Noche de Brujas

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Relato en colaboración con autumn-may


Brujas, Bélgica

Emma se encontraba terminando su horario de trabajo cuando una de sus compañeras le mostró un folleto de Halloween, los ojos de la chica se dirigieron al papel brillante donde se anunciaba una fiesta en el único castillo que se encontraba muy cerca de la ciudad donde había llegado para trabajar por la temporada de otoño.

—¿Qué te parece si vamos a la fiesta? El dueño del lugar envió invitaciones a los ciudadanos.

—Ni loca, no me gustan los disfraces, siento que pierdo tiempo de hacer algo más importante para ir a una fiesta, sea de Halloween o de cualquier otra cosa.

—No seas aguafiestas, Emma —se quejó Ann haciendo puchero—, anímate, dicen que será alucinante, más en un castillo donde ronda esa leyenda que todos saben.

—¿Cuál leyenda? —preguntó curiosa la joven.

—¿Acaso no lo sabes? Todos aquí conocen la historia.

—¿Te acuerdas de que soy nueva? —dijo con algo de burla—, así que, tendrás que contarme.

—La leyenda cuenta que ese castillo está encantado —su voz sonaba con un hilo de suspenso mientras se la veía a la chica acercarse a su compañera despertando su interés—, siglos atrás vivió un hombre muy rico, no sé si era algo así como un caballero, líder de una caballería de la época medieval, que jugó una apuesta con sus compañeros para conquistar a la hija de un hombre al que lo conocían por beber sangre de ganado, todos hablaban a espaldas de él.

—¿Bebía sangre de ganado? Qué asco —declaró Emma con la cara contrita.

—La gente decía que era un vampiro y nadie quería meterse con él, pero las cosas no fueron buenas para este caballero.

—¿Qué le pasó? —Los ojos de la muchacha se abrieron de par en par queriendo saber más cosas de aquella leyenda.

—La hija de este hombre se enteró de lo que habían hecho, se lo contó a su padre y una noche mientras el caballero dormía, una mujer de una belleza perfecta se le apareció en la cama, lo besó en los labios, dejándolo más aturdido y le hincó los colmillos en el cuello.

—¿Era la hija del supuesto vampiro? —Su interés fue en aumento.

—No, era el padre que se transformó en una mujer para engañarlo. Cuando el caballero se despertó por completo al sentir dolor y viéndose los dedos con sangre, el vampiro, ya convertido en su forma verdadera, la de un hombre, le advirtió que jamás iba a ver la luz del sol, nunca volvería a ser un humano común, tampoco debería poner un pie en el exterior del castillo, puesto que, si lo hacía, sería polvo.

Un golpe en seco sobresaltó a ambas y se dieron vuelta mirando el sector de las mesas.

—Lo siento, no se cerraba bien la ventana —se excusó uno de los empleados.

—Nos diste un buen susto —admitió Emma bebiendo un poco de agua para calmarse—. ¿Ese hombre vive?

—Te estoy diciendo que es una leyenda, las leyendas no existen, Emma —se lo recalcó para que dejara de pensar en eso—. Solo lo hacen para crear intriga a quienes van a recorrer esos lugares.

—Algo de verdad deben de tener, si no, nadie hablaría de ellas hasta hoy en día.

Emma continuaba intrigada por querer saber más sobre la leyenda de ese caballero y no perdió tiempo en preguntarle más cosas.

—Oye... dime algo más sobre esa leyenda, ¿el hombre nunca más apareció por aquí?

—Dicen que no, es más, mi madre suele contarla también, incluso con la posible reversión del hechizo.

—¿Hay una manera de revertirlo? —Levantó las cejas con atención.

—Sí, el vampiro le dijo que solo una mujer de buen corazón y que lo ame de verdad, revertirá el hechizo, de otra manera permanecerá allí.

—Espera, ¿que lo ame de verdad para quedarse con él dentro del castillo como un vampiro o que podrá salir de su residencia siendo un humano común? —inquirió con insistencia y pensó algo más.

—No tengo idea, yo no le presto atención a mi madre cuando le cuenta a los demás esa leyenda.

—¿O será que podría salir del castillo siendo vampiro? —Se frotó la barbilla con el dedo índice ya casi pensando para ella misma que para su compañera de trabajo.

Ann cortó en seco la conversación y se terminó por acomodar el abrigo, Emma terminó por hacer lo mismo. Las luces del lugar se apagaron y los tres compañeros se saludaron en la entrada cuando cerraron la puerta. Ann y Jack dieron media vuelta para irse juntos puesto que ambos vivían muy cerca del otro, pero Emma tomó el camino de la derecha, donde debía ir a pie, casi en el límite de aquel castillo. El ulular de las lechuzas se escuchaba muy nítido y la chica se ajustó mejor la bufanda, la zona por donde caminaba era asfaltada, pero tenía árboles y ligustrinas, la noche estaba fresca y la brisa otoñal movía las copas de los árboles que cada vez se iban quedando sin hojas.

"Emma..." —Una voz masculina susurró su nombre en el silencio de la noche y la joven se giró en sus talones sintiéndolo cerca de ella, pero nadie estaba allí.

Caminó con pasos ligeros para llegar a su departamento y cuando lo hizo cerró la puerta y recostó la espalda sobre esta sin encender las luces e intentando calmarse, miró por la ventana hacia el castillo encantado. Una luz se prendió en la planta alta y retrocedió chocando con la mesita y volcando un cuenco decorativo de cerámica que se hizo trizas contra el suelo.

Sacudió la cabeza para no pensar más en aquella leyenda que rondaba el castillo con su caballero vampiro, y encendió la luz, se quitó el abrigo y la bufanda y entró a la cocina para sacar la comida de la noche anterior y calentarla en el microondas. Dos horas más tarde, estaba acostada intentando dormir.

Fue un sueño intranquilo. Imágenes de un castillo antiguo, gente bailando en un gran salón; el rostro de un hombre sobresaliendo entre la multitud, fue motivo suficiente para que decidiera ir a la fiesta de Noche de Brujas. Necesitaba satisfacer su curiosidad y tal vez algo más...

Improvisó un disfraz de mujer vampiro entre las cosas que tenía en su armario. Echó una última mirada por la ventana, luces de neón envolvían al viejo castillo, la fiesta había iniciado. Se dirigió al lugar en un taxi, al llegar fue recibida por el mayordomo, quien la guió a la estancia donde estaba reunida la gente del pueblo.

Quedó impactada con la imagen, el salón era el mismo que apareció en sus sueños. ¿Cómo era posible que hubiera soñado con algo que jamás había visto? Arrugó la frente e intentó hallar una respuesta lógica. Analizó en que tal vez vio alguna postal y no lo recordaba. Aquel pensamiento la dejó más tranquila... o solo se estaba engañando así misma.

Alzó la vista, varias lámparas de araña pendían del techo, la iluminación en tonos lilas y rojos le proporcionaba elegancia y tenebrosidad al ambiente. No pudo definir si los murciélagos distribuidos en las paredes y ventanas eran una decoración más o si eran reales, no parecía que fueran de plástico. Si llegaba a encontrarse con el dueño, le preguntaría.

Buscó entre los disfrazados a una bruja y a un pirata. Ann le comentó que serían los disfraces de ella y Jack. Los encontró en la barra, esperando que el barman "Frankenstein" les entregara sus bebidas. Los saludó con la mano y fue para allá.

—¡Emma, viniste! —exclamó Ann al verla.

—Hola, Emma —saludó, Jack.

—¡Hola! —contestó de vuelta—. Sentí curiosidad de saber cómo es este castillo por dentro. —Encogió los hombros.

—Qué casualidad. El dueño está ofreciendo una visita guiada por su castillo, puedes apuntarte al tour —informó Ann.

Emma meditó las palabras de su amiga, sería una excelente oportunidad para conocer los distintos rincones de la arcaica edificación, aunque en el fondo no estaba segura de querer hacerlo. Sacudió la cabeza, atribuyó a la festividad de brujas la sensación de desasosiego que tenía.

—El Vizconde de Meinster viene para acá —dijo Jack.

"Emma..."

Oyó que la llamaban.

—¿Escucharon eso? —Emma ladeó la cabeza tratando de ubicar la voz entre el bullicio.

—¿Oír qué? —Ann la miraba sin entender.

"Te estaba esperando, Emma".

La joven sintió escalofríos, alguien susurraba en su mente, ¿o solo eran ideas suyas?

—Emma —la misma voz volvió a pronunciar su nombre, pero esta vez no fue su imaginación.

—Robert... —correspondió en tono familiar, como si lo conociera de toda la vida.

—¿Desea un tour por el castillo? —inquirió un hombre de rasgos fuertes y de un atractivo que rozaba la perfección.

—Sí, me gustaría. —Emma lo miró embelesada, parecía que un hechizo había caído sobre ella.

El hombre le extendió el brazo y ella lo tomó. Caminaron juntos hacia las escaleras que llevaban al segundo piso.

—¡Nos vemos luego! —Ann elevó la voz para que Emma la escuchara.

Ann y Jack llevaban varios mojitos calavera encima lo que impidió que se percataran de alguna anomalía. De haber estado en sus cinco sentidos, tal vez habrían podido hacer algo. Tal vez...

El piso superior estaba demasiado silencioso, totalmente en contraste con la fiesta en el gran salón. El viento glacial que ingresaba por las ventanas abiertas y el ulular de las lechuzas componían una melodía fantasmal. 

Emma se soltó del brazo de Robert. Miró en diferentes direcciones, desconcertada. Se hallaba en una habitación de época medieval y que por su decoración se trataba de los aposentos de una mujer. Se acercó a la ventana y desde allí divisó la que era su casa. Retrocedió, asustada.

Robert notó que el sortilegio perdía efecto en Emma. Debía apurarse, de lo contrario tendría que esperar al próximo Halloween.

Es hora de recordar, Emma...

Le susurró con voz aterciopelada.

Varias imágenes empezaron a inundar la mente de la joven, imágenes de una época pasada. Se agarró la cabeza con las manos, perturbada por la ola de recuerdos. Para cuando todo acabó, Emma ya no era la misma.

—Robert —dijo ella, reconociendo al fin al hombre que tenía enfrente. Un hombre que amaba a pesar del daño que le hizo.

—¡Mi querida Rose, no sabes cuántos siglos esperé tu reencarnación! —Le asió de las manos—. Estoy arrepentido del mal que te causé, y quiero que sepas que en verdad te amaba y aún lo hago —susurró con lágrimas en los ojos—. Estoy maldito, pero con tu perdón la eternidad ya no será tan dolorosa—. ¿Podrás perdonarme, Rose?

Rose no esperó tal revelación. Robert la amaba, y esa verdad lo cambiaba todo, sin importar el tiempo transcurrido.

—Ni en mil años pensé que nuestros caminos se volverían a cruzar —respondió Rose con un ligero tono de reproche—. Sin embargo, tres siglos es mucho tiempo para seguir guardando rencores. Lo intenté, pero nunca dejé de amarte —confesó—. Te perdono, Robert. Te libero de la maldición que mi padre conjuró sobre ti. —Le sonrió con amor.

La esperanza vibró en los ojos de Rose, iniciarían una vida juntos en un mundo diferente al que nacieron y formarían el hogar que tanto anheló.

Mas las cosas no saldrían exactamente como ella esperaba...

Robert se tomó unos minutos para saborear la libertad después de trescientos años de cautiverio. Con el perdón de Rose, la maldición que pesaba sobre él se rompió y al fin podría abandonar el castillo.

Solo.

Ciertos sacrificios debían hacerse...

—Por lo visto no conoces toda la historia —siseó Robert. La faz de amante arrepentido se transformó en una mueca malévola—. Solo una mujer de buen corazón y que me amara de verdad podía romper el hechizo, pero... —hizo una pausa dramática—, a cambio ella ocuparía mi lugar.

Rose abrió los ojos desmesuradamente. Sintió como grilletes invisibles la encadenaban a las paredes del castillo. Bajó las gradas a toda prisa con la intención de constatar algo. Fue a una zona solitaria de la fortaleza medieval, se detuvo en el portón que daba a una calle poco transitada, extendió la mano, un polvo grisáceo se desprendió de la piel.

¡No podía ser posible! Robert la había engañado de nuevo.

—El mundo ha cambiado, pero tu ingenuidad no.

—¡Maldito seas, Robert! ¡Algún día renacerás y me vengaré de ti!

—Tu deseo no se cumplirá —esbozó una sonrisa afilada—. Hallé la forma de conservar mi inmortalidad. En siglos de existencia se aprenden muchas cosas —se carcajeó—. Adiós, querida Rose. Espero que el encierro te siente bien.

Robert abandonó el castillo encantado para no volver más. Una nueva vida, plagada de sangre, horror y muerte le esperaba. La ciudad de Brujas sería un buen lugar para el comienzo de una fructífera era vampírica.



Nota curiosa

El disfraz que usaría Emma iba a ser otro, el de "Jessica Rabbit", pero por cuestiones narrativas (como ya se habrán dado cuenta), se sustituyó por la de un vampiro. Paradójico y oportuno, dado lo que ocurre con ella al final del relato muajajaja.

Silvi, mi amiga argenta, ¡mil gracias por escribir este relato vampírico conmigo! TQM

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