Capítulo 1

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25 de Septiembre del 2025

Y entonces sucedió, una tarde soleada se pintó de completa oscuridad.

Me encontraba recolectando la basura en las calles del vecindario cuando de repente todo quedó lóbrego, tal vez perdí la vista o quizás habían puesto un velo negro sobre mis ojos, no lo sé.

Se sintió como si el aire a mi alrededor se detuviese, mis brazos temblaron al sentir frío y los gritos de los vecinos que no tardaron en aparecer segundos después de la electricidad desaparecer, busqué mi celular y encendí la linterna que venía agregada en el para iluminar el camino de regreso a casa, mis padres no se encontraban y había dejado a Aaron solo en la sala jugando videojuegos.

Todo pasó muy rápido apenas logré llegar a casa mientras veía como algunas personas corrían preguntando si alguien sabía que sucedía.

Yo también tenía esas preguntas pero mi única intención era llegar junto a mi hermano y asegurarme que todo con él estuviese bien, ya luego investigaría que sucedía con esa oscuridad.

Ni sol, no luna, ninguna estrella podía apreciarse sobre el cielo.

La verdad es que pasaron muchos días desde esa tarde y cuando me di cuenta del tiempo ya me encontraba en la cocina de mi casa en busca de velas y fósforos y entonces allí fue donde escuché algo chocar violentamente contra la pared de al lado, no dudé en acercar y pegar mi oído a la fría pared esperando lograr escuchar lo que se movía allá fuera y en tan solo segundos un completo silencio cubrió toda la casa y ya no volví a escuchar a nadie murmurar en la sala.

—¿Qué haces? —Preguntó mi hermano menor Aarón de seis años.

—Me pareció escuchar a alguien. —contesté en un susurro al verle llevar ese abrigo verde que me traía  recuerdos de mi padre cuando nos contaba que eso lo hacía sentir más fuerte en los días duros de su juventud.

—Aquí no hay nadie, ya volvamos Marce nos espera y ya sabes lo que pasa si nos quedamos sin iluminación.—espetó tomándome de la camisa.

Lo sostuve y guié junto a mi de regreso a la sala. El tomar su fría y pequeña mano me recordó que no podía dejar ver mis miedos ante él.

—¿Por qué tardaste tanto Celina?—gruño mi amiga levantándose del sofa—ya sabes lo que pasó la última vez que se apagaron todas las velas.

—Lo siento no podía encontrar los fósforos—me  disculpé tomando el antiguo candelabro plateado de cinco velas de mi madre, removiendo lo que quedaba de cera y colando las últimas tres velas que encontré en la cocina en el.

—¿Por qué no le cuentas lo que escuchaste?—espetó mi pequeño hermano jalando de mi camisa.

—No hay que preocuparla tal vez solo fue el viento—le guiñé.

Como casi todo el tiempo los gritos inquietantes volvieron aparecer, estos empezaron a ocurrir casi al instante en que dejamos de ver al sol, la radio era una total porqueria, el internet murió en instantes y la electricidad no pareció más que un sueño que tuve alguna vez. En la casa solo nos encontrábamos  mi amiga Marce quien logró llegar junto a nosotros un día después del incidente, Aaron y yo.

—Ya tenemos varios meses viviendo así y aún no sabemos nada de lo que ocurre—espetó Marce—no sabemos qué está pasando o si son extraterrestres.

Habían sido tantas las teorías que habíamos  debatido esos  últimos días que hubiese creído fácilmente en cualquiera, pero solo había  una a la que temía y era que esa oscuridad se volviera  nuestra nueva realidad. Habían pasado días desde que supe algo de mis padres, vecinos o del resto del mundo, cada vez que escuchaba esos gritos no podía  evitar sentir escalofrios recorrer mi cuerpo seguido de un profundo miedo de lo que sea que se encontraba allá afuera haciendo que las personas supliquen por ayuda.

—Ya no tenemos provisiones todo lo que quedaba en la despensa se agotó—confesé sabiendo que los primeros días encerrados estuvimos comiendo como locos pensando que la situación sería algo efímero—deberíamos tratar de contatarnos con los vecinos del lado, ellos quizas nos puedan ayudar.

—¿Y si no? ¿Y si están todos muertos? —inquirió Marce preocupada mientras se acercaba a mi contando las velas en el candelabro. Desde que la conocí siempre fue una chica algo explosiva, piel clara, veinte años, ojos verdes y solía llevar el cabello rosa, lo que a mi me parecía bastante innovador.

—No seas negativa ellos están bien.—gritó Aaron a mi lado.

—Lo que digo puede ser cierto—espetó mi amiga—¿de dónde creen que vienen todos esos gritos? son personas siendo atacadas por algo o tal vez vieron algo que los asusto y por lo cual hemos estado aterrados.

—Debes tranquilizarte— dije viendo a Aaron esconderse tras mi—todos estamos asustados pero no lograremos nada si ahora perdemos el control.

Bufó.

—Entonces, ¿qué haremos? debemos conseguir comida o moriremos de hambre o tal vez peor, que lo que sea esté allá afuera entre aquí y nos mate, quiero volver a mi casa. —Soltó ella caminando en círculos apretando su abrigo gris.

—La única manera de conseguir comida es saliendo. —comenté observando a mi hermano menor antes de decir una palabra más recordando que estaba en mi casa y era mi responsabilidad que todo esté bien cuando mis padres no estaban. Y si, aún en ese tipo de situación.

—Lo haré yo.—confesé frunciendo el ceño—Tú cuida de Aaron mientras lo hago pero tendré que tomar una vela de las velas y la última caja de fósforos que nos queda y espero lograr llegar a alguna casa—me acerqué a mi hermano agachándome a su nivel—vuelvo enseguida, ¿ok?

—No.—gritó él sujetándome fuerte.

—Escucha—lo aparté—yo soy tu hermana mayor y le prometí a mamá que cuidaría de ti,—lo vi a sus ojos cafés—estaré bien, déjame hacer mi trabajo y mientras te encargo cuidar de la casa ahora tú eres el hombre de la casa, ¿está bien?

—Está bien—contesto de mala gana mirando hacía el suelo.

Lo abracé con fuerza mientras intentaba controlar el temblor de mis piernas, hacia  tiempo que no salía de la casa y la última vez que miré por la ventana todo estaba asquerosamente oscuro.

Me levanté.

—Cuando salga te apresuras y cierras la puerta—le di intrucciones a Marce—si escuchas algún grito no salgas debes mantenerte todo el tiempo junto a él y cuidarlo, incluso si soy yo la que grita debes quedarte aqui, ¿lo entiendes?

—¿Estás segura de hacer esto? —inquirió dandome un abrazo.

—De hecho no pero debo de hacerlo, o al menos tengo que intentarlo siento que si no hago algo me volveré loca con todos esos gritos, quiero saber que está pasando.—ella asintió—Lo haremos a la cuenta de tres—dije mientras la idea de salir me estaba matando, era obvio que temía el dejar la casa pero debía hacerlo.

Al abrirse la puerta tenía que correr hacía la izquierda que es donde se encontraba la casa de los Jeins, era la casa más cercana y los únicos vecinos con los que había hablado desde que nos mudamos en esa ciudad.

Vi a Marce hacerse a un lado junto a la puerta y trague saliva mientras mi subconsciente le gritaba a mi cuerpo que debía reaccionar y moverse, para ser sincera no sé cuantas veces tuve que repetirmelo hasta lograr entenderlo.

—Tres—murmuró ella preocupada por mi próxima salida.

Caminé hasta salir de la casa sin tener visión de nada, di la media vuelta para ver a mi hermano sostener el candelabro de mamá con dos velas en el parado junto a la puerta mientras esta se cerraba y a la vez la poca iluminación que había desaparecía.

Di varios pasos hasta que corrí logrando chocar fuertemente con algo pero de inmediato entendí que era el auto de los Jeins, apreté la pequeña caja en mi mano y me apresuré en encender un palillo de fósforos.

Mi primer intento fue fallido pero el segundo sirvió.

Encendí la vela y llegué hasta la puerta logrando entrar en la gran y fría casa.

—¿Hay alguien? —Repetí varías veces esperando alguna respuesta sin señal de iluminacion además de la mía o alguna otra persona.

Todo estaba tan ordenado que parecía ser que había pasado tiempo desde que alguien estuvo allí, tal vez cuando inició todo ellos  se encontraban de vacaciones o fuera, solo esperaba que todos se encontraran bien ya que solían ser buenos vecinos con nosotros.

Me moví con cuidado hacia la cocina y busqué una canasta de esas grandes que sabía la señora Jeins solía tener, abrí su despensa y me alegró ver que había algo de comida guardada allí, ella era de esas señoras que no podían ver que algo se les agotaba  porque corrían hasta el final del mundo por más.

Tomé los enlatados, jugos y galletas de trigo que encontré y recordé que su marido solía tener linternas guardadas en caso de apagones. Mi padre siempre decía que eran innecesarias ya que la electricidad en la ciudad muy rara vez se cortaba.

Ya vemos que se equivocó, una cosa más que agregar a su gran lista de fracasos.

Me daba pena tener que tomar las cosas de esa manera pero no existía otra forma, de todos modos la familia no se encontraba en casa y en ese momento nosotros lo necesitábamos más que ellos. Habría sido un pecado dejar que todo se echara a perder como en su refrigerador mientras pasábamos hambre.

Además estaba segura de que cuando los volviera a ver les regresaría todo lo que estaba tomando.

Me incliné sobre la mesa para cambiar las pilas y probar una de las linternas que encontré guardadas para asegurarme de que funcionaba, esas cosa eran mucho mejor que tener una vela en la mano quemándome con la cera o apagándose cada vez que me movía.

Salí de la casa con la linterna encendida  y lo primero que vi fue el auto rojo de la señora Jeins, me alegraba ver que era eso y no otra cosa. Pero incluso con esa luz lo que lograba ver en ese momento era muy poco.

Mientras regresaba junto a los demás sentí  un escalofrio correr por mis pies y mis miedos se dispararon, ya había llegado tan lejos y no pude creer que no lograría  entrar de vuelta a mi casa, me giré despacio moviendo la luz en mi mano hacía todos lados pero no logré ver nada.

Todos estaba completamente oscuro y solitario.

—Apúrate, ábreme.—grité mientras golpeaba la puerta de mi casa—Aaron, Marce, vamos abran la puerta.

Tenía miedo de que lo que sea que estaba allí afuera me atacara, mi pecho subía y bajaba mientras los pensamientos negativos me agobiaban, definitivamente el peor enemigo que tenemos es nuestra mente.

La puerta empezó abrirse cuando sentí el peso de un violento empujón mientras caía dentro de la casa al la puerta terminar de abrirse.

Me di la vuelta confundida viendo como todo lo que había conseguido se encontraba regado sobre el suelo y para mi sorpresa teníamos un nuevo acompañante pero más que eso lo que me preocupaba era el porqué la puerta aun seguía abierta.

—¿Quién eres y qué haces aquí? —pregunté levantándome al chico de abrigo negro mientras Marce reaccionaba y cerraba la puerta.

—Apresúrate y apaga esa luz los estás dirigiendo hacía a ti. —indicó él removiendo la capucha del suéter de su cabeza.

—¿A qué te refieres? —inquirí cuando de repente  sentí algo arrastrarse en el patio.

¿Qué rayos ha sido eso?

—Date prisa y apágala o todos moriremos. —gritó lanzándose hacía mi tomando la linterna de mis manos— Que nadie hable ni haga el más mínimo ruido.

Experimenté el frío como nunca antes entrar a la casa mientras nos quedábamos en silencio como momias sin mover un músculo como había indicado el desconocido que se encontraba ahora en medio de mi sala junto a nosotros.

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