Capítulo 27

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Las llaves de la casa cayeron al suelo por quinta vez, y las temblorosas manos de Jennie las recogieron, intentando meterlas en la cerradura una vez más.

Lo logró, y escuchó el sonido que hizo la puerta al entrar a casa, sintiendo un agujero negro en donde se suponía que estaba su corazón. Sintiendo como algo dentro de ella parecía quebrarse al recordar el rostro lloroso e iracundo de Lisa, sus ojos llenos de odio, sus palabras enterrándose en su alma como vidrio roto.

¡Déjame sola, Jennie!

Trastrabilló por el pasillo, aturdida, apenas consciente de lo que pasaba a su alrededor.

¡Vete! ¡Vete, por completo, Jennie!

Tragó saliva, sintiendo de pronto su rostro húmedo, y tocó sus mejillas con sorpresa, viendo sus dedos mojados. ¿Estaba llorando?

¡Fuera de mi vida!

Un sonido extraño provino de su garganta, como un sollozo, un ruido que no había escuchado desde que su papá murió y quedó sola con su mamá.

¡No quiero verte, déjame sola, maldita sea!

Mamá. Su mamá.

Entró a la cocina, viéndola de espaldas, lavando los platos.

Abrió la boca, sin embargo, no emitió ruido alguno. Pero al parecer su mamá escuchó algo, porque se giró con sorpresa, mirándola con una expresión atónita al verla en el umbral con ese aspecto tan destrozado.

—¿Jennie? —su voz sonó preocupada y la mujer cortó el agua, limpiándose las manos—. Bebé, ¿por qué lloras? ¿Qué pasó?

Su mamá hizo amago de tocarla, sin embargo, Jennie vio a Lisa delante suyo y algo en ella estalló.

—¡Me mentiste! —gritó, asustándola—. ¡Me mentiste a la cara, mamá!

La mujer palideció, aturdida.

—Jen...

—¡Es tu culpa, tu maldita culpa! —siguió gritando con la voz rota—. ¡Si no hubiera sido por ti, por tus malditos intentos de conseguirme un novia, esto no estaría pasando!

Su mamá balbuceó unas palabras, pero Jennie no le dio tiempo para disculparse o preguntar qué pasaba.

—¿De dónde conoces a Lisa? —le preguntó, tratando de recuperar un poco la calma, con sus palabras sonando heladas y duras.

Pudo ver como el rostro de la mujer se llenaba de pena, aunque lo único que sintió fue odio.

—Conocí a Lisa cuando tenía diez años y vivía con su papá, un viejo amigo mío de la universidad —dijo su mamá con la voz temblando—. La volví a ver cuando su padre murió, hace tres años, y... hace seis meses...

Sentía su rostro húmedo otra vez, pero no le importaba ni un poco. Sólo podía ver a Lisa gritándole palabras horribles, todas las mentiras a su alrededor hundiéndola de a poco.

—... me la encontré fuera del trabajo —el tono de su madre se quebró—. Lisa estaba vendiendo sus pastelitos, y nos pusimos a hablar. Me dijo que los vendía para poder pagar el tratamiento de Namwan, y se me ocurrió que... le ofrecí que...

—La prostituiste —escupió Jennie con voz dura.

—¡No! —su mamá puso una expresión de horror—. Lo único que quería... era que te sacara de tu mundo, que conocieras más gente, que... que fueran amigas. No creí que... No pensé que ustedes dos fueran en serio...

—¿En serio? —Jennie soltó una carcajada mordaz—. No hay nada serio entre ella y yo. La hiciste mi puta y Lisa me odia por eso.

Su mamá comenzó a llorar, pero Jennie se giró.

—Ella y yo terminamos.

Nunca aquellas palabras supieron tan amargas en su boca.

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