EPÍLOGO:

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Pasaron dos semanas, y en ellas ocurrió de todo. Mateo fue dado de alta y prometió mantener el contacto. James siguió trabajando, pero fue sancionado por contrabandear hamburguesas al geriátrico. Conocí a la familia de Derek, su madre es tan hermosa como él, incluso tiene su mismo infantilismo, tal vez por eso no se entiendan mucho. Nunca olvidaré su felicidad cuando vio a su padre, pálido, entrando en silla de ruedas. Parece que a pesar de las contraindicaciones, ha sobrevivido un tiempo más y aunque no le han prometido demasiado, igual estamos muy contentos por él. Me cae bien, el primer día que nos vimos me hizo hablar a solas para darme concejos de cómo soportar a Derek, y la verdad me vienen de maravilla. También me dio el visto bueno con estas palabras: "Si mi hijo la llega a joder contigo, llámame, tendré lista la escopeta."Menos mal que era una broma...creo.

También llegó el día en que tuvimos que despedirnos, Derek se fue a Inglaterra, ya que su papá también decidió mudarse allí, y yo me quedé con mi familia. ¿Resultado? Unas cuantas lágrimas de mi parte y creo que de él también, al menos esa fue mi impresión cuando mencionó que se le había metido una basura en el ojo.

Tampoco es el Apocalipsis, tenemos celulares y computadora, podemos comunicarnos por ahí. Lo que pasa es que si uno se acostumbra a estar cerca de alguien lo extraña, supongo que es normal. Después de todo somos algo así como novios (y no, nunca aclaramos la situación, pero en el fondo sabemos que es así).

Cuando llegué a casa yo misma llevé mi equipaje y caminé con seguridad, como una especie de ritual, como si hubiese regresado de un largo y buen viaje.

Mis amigos, familiares y compañeros estaban allí esperándome, con un gran cartel de "Bienvenida a casa". Sonreí, suspiré y me dejé llevar por la felicidad del momento, siendo mimada por docenas de lindos brazos y reconfortada por muchas palabras de aliento y llantos de emoción. Comimos pastel, cantamos y me sentí nuevamente en casa. Lo disfruté, en verdad lo disfruté.

Meses después:

—¡Mamá!, ¿puedes poner las servilletas? ¡Debo abrir la puerta!

—¡Bueno, cumpleañera! —. Me guiña un ojo y sale disparada a la cocina.

Sí, hoy cumplo dieciocho, ¿quién está feliz? Yo, ¿quién es la anfitriona recibe visitas? Yo, obviamente.

Grito emocionada y salto a sus brazos:

—¡Mateitoooo! ¡Vinisteee! —Me lo retribuye alegremente.

—Y no solo.

Atrás de él está James y su hermana tomada de su brazo.

—¡Hola!, James...¿ustedes? —Los señalo.

—¡Ni lo menciones, tuve que soportarlos todo el maldito viaje con sus mugres nupciales!

—¡Cállate, idiota! —Ella le da un golpe en la nuca y me saluda con un beso en la mejilla— ¡Feliz cumpleaños, Pen!

—Gracias...pasen por favor.

Mateo me da una caja mediana que tiene un papel con palmeras.

—Juro que pensé en ti cuando lo vi, espero que te guste.

Rompo el envoltorio con la curiosidad comiéndome por dentro y descubro que es ni más ni menos que una muñequita hula que baila.

—¡Ja ja, muy gracioso! —. Alzo una ceja y pongo una mano en mi cintura.

—Qué, ¿no te gustó?

—¡Me encanta! —Lo tomo por el cuello y le desordeno el cabello, torciéndole las gafas también.

Antes de que pueda recriminarme, corro a recibir más visitas:

— ¡Tío! —lo saludo pero él me empuja hacia adentro y le pone tranca a la puerta— ¿Qué te pasa? Tienes la cara blanca.

No deja de observar por la mirilla con desconfianza.

—Hay un tipo ahí afuera que no me gusta nada.

Esto es raro, ¿un tipo?... NO PUEDE SER

—¿Se perece a un proxeneta? —asiente sin prestarme mucha atención— Déjame pasar.

Salgo sin que le dé tiempo a decir nada y cuando los veo, extiendo los brazos y sonrío a lo grande:

—¡Sheng, chicas! —miro un poco mejor y agrego—Simio...

El asiático sonríe de costado con sus lentes de mosca puestos.

—¿Qué hay, chica peluda? —chocamos los cinco y luego le palmeo la espalda. Las muchachas me saludan también con dos besos en cada mejilla, Bianca además me abraza con una gran sonrisa.

Los hago entrar ignorando la mirada desesperada que envía mi tío y la confundida de los demás.

—¿Cómo supieron dónde vivía?

—¡Ah, nunca levelal secleto! —se lleva un delgado dedo a los labios y en eso el mono chilla, él asiente y vuelve a verme— Él tiene algo para ti —le acaricia la cabeza—. Dáselo.

El mono salta de su hombro y me alcanza una caja roja con un lazo negro brillante. Al abrirlo mi cara y la de muchos se vuelve tan roja como el papel: Lencería, y de la costosa, por lo que parece.

Agradezco a los dos el regalo y Bianca me da otro paquete.

—Pero, no era necesario todo esto.

Ella le quita importancia con un  movimiento:

—Nah, este es de parte de nosotras, además podría decirse que no gastamos mucho—. Hace una guiñada.

Al abrir el presente me encuentro con el vestido y los zapatos que había usado aquella vez en el barco, junto a una enorme, exagerada y descomunal petaca de maquillaje. ¡Juro que da como para pintar un cuadro!

Les doy las gracias con una gran sonrisa y les hago tomar asiento a todos. Mis primos (que tienen las hormonas más alborotadas que un avispero) se pelean por ver quien se sienta con Bianca, pero ella los deja boquiabiertos cuando se coloca entre los dos en forma coqueta. Bien...no me meteré, simplemente...no me meteré.

Continúo atendiendo a los invitados cuando el asiático me llama:

— ¿Dónde está el chico muelto? —Tiene una copa de champaña y juega a equilibrarse con la silla mientras cruza sus delgadas piernas, la verdad, cualquiera podría decir que salió de algún psiquiátrico...o una película de Tim Burton.

No puedo evitar entristecerme un poco porque lo mencione, pero igual intento responderle en buena manera, sonriendo a labios cerrados.

—No he habado con él desde hace unos cuantos meses—. Quito un par de bandejas vacías para llevarlas a la cocina.

—Oh...es una pena, planeaba contlatarlo —.Bebe lo que queda de su copa y toma uno de los copetines para saborearlo como un crítico de comida.

Mis ojos se abren de par en par, pero por mi propia seguridad, prefiero no preguntar el por qué. Y mucho menos el para qué. Así que para evitar aún más incomodidad (y no lo digo porque toda mi familia pareciera querer echarlo de casa sin ser mis primos, que están muy ocupados teniendo puras fantasías sexuales...ah, nótese el sarcasmo) me retiro casi corriendo a la cocina, donde mi madre está hasta los cabellos de comida y platos.

Después de llenar incontablemente mi boca con bolitas de queso y refresco (mis padres son los finos, a mí que no me hagan comer langosta o caviar, ¡parece caca de conejo radiactivo!...por favor) y jugar con mis amigos a "Adivina que comes" usando los ingredientes raros que tenía mamá en los estantes (a Mateo le dimos detergente de forma accidental, pero está bien...creo) estamos a punto de probar el pastel, el cual no he podido ver por culpa de mi hermana, que se porta como una maldita guardaespaldas cuando quiere, y más si se lo ordenan mis padres, bien, en realidad es porque dijeron que le aumentarían la mesada si lo hacía, así que...fue prácticamente imposible.

Todos se ponen alrededor de la mesa muy sonrientes (Bianca demasiado abrazada a mis dos parientes) mientras esperan a que entre mi familia con el "Broche de oro". Me obligan incluso a colocarme en la cabecera a esperar frente a la puerta, wow, se ve que la sorpresa va a ser grande.

Mis padres me abrazan por detrás y frotan mis brazos con cariño...ok, esperen un segundo...

—Emm, si ustedes están aquí, ¿quién fue por la torta?

Mi pregunta se responde por sí sola cuando la puerta es atravesada por un muchacho de ojos verdes y sonrisa descomunal. Entonces ya no veo a los invitados, ni la comida (y mira que me distrae), sólo está ese chico idiota al que pensé que nunca volvería a encontrar.

Este es el mejor regalo que me hayan podido dar...aunque espero que la nueva versión sí venga con interruptor de apagado.

Apenas el postre roza la superficie de madera, me lanzo a sus brazos como un cohete a propulsión.

Nos abrazamos sin temor a que nuestra columna se quiebre, aislados del resto.

—Te extrañé tanto, enana—. Susurra contra mi cuello y me estrecha aún más.

Cierro los ojos ante su calidez, su aroma, sutilmente cubierto por la colonia me llena hasta hacerme sentir completa, y sus labios tocando por un instante los míos me dan la certeza de que esto es real, no otro estúpido sueño lleno de brillantina y colores. Todos exclaman enternecidos y sorprendidos por nuestra pequeña muestra de afecto, aunque el chino y las chicas gritan un "¡Lo sabía!".

Reímos por lo bajo y nos tomamos de la mano para acomodarnos en la mesa y así cortar el pastel.

Estamos listos para la foto, con cara de locos súper felices, y por supuesto, Derek se halla a mi lado. El flash está por salir cuando él se acerca a mi oreja:

—Tengo algo para ti...

Mi cabeza activa su sensor de curiosidad:

—¿Qué es?

—Ahh...ya lo sabrás.

Maldito, primero aparece sin previo aviso y ahora me quiere matar de ansiedad, creo que está cobrando venganza.

Tomamos la fotografía, comimos el pastel de chocolate con mi nombre encima escrito de una manera horrible con glasé rosa, Derek fue quien lo hizo, y sí, me pareció lindo, lo que sí no me lo pareció fue el hecho de que tuve que esperar a que la fiesta acabara para ver su regalo.

El último en irse es Mateo y toda su acaramelada compañía:

—Oigan chicos, si mato a estos dos, ¿me saldrían de testigos? —Los apunta con el pulgar sin que se den cuenta, porque ya se despidieron y están subiendo al auto.

—Dalo por hecho, amigo—.Afirma Derek.

—Puedes enterrarlos en mi jardín —.Agrego.

Nos damos un abrazo grupal y luego cerramos la puerta.

Bien...

1) Estamos solos.

2) Tiene mi regalo.

3) NO HE VISTO MI REGALO.

4) ¡¡QUIERO MI REGALO!!

Perece que puede leer mis pensamientos, eso, o ve mi rostro de desesperación, porque toma mi brazo y me lleva hasta el living.

Todo está oscuro sin ser por la lámpara cerca de la tele, pero mis ojos logran enfocarse en un pequeño paquete envuelto en papel de colores.

Le lanzo una mirada de petición a lo que él asiente como un padre viendo orgullosamente a su hijo en navidad.

Me siento rápidamente y desgarro lo que lo cubre. Una pequeña caja negra rectangular me recibe, la abro con manos temblorosas y encuentro un CD con una inscripción, "Para Pen, recuerda no burlarte demasiado. Te quiere, Derek :) ".

Sonrío con malicia y lo agarro entre mis dedos al tiempo que él se sitúa al lado en el sillón.

—¿Puedo verlo ya?

Me rodea con los brazos y me da un beso en la mejilla.

—Claro que sí.

Bueno, aquí lo tienen. ¡Gracias por la suerte! Vamos que se puede XD. Por cierto, si ven más actualizaciones, soy yo corrigiendo, jaja.

¡Saludos desde mi rincón! :D.


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