19.

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Cuando Kim se acostó, estaba realmente cansada de todo. Se sentía tan confusa que ni siquiera se había parado a pensar en todo lo que había ocurrido.

¿Marc no quería volver a saber nada de ella? ¡Perfecto, genial!

Sí, se sentía tremendamente estúpida. No tremenda, sino soberanamente estúpida al haber pensado que por primera vez no dependía de Álex para sentir algo por alguien.
Lo peor era que no podía quitarse a ese imbécil de la cabeza.

Todo era por su culpa, si no la hubiera besado, ella no se habría ilusionado con él y en ese momento estaría durmiendo en vez de pensando en maneras fáciles y rápidas de olvidarle. Pero no, claro que no, ¡tenía que joderla!

De nuevo sintió ganas de llorar. Eran lágrimas de estupidez, de sentirse una inocente por haberse hecho ilusiones —porque al fin y al cabo esas ilusiones se las había hecho ella solita— pero no. Haría falta algo más fuerte para tumbarla.

De pronto algo captó su atención, su móvil estaba sonando. Se abalanzó corriendo sobre él y una pequeña parte de su mente deseó que fuera Marc con alguna explicación que darle, pero por primera vez en su vida, sintió un profundo desánimo al ver que era Álex.

Para ser sinceros, no entendía qué era lo que sentía por Álex.

¿Le quería? Sí.
¿Le amaba? Ya no lo sabía.

—¿Hola?

—¡Hola Arizona, por fin contestas!

Álex parecía muy contento y una parte del corazón de Kim recordó algunos viejos momentos al oír su voz.

—¿Estás bien? —comenzó ella—. Ayer me dijiste que querías hablar conmi…

—Sí, por eso te llamaba. Es que, me siento tan solo desde que te has ido… no sabía cómo decírtelo porque siempre estás liada con la librería o con Simon.

—Sí, pero ahora podemos hablar, yo también quería contarte algo…

Al menos sabía que podía contar con Álex, que él se preocuparía y la ayudaría. Estaba dispuesta a contarle lo que había ocurrido con Marc, es más, ya no veía tan descabellada la idea de sincerarse totalmente con él. No estaba segura de sentir lo mismo que antes por él, la verdad es que Marc estaba consiguiendo meterse muy dentro de ella y demasiado rápido, pero ella quería contárselo todo a Álex. No dejarse nada.

—Te echo de menos Kimi, estos últimos días me has hecho mucha falta. —La voz de Álex se adivinaba incluso un poco melancólica, extraño ya que él siempre estaba de buen humor.

—Tú a mí también, han sucedido tantas cosas aquí que no sé por dónde empezar.

—Empieza desde el principio, pero primero escúchame. Es muy importante porque ya sabes cómo soy yo para hablar de sentimientos.

¿Sentimientos? ¿De qué iba a hablarle Álex? Totalmente en blanco, Kim sólo pudo callarse y escuchar cómo todo terminaba de desmoronarse con apenas unas frases.

—Hace un par de semanas conocí a una chica y, joder, ya sé que es precipitado… Pero me gusta mucho así que esta tarde me he decidido a pedirle salir. Me ha costado un poco hacerlo sin tu ayuda pero ella ha aceptado, ¿no es genial, Kimi?

—Ah —es lo único que pudo articular ella.

¿Qué demonios se supone que tenía que responder? Por supuesto que no iba a felicitarle y a deshacerse en aplausos. Todo eso era un asco, quería olvidarse de ese día.

—¿Estás bien? ¿Qué te parece?

—Bien —su voz era sosa. Muy, muy sosa.

—Cuéntame qué querías decirme, seguramente es más importante que esto y yo estoy aquí dándote la lata.

¿Cómo podía decir eso? Por Dios, ahora además hacía que se sintiera aún peor. Kim se dejó caer en la cama pesadamente y sus ojos comenzaron a amenazar con gotearle de nuevo. Sabría que esta vez no podría contener el llanto tanto tiempo como antes así que habló lo más rápido que pudo.

—Nada, no era nada. Oye, Álex, tengo que colgar. Hablamos otro día.

No esperó a que su mejor amigo terminara de formular su último “¿Qué ocurre?” Sino que colgó inmediatamente y se hizo una pequeña bola sobre la cama.
¡Odiaba todo eso, y además hacía un calor horrible!

Sollozó mientras recordaba la expresión de superioridad de Kelsey, el rastro de compasión en el rostro de Marc y la estúpida preocupación en las palabras de Álex.

¿Qué era lo que había hecho mal al llegar allí? El mundo estaba en su contra y ella no tenía fuerzas para ir contra corriente así que con un último suspiro y abandonándose a las lágrimas, Kim se preparó para pasar la noche en vela.

***

Con un largo suspiro, Marc se decidió a abrir la puerta de la librería. Estaba muy nervioso al saber que volvería  a ver a Kim después de lo que había ocurrido el día anterior.
Él estaba dispuesto a retractarse, había tenido toda la noche para pensar y se había dado cuenta de que le sería muy difícil dejar de estar con ella, no volver a verla y saber que todo había sido por su culpa.

Así que su decepción fue aún mayor cuando al entrar en la librería Mason, no vio la casi blanca melena de Kim y sus ojos verdes sino unas suaves ondas color miel y los grandes ojos de Emma.

No había esperado que se quedara en casa. Realmente parecía enfadada y furiosa, no dolida…

—Hola —saludó torpemente a la joven, prácticamente no había hablado con ella nunca antes de comenzar a trabajar en la librería, y aun así casi no se veían.

Ella le devolvió el saludo y lo miró durante un segundo. Seguramente daba un aspecto bastante malo. No había dormido demasiado, siendo sinceros.

—No sabrás… si Kim va a venir a trabajar hoy, ¿no?

La joven sonrió comprensivamente mirando a sus intensos ojos azules y a Marc le recorrió un escalofrío. Era como si supiera qué estaba pensando.

Ella cogió un par de libros y se dedicó a marcar los precios en sus contraportadas antes de responderle.

—No va a venir. ¿Es tu culpa?

Su voz no lo estaba inculpando sino que realmente no sabía la razón de que le hubiera tocado trabajar dos jornadas seguidas ese día. La verdad era que esa chica parecía bastante inocente a pesar de que Marc calculó que sería unos tres años mayor que él.

—Sí.

Ella asintió silenciosamente y Marc se sentó sobre una de las estanterías bajas, esperando a que ella hiciera alguna pregunta.
Pero no la hizo.
Finalmente el silencio era tan tenso (o al menos eso pensó Marc) que acabó abriendo la boca aunque sólo fuera para llenar el tenso espacio.

—¿Has hablado con ella? ¿Cómo estaba?

—Sí, me ha llamado por teléfono y me ha pedido que viniera porque ella estaba enferma, aunque no parecía enferma.

—Mierda…

—¿Qué le has hecho?

Sus ojos volvieron a cruzarse y Marc no supo decir si la voz de Emma inspiraba confianza o si simplemente él necesitaba desahogarse, pero la verdad es que en cuanto abrió la boca, no pudo parar.
No podía contárselo a Robbie y tampoco a su madre, la verdad es que se había sentido casi tan solo como cuando había muerto su padre, así que apreció tremendamente el decírselo a Emma.

Le contó lo del lago, la discusión e incluso tocó levemente el tema del incendio. Le pareció increíble encontrarse relatándole a esa casi desconocida cómo había besado a Kim y cómo habían pasado juntos ese día. Finalmente terminó representando la discusión del día anterior.

Mientras escuchaba, Emma sólo asentía o hacía alguna pequeña intervención, pero no lo interrumpió y eso ayudó bastante a que ambos pudieran entenderse bien.

—¿Qué opinas? ¿Crees que me perdonará?

Emma se llevó un dedo a los labios y finalmente dejó de colocar los libros para ponerse frente a Marc.

—Creo que eso depende de si le gustas de verdad o no.

—Creo que sí… —Murmuró él, pero se calló enseguida.

—¿Te lo ha dicho ella?

—No lo sé. ¡Todo esto es un lío!

La joven sonrió y unos pequeños hoyuelos aparecieron en sus mejillas. Se dirigió de nuevo al mostrador y siguió apuntando precios y ventas.

—Es un lío, pero para ti también depende de si te gusta de verdad o no. Si es que no, mejor no pierdas el tiempo o ambos acabaréis mal. Si resulta que sí, no te lo pienses y ve a por ella.

Él miró al suelo un momento. ¿De veras lo mejor era ir a buscarla? El plan le daba un poco de miedo, pero realmente era lo que tendría que acabar haciendo.

—Sí, me gusta de verdad. Estoy seguro.

—¡Pues ve a por ella!

La joven soltó un pequeño grito y ambos sonrieron. ¡Sí, iría! Se levantó enérgicamente de la estantería y se dirigió a la puerta, pero un carraspeo llamó su atención. Se giró de nuevo hacia Emma.

—Quiero decir, ve y habla con ella… cuando acabes tu jornada. No voy a quedarme sola otra vez.

Y antes de que los primeros clientes llegaran a la librería, Emma ya se había encargado de ordenarle un millón de tareas a Marc, aunque por el consejo que la chica le había dado, valía la pena.

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