Capítulo 15. Phoebe Grey

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Phoebe Grey.

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—¡Adiós, chicos! —mamá toma su bolso rojo a juego—. Pueden dormir hasta tarde, pero no demasiado y laven sus dientes.

Harry, Teddy y yo asentimos por tercera vez a sus indicaciones, mirando a papá ir de un lado a otro acomodando su corbata de moño.

—No molesten a Gail, es su día libre, pero se queda a hacerles compañía.

—Jodida mierda... —papá gruñe—. La maldita cosa no se queda quieta, Cerecita.

Mamá pone los ojos en blanco y gira hacia él, dejando el bolso de nuevo sobre la mesita.

—Eso es porque estás tirando de ella, no lo hagas.

—Se siente como una puta correa, no la quiero.

Ella lo ignora y reajusta la corbata que lleva un elástico en la parte trasera, dudo que sea tan apretada como dice. Luego vuelve a tomar el bolso.

—Estás listo, ahora vamos o llegaremos tarde. —abre el bolso y saca un par de billetes que pone en mi mano—. Pueden pedir la cena.

Mamá tiene qué arrastrar a papá al auto para ir a la gala anual de la policía, un evento muy conocido en la ciudad y al que papá jura cada año que no irá.

El auto desaparece de la entrada y Teddy cierra la puerta, listo para volver a su videojuego de la sala mientras Harry y yo volvemos a nuestras habitaciones.

—¿Y bien? —señala el dinero en mi mano—. ¿Pedimos pizzas para la cena?

Antes de que podamos responder, otro auto se detiene en la entrada sonando el claxon como si su vida dependiera de ello.

—¿Qué rayos? —Teddy abre la puerta para asomarse y su expresión cambia—. ¿Jamie?

Harry y yo lo empujamos en nuestro intento de salir y observar lo que ocurre. La camioneta familiar de la señora Sawyer está en la entrada y mi chico sostiene la puerta corrediza abierta.

—¡Hey! —grita—. Vamos a ir a comer pizza, ¿Quieren venir?

Las dos rojas se encuentran al frente de la camioneta saludando, luego Liam asoma su cabeza rubia por detrás de Jamie.

—¡Phoebe! ¡Harry! ¡Vamos!

No lo piden dos veces.

Mi hermano pequeño y yo corremos a la camioneta y subimos, Harry yendo al asiento trasero con Liam mientras yo me acomodo junto a Jamie.

—Hola. —saludo con sonrisa.

—Ho... hola. —balbucea, sus mejillas poniéndose rojas y me pregunto por qué.

—Hola, pequeña. —Marcie agita su mano a modo de saludo—. Jimmy Boy ya nos dio las buenas nuevas.

Oh, ¿De verdad?

—Si, bueno, espero que no les moleste. —digo como una cortesía, porque en realidad nada me impedirá ser la novia de Jamie.

Es el turno de Maddie de mirarnos.

—Estamos confiando en que criamos a un perfecto caballero, ¿Verdad, James?

Las mejillas y orejas de Jamie se sonrojan de nuevo, ahora por las palabras de su hermana, y luce adorable. Pero nuestro pequeño momento se ve interrumpido cuando Ted entra en la camioneta.

—Le dije a Gail que estaríamos con ustedes, tenemos que volver antes que papá y mamá. —cierra la puerta corrediza—. ¿Cuál es el plan?

—¡Videojuegos! —chillan Harry y Liam desde el asiento trasero.

—Y comida. —agrega Jamie—. De preferencia algún buffet o donde pueda comer pizza, hamburguesas y helado.

Ted hace una mueca de molestia, pero se inclina sobre mí para asomarse por en medio de los asientos delanteros.

—Ustedes dos son las adultas responsables, ¿No? Estoy bien con dónde sea que quiera ir, siempre que no tenga qué vigilar a mis hermanos.

Odioso.

Regresa a su asiento, pero frunce las cejas hacia mi cuando nota que estoy sentada entre él y Jamie, ambos sonriendo porque esto se siente mucho como una primera cita.

—Manos donde pueda verlas, Sawyer. —le advierte.

Yo también le dedico una mirada molesta por amenazar a mi chico.

—Dijiste que no ibas a vigilarnos.

Su mirada sigue sobre su mejor amigo de toda la vida.

—Es a él a quien estoy vigilando, Phoebs.

Lo ignoro mientras las rojas nos llevan a un complejo comercial que tiene un cine, tienda de videojuegos y área de comida. Apenas entramos, Harry y Liam corren en dirección a la taquilla para comprar boletos.

—Yo voy con ellos. —Madison los señala.

Teddy y Jamie se empujan hasta que ambos entran en las sillas de un videojuego de simulación y se colocan los cascos, alardeando sobre ser el mejor y ganar la primera ronda.

Con ellos lejos, miro a Marcie que es la única que queda a mi lado. Su ceja rojiza arqueada con diversión.

—Los chicos son tontos, nena. Ya lo aprenderás. —presiona mi hombro y señala—. Ven, vamos por palomitas.

Supongo que Teddy y Jamie son lo suficientemente grandes para cuidarse por sí mismos, así que la sigo hasta la estación de caramelos. Tengo dinero para las palomitas y un refresco, que termino tan rápido que vuelvo a estar aburrida.

—¿Quieres jugar un poco? —señala un videojuego detrás de mí.

Rayos, debí traer mi libro por si me aburría, pero creí que pasaría tiempo con mis hermanos... O mi novio. Marcie me entrega un par de boletos y señala con la cabeza hacia un juego.

Voy a él solo por curiosidad e ingreso el boleto dentro de la máquina. El juego es muy parecido a los de la feria, con rifles lanzando postas sobre patitos que giran en una rueda para llevarte un premio.

Intento sostener el rifle en una posición cómoda antes de hacer el tiro, que golpea al primer objetivo de la izquierda. Otro ajuste de mi brazo y disparo al siguiente objetivo, lanzándolo para atrás con la posta. Un objetivo más derribado y podría reclamar un premio.

Miro sobre mi hombro buscando a mis hermanos o a alguno de mis amigos, pero solo Marcie me mira mientras toma un sorbo ruidoso de su refresco. Levanta el pulgar en señal de apoyo.

Vuelvo mi atención al frente y hago el último disparo, justo como los anteriores y mi puntería es perfecta. La pieza metálica del patito cae hacia atrás y el marcador cambia a tres derribados, lo que me da acceso a un premio: un cojín de peluche en forma de guitarra.

Lo llevo hasta la mesa de Marcie y se lo entrego.

—Para ti.

Ella sonríe y lo toma, luego agarra mi mano antes de levantarse de la mesa. Nos lleva a ambas hacia el lugar donde Teddy y Jamie siguen jugando.

—¿Estás perdiendo, Jimmy Boy? —Marcie le golpea el hombro—. Sal de ahí, deja que tu hermana patee el culo de Teddy.

Tira de su camiseta para sacarlo de ahí y empuja el cojín sobre su pecho antes de meterse en la cabina y sentarse.

—Quédate con Phoebe.

Él me mira y sonríe, extendiendo su mano para que la tome. Lo hago, porque por fin tendré a mi chico solo para mí.

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