Capítulo 41. Jamie Sawyer

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Debí ser más cuidadoso con las prácticas en campo abierto. No estaba alardeando de mi excelente condición física, solo intentaba mostrarles a mis compañeros el camino... Después tropecé y me lastimé la rodilla con un tronco.

—¿James Lucas Sawyer? —Shannon, la enfermera me llama—. Adelante.

Cojeo todo el camino hasta el consultorio y me siento sobre la mesa de exploración mientras el doctor examina mis radiografías desde el escritorio.

—Bueno, soldado, parece que no hay nada grave ahí. ¿Te duele?

—Un poco, señor.

Él me mira como si fuera un raspón insignificante y le hace una seña a la mujer que me llamó.

—Lava la herida y desinféctala, estará bien en unos cuatro días. Nada de que preocuparnos.

El doctor garabatea una nota en mi expediente, deja todo sobre el escritorio y sale porque seguramente quiere estar aquí tanto como yo. Cuando vuelvo la mirada a la enfermera, me sonríe.

—No tengas miedo, James. —se muerde el labio—. Solo quítate los pantalones.

—¿Qué?

Hace un puchero y gira para tomar cosas de un gabinete.

—Ya oíste lo que dijo el doctor, voy a revisar esa rodilla y para eso debes quitarte la ropa.

Bueno, carajo.

—Puedo hacerlo yo mismo, gracias. —intento bajarme de la camilla pero ella presiona su mano contra mi pecho.

—Soy la enfermera, déjame hacerlo. —me mira las piernas y de vuelta a mi cara—. ¿Prefieres que rompa tu bonito uniforme?

Preferiría que no me toque, si todo lo que he escuchado de Reynolds es cierto. Miro mi rodilla golpeada y puedo ver el agujero en la tela que quedó después de que el tronco la rasgara.

—Ya está roto, no importa si lo corta de la rodilla.

No parece muy feliz con la sugerencia, pero gira y toma unas tijeras de la bandeja que dejó a un lado. Busca el dobladillo de mis pantalones y comienza a cortar hacia arriba, demasiado alto para mi gusto.

—Entonces James, ¿Por qué no me hablas de ti? —acaricia ni rodilla, mirando el moretón que se formó—. Tienes unos ojos muy lindos.

—Gracias. —digo porque es cierto—. Los heredé de mi papá, él dice que tengo todos los buenos genes de los Sawyer.

Shannon se ríe.

—Apuesto a que si. —toca la herida sangrante con un poco de algodón esterilizado y aplica desinfectante—. Y también tienes unas pecas muy interesantes, te hacen ver lindo.

—Esas son del lado de mi mamá. Ella las tiene y también mis hermanas. —la mano de Shannon se desliza más abajo por mi pantorrilla—. ¡Ay! Me arde.

Parpadea varias veces antes de comenzar a soplar la herida de mi rodilla y yo dudo que ella haga esto por todos los soldados lesionados. ¿O si lo hace? Tengo que prestar más atención a lo que dice Reynolds.

—¿Quieres que también te de un beso?

Esto se pone muy raro.

—No, gracias. —intento cubrirme con la tela rota—. ¿Mencioné que tengo novia? ¿Y que sus papás son policías? Mi papá también es policía, igual que mi tía Leila y mi tío Ethan. Todos en la familia lo son.

Shannon se endereza un poco, sus manos temblorosas se apartan de mi el tiempo suficiente para que pueda bajarme de la camilla y tomar el antiséptico.

—Pero eres mayor de edad, James. Puedes hacer lo que quieras, no es como si fueras un niño pequeño. —balbucea y retrocede otro poco—. Los hombres pueden decidir con quién involucrarse, ¿Te gustaría tomar desiciones, James?

¿Por qué carajos sigue llamándome James?

—Si, claro. Me gustaría mucho irme justo ahora. —la rodilla me duele cuando intento doblarla, así que cojeo de nuevo—. No se preocupe, señora. Puedo hacer las curaciones yo mismo.

Quiero explicar que era un niño muy inquieto y mis hermanas siempre curaban mis heridas, pero no creo que sea algo que ella quiera escuchar. Y tampoco quiero decírselo.

Con mi permiso para visitar la enfermería liberandome las actividades de la tarde, voy al dormitorio y me cambio el pantalón roto por pantaloncillos cortos. Pongo el spray y la venda sobre la mesa antes de comenzar a limpiar.

No estoy seguro si deba mencionarle esto a mi mamá, pero seguro que Phoebe querrá saberlo, así que busco el móvil en mi mochila y tomo algunas fotos rápidas.

Sé que va a preocuparse, pero es una noticia nueva que puedo contarle, además del menú del comedor y los entrenamientos. Debo quedarme dormido porque lo siguiente que sé es que mi grupo entra al cuarto haciendo ruido.

—Hey, Jamie. ¿Estás bien? —Reynolds intenta mirar mi rodilla—. ¿Que te dijo el doctor?

—Que debo limpiarla y el dolor pasará.

—¿Y te dió pastillas?

—No.

Sus cejas se arrugan.

—¿Nada para el dolor? Qué imbécil. —el tonto sonríe—. ¿Y recibiste el trato especial de Shannon?

Sus cejas suben y bajan.

—¿Te refieres a cuando sopló en mi rodilla?

Reynolds se ríe.

—¿Solo en tu rodilla? Carajo, Jamie. De verdad que eres muy ingenuo sobre estos asuntos. Déjame ser más claro... —se aclara la garganta—. ¿Shannon tocó tu pene?

Es mi turno de fruncir las cejas.

—¿Por qué la enfermera tocaría mi pene? Me golpeé la rodilla, no el pene.

Parece que le conté un chiste a Reynolds porque suelta una risa escandalosa.

—Eres tan tonto, Jamie. —me golpea la cabeza cuando sube a su cama—. Me aseguraré de que aprendas todo lo necesario para que tú y tu novia puedan perder la virginidad exitosamente. No quiero ni imaginarme que puedas fracasar en darle a tu chica su primer orgasmo.

Ya hice eso, pero no voy a decírselo. Querrá detalles de cómo Phoebe se montaba en mi regazo y me usaba para liberarse y no quiero que este maldito idiota tenga a mi novia en sus pensamientos sucios.

Solo yo puedo hacer eso.

—Te aseguro que a mi chica no le importará que aprendamos juntos, tendremos mucho tiempo para eso.

Suspiro, sabiendo que los próximos tres años serán demasiado largos.

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