.

No tuvo tiempo si quiera de entrar a ver nada, si los barcos explotaron es que hubo un infiltrado o alguien fue lo suficientemente astuto y poderoso para poder eliminarlos a todos sin mucho problema.

Aquel enemigo a de ser un monstruo en combate, de ser así deberé investigar a fondo lo que sucedió. Tengo contactos en la policía que podrían facilitarme los resultados de la autopsia de algunos hombres... Pero tendré que hacer esto antes que se le ocurra al jefe lla...-

El sonido leve acompañados de pequeño vibratos, lo sacaron de sus pensamientos.

Llamada entrante: Alen Tier.

—¡Rayos!, ¿Este hombre es un psíquico? —rodó los ojos exasperado, dejó que el teléfono siguiera sonando, hasta que bajó el volumen por completo. Era un riesgo no contestarle, pero sería peor si le daba solo malas noticias, por ahora, iría a tratar de arreglar semejante desastre.

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Vio la llave una vez más, la cual estaba reposando sobre sus tersas manos. Narumi, apretó los labios con un nudo de emociones abarcar la mayor parte de su calma. Y es que no podía estarlo, el peso de la culpa, pero del mal presentimiento... No dejaba que pensara en nada más, necesitaba descubrir la verdad. La fotografía de Leorio y sus amigos, fue un gran empuje para llegar a ello y más con la negativa indirecta del azabache al negarse aceptar ocultar algo. Ella amaba intensamente a Leorio, es su esposo y el hombre que le llenó sus días con alegría y espíritu, pero no podía seguir haciéndose la de la vista gorda. No tendría problema alguno si él le hubiera explicado las cosas antes, pero no lo hizo, quizá nunca lo haga, tampoco le preguntaría a los chicos, por qué si bien saben de esto, quizá fue por respeto a Leorio que no dijeron nada. Eso lo entendía, así que por ese lado, quiera o no, no podría enojarse con ellos.

Pero ahora estaba asustada, por esa misma razón era su mal presentimiento.

Solo... Le asustaba la idea de encontrar algo más que respuestas concretas sobre el rubio.

Con la decisión final, colocó la pequeña llave en la cerradura del estante, giró hacia la derecha un par de veces, los sonoros latidos de su corazón eran más acelerados que golpeaban con suspenso contra su pecho. La ansiedad carcomía su razón, ya no tenía seguro de por medio. Lo único que debía hacer era... Abrir la puertesilla.

— Por favor, solo quiero saber quién es realmente Kurapika-San, nada más... —bajó la mirada— nada más...

Aspirando profundamente, abrió ambas puertas en miniatura del estante. Allí, muy al fondo, encontró una caja azul oscuro, metió su mano con delicadeza y la sacó de ahí con sumo cuidado. Movió de arriba a bajo un poco, comprobando así lo ligeramente pesado que era y el sonido de algo casi metálico también, eso capturó su atención.

Cuando lo volteó, compró que la caja poseía una cerradura también. Probó con la llave del estante, no funciona.

— Era de esperarse... —buscó la caja de herramientas haber si por ahí habría una especie de ganzúa o algo para abrirlo, no tardo tanto como en su primera búsqueda, el beneficio de tener un marido un tanto despistado como Leorio era eso. A veces, solía ser muy predecible con sus lugares para guardar cosas.

Otra pequeña llave, la colocó en el cerrojo y con el clic de este, se dio cuenta de que estaba lista para ser abierta. Estaba parada y tembló de forma casi absurda pero entendible.

Aquí vamos Narumi, no es la gran cosa. No deberías estar nerviosa, solo buscabas saber más del amigo de Leorio, no tienes por qué estar así.

Miró una vez más la caja de metal.

Vamos.

La tapa de metal unida a la caja, fue abierta despacio. Las manos le temblaban un poco y suspiró levemente. Fue justo entonces, que se encontró con algo que la dejó helada.

—E-Es... Es un... anillo... —sacó de ahí, un aro de oro puro, cuando lo puso en mejor ángulo, calculó el tamaño. Era del tamaño del dedo anular de Leorio, vislumbró que era de cuando él se iba a casar... Pero, ¿con quién?. Es verdad, cuando supo que su ahora esposo se iba a casar, ella estaba muy triste para digerir la noticia y no quiso asistir ese día a la boda. Luego, el azabache llegó a ella destrozado, con mayor razón, no deseó saber quién y cómo era; le habían roto el corazón a ese hombre del que se enamoró perdidamente, acarició la superficie dorada antes de poner su atención dentro.

Había papeles, fotografías volteadas mostrando únicamente el blanco contrario. Dejó el anillo de lado y decidió tomar uno de los papeles viejos y arrugados en su mano izquierda y empezó a leer.

24 de Junio, 2019.

Ni si quiera se por que estoy escribiendo esto, no eres más que un hijo de perra. ¡Eres un idiota!, ¡¿Por qué no me lo dijiste antes, maldita sea?!, ¡Vete al diablo, Kurapika!. ¡Me cansé!. Me cansé de ti, me cansé de solo esperar y esperar... Esto no tiene nada que ver con la lealtad, lo sabes bien; si no era lo suficientemente bueno, ¿Por qué razón dejaste pasar tanto tiempo?, Ja, Dios. No puedo creer que de todas las personas, de todas las mujeres de buen corazón que llegarían haber, pudieras ser tú al que terminara por querer pasar el resto de mi vida... —Ante esto, Narumi jadeó por la gran sorpresa llegarle de inmediato— ... No pudiste decírmelo antes, eh. Parece que todo el mundo juega con el orgullo de Leorio y me culpo a mi mismo por permitir esto, no me dejaste hablar, ni me dejaste escucharte, solo me dejaste ahí a mi suerte. Cómo que si no doliera, como si no fuera la gran cosa, ¿tienes idea de lo descolocado que me siento?. No, no puedes... Aún cuando el infiero llamado Genei Ryodan y Tserriednich se esfumaron de tu vida, continúaste alejándonos, alejándome, lo soporté. Diablos, si que lo hice... Cómo Sea, tanto desprecias mi presencia, ¿no es así?. Bien, perfecto. Ya que ni tiempo me diste de gritarte tus mierdas a la cara, la única maldita forma que tengo de hacerlo es con este insípido papel... Esta es la última vez que vuelva a preocuparme por alguien como tú, si quieres seguir con tu camino, adelante... A mí ya me importa un carajo, eres bueno haciéndote el que le vale un carajo todo, ¿no?; Pues es momento de tomar ese ejemplo. Jodete, Kurapika.

Sonido casi sordo del papel arrugarse una vez más en manos ajenas. Sus labios rosados temblaron, cada palabra escrita a puño y letra de su marido, le partían el corazón. La fecha era justo un día después de que la boda del azabache terminara mal, después de ese 23 de Junio hace siete años.

Se arrodilló como pudo en el frío suelo y rebuscó más.

— ¿U-Uh? —una carta de color crema con detalles amarillos y rosas blancas. La tarjeta era bastante sofisticada y linda, a pesar de que estaba sucia, sacó el sobre que la cubría y abrió la aletas de la tarjeta— Hola, haz sido invitado/a a la gran boda del siempre perfumado Leorio Paladiknight y el iluminado por la luna creciente Kurapika —la voz se le cortó a penas leyó el nombre del rubio. Perdiendo las fuerzas de sus piernas, Narumi cae lentamente al suelo, cubrió su boca con una mano dejando caer el anillo viejo del joven médico.

Miró hacia un punto inexacto del sótano, casi hiperventilando, el estrés, el shock, el desconcierto y un sin mil de emociones la descompusieron.

Era por eso... todo tiene sentido, ahora...

— Veo que Leorio le dió una breve descripción gráfica de mi, ¿No es así? — dedujo con cierto recelo. La castaña arqueó la ceja.

—La verdad, si. De otra manera, no podría dirigirme a nadie con confianza —afirmó algo tensa por la actitud tan pedante del rubio.

— Aquí no hay más que un intercambio necesario de palabras. No debería sentir confianza por ello —replicó tajante.

El recuerdo de cuando cruzó palabras por primera vez con el cazador de cabellos dorados, el desagrado inicial de Leorio en los primeros días, su confesión de que no estaba muy cómodo con la cena del domingo. Sumándole también a que Kerim le comentó que él y su madre se separaron desde que tenía cuatro. Al inicio creyó que Kurapika se había casado con la prometida de su esposo, pero no fue así.

Era Kurapika quien se iba a casar con su marido.

— No puede ser... Leorio... Y Kurapika-San... —tembló con enfado pero gran tristeza— ellos iban a casarse ese día, la carta fue escrita un día después de que Leorio llegara a mi luego de que todo se canceló. Quiere decir que... Kurapika-San, fue él quien lo abandonó —presiona con fuerza la carta y la caja en su poder— ¡Fue él!, ¡Todo este tiempo fue él! —exclamó furiosa lanzando la caja con fuerza contra la pared, para luego encorvarse y sollozar despacio.

El océano se levantará nuevamente, creando nuevas olas, amenazando con iniciar una guerra de aguas pasionales, en busca de capturar el barco de aquel náufrago.

Continuará:....

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