14.

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Cada voto y cada comentario cuentan :)   

La relación con Marc era de todo menos cómoda. Kim y él se dedicaban a evitarse a cada instante. En caso de que Marc necesitara ayuda para hacer algo, prefería esperar a Simon antes que comentárselo a Kim y ella solía pedirles a los clientes que le alcanzaran un libro o saltar estúpidamente frente a la estantería intentando cogerlo a pesar de que Marc siempre estuviera paseando por ahí.

La situación estaba haciéndose un poco insostenible y tras unos días de trabajo (totalmente infructuoso) en los que sólo habían conseguido discutir más y más, Kim decidió que lo mejor era intentar hablar con él y al menos llevar una relación cordial lo que quedaba de verano.

Ahora sólo faltaba que intentara ponerlo en práctica, tarea nada fácil porque existía un gran inconveniente nublando su decisión: el orgullo.

La campanilla de la puerta se abrió y Kim  volvió la cabeza, dispuesta a atender al cliente, pero de pronto se quedó parada en el sitio.
Un joven pecoso y de pelo rojizo entró dubitativamente en la librería. Llevaba vaqueros desgastados y una camiseta con varios agujeros por la tela.

—Rob —murmuró Marc al verlo, quedándose tan sorprendido como la chica.

De inmediato Kim estiró el cuello para ver si los demás miembros de la banda habían querido acercarse también a saludar, pero supo que tenía que actuar en cuanto vio cómo Marc se acercaba a él rápidamente.

—¿Qué haces aquí? —Inquirió ella, escandalizada, preguntándose qué diría su madre si lo viera allí después de afirmar que Marc no había vuelto con sus antiguos amigos.

Rob miró hacia el suelo, avergonzado con Kim al ser consciente de todo lo que habían hecho y cómo él había secundado las decisiones de Frank.

—Quiero hablar con él.

—No, eso no puede ser, ¡estamos trabajando!

Marc llegó hasta el chico y clavó la mirada en la joven, que volvía a fruncir los labios en esa mueca que a Marc le dificultaba gravemente la capacidad de concentración.

—Déjanos, por favor —pidió, casi rogó.

La chica quiso gritarles cualquier cosa, pero la suavidad de la voz de él tras tantos días sin hablar, la pilló desprevenida y no supo de qué otra forma actuar, aparte de yendo al mostrador a revisar las cuentas de la semana. Aunque es obvio que desde ahí hizo de todo menos comprobar los números.

Poco a poco se sorprendió al saber que realmente, Marc y sus amigos llevaban casi dos semanas sin tener contacto y que Rob era el único que había vuelto para hablar con él. ¿Qué clase de amigos eran esos?

Durante largas noches, Marc se sintió terriblemente abandonado por todos y la verdad es que se lo hubiera esperado de cualquiera de esos capullos, pero no de Robbie.
El joven le explicó durante unos minutos que en un principio Frank le había prohibido acercarse por temor a que lo relacionaran con el delito de la librería, pero reconoció que la última semana había sido todo una cuestión de culpabilidad y de miedo porque Marc pudiera odiarlo al intentar hablar con él.

Marc no estaba muy animado; respondía con monosílabos y asentimientos y no era que no hubiera perdonado a su mejor amigo en cuanto había cruzado la puerta sino que tenía demasiadas cosas en las que pensar.

—Y Kelsey está enfadada. Dice que ahora estás todo el día aquí con ella. Y que eso impide que vuestra relación avance.

Kim notó una punzada en la nuca. ¿Con ella misma? ¿Relación?
¿Qué demonios se había creído esa tía, que Marc y ella estaban liados o algo por el estilo? Miró de reojo a los chicos y un amago de satisfacción la invadió al ver la cara de extrañeza de Marc.

—¿Qué relación? ¿Un beso y ya se cree que es mi mujer?

Rob se rió, la verdad era que a él también le caía mal Kelsey. Al parecer, la única razón por la que iban con dos chicas tan… difíciles de tratar, tenía nombre y apellidos: Francis Albey.
Frank había dicho que necesitaban chicas para terminar de tener un grupo, y unos días después había aparecido con Suzanne, una de sus antiguas novias y Kelsey, su egocéntrica amiga.

Tras unos segundos sin decir nada, Robbie frunció los labios y señaló hacia la puerta con aire vacilante.

—Creo que debería irme, será lo mejor.

Miró de soslayo a Kim y después posó la vista tristemente en el final del lado derecho de la librería, donde todavía podía verse la pared ennegrecida por el humo y el hueco que había quedado cuando habían retirado la valiosa vitrina. Finalmente le dirigió una última sonrisa a su mejor amigo y éste se despidió de él con un movimiento de mano.

La campanilla de la puerta sonó alegremente cuando el chico abandonó la tienda y ésta volvió a quedar vacía de nuevo. El burbujeante sonido de la campana hacía un misterioso contraste con la atmósfera que se respiraba entre Marc y Kim.

Desde su posición, Marc podía sentir a Kim mirándolo y la verdad era que ya no tenía ánimos para seguir discutiendo con ella. Lo mejor era dejarlo e intentar estar tranquilo con todo ese asunto.

—¿Qué miras? —Murmuró dándose la vuelta para encararla. Sabía que sólo eso bastaba para desatar una guerra entre ambos, pero no estaba dispuesto a seguir con lo mismo de siempre. Quería poder hablar con ella.

—Nada.

Fue una sorpresa que Kim no alzara la voz ni se alterara y Marc creía saber exactamente qué estaba pensando la chica. Sin vacilar se acercó rápidamente hacia ella, hasta quedar frente a frente con su cuerpo.

—Sé lo que crees, pero te juro que no había vuelto a hablar con ninguno de ellos desde…

—Lo sé.

Durante un momento, Marc no supo cómo responder. Nunca podía predecir nada de lo que Kim decía, con ella sólo podía dar palos de ciego.
Estaban completamente solos en la silenciosa librería y él podía sentir cada movimiento de ella, cada respiración y hasta parecía que podía notar el calor que su piel desprendía.
Kim no era ninguna inocente, sabía lo que estaba pasando en ese instante. Sus cuerpos estaban tensos y sentía la boca seca. Los segundos pasaban y el gran reloj de cuco medía sus silencios, pero no era un silencio normal. Nada estaba siendo normal.

Ambos lo sabían, estaban a un escaso metro de distancia y estaban teniendo un momento tan íntimo que la electricidad parecía flotar a su alrededor.

¿Cómo podían romperlo? ¿Quién de los dos iba a hacerlo?

—Será mejor que sigamos trabajando.

Kim retrocedió un paso y se chocó con el mostrador de espaldas. Perdió el equilibrio durante un segundo, pero finalmente pudo mantenerlo y ponerse firme antes de que Marc la agarrara.
Ahora se sentía extraña, como si hubiera roto la burbuja gigante en la que antes estaba encerrada, con él.

—Sí, será mejor —dudó un momento—. Kim…

Acababa de decir su nombre. Era la primera vez que la llamaba así y sonaba… sonaba extrañamente bien en sus labios. Se dio cuenta de lo que estaba pensando y no pudo evitar decirse a sí misma lo que eso parecía: su cuerpo, sus reacciones… ¡todo! Todo estaba actuando como si Marc la atrajera, como… si le gustara.

Por supuesto, eso no podía ser. Ella estaba enamorada de Álex y Marc era la penúltima persona de su lista de amores posibles, sólo por delante de Frank.
¡Sólo había que verlo! Ni siquiera podía soportar su posición al estar de pie, con los hombros cuadrados, como si estuviera diciendo “yo soy el amo” y el brillo chulesco de sus ojos azules, ¡todo él era una ofensa!

No, no, no y no. Por supuesto que a él no podía gustarle Kim… esa chica, ¡la  tía que había provocado todo eso!
A él no le gustaba nadie, esas cosas sólo eran una pérdida de tiempo y estaba seguro de que con ella también lo sería. Sólo hacía falta mirarla, tenía esa expresión desafiante, con el mentón alzado y esa altura casi ridícula con los tacones y esa ropa negra tan corta… ajustada… ¡No! ¡Por Dios!

Desvió la vista de su figura, se estaba poniendo tonto y eso no era bueno. Estaba claro que simplemente era físico, a lo mejor babeaba un poquito por ella siempre y cuando no hablara y sacara a relucir ese carácter de mil demonios que poseía.

—Sólo quería decirte —su voz sonó muy ronca y rápidamente se aclaró la garganta antes de poder volver a mirarla a los ojos—. Que me gustaría que tú y yo… no estemos mal. Ya me entiendes, es una pérdida de tiempo.

Ella sonrió, le había leído el pensamiento… Bueno, lo que Kim estaba pensando antes de haber barajado la posibilidad de que él le gustara.

—Sí, yo también creo que es lo mejor.

Se miraron, un tanto nerviosos, eso no significaba que fueran amigos, pero al menos sí que podrían dejar de insultarse y gritarse.

—Bien…

Marc no supo cómo seguir. Era extraño, realmente él había creído que Kim no respondería o se negaría rotundamente, pero según había observado, no se estaba comportando con frialdad. Apenas parecía ser como él creía y eso lo desconcertaba.

No tardaría mucho en tener claro que con ella nada era seguro, que sólo podía dedicarse a arriesgar sin saber si lo acompañarían el triunfo o la derrota en cada ocasión.

Aunque, que ella hubiera llegado para sacarlo de su oscuridad, ya había sido un triunfo del que ninguno de los dos se había percatado.

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¿Qué os parece? ¿Por fin avanzamos un poco con estos dos?
Pues nada, a ver qué ocurre en el siguiente capítulo!!

Mil besos :D

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