Capítulo 11

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El sol brillaba en el azulado cielo de Tokio. Hacía apenas un par de días que habían comenzado las vacaciones escolares del periodo de verano y, con ello, el viaje de nuestro peculiar grupo de estudiantes. Habían tenido suerte, ya que en verano lo más habitual era que lloviera. De momento les acompañaba el buen tiempo.

Corazón conducía la furgoneta. Había puesto un pendrive con canciones populares, para amenizar la travesía. Law iba de copiloto, al lado de su tutor. (TN) estaba sentada detrás del pelinegro. Los otros dos asientos de esa fila estaban ocupados por Luffy y Hancock. Detrás iba el resto del grupo.

Lejos de hacer el viaje más divertido, para Law, las canciones estaban siendo un suplicio. No la música en sí, sino el hecho de que Luffy y (TN) no paraban de cantar a pleno pulmón. La voz de esos dos chirriaba en sus oídos.

—¿Vais a callaros en algún momento? —preguntó, un rato después, cuando hubo llegado al borde de la desesperación.

—Cállate tú, aburrido —contestó la gatita, dando un codazo al respaldo del asiento del pelinegro. Luffy estalló en carcajadas. No tardaron en cantar de nuevo. Iba a ser un viaje largo.

Durante aquellas semanas la relación entre esos dos no había cambiado. Seguían sintiendo ese amor-odio el uno hacia el otro. Bueno, no es que estuvieran enamorados; simplemente estaban a gusto compartiendo parte de su tiempo juntos. Y, no es que se odiaran, pero discutían a menudo. Todo era a causa de esos sentimientos que habían estado surgiendo en ambos y que no sabían cómo afrontarlos. Obviamente, no habían hablado sobre ello.

Unas horas después, por fin llegaron al pueblo perdido entre las montañas en el que pasarían el fin de semana. Los nueve jóvenes se pegaron a las ventanillas para poder observar las preciosas vistas. Había pequeñas casitas tradicionales distribuidas entre la frondosa vegetación. El verde de los árboles y de las plantas era intenso y brillante. Flores de diversos tipos hacían el paisaje todavía más colorido. Cuando el coche estuvo aparcado en el pequeño parking del hotel rural, todos bajaron con rapidez para poder respirar el aire puro de las montañas.

—¡Este sitio es precioso! —exclamó (TN), mientras daba una vuelta sobre sí misma.

—Y lo mejor de todo es que él hotel está tan solo reservado para nosotros —explicó Corazón—. La dueña es una buena amiga de uno de mis superiores. Aun así, no os olvidéis de ser cautelosos. Nunca se sabe quién puede estar mirando.

—Sí —afirmaron todos, mientras se recolocaban bien los gorros.

Cada uno sacó su pequeña maleta del maletero de la furgoneta. Tan solo iban a pasar el fin de semana, así que no habían cogido mucha cosa. Caminaron todos juntos hasta entrar por la puerta de aquella acogedora estancia. Parecía que el tiempo no hubiera avanzando en aquel pequeño pueblo alejado de la urbanización. Toda la decoración y los materiales del pequeño hotel eran antiguos y tradicionales.

La recepcionista acompañó a cada pareja hasta su habitación. Hancock y (TN) se quedaron asombradas al ver aquellos limpios y cómodos futones que había colocados en el suelo. Además, había un armario grande y una pequeña mesa de madera. Una de las paredes de la habitación estaba formada por unas puertas correderas. Dejaron la maleta a un lado y se aceraron para abrirlas.

—¡Guau! —exclamaron a la vez, mientras contemplaban el enorme y cuidado jardín, común a todas las habitaciones.

Había árboles y arbustos que decoraban aquel patio interior. Pequeños caminos de piedra y algunos bancos para sentarse. Además, desde la habitación también se podía apreciar un estanque lleno de carpas. Era un jardín de película.

No podían entretenerse mucho, debían dejar la ropa en el armario y bajar de nuevo a recepción. Al parecer, la dueña del hotel les tenía preparada una excursión para esa misma mañana. Harían una ruta por los alrededores del pueblo para recolectar hojas de té y, por la tarde, prepararían su propia bebida. También les habían preparado unos bentos con comida casera, ya que la hora del almuerzo tendría lugar mientras estuvieran fuera del hotel.

—¿Ya estamos todos? —preguntó la recepcionista, cuando vio aparecer a las dos chicas. Al parecer iba a ser la misma guía de la excursión.

—Sí —respondió Corazón—. Somos ocho en total.

—Perfecto. Chicas guardaros estos bentos en las mochilas —dijo ella, señalándoles las dos cajitas que quedaban encima de la mesa.

La primera hora de ruta fue bastante bien. La mujer les iba indicando cuáles eran las plantas que tenían hojas del té, y también les explicaba sobre otros tipos y sus propiedades. Sin embargo, un rato después, el camino comenzó a subir cuesta arriba. (TN) aguantó bien los primeros minutos, pero no tardó en quedarse atrás. ¿Cómo podían aguantar tanto? ¡Todos! Law, Kid, Hancock... ¡Incluso Luffy y Ace! Esos dos que se pasaban el día comiendo y durmiendo. El resto del grupo enseguida se dio cuenta de la situación.

—(TN), ¿todo bien? —preguntó Corazón, mientras todas las miradas recaían en ella.

—Yo no puedo subir toda esta cuesta. Seguid sin mí —contestó, mientras se sentaba sobre una roca.

—Mira que eres dramática... —intervino Law, al mismo tiempo que comenzaba a andar hacia ella—. Ya me quedó yo también detrás, id subiendo. Llegaremos después.

—Está bien. Tened cuidado —advirtió su tutor, antes de que el grupo volviera a ponerse en marcha. El pelinegro asintió y se colocó en frente de la chica.

—Venga, levanta. Iremos más despacio —le ordenó.

—Es imposible... Me voy a desmayar —se quejó ella.

—Deja de exagerar. Solo vas a cansarte, pero claro que puedes llegar hasta el final. Vamos —insistió, tendiéndole la mano.

Ella la miró fijamente durante unos segundos. Odiaba hacer ejercicio y no estaba preparada para estar veinte minutos caminando cuesta arriba. Siempre había aprobado educación física con la nota justa y jamás había hecho nada de ejercicio fuera de esas clases. Solo de pensarlo se mareaba, pero parecía que Law confiaba en ella. Acabó aceptando su mano y levantándose.

Fue una caminata costosa. Tuvieron que parar un par de veces para que la gatita bebiera agua y recuperara algo de fuerzas. Sus mejillas estaban rojas por el esfuerzo y su frente brillaba por el sudor. Sin embargo, cuando quedaban unos pocos minutos para llegar al final, acabó motivándose y aceleró el ritmo. ¡Lo iba a conseguir! Ya tenía ganas de contárselo a su profesor. Cuando los vieron llegar el resto comenzó a aplaudir. Ya estaban empezando a almorzar, sentados bajo la sombra de un gran árbol.

—¡Lo he conseguido! —exclamó la joven, emocionada, con la respiración entrecortada.

—Ya te he dicho que podías —le recordó Law, que estaba detrás de ella. Vio que le temblaban un poco las piernas y le rodeó la cintura con el brazo, justo antes de que casi se cayera. La atrajo contra él, para que apoyara su espalda.

—Ay. —Emitió un quejido. Bueno, solo había sido un pequeño contratiempo. Lo importante era haber llegado hasta el final. Y, por suerte, como estaba sonrojada por el cansancio, no se notó su reacción al estar tan cerca del pelinegro.

—Qué adorable parejita —se burló Kid. Le encantaba meter cizaña.

—Pareces más inteligente cuando tienes la boca cerrada, Eustass-ya —comentó Law, sin dejar de sujetar a su compañera. Acto seguido, inclinó ligeramente la cabeza y susurró en el oído de la chica—. Lo has hecho muy bien. Ahora descansarás, comerás y estarás como nueva.

—Eh, sí... —murmuró, mientras se escabullía del agarre del pelinegro.

Quería contestarle bromeando, pero su cerebro no estaba para pensar nada ingenioso. Se sentía como en una nube. Law había sido muy amable con ella. Cuando el tonto de Kid hacia alguna broma respecto a los dos, el pelinegro solía separarse de ella o comenzar alguna tonta discusión. Y ella también solía hacerlo. Sin embargo, en ese momento había sido todo completamente diferente. Ambos se unieron al resto y terminaron de almorzar bajo aquel árbol, mientras charlaban y disfrutaban del precioso día que estaba haciendo.

Durante la tarde estuvieron preparando su propio té, bajo las instrucciones de la señora. Los jóvenes hicieron un buen trabajo, eran instrucciones bastante sencillas. Por su parte, Corazón tuvo bastantes problemas a la hora de calentar el agua. La derramó dos veces por el suelo y se cayó varias veces mientras fregaba. Fue una tarde bastante entretenida. Se tomaron el té en los banquitos de aquel precioso jardín, mientras apreciaban el cielo teñido de los colores del atardecer.

[•••]

—¿Qué te pasa, (TN)? —preguntó Hancock, mientras esperaba en frente de la puerta de los baños termales.

—¿Por qué tienen que ser baños mixtos? —preguntó, mientras se sujetaba la toalla con las dos manos—. Esto no se había comentado.

—Eso da igual. Vamos, es momento para disfrutar y relajarse —insistió la pelinegra.

La gatita suspiró y se acercó lentamente hasta la puerta. Hancock apartó la cortina y se metieron dentro de los baños. Enseguida notaron el vapor y la humedad golpeando sus rostros. Ese lugar era igual de precioso que el resto del pequeño hotel. Había una zona cubierta y otra al aire libre. Enseguida visualizaron a los chicos, ya que eran los únicos que estaban bañándose en aquellos momentos. Estaban juntos en una de las piscinas. Debían estar sentados sobre pequeñas rocas, ya que el agua les cubría justo por encima del pecho.

Las miradas se posaron en ella nada más las escucharon entrar por la puerta. La mayor no tenía ningún tipo de vergüenza. Caminaba con paso decidido, cubierta por aquella pequeña toalla blanca. Sin embargo, (TN) caminaba detrás de ella. Iba medio escondida y sin dejar de sujetarse la toalla.

—Bien, chicos. Vamos a girarnos y a dejar que se metan en el agua —propuso Corazón, algo nervioso. Estos adolescentes tenían las hormonas revolucionadas y no sabía bien cómo lidiar con estos temas—. Vamos, vamos.

—Baños mixtos, ¿hay algo mejor? —preguntó Sanji, mientras miraba hacia la pared rocosa. Tenían una extraña expresión pervertida en su cara.

—Haced el favor de controlaros —ordenó el tutor, susurrando.

—No nos metas a todos en el mismo saco —se quejó Law, justo después de chasquear la lengua.

—Ya estamos dentro —anunció Hancock. Se fueron girando poco a poco, aunque el más rápido fue Sanji—. ¡Luffy, mi amor!

—Este tipo... ¿Por qué no aprecia la suerte que tiene? —se lamentó el rubio, mientras observaba como ella apretaba la cabeza del chico contra su pecho—. (TN)-chwan, ¡abrázame para consolarme!

La gatita estaba agachada para que el agua le cubriera hasta la barbilla. Lanzó una mirada asesina a su compañero y se alejó lentamente, intentando no levantarse ni un solo centímetro.

Por suerte, un rato después, (TN) dejó de estar tan incómoda y pudo relajarse y disfrutar como era debido de aquellas aguas.

Fueron probando todas y cada una de las piscinas que formaban los baños. Se dejaron la que estaba al aire libre para el final. La gatita estaba completamente relajada, sentada sobre una roca y dejando que el agua de una pequeña cascada cayera sobre sus hombros. La temperatura del agua conseguía aliviar todas las tensiones del cuerpo.

—¿Te crees que no puedo subir más alto que tú? —La voz de Kid quejándose le hizo abrir los ojos. Alzó ligeramente la cabeza. ¿Qué hacían esos dos escalando por la pared?

—Entonces deja de hablar y demuéstralo —le retó Luffy, sonriente.

—¡Estáis locos! —exclamó (TN), mientras se alejaba tapándose los ojos. ¡Las había visto! ¡Había visto sus partes íntimas! En su camino para alejarse se chocó contra algo—. ¡Ah!

—¿¡Qué haces!? —gruñó Law. Se apartó con rapidez, ya que la chica había chocado su trasero contra el miembro de él.

—Me estaba apartando. ¡Tú te has puesto en mi camino! —exclamó ella, nerviosa. El pelinegro se quedó mirándola fijamente. Al asustarse se había levantado y, en aquellos momentos, el agua solo le cubría hasta la cintura. El vapor tan solo entorpecía un poco la visión. Al darse cuenta de la situación, la gatita se tapó rápidamente con las manos—. ¡Eres un pervertido!

—¿Yo? Tú eres la que se ha puesto desnuda y se ha quedado delante de mí —se defendió. Ella iba a reclamarle, pero no tuvo tiempo.

—¡Bomba va! —se escuchó exclamar a Luffy.

Todos miraron hacia arriba y vieron como aquellos dos estaban a punto de saltar al agua desde la pared. (TN) y Law todavía estaban demasiado cerca, si no se movían aquellos dos idiotas caerían encima de ellos. El pelinegro cogió la muñeca de la chica y tiró de ella para apartarla de allí. Se tambalearon mientras se alejaban. Acabaron cayendo uno encima del otro al mismo tiempo que sus dos amigos chocaban contra el agua.

Ambos felinos se quedaron mirando el uno al otro. No podían articular palabra. Era una situación intensa. No solo sus mejillas estaban ardiendo, todo su cuerpo estaba ardiendo. Y no era precisamente por la temperatura del agua. (TN) estaba sentada muy cerca del miembro de Law. Lo estaba rozando directamente, sin ropa de por medio. El pelinegro, por su parte, ya tenía completamente claro que el celo ya no era necesario para sentir atracción por su compañera.

—¡Sois unos gamberros! —Corazón se había acercado a los dos que se habían lanzado al agua. De repente, sus ojos se posaron en los dos jóvenes que estaban uno sobre el otro—. ¡Law, (TN)! ¿Pero qué estáis haciendo? Se acabó el baño. Cada uno a su habitación y a dormir.

—¡No es lo que piensas! —exclamó la gatita, mientras se separaba rápidamente y se quedaba sumergida en el agua.

—No quiero saber nada —insistió el rubio—. Law... No me esperaba este tipo de actos por tu parte. No tenéis autocontrol.

—Yo no... —empezó a explicar el pelinegro.

—Silencio. Primero saldremos nosotros y luego las chicas —repitió—. Todo el mundo a descansar y coger fuerzas para mañana.

[•••]

A la mañana siguiente el grupo continuó con sus actividades. Por la mañana visitaron una pequeña granja que había cerca del pueblo. Pudieron dar de comer a los animales, acariciarlos y observar como trabajaban con ellos.

Por la tarde, después de una buena comida casera, tuvieron un taller de artesanía. Se dedicaron a crear pequeñas piezas con los materiales que el hotel les ofrecía. Quedó claro que algunos tenían mejores habilidades que otros en ese tipo de tareas. Hubo obras verdaderamente abstractas, en especial las de Luffy, aunque él estaba orgulloso de su trabajo. Hancock era la única que parecía saber apreciar esas obras.

Cabe destacar que Law y (TN) no se habían dirigido la palabra en todo el día. De hecho, ni si quiera habían podido mirarse. Se notaba que estaban avergonzados por el incidente de la noche anterior. Bueno, sobre todo se le notaba la chica, ya que no podía evitar sonrojarse cada vez que estaba cerca del pelinegro. Sin embargo, él era todo un experto en ocultar sus emociones.

La gatita no sabía cómo actuar. Quería hablar con Law como si nada hubiera pasado, pero parecía que estaba molesto con ella. O tal vez se lo estaba imaginando. Miró fijamente la pequeña pieza que había creado.

—Law... —le llamó. El pelinegro, que estaba junto a ella, ladeó la cabeza—. Toma, te la regalo.

—¿Se puede saber qué es? —preguntó él, mientras se acercaba a los ojos aquella pequeña figura de arcilla para examinarla.

—Pues está claro. Es la cabeza de un gato —contestó ella, algo molesta.

—Un gato algo deforme... ¿Es un auto retrato? —preguntó él, sin poder evitar que una sonrisa ladina apareciera en su cara. Llevaba demasiado tiempo sin meterse con ella.

—Cállate, idiota —gruñó, mientras intentaba arrebatárselo de las manos. Law le esquivó—. Si no lo quieres devuélvemelo.

—Sí, lo quiero. Así que estate quieta —dijo él—. Toma el mío, para que veas lo que es un trabajo bien hecho.

—Vaya... Está genial —murmuró ella, asombrada, mientras contemplaba aquella figura de gatito. Al parecer habían tenido la misma idea. Luego miró al chico, frunciendo el ceño—. Bueno, ¿y qué? No todos tenemos que ser buenos en las mismas cosas.

—Estoy de acuerdo —sentenció él.

—Pues eso —dijo ella, mientras se cruzaba de brazos y le daba la espalda para continuar trabajando.

Después de aquel entretenido día, pasaron la noche en la sala de karaoke. Kid intentó convencer a Corazón para que les dejara pedirse una cerveza, solo una aunque fuera. La petición no tuvo éxito, y menos después del numerito que habían montado en las aguas termales. ¡Solo les faltaba alcohol de por medio! Después de una divertida velada cantando sus canciones favoritas —a excepción de Law, que no cantó ni una sola palabra— se fueron a sus habitaciones.

A la mañana siguiente, no se levantaron muy tarde. Debían desayunar y preparar las maletas. Debían llegar a Tokio un rato antes de la hora de comer, tal y como su tutor había previsto. De despidieron de la dueña y le agradecieron por haber hecho la estancia tan agradable.

Hubo una pequeña discusión mientras metían las maletas en el maletero, ya que lo estaban haciendo con prisas y de manera desordenada. Law tuvo que poner un poco de orden para que cupieran todas. Mientras tanto, el teléfono de Corazón sonó. Se alejó un poco para contestar la llamada, pero todos escucharon su respuesta.

—¿¡Qué!?—exclamó, sorprendido y alarmado—. Intentaremos llegar cuanto antes.

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