007: "Una hermosa pero aterradora pesadilla"

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Zachary contemplaba la escena con toda la curiosidad que podía marcada en sus verdes y hermosos ojos, aquella curiosidad tan atípica y poco probable en él ¿En qué momento se había metido en eso? Solía ser indiscreto y todo le importaba una mierda la mayor parte del tiempo, pero esta vez algo era distinto.

Desde el lunes todo era distinto, su mente estaba hecha un desastre, haciéndole volver a momentos que hubiese querido eliminar para siempre de su memoria, y joder, quisiera poder regresar el tiempo, simplemente haber pasado de largo cuando Jerome trató de herir al pequeño hermano de su odiosa compañera de clase, tal vez todo sería distinto, mejor para él.

Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando el chico que se encontraba tirado en el piso volvió a hablar, haciendo que toda la atención de Zacharyse dirigiera inconscientemente hacía él.

—¿Crees que debería intentarlo? —Preguntó a quien sabe que se encontrara con él—. ¿Sabes? Disfruto estando solo, de verdad lo hago, pero esto me está empezando a abrumar —Se encogió en su lugar y abrazó sus rodillas, haciéndose una bolita en el piso—. Ellos parecen tan felices, unos con los otros, no recuerdo cómo se siente, eso de sentir que le importas a alguien, sentirse amado, sentirte feliz... Sentirte alguien —Su voz se fué apagando paulatinamente—. ¿Tal vez sólo sea yo el problema? —Soltó una pequeña risa silenciosa—. No sé por qué siquiera lo sigo imaginando, moriré solo y triste, como el tonta de Jerome decía en la primaria.

Josiah se levantó de su lugar y se sentó en la orilla de la cama, mirando en la nada un todo, razones para llorar, romperse como todas las noches, estaba realmente cansado de eso, pero no podía evitarlo, los pensamientos simplemente iban y venían, su fortaleza emocional no era tan grande para soportarlo y terminaba rompiéndose, aquello se había vuelto incluso una molesta rutina que odiaba seguir, pero que a la vez no podía detener.

Unas pequeñas lágrimas empezaron a caer desde sus ojos, como un salado manantial que baja desde la montaña para formar una cascada, pero en vez de eso, hizo un recorrido a través de sus mejillas hasta dejar la salinidad en su boca.

Al percatarse, se levantó y comenzó a desvestirse, no quería que esto empezara de nuevo, no quería llorar, sólo se pondría su pijama y dormiría una siesta hasta que todo haya pasado, realmente todo era casi como una pesadilla, sólo que en vez de despertar, tenía que ir a dormir para detenerla.

Lanzó la camiseta que llevaba puesta al piso, seguida de sus boxers y calcetines, quedando totalmente desnudo, de pie aún ahí, tratando de ordenar sus pensamientos para poder hacer las cosas con lucidez.

Tan perdido en su propio mundo sin percatarse que desde la lejanía, unos curiosos ojos recorrían su cuerpo de arriba a abajo.

Zachary observaba la escena con cierta incomodidad, tal vez su curiosidad le había llevado demasiado lejos, ahora había visto a un chico desnudo y en crisis.

Aunque sabía que era incómodo seguir contemplando la escena, sus ojos seguían estancados en el chico, mirándolo con intriga, recorriendo cada parte de su desnudo cuerpo sin ningún tipo de vergüenza, era incómodo pero a la vez no podía alejarse así de simple ¡Por qué este mundo era tan injusto! Joder, ese chico tenía más trasero que muchas chicas con las que había estado, juraba que si aquél chico fuese una fémina, estaría encima ahora mismo.

Sus pensamientos pararon en ese instante para recordarle ¿Qué mierda estaba haciendo pensando tales asquerosidades? Se reprendió mentalmente y pasó una mano por su rostro a manera de borrar todos los pensamientos incoherentes que llegaban hasta su cabeza.

Miró como el chico empezaba a vestirse, y aunque trató de desviar sus ojos, no podía evitar hacerlos volver a él, así que mejor se dió la vuelta y estuvo a punto de largarse de una buena vez, hasta que escuchó como el chico comenzó a hablar de nuevo.

—Tal vez debería estar muerto ¿A quién le importaría? —Se preguntó a sí mismo mientras se tiraba en su cama y se encogía entre las sábanas—. No tengo nada, ni siquiera su desquiciado amor ¡Jamás lo tendré! —Sonó molesto pero a la vez roto—. Tuve la oportunidad de enamorarme de cualquier chico, de cualquier otro chico pero tuvo que ser él, el tonto que sólo sabe ignorarme y hacerme sentir miserable, debería sacarlo de mi cabeza y desecharlo ¡Tal vez sin él sería más fácil! -golpeó su almohada con fuerza y justo en ese momento, un obeso gato que se encontraba en su cama se asustó y corrió bajándose de ella, huyendo bajo una mesa, asustado por tal repentina acción.

Josiah lo miró con pena y tristeza, intentó bajarse para traerlo de nuevo y pedirle perdón de todas las formas que existieran, pero justo en el momento en el que puso un pie fuera de la cama, las luces de toda las casas del vecindario junto a las farolas de la calle se apagaron, dejándolo en una abrumadora y terrorífica oscuridad, haciendo que subiera su pie de nuevo rápidamente, sintiéndose asustado.

—Señor Misifú, por favor vuelva —Rogaba con la voz temblorosa y un poco desesperada-. Por favor, no quiero estar solo en la oscuridad, por favor vuelva aquí — Josiah empezó a llorar como un bebé sin su mamila, su gato parecía no querer complacer sus deseos pues hizo caso omiso a sus peticiones—. No quiero estar solo —Volvió a repetir mientras seguía llorando, comenzando a sentirse ahogado en medio de la oscuridad, aterrorizado por el ruido del viento chocando con su ventana.

Se abrazó así mismo en un intento desesperado e inútil por tranquilizarse, sabía que no iba a funcionar pero al menos lo intentó, sintiendo su respiración más agitada de lo normal.

Y entonces, de forma sorpresiva, sintió como la cama se movía, como si alguien estuviera sobre ella además de él.

Eso fue suficiente para que su corazón se desbocara y soltara un grito aterrorizado, mientras se cubría con las sábanas, respirando con dificultad, sintiendo como si aquél fuera su final. Se quedó bajo las sábanas llorando y temblando, estaba aterrado como nunca antes.

Y entonces, las sábanas fueron arrancadas de su cuerpo de forma agresiva y un fuerte brazo lo tomó de la cintura, levantándolo centímetros de la cama con total facilidad, acercándolo a un cuerpo ajeno, el cual lo abrazó con fuerza, demasiada fuerza a decir verdad.

Josiah seguía temiendo lo peor, y más cuando inmediatamente reconoció aquél perfume que impregnó sus fosas nasales una vez más, embriagándolo en tal masculina y deliciosa fragancia que a la vez le traía recuerdos que lo hacían erizar cada bello de su piel, y juró que en ese instante, temió más al chico que lo tenía entre sus brazos que a la oscuridad misma.

Trató de alejarse desesperadamente, pero le fué imposible, el contrario tenía mil veces más fuerza que él, y este parecía no querer liberarlo de su agarre bajo ninguna circunstancia, pero Josiah no se dió por vencido, siguió luchando por unos segundos más, hizo todo lo posible, reunió todas sus fuerzas pero fue inútil.

Pasaron cerca de tres minutos y entonces, su mente y su cuerpo se cansaron de luchar y cedió, relajando sus músculos, sintiendo como también los músculos del contrario se tranquilizaban y el abrazo de volvía cálido y apacible.

Josiah terminó por caer rendido ante Zachary y su cuerpo actuó por mero instinto, escondiendo el rostro en el pecho del mayor, disfrutando aquella temible pero a la vez embriagante fragancia, calmando a su vez su respiración, deteniendo sus lágrimas y llevando su corazón a una velocidad normal.

Josiah se abrazó al contrario como un perezoso lo hace con su rama al dormir, como si su vida dependiera de ello. La mezcla de sentimientos dentro de él era un total caos, sentía miedo pero no sabía de qué, quería huir pero no sabía de quién, quería esconderse pero no sabía dónde.

Se sintió seguro y a la vez en peligro de muerte, sintió tantas cosas que no podía explicarse a si mismo, quería alejarse, ocultarse, defenderse, pero su cuerpo actuaba por si mismo, dejándose tomar con sumisión, el quería sentirse protegido, seguro y alejado de todo posible peligro.

Irónicamente se sentía de todas esas formas, pero entonces ¿Por qué seguía temblando?

Sintió como los brazos que lo rodeaban reforzaron su agarre y el mayor se acercó a su oído, haciéndole sentir escalofríos.

—No tengas miedo a la tormenta—. Murmuró con un tono frío y poco amigable. Sus acciones decían tanto pero su voz todo lo contrario.

Zachary tampoco sabía qué mierda estaba haciendo, no entendía que demonios era lo que sucedía con él ¿Por qué mierda se estaba volviendo tan dócil? ¿Desde cuándo era alguien a quien le gustaba abrazar a otros? Odiaba hacerlo, no recordaba la última vez que sus brazos habían rodeado a alguien de una manera afectuosa y no para causar daño físico.

Sabía que todo eso estaba mal, no debería de estar allí, debería haberse largado pero volvió a cometer el mismo error: ser compasivo.

Algo se lo impidió, cuando las luces se apagaron no se asustó en lo absoluto, pensó en bajar al primer piso y largarse en ese momento sin importar la tormenta, pero sus pies no se movían, su atención seguía en el chico, en la desesperación que este tenía, en lo asustado que estaba, en sus lloriqueos, sus llamados de desesperación, no pudo evitarlo y simplemente corrió hacía él, sintiendo como su barrera de antipatía moría con ello.

Abrazó al chico con fuerza, odiándose, odiaba esto, odiaba al chico que tenía entre sus brazos ¡Porque mierda no dejaba de recordarle a él mismo!

Un pequeño Zachary asustado bajo la tormenta, con moretones en todo su cuerpo, roto y desconsolado se hacía presente en su mente cada vez que veía a Josiah, todo le recordaba a él mismo y lo hacía bajar la guardia, lo hacía volver a aquellos tiempos en los que todo era un infierno, lo hacía recordar y Zachary odiaba eso, odiaba recordar porque en el pasado todo había sido malo.

No quedaba nada bueno ahí, entonces ¿Por qué pensar en el infierno cuando puedes morir en el paraíso?

Se veía en Josiah, un pequeño solo y asustado, roto y desconsolado, no podía evitar sentirse identificado, se veía en aquellos grandes ojos azules y tal vez aquello lo hacía ceder ante Josiah, algo dentro de él le impedía hacerle daño.

Sentía como si estuviese lastimándose así mismo.

Sintió como su espalda comenzó a doler por la incómoda posición y en un ágil movimiento, tomó a Josiah y lo sentó sobre sus piernas, sin separarse de él en ningún momento.

Josiah sólo se acercó a su cuello y escondió su rostro en él, tratando de rodearle el torso con sus brazos, totalmente perdido en su mundo, la oscuridad había pasado a un segundo plano en aquél instante.

Su única compañía era el sonido de sus respiraciones, su único pensamiento era el ¿Qué mierda estoy haciendo? Ninguno estaba en total acuerdo en quedarse así, Josiah necesitaba alejarse, necesitaba alejarse del chico del que estaba enamorado, necesitaba tirar ese amor a la basura, era tan irónico, antes cuando el mayor ni siquiera ponía sus ojos en él, fácilmente caía rendido ante sus pies, pero ahora, que lo tenía entre sus brazos, sólo quería mantenerlo lejos, porque lo destruía, se sentía bien estar así, pero a la vez quería huir lo más lejos posible.

Zachary mantenía sus brazos al rededor del muchacho, sintiéndose extraño, este no era él, nunca se había sentido de esta forma tan vulnerable y anticuada, estaba empezando a odiar eso, pero había una ancla que le impidía alejarse; su corazón.

Tal vez no era tan hijo de puta como siempre pensó, nunca se consideró alguien especial. Evitaba a las personas porque eran molestas, sentir cariño por alguien, llamarlo amigo, significaba dejarlo entrar a tu vida, a los más sagrado que existe, significaba perder y ceder ante cualquier cosa por venir, significaba volverse vulnerable a ser lastimado, definitivamente eso no era algo para él.

Con el tiempo aprendió algo: los sentimientos te volvían alguien débil y la debilidad jamás volvería a ser parte de su vida.

No sabía si aquél momento era uno de esos en los que la debilidad había ganado la batalla, pues ya habían pasado más de media hora en la misma posición, con un chico sentado encima de sus piernas, entre sus brazos, aquello era tan jodidamente asqueroso si lo pensaba desde un punto de vista ajeno a la realidad.

Entonces, cuando sintió como el chico se acomodaba sobre sus piernas, algo hizo click en su cabeza y en un inconsciente movimiento, soltó al chico, esperando a que este cayera de golpe al piso por su imprudente acción, pero no fue así.

Josiah se mantenía agarrado a él con todas las fuerzas que su cuerpo tenía, era imposible que cayera al piso.

Y entonces, justo en el instante en el que Zachary estaba a punto de utilizar su fuerza letal para alejarlo, las luces de la habitación se encendieron, dejándolo frente al rostro de un inofensivo y tierno chico que mantenía sus ojos cerrados y su respiración tranquila, metido en una pijama celeste con pequeños dibujos de gatitos en ella.

La mano de Zachary, que se dirigía al rostro de aquel pequeño se detuvo y se alejó, apretó sus ojos con fuerza y miró al techo tratando de buscar las respuestas ahí, empezaba a sentirse estresado.

El chico con chaqueta de cuero, pantalones rasgados con pequeñas cadenas colgando de sus bolsas delanteras hasta las traseras, una camiseta con pequeños agujeros en ella y tatuajes cubriendo la totalidad de su brazo derecho y parte de su cuello, cargaba sobre sus brazos a un pequeño chico con pijama de gatitos.

Una escena que pocas veces podría repetirse, y tal vez no por la imagen que se pintaba frente a los ojos del mayor, sino a su momento de debilidad, no era tan común dejarlo salir, nadie podía lograr aquello, pero maldición, el pequeño en sus brazos estaba logrando sacar de él lo que nadie jamás había podido.

Volvió a tomarlo entre sus brazos y lo acostó en su cama, o más bien, lo lanzó sobre esta sin compasión, haciendo que Josiah abriera sus ojos lentamente con confusión y mirara a todos lados, buscando una respuesta ante tal brusco movimiento.

Zachary lo miró con con en entrecejo fruncido y los brazos cruzados, esperando a que el pequeño actuara y lo mirara mal, pero sorpresivamente, Josiah sólo volvió a cerrar sus ojos, se cobijó así mismo y abrazo una almohada, volviéndose a dormir mientras una pequeña sonrisa se dibujaba en su rostro.

Zachary lo miró por unos segundos y un extraño sentimiento lo invadió, no sabía qué era o qué significaba, tampoco quiso darle más vueltas al asunto, había tenido mucho por esa noche, más de lo que hubiese deseado.

Si volver a salir de casa significaría vivir todas esas mierdas de nuevo, juraría encadenarse al sótano para la otra.

Salió de la habitación y cerró la puerta con fuerza, importándole una mierda si el pequeño despertaba, simplemente bajó las escaleras y se dirigió a la puerta de salida, sin mirar atrás en ningún momento.

Salió de la casa y agradeció a quien sea que estuviese escuchando, que la nieve se había detenido, y aunque la calle estaba cubierta de blanco, no podía esperar más, podía morir en el intento, pero quería irse, no podía aguantar un segundo más ahí.

Se subió a su auto y miró por la ventana una última vez a la casa, la cual se mantenía con las luces encendidas.

Aquella casa llamó su atención, le invitó a volver, algo dentro de él quería hacerlo, quería entrar y disfrutar de un cálido abrazo de nuevo, pero su parte más razonable se lo impidió y hizo que su cuerpo se moviera, apretando el acelerador a fondo, alejándose de ahí de una buena maldita vez.

Pasaron las horas y el sol se hizo presente, iluminando con sus rayos la ventana de Josiah, quién se levantó con dificultad desde sus almohadas, se sentía terrible, como si la noche anterior hubiese estado en una fiesta alocada.

Y entonces fue cuando recordó la noche anterior y todo se conectó en su mente, se levantó de golpe y miró hacía todos lados tratando de encontrar respuesta a sus preguntas mentales, pero lo único que encontró fue a su mascota lamiéndose sus partes íntimas en la mesita de noche.

Josiah frotó sus ojos con fuerza y se encogió entre sus sábanas una vez más, tirándose en la cama y mirando el techo, ahogándose otra vez en el silencio.

¿Y si todo aquello fue una hermosa pero aterradora pesadilla?

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