2° En el castillo

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El castillo de firmes e impecables muros blancos se alzaba imponente a tan poca distancia, sus guardias, protegidos por armaduras de un azul oscuro casi negro que los simbolizaban como protectores de dicho reino, marchaban a paso firme por los alrededores en busca de alguna amenaza que sabían no encontrarían, al parecer el “sabio” rey que los dirige siempre solucionaba cualquier indicio de amenaza antes de volverse peligroso.

Troto con cierto apuro a las puertas de madera de hierro, resistentes ante los ataques y de apariencia fiera a los visitantes, aunque para ella otra parte de su “querida” rutina. Los guardias que vigilaban la puerta con solo notar su armadura plateada decorada se apresuraron en abrir las puertas para darle paso, ya sabían quién era y merecía su respeto. La fiera dama entro con la frente en alto, su orgullo y fuerza eran algo que incluso al verla de lejos se notaba, y a paso firme se dirigió al patio de prácticas, su rey la había llamado y debía ir cuanto antes. ¿Por qué al allá? Aquel curioso “gobernador” se la pasaba entrenando o explorando, todos en el reino lo conocían, todos lo “adoraban” o temían. Los pocos caballeros dentro del castillo se hacían a un lado al verla acercarse dando un saludo formal a la felina, esta solo asentía levemente sin detenerse a verlos.

El castillo a simple vista era elegante y con adornos finos, cualquiera con solo ver los pasillos más cercanos al salón del trono sabría el poder y riquezas que tenía el reino, aquellos caminos llenos de decoraciones como jarrones valiosos con flores raras, pinturas antiguas de reyes muertos, cortinas rojas de seda ocultando cada ventana y algunos adornos cubiertos de oro y plata. Aunque hasta ahí se quedaba, el resto de los pasillos eran simples, sin tanto adorno o carezas, las cortinas de tela más simple igual rojas, los jarrones fabricados por simples comerciantes del pueblo llenos de flores hermosas por más comunes que fueran, poco más se podía ver.

La felina había caminado medio castillo hasta llegar a su destino, aquel patio donde el talento de muchos había salido a la luz, lleno de paz y el sonido del metal chocar, aquel lugar de entrenamientos era conocido por su gran tamaño, un ambiente tranquilo para meditar pero equipado para las más duras luchas, donde guardar armas y probar otras nuevas. Cada día los caballeros entrenaban al chocar sus espadas, afilar sus técnicas era lo que cada uno ansiaba, demostrar ser el mejor y lograr su deber de proteger el reino, su honor de eso dependía.

– ¿Majestad? –llamo el caballero buscando al rey, su voz serena pero firme lograba proyectarse como si de un rugido de tratar, en cada rincón la podrían oír sin problema.

Observaba a los lados con cierta curiosidad, atenta a los sonidos de ramas u hojas, básicamente intentando percibir cualquier movimiento, aunque eso poco ayudaba a ubicar al erizo que nunca se quedaba quieto. Noto una mancha azul que iba de un lado a otro a un par de metros de su posición, al parecer jugaba consigo mismo, la felina tomo aire con leve fastidio y se dirigió donde lo había divisado, quizá solo quería que ella lo acompañara en otro de sus raros pasatiempos. Cosa que no le gustaba mucho a ella.

-¡Percival! –Saludo el erizo frenando frente a ella, el caballero retrocedió un paso con cierta sorpresa, la velocidad del “rey” era algo que no terminaba de asimilar, una breve sonrisa burlona se posó en su rostro—Has tardado.

-Andaba entre mis deberes, Majestad.

-No importa realmente, aún hay tiempo de hablar.

El tono del erizo era serio y con cierta ¿duda?, o eso percibió que era, pero aún no perdía ese aire relajado que tenía desde que había aparecido en ese lugar, se dio la vuelta contemplando el paisaje como si deseara pensar, su mirada verde se perdía entre las flores que pronto marchitarían y el viento que arrastraba hojas coloridas. Percival lo observaba con cierta curiosidad a través de la visera del casco, aun cuando no entendía del todo sus costumbres sabía que esa forma de comportar solo anunciaba algo poco bueno, quizá una despedida o una “llegada”.

-Hace poco Merlina me conto una “historia” –comento llamando nuevamente la atención de la dama. –Una vieja guerra entre 7 reinos, aunque yo solo conozco este ¿Qué sabes de eso?

-Hace años, esta tierra era gobernada por 7 reyes… Uno de ellos ataco a los demás sembrando desconfianza, tras esa guerra solo quedo un rey y un reino. –respondió al instante, su tono serio casi parecía que leyera las palabras.

-¿Qué paso con el que inicio todo?

-fue consumido por la magia que desato.

-¿Quién lo detuvo?

-nadie lo sabe, un día de pronto todo lo marchito se volvió ceniza y las plantas volvieron a reverdecer, aunque poco fue lo que se salvó.

El erizo guardo silencio algo distante, parecía reflexionar de lo dicho como si algo de todo aquel mito fuera de importancia, aun cuando ya el tiempo haya pasado y simple historia se haya vuelto, la felina se cruzó de brazos observándolo curiosa, quería analizarlo hasta entender su razón.

-¿Qué se sabe de esa magia?

-era muy peligrosa, en la actualidad nadie sabe usarla por su gran dificultad de control.

-¿Qué hacía?

-Tampoco han logrado saberlo con exactitud…

El rey dio un leve resoplido rascando su mejilla, su mirada seguía perdida en la nada y su ceño levemente fruncido le daba un aire distante y molesto, como si algo no anduviera como él deseaba. Percival comenzaba a impacientarse por las simples preguntas, piezas faltaban y eso ya la hacía dudar, quería saber la razón de eso.

-¿Por qué me ha llamado?

-Tengo una misión para ti… Hay una “tierra” que me vendría bien que visitaras.

-¿Qué hare allí, señor?

-Informarme y proteger el lugar

La felina abrió la boca para cuestionar la orden, como caballero de la mesa ese tipo de oficios era incluso una ofensa para su talento y cargo, Sonic alzo su mano cubierta por aquel guantelete en seña de silencio, su mirada seria se clavó en ella en una petición muda. Eso iba enserio, aquel erizo no solía ser serio ni pensativo como ese día se mostraba, usualmente en las misiones siempre se lanzaba a la primera, atacaba divertido ante la batalla y nunca dejaba solo a sus soldados, no ordenaba ir a explorar y casi nunca mandaba a sus caballeros a otras zonas, nunca había sido su estilo; eso lo hacia Lancelot, caballero en jefe y el mas fuerte del reino conocido.

Al fin y al cabo Sonic no parecía el rey de esas tierras, desde un comienzo nunca intento desemplear ese papel, parecía más bien un simple caballero de alma libre cual viento, su mirada cual profundo bosque siempre reflejaba diversión y entusiasmo, su tono alegre y bromista solo buscaba hacer sonreír a otros (a su peculiar manera), su actitud relajada pero fiera al combate, Nadie lo tomaría enserio como líder a la primera. Pero eso era y todos lo respetaban, dejaba a todos elegir y las leyes nunca las hacia él, (ella como su consejera había decidido encargarse del orden y normas) pero defendía de todo corazón a su gente y nunca daba orden en vano, por más extraña que fuera. Eso fue lo que la hizo callar.

-¿A dónde he de partir?

- ve a los límites del norte y reúnete con Galahad… él ya sabe lo que viene

-¿Tiene que ver con la misión de Lancelot?

-Todo sea para proteger a quienes nos rodean –Se limitó a contestar. —Tiene que ver con esa misión.

-en cuanto el sol salga me marchare, Majestad… confió en su juicio.

Sonic asintió levemente y observo a Percival hacerle una reverencia en despedida antes de enderezarse y comenzar a caminar devuelta al castillo, notaba duda en su andar pero determinación en su mirada, sabía que a ella no le gustaba actuar sin razones… pero de no estar seguro no valía la pena asustarla. Nuevamente quedo solo en aquel patio de variados colores, empezaba a dudar de su postura y cargo, extrañaba a sus antiguos amigos, incluso su espada que andaba por otros lares le hacía falta.

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