18.

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Cada voto y cada comentario cuentan :)   

Cuando Marc llegó a la librería el lunes estaba de mal humor. Había decidido hablar con Kim y aclarar que entre ellos no podía suceder nada, y para colmo, se había cruzado con Frank después de salir de casa.

Nunca había tenido tantas ganas de correr y golpear a alguien, pero se había controlado y lo había ignorado. Le había parecido oír algunos insultos hacia él, pero no ganaría nada tirándole una piedra a la cabeza a ese cobarde.

Entró a la librería un poco asustado. La verdad era que no sabía qué hacer o cómo reaccionar. Se sorprendió cuando en lugar de Kim, quien estaba dando vueltas cogiendo y llevando libros era Simon.

—Hola.

El chico respondió al saludo alzando la mano. Desde que Marc había comenzado a trabajar en la librería no había hablado demasiado con Simon, la verdad es que entendía que no le cayera demasiado bien. Es más, le parecería raro no caerle peor.

Desde niños siempre habían sido un poco forzados a estar juntos y siendo sinceros, los intentos de sus padres nunca habían tenido mucho éxito.

Simon siempre había sido tímido y su carácter suave se veía un poco aplastado por la competitividad y ese pequeño rasgo de crueldad que Marc poseía al ser un niño. Seguramente por eso no le había costado nada convertirse en el líder del “grupo problemático” aunque en realidad nunca se hubiera sentido uno de ellos ya que también poseía rasgos “buenos” como generosidad e incluso sensibilidad escondida detrás de esa armadura.

—¿Dónde está Kim?

—Viene luego, estaba ayudando a mi madre a noséquécosa.

Marc asintió y paseó la vista durante unos segundos por la librería, sin Kim y sin ningún cliente se sentía un poco fuera de lugar, aunque la sensación no duró mucho, puesto que la puerta se abrió y ella entró cargando con una gran caja de cartón en la que meterían algunos de los libros para trasladarlos a la librería de Coolidge.

Estaba muy guapa, llevaba un fino vestido negro y corto que se ajustaba perfectamente a su menudo cuerpo. Marc sintió un escalofrío en cuanto la vio.
Como siempre, sus zapatos eran tan altos como su cabeza y pareció que tropezaría con la gran caja, pero logró mantener el equilibrio en el último segundo.

—Hola, chicos.

Kim sonrió tímidamente al ver a Marc y él no pudo resistirse a devolverle la sonrisa.

¡Joder, eso estaba mal! Tenía que “cortar” o algo así con ella, no sentir las manos sudorosas ni la boca seca al verla.

Cambió su expresión con dificultad por una seria. Kim entornó sus ojos verdes al verlo y dejó la caja en uno de los lados para que no molestara.

—¿Te ocurre algo?

—No, sí… Bueno, necesito hablar contigo.

Los ojos de Marc se dirigieron a Simon y Kim supo que se trataba de algo serio. Una parte de su cerebro pensó que quizá se encontraba relacionado con la visita que Kelsey había decidido hacerle esa mañana, pero rezó porque no fuera así.

Como no podía decirle a Simon que dejara de colocar los libros, se dirigió hacia la trastienda seguida por él y una vez dentro, Marc cerró la puerta,  esperando que la charla no pudiera oírse desde fuera.

—¿Y bien? —Kim puso los brazos en jarras.

No sabía cómo empezar, es más, ¡tampoco sabía cómo terminar ni qué decir! Se lo había preparado, sí, pero ahora con ella frente a frente no podía ni mover los labios.

—Quería decirte que no estamos saliendo.

Estuvo a punto de darse una torta a sí mismo. ¿Qué forma era esa de intentar decir algo? Kim alzó las cejas y se quedó en blanco durante un segundo.

—Ya lo sé, en ningún momento te he dicho que lo estuviéramos haciendo.

—Lo sé, quiero decir que… lo siento, pero no podemos salir.

¿Lo siento? ¿Lo sentía? Era como si salir con ella fuera hacerle un favor o algo parecido. Kim resopló, ya estaba cansada de tantas tonterías desde que había conocido a Marc.

—Si mal no recuerdo, tú me besaste, no yo a ti.

—Sí, lo sé… Pero, tú y yo…

Kim rió cínicamente. ¿Se estaba dando cuenta de lo que decía?

—¿Tú y yo qué, Marc? En ningún momento te he pedido nada, pensaba que simplemente nos gustábamos y ya. Pero veo que soy yo la que no interpreta bien las cosas.

Él se pasó la mano por el cabello castaño, despeinándose aún más.

—¡Y me gustas!

¡Oh, por Dios! ¿Cómo podía alguien estar tan confuso respecto a sus sentimientos? Kim sentía que volvía a enfadarse, como cuando lo había conocido y Marc se escondía poco a poco en su coraza, aislándose de todo.

—¿Entonces qué está pasando? —Algo brilló en sus ojos y guardó silencio repentinamente—. Es por tus amigos, ¿verdad?

El rostro de Marc se tornó extrañado.

—¿Mis amigos? ¿Qué tienen ellos que ver en esto?

—No sé, pregúntale a Kelsey que ha venido esta mañana a advertirme sobre lo mal que tratas a las mujeres.

—¿Y le has creído?

—¡Por supuesto que no! Porque sé que está loca y celosa porque yo he besado a su amigo, o novio, ¡o lo que sea!

—¡Venga, Kim! Sabes que no tengo nada con ella.

El ambiente se estaba caldeando por segundos y curiosamente, una presión parecía aplastar lentamente a Kim. Sentía tanta rabia que algo parecido a unas inmensas ganas de llorar y desahogarse comenzaban a abrirse paso en su interior.

—¡Ese es el problema, Marc! ¡NO SÉ NADA DE TI!

Él se calmó durante un segundo, ¿qué estaba intentando decirle con eso?

—¿A qué te estás refiriendo? —Murmuró suavemente, antes de oír lo que sabía que escucharía tarde o temprano.

—A que desde el principio me odiaste, y ellos también. Y cuando ocurrió lo del lago, tú me prometiste que te vengarías de mí.

Decidió afrontar esas palabras en silencio. El golpe de lo que Kim acababa de decir lo sacudió completamente pero decidió acercarse a ella lentamente.

—¿Estás insinuando que esta es la venganza? ¿Besarte y luego dejarte sola?

El llanto había llegado hasta su garganta, pero Kim no podía decir nada por miedo a acabar llorando de verdad frente  a él.

—Ella ha venido a hablar conmigo y ha dejado claro que seguís siendo amigos. Todos —susurró, intentando que su voz no se rompiera—. Y justo el mismo día has venido tú y me has dicho esto…

Marc sólo pudo suspirar. No tenía nada que decir ya que sabía que ella no lo creería y eso le dolía.

—Creo que hoy puedo arreglármelas sólo con Simon, Marc.

—Kim, te juro que yo no…

Pero ella se apartó cuando él intentó tocarle el brazo y caminó hacia el final de la habitación en una silenciosa invitación para que se fuera.

Marc se giró y la miró por última vez, se sentía fatal por absolutamente todo y lo único que quería era arreglar las cosas, acababa de descubrir que quería estar con ella. Aunque era demasiado tarde para retractarse de lo que había dicho.

Cuando Kim oyó la puerta cerrarse después de que Marc saliera de la sala, fue cuando dejó que dos grandes lagrimones resbalaran por su rostro.

***

Kim acompañó a Simon hasta la misma puerta de la librería, intentando convencerle de que se marchara.

—¿Seguro que no necesitas ayuda? No sé por qué quieres estar sola.

—Porque casi no hay clientes y vamos a cerrar en menos de una hora. Puedo apañármelas sola.

—¿De verdad? —En el rostro de Simon se dibujaba la preocupación.

—Simon, quiero pensar un poco.

La chica se apoyó en la puerta con aire cansado. Simon sabía que había ocurrido algo con Marc.
Él no era idiota, había visto las miradas que ambos se habían dirigido el día anterior en su casa y los nervios que había tenido Marc antes de entrar en el cuarto de Kim.

Estaban liados o algo por el estilo y eso no hacía que se preocupara menos, la verdad. No era especialmente rencoroso con Marc, pero si algo tenía claro era que, por cómo se había comportado hasta entonces, no se merecía a alguien como Kim.

—Sabes… sabes que puedes contarme lo que quieras, ¿no?

El joven se colocó tocó las gafas. Estaba nervioso al pronunciar esas palabras.
Kim no pudo evitar sonreír tristemente y asintió lentamente con la cabeza.

—Esta noche después de cenar. No es una historia corta, precisamente.

El chico la miró fijamente y de pronto se preguntó si Marc le había hecho daño. Durante un momento se sintió furioso, le había cogido mucho cariño a su hermanastra y no quería ni siquiera pensar en esa idea.

—Voy a llamar a Rhiannon —murmuró un poco vacilante.

De pronto Kim sonrió ampliamente, contenta.

—¿Vas a salir con ella?

—Veré si quiere tomar algo o dar una vuelta. No sé qué hacer aún.

A Simon le costaba un poco hablar sobre sus sentimientos y Kim lo sabía. No era falta de confianza en ella sino, probablemente, en sí mismo.
Según había podido ver las últimas veces que habían quedado, la actitud de Rhiannon hacia su hermanastro había cambiado bastante.

Al parecer era cierto eso de que los polos opuestos se atraen ya que no conocía a dos personas más diferentes que Simon y Rhiannon.

—Pásalo bien y luego me lo cuentas todo.

No sería correcto decir que lo empujó, aunque le faltó muy poco para hacerlo al echarle de la librería. Simon sabía que Kim aparentaba estar más feliz de lo que realmente estaba y que se alegraba sinceramente de sus progresos con Rhiannon.

Había pensado en caminar hasta la casa de la joven, pero mentiría si dijera que no le importaba la idea de llamar a la puerta y que Frank la abriera.
En lugar de eso sacó su teléfono móvil y marcó el número de la chica.
La mano le temblaba mientras su móvil le daba los tonos. Uno, dos… cinco, seis. No contestaba. Apareció el buzón de voz y colgó de inmediato.

Mierda.

La desilusión lo llenó. ¿Por qué nunca le salía nada bien? Llevaba dos años enamorado de esa chica y cuando por primera vez en su vida se atrevía a llamarla, se daba cuenta de que el esfuerzo no había servido de nada.

Resopló y pateó una de las piedras del suelo.

Al parecer él nunca conseguiría que algo le saliera medianamente bien. O al menos eso pensó antes de ver a una joven con el pelo corto dirigiéndose hacia la librería.

—¡Rhiannon! —Gritó, y se avergonzó en ese mismo instante de haberlo hecho.

La joven se giró de pronto y en cuanto identificó a Simon sonrió ampliamente. Con pequeños pasos (que más parecían saltos) se acercó hacia donde él estaba.
Él no pudo evitar sonreír también cuando vio que ella llevaba una camiseta con algo parecido a un Winnie de Pooh versión zombie. Sólo Rhiannon podía llevar una camiseta con ese estampado y además de esos colores tan fluorescentes.

—Te… te he llamado hace un momento.

—¿En serio?

Rápidamente rebuscó entre su mochila roja y sacó su teléfono móvil.

—Vaya, nunca lo oigo cuando suena. ¡Estúpido trasto!

A Simon le hizo gracia ver cómo Rhiannon le hablaba de aquella manera a su móvil. En cuanto había aparecido, todo se había vuelto de pronto más cálido, más colorido… mejor.

—Quería saber si querías dar una vuelta, pero ya veo que vas a la librería…

—No, no. Sólo quería ir a ver a Kim porque estaba aburrida, pero apuesto a que está con el chico Tyler.

“El chico Tyler” había sido uno de los apodos que Marc había tenido desde siempre en el colegio y más tarde en el instituto. Cuando comenzó a jugar al fútbol, sus seguidores lo llamaban “El gran Tyler” y poco a poco el primer apodo sólo había quedado para aquellos que no sentían mucho aprecio por él, como en el caso de Rhiannon.

De pronto Simon vio que había sido una estupidez haber intentado entrar en el grupo de Marc. Si Frank fuera su amigo, Rhiannon lo aborrecería en ese momento.
Ella era la única que sabía a ciencia cierta lo horrible que podía resultar Frank, y por eso siempre trataba de evitar cualquier cosa que tuviera relación con él.

De nuevo volvió a concentrarse en la conversación.

—No, Kim está sola. Me ha echado incluso a mí, que estaba ordenando los libros altos.

—¿Quieres decir que ha echado también a Marc? —se sorprendió cuando Simon asintió—. Oye, no es por nada… pero, ¿no te parece que entre ellos dos hay algo?

Sonrió dulcemente con excitación al decirlo. Aunque no le cayera muy bien Marc, siempre le había gustado curiosear un poco para no sentirse desentendida.

Él no supo qué decir. Sí, estaba seguro de que lo había, pero también le daba algo de pavor admitirlo delante de ella y que luego Kim se enterara.

Rhiannon vio la duda en el joven y soltó una pequeña risa. Sin más dilación se acercó al chico y lo agarró del brazo, tirando de él hacia la cafetería Sox’s, donde tenía intención de tomarse un gran batido o quizá un helado.

—No hace falta que respondas, las chicas tenemos un sexto sentido para darnos cuenta de los sentimientos de los demás.

Dejándose arrastrar, Simon tragó saliva, preocupado y rezó porque Rhiannon no usara su sexto sentido con él.

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