Capítulo 8. Ethan Kavanagh

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Ethan Kavanagh.

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Me gusta pensar que, con los años de experiencia en la policía de Seattle, hemos madurado en todos los aspectos de nuestras vidas: soy una mejor persona, un mejor policía y un buen ciudadano.

Estaciono el auto en un espacio libre junto a la acera y bajo para ayudar a mi hermosa esposa Leila a llevar nuestros cafés y almuerzos. Apenas ha puesto un pie fuera del auto cuando su móvil suena.

—Es Lidia. —me muestra la pantalla y hace una seña—. Tengo que tomar la llamada, dame un minuto, amor.

Asiento, tomando las bolsas de sus manos para que pueda contestar con tranquilidad, luego me adelanto a la oficina. Estamos a unos pocos días de las vacaciones de Navidad, así que todo está en calma en el edificio.

—¡Es tu maldita culpa, imbécil! —la voz de Christian se escucha desde las escaleras.

—¿Mi culpa? —chilla Sawyer—. ¿Qué culpa tengo yo de que el chico heredara mi encanto?

¿Qué?

Mientras más cerca estoy, más fuerte puedo escuchar sus voces.

—¡Es mi hija! ¡Le prohíbo a tu hijo estar cerca de mi niña!

Apresuro mis pasos hasta nuestra oficina sabiendo que hay un enfrentamiento entre Christian y Luke. Nada que me sorprenda.

Los encuentro uno frente al otro, aferrados a sus trajes en apretados puños y sus caras rojas de coraje.

—Buenos días. —saludo.

Ellos me ignoran para seguir gritándose.

—Esto no es culpa de Jamie, ¡Le pregunté! Dice que Phoebe no le dio opción.

Christian entrecierra los ojos para mirarlo y yo tomo un silencioso sorbo de mi vaso térmico con un capuchino de vainilla francesa.

—¡Tiene 12! ¿Cómo podría obligarlo, idiota? Esto no es más que una excusa de tu muchacho.

Los veo comenzar a empujarse, demasiado alterados por sus furias y lo próximo que sé es que están manoteando en la cara del otro y se lanzan contra un escritorio.

—¡Imbécil!

—¡Imbécil, tú!

—¡Hey, chicos! —dejo mi café en un lugar seguro antes de intentar separarlos—. ¡Calma!

Sawyer empuja los brazos de Grey, haciendo que ambos rueden sobre el borde del escritorio, luego caen al piso de madera con un golpe seco.

—¡Christian! ¡Luke! —el grito de Leila me sobresalta.

Intenta acercarse, pero la detengo, sabiendo que ese par puede ser un poco agresivo en sus juegos. El problema es que estoy tan cerca que una patada en la pantorrilla me hace caer sobre ellos.

—¡Mierda! —grito cuando aterrizo en medio de los golpes—. ¡Chicos, es suficiente!

—¡Díselo a él!

—¡Solo hasta que aceptes tu culpa!

Luke gruñe antes de manotear de nuevo sobre Christian, sus manos volando por encima de mi cabeza y yo me cubro tratando de proteger mis ojos.

—¿Cuál culpa? ¡Eres un maldito hipócrita, Christian!

—¡Christian! ¡Luke! —mi esposa grita de nuevo—. ¡Deténganse antes de que alguien se dé cuenta!

—Demasiado tarde.

Oh, mierda.

Los tres nos detenemos al sonido de la voz del jefe Abernathy, mirándonos por encima del escritorio y con su ceño fruncido. Ana Grey está a su lado con un gesto de labios apretados.

—¿Qué carajos hacen ustedes tres? ¿Debo hacer que la Capitana Grey los arreste por alterar el orden en mi maldito edificio?

—No. —respondemos los tres.

Christian deja ir la camisa de Luke y él a su vez suelta su corbata enredada en el puño. Nos enderezamos para poder mirar al jefe del departamento de policía de Seattle de la forma correcta.

—Lo sentimos, señor. —se disculpa Christian.

—Si, Grey lo siente, señor. —agrega Luke y Christian le dirige una mirada amenazante por detrás de mí cabeza.

—Siento que ellos me arrastraran a sus conflictos. —digo solo para aclarar.

Lay pone los ojos en blanco con un gesto exagerado y Ana Grey se pasa la mano por el rostro.

—¿Quiero saber por qué se comportan como jodidos niños? —Abernathy sigue mirándonos.

—No, señor.

Uno a uno nos levantamos del piso para enderezar nuestros trajes y todas las cosas que derrumbamos en la pelea. Solo cuando el jefe se ha ido, es que Ana y Leila nos enfrentan.

—¿En qué carajos estaban pensando?

—No puedo creer que hicieran esto.

—¡Son hombres adultos, por Dios!

—¿Cuándo van a madurar? ¡¿Cuándo?!

Christian y Luke se señalan el uno al otro.

—¡Él empezó!

—¡Fue culpa de tu hijo!

—¿Mi hijo? —chilla Sawyer—. ¡Tu hija es igual de intensa que tu esposa!

—¿Qué dijiste, pedazo de idiota? —gruñe—. ¡Mi Cerecita no es lo que dices!

—Muchachos... —levanto los brazos para hacerlos callar, pero Grey me señala.

—También tengo algo que decir sobre tu chico, Kavanagh. —gira para mirarnos—. Será mejor que ustedes dos mantengan a sus adolescentes hormonales lejos de mi hija, ella es solo una pequeña niña.

¿Liam?

—¿Qué tiene qué ver mi hijo en esto? ¿Crees que está interesado en tu hija? —yo también giro para enfrentarlo y sus absurdas acusaciones—. A Liam no le interesan las niñas aún, justo ayer le compré un álbum coleccionable de Pokémon y un videojuego.

Conozco a mi hijo, si su interés estuviera en las niñas, Leila me lo habría dicho. O habría notado algún cambio significativo.

—Un momento, ¿Esto es por los niños? —Leila frunce las cejas.

—Christian, olvídalo. Estás haciendo un lío más grande de lo que realmente es. —dice su esposa—. Solo van a provocar un problema entre ustedes cuando los chicos ni siquiera lo toman en serio.

—Así es, los chicos son chicos y pronto lo olvidarán. —Leila mira a Ana con una pizca de duda—. ¿Verdad?

Las mejillas de Ana Grey se sonrojan.

—Por supuesto. Es solo un enamoramiento pasajero, todo estará bien, ya lo verán... —susurra lo último tan bajo que por un momento creo que lo imaginé—. Espero...

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