021: "La corazonada del descorazonado"

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Desde el día en el que su atención se había puesto sobre Josiah, no había podido parar de imaginarlo. Aquellos labios, aquellos ojos tan celestes y brillantes, hipnotizantes y frívolos. Aquel chico era perfecto en toda la extensión de la maldita palabra, ¿Por qué lo había visto tan tarde? ¿Por qué nunca se interesó más acerca de las personas que lo rodeaban? Sabía que aquella era una inútil obsesión que se acabaría en el momento justo en el cual el chico esté encima de él, cuando lo use y lo desgaste, lo deseche como a la mayoría. Lo sabia perfectamente, y en vez de sentirse mal, aquello le encantaba.

Le encantaba imaginar cómo un chico tan hermoso podía ser suyo, al menos una vez.

O de ser posible, muchas más, pues aunque se lo había prometido, no quería dejarlo ir tan fácil.

Su cabeza maquinaba planes mientras sus ojos se concentraban en su presa. Noah sabía que su adicción por el sexo nunca lo llevaría a algo bueno. Aquella increíble necesidad de contacto, de sentir, de someter, de lamer y morder, acabar y desechar. Nunca entendió que era lo que sucedía por su cabeza y tampoco se detenía a pensarlo demasiado, pues ante sus ojos, aquello era parte de su naturaleza y quizá iba a morir de esa forma.

Se había resignado y no pensaba cambiar.

No quería hacerlo.

Remordió su labio inferior mientras esperaba recostado sobre los casilleros, mirando impaciente a la puerta de entrada mientras esta era cruzada por decenas y decenas de alumnos, pero él sólo deseaba ver a uno, de aquellos cientos tan sólo un pequeño ojiazul llamaba su atención, y cuando este cruzó por el marco de la puerta, sus ojos brillaron como la luz de la luna en una noche despejaba en medio del campo.

Josiah caminaba distraído mientras acomodaba el gorro sobre su cabeza, pues había sido empujado por los más altos al entrar y aquello por poco había arrebatado su tan adorada prenda.

Siguió su camino como si nada, pasando de largo a Noah y su gran sonrisa de genuina felicidad, pues Josiah nunca se definió como alguien que soliera escrutar con atención el rostro de las personas, por ello, simplemente siguió sus pasos, sin siquiera detenerse, hasta que su hombro fue tomado por una fuerte mano que lo jaló hacía atrás y lo encerró dentro de una pequeña habitación de limpieza, en donde fue inmediatamente rodeado por escobas y desinfectantes, cayendo uno de estos sobre su cabeza de forma estrepitosa.

—¡Auch! ¿Qué sucede contigo? —Irritó mientras acariciaba con delicadeza la zona de su cabeza en donde el bote de detergente había caído.

—Necesito hablar contigo, y espero no huyas o me veré obligado a amarrarte a la puta mesa.

Aquella voz lo estremeció, tan raposa y grave como a la vez delicada y atemorizante. Levantó su rostro y su expresión cambió de inmediato al encontrarse con aquellos verdosos ojos que anhelaba odiar de la misma forma que amaba. Por instinto, retrocedió un paso, acción que lo hizo chocar de espaldas con uno de los estantes, haciendo que otra botella de detergente cayera sobre su cabeza.

—¡Agh! ¿Qué quieres? —Cubrió su rostro con ambas manos, reprendiéndose mentalmente por ser tan imbécil, esperando a que Zachary hablara para así finalmente poder largarse lejos de él.

—Mírame —Lo tomó por ambas manos y las quitó de su rostro, obligándolo así a mirarlo—. Debes alejarte de Noah.

Josiah entrecerró sus ojos confundido.

—¿Noah?

—Noah, el imbécil con al que has estado pegado estas dos últimas semanas.

—Oh. —Tragó saliva, por un momento había olvidado por completo a su amigo, y tampoco podía culparse pues, la curiosa mirada de Zachary puesta sobre él lo ponía realmente nervioso—. ¿Por qué? —Cuestionó con voz débilmente baja, temiendo la respuesta.

Zachary lo miró directamente a los ojos de forma insegura, sin saber cómo responder o qué decir, porque ni siquiera estaba seguro de que era lo que estaba haciendo en aquel momento. Estaba actuando por instinto y también por estúpido.

—No es bueno para tí —Dijo sin más, desviando la mirada de sus ojos.

Josiah bufó y lo miró incrédulo, armándose de valor inhaló y lo miró de forma seria, cosa que confundió por segundos al mayor.

—¿Quién te crees tú para decidir eso? —Arremetió con el ceño fruncido y su voz levemente más severa que antes—. El es bueno conmigo y no me hace sentir triste, cómo lo haces tú todo el tiempo.

Zachary se congeló al escuchar aquellas últimas palabras, mirando fijamente el rostro de Josiah, examinando con atención cada rasgo, cada detalle, guardándolo en lo más profundo de su mente, comenzando a hablar sin pensarlo.

—Es-es una corazonada.

—La corazonada del descorazonado —Josiah lo miró con expresión triste y lo empujó, fracasando en el intento pero de igual forma logrando safarse del agarre del mayor.

Se encaminó hasta la puerta de salida, decidido a irse sin siquiera mirar atrás, hasta que las palabras de Zachary lo congelaron en su lugar.

—¿Todavía sientes algo por mí?

Josiah se giró y por milésimas de segundo, estuvo a punto de decir un «Si» en voz alta sin importarle nada, pero entonces lo miró. Lo miró ahí de pie, con su típico cabello desordenado, su mirada seductora pero a la vez frívola, su imponente figura y su atemorizante aura, todo aquello que podía hacerlo sentir tanto, vivo y a la vez muerto, en el cielo pero también en el infierno. Fue entonces cuando supo que él no era nada al lado de aquel hermoso chico, que aquellos ojos verdes jamás lo mirarían con pasión, con amor... Tal vez repetirse aquello le ayudó a rendirse, a finalmente darse por vencido en una batalla por la vida en la que él ya estaba muerto.

No dijo nada y simplemente salió de ahí, alejándose y perdiéndose en medio del pasillo, ignorando por completo los llamados de Noah a sus espaldas,
rogando por un momento a solas lejos de las personas y los problemas que estas acarreaban.

Noah lo miró alejarse hasta que se perdió de su vista, y en el momento justo en el que las preguntas comenzaron a bombardear su cabeza, la misma puerta por la que Josiah había salido, un chico bastante alto y atractivo hizo aparición, topándose de frente con él.

Al notar la presencia de Noah frente a él, Zachary fingió arreglar su chaqueta mientras limpiaba su boca con delicadeza y relamía su labio inferior, como si hubiese tenido una escena romántica hacía minutos, o al menos eso quería hacerle creer a Noah, el cual lo miraba de manera fija y seria, sin inmutarse en lo absoluto por su presencia, aunque en su interior las incógnitas crecieran como la espuma.

Zachary pasó a su lado, golpeando sin delicadeza alguna su hombro con el del contrario, haciendo que este se girara de manera brusca por la acción, pues aunque Zachary sólo lo sobrepasara por ocho centímetros, su cuerpo era mucho más fornido que el de Noah y hacerlo volar por los aires sería más sencillo que elegir que ponerse en las mañanas.

Sin más, terminó alejándose y perdiéndose bajo la atenta y severa mirada de Noah, quien se giró y decidido, fue a buscar a Josiah pues necesitaba aclarar las miles de preguntas que seguían bombardeando su cabeza como proyectiles. ¿Aquel chico tenía algo que ver con Josiah? Parecía que en aquella habitación del conserje se había dado todo menos charla, y no quería aparentar que aquello le importara pues al fin y al cabo no sentía nada por el chico, pero de cierta forma, le molestaba que alguien más lo tuviera en sus manos antes que él.

Él tenía que ser el primero.

Cuando finalmente se topó con Josiah, lo tomó del brazo y de forma inconsciente lo lanzó a los casilleros con brusquedad, creando un sonido en seco que atrajo unas cuantas miradas curiosas junto a la confusa y asustadiza de Josiah, quien mantenía sus ojos cristalizados mientras veía de forma aterrada a Noah.

—¿Por qué huyes de mí? —Habló a tan sólo centímetros de su rostro en tono severo, conectando su mirada con aquella cristalina y apagada.

—¿Podría yo... podría estar solo, Noah? —Cuestionó en tono bajo, mirando hacia cualquier lugar menos a la mirada del mayor.

—Respóndeme y podrás irte a donde quieras —Trató de suavizar su voz mientras acariciaba el cabello de Josiah de manera primorosa y tranquila—. ¿Por qué me ignoras y qué hacías con ese tipo encerrado?

Josiah no dijo nada y se mantuvo con su mirada fija en sus pies, queriendo ignorar aquellas incógnitas, queriendo simplemente irse lejos y estar solo unos segundos.

—Bien —Noah golpeó la pared con fuerza, a tan sólo centímetros de la cabeza de Josiah, mirándolo con molestia y resentimiento—. Hablamos cuando tu puto humor vuelva a la normalidad, me estoy cansando de esta mierda —Se alejó unos centímetros del menor y lo miró con severidad—. Búscame cuando te sientas mejor.

Josiah sintió como su corazón se partía dentro de su pecho, erizando su piel, permitiéndole a sus lágrimas recorrer sus suaves mejillas sin delicadeza alguna. Observó cómo Noah se alejaba de su campo de visión y se sintió miserable, vacío, arrepentido y decepcionado de sí mismo.

Se dió la vuelta y caminó sin rumbo alguno, perdiéndose en medio de la multitud mientras sus lágrimas seguían cayendo, imperceptibles ante los demás.

———————————


Un fastidiado Zachary arrastraba sus pasos hasta la biblioteca mientras intentaba controlar su divagante mente, la misma que no paraba de darle vueltas al asunto de Josiah y Noah. ¿Por qué siquiera le importaba? ¿Acaso la razón era que no podía parar de identificarse con el chico? ¿O había algo más?

Aquella sensación en el pecho no era simple empatía, y él lo sabía.

Y tal cosa lo aterrorizaba de una manera inimaginable.

Terminó por adentrarse en la silenciosa biblioteca, siendo invadido por el aroma de libros viejos y madera. Caminó hasta una de las mesas del final, pues mientras esperaba a Monroe, su nueva tutora de matemáticas, no quería ser molestado por nadie.

Se lanzó sobre una de las viejas sillas de madera mientras recostaba su cabeza sobre el respaldo, mirando el techo y estirando sus piernas hasta el otro lado de la mesa, concentrándose en el ventilador que giraba sobre él, pensando en qué pasaría si aquel caía sobre él, anhelando que aquello sucediera.

Sus pensamientos se vieron cortados de forma abrupta por una voz severa y molesta desde un pasillo cercano en la sección de anuarios escolares. Aquella era prepotente y exigente, cosa que llamó la atención de Zachary casi de inmediato.

—¡No me importa una mierda lo que diga tu puto padre! Tienes que conseguir cuanto alcohol sea posible, mañana tiene que ser la mejor noche de nuestra puta vida —Sonó severo mientras parecía hablar con alguien al teléfono—. Bueno, digamos que mañana me divertiré un poco con alguien y, tal vez necesite un poco de alcohol... Tú sabes, necesito que el momento sea un poco más alegre.

Zachary escuchó aquello y bufó, rodeando sus ojos mientras volvía a su antigua posición, restándole importancia al asunto pues, al fin y al cabo sólo era un estúpido y insignificante adolescente ebrio promedio. O aquello creyó, hasta que el chico habló de nuevo.

—No me llames León, imbécil, Soy Noah —Sonrió, mientras parecía seguir al teléfono—. Pues, digamos que es la presa número diez en lo que va del año, batiré mi nuevo récord, ¿No lo crees, Jerome?

Y entonces fue cuando toda la atención de Zachary se concentró en aquella voz, aquellos nombres. Apretó sus puños con fuerza de forma instintiva, manteniendo su ceño fruncido mientras su frívola mirada divagaba por todo el lugar, concentrándose en lo que aquella irritante voz soltaba, hasta que esta se detuvo, y de aquel pasillo salió el mismo sujeto de hacía minutos atrás, caminando con una prepotente y cínica sonrisa en su rostro, ignorando por completo a Zachary al pasar a su lado.

Lo observó alejarse hasta que este estuvo en el marco de la puerta, en donde se topó de frente con Monroe, la cual lo saludó de forma amena y cariñosa, abrazándolo antes de seguir ambos su camino, Noah alejándose del lugar y Monroe acercándose.

La chica de cabello colorido se acercó hasta Zachary y le sonrió de forma pequeña, sentándose en una silla frente al chico, bajo su atenta y curiosa mirada, la cual escrutaba cada uno de sus movimientos.

—Bien, empecemos con est-

—¿Conoces a ese tipo? —Interrumpió a la chica de forma poco educada, ganándose una mirada confundida.

—¿Disculpa?

—¿De dónde conoces a Noah? —Volvió a preguntar, esta vez con un tono más fuerte que el anterior.

—No es un asunto de tu incumbencia, no he venido a contarte mi vid-

—¿Podrías simplemente responder la puta pregunta?

—¡Joder! —Bufó, despeinando su cabello de forma desesperada—. Es el hermano de Venus, mi mejor-

—Claro, la otra imbécil de tu grupo —Volvió a interrumpir, manteniéndose sereno ante la incrédula mirada de Monroe—. Y dime —Prosiguió, comenzando con su interrogatorio injustificado—. ¿Qué sucederá mañana? ¿Alguna fiesta o? Escuché algo al respecto —Hablo de una forma más amena, lanzándole una imperceptible mirada seductora a la chica.

—No sé que tratas de hacer pero primero, cariño, soy lesbiana. Y dos, no entiendo de qué mierda hablas, ¿Podríamos empezar?

Zachary borró de inmediato su sonrisa coqueta y rodeó los ojos, sintiéndose un fracaso por intentar coquetear con una lesbiana. Se acercó a la mesa, colocando sus codos sobre ella y miró a Monroe de forma seria, estrechando sus ojos.

—Bien —Suspiró Monroe de forma pesada—. Noah dará una fiesta en su casa a la que la mayoría de la escuela fue invitada, pero al parecer tú no, así que efe mayúscula. —Habló en tono tranquilo, restándole importancia al asunto.

—No me interesa si fui invitado o no, ¿Irá el Josiah? —Cuestionó de forma inconsciente, arrepintiéndose de inmediato al escuchar lo que había cuestionado. Monroe lo observó confundida, entrecerrando sus ojos poco a poco.

—¿Y tú cómo conoces a Josiah?

—¿Que-qué mierda te importa? —Y por alguna extraña razón, aquello había sonado más a una pregunta que a una afirmación.

—Ajá —Se mantuvo al margen, inspeccionando cada detalle en la indescifrable expresión de Zachary—. Josiah irá, por supuesto, ¿Pero eso que-

Y sólo bastó para que aquellas dos palabras llegaran a sus oídos para que se levantara de su lugar de forma convencida, dirigiéndose hacia la salida a paso firme, sin divagaciones, sintiendo como su corazón se aceleraba con cada paso. ¿Aquél plan del que Noah hablaba involucraba a Josiah? ¿Planeaba embriagarlo para intentar hacerle algo? No lo sabía, pero aquellas paradójicas lo hacían sentir ansioso, impotente y molesto. Apretó sus puños con fuerza antes de cruzar por el marco de la puerta.

—¿A dónde crees que vas? ¡Si no cumplo con esto el director va a matarme! —Monroe alzó su voz, corriendo tras de Zachary, hasta que este se dio la vuelta y la miró con molestia y hastio en sus ojos.

—Puedes decirle al director que se meta las tutorías por el culo, tengo algo más importante que hacer.

Y dicho aquello, salió del lugar, dejando atrás a una confundida Monroe y un orgullo que tal vez jamás vuelva a recuperar.

¿Por qué lo estaba haciendo? No lo sabía y para aquel momento, tampoco se lo cuestionaba. Su mirada se encontraba fija en el camino mientras en su cabeza, las preguntas sin respuesta seguían cayendo como la nieve. Tenía un plan, uno poco elaborado y estúpido, pero que echaría a andar sin cuestionarselo dos veces.

Ni siquiera sabía qué era lo que sucedía, por qué su corazón se aceleraba, sus manos sudaban en medio de un puño forzado, no sabía el por qué de su mandíbula apretada ni tampoco el por qué de sus firmes pasos, pues de lo único que estaba seguro, era de aquella corazonada que lo obligaba a actuar de manera inesperada e inconsciente.

No tenía ni la más remota idea de lo que estaba a punto de hacer en el día siguiente.

Pero ojalá y nunca hubiese puesto un pie dentro de aquella fiesta.

Pues el destino no siempre iba a jugar a su favor.

•—————————•

Y justo a aquí es donde la verdadera trama empieza :D (demasiado tarde, lo sé lo sé, voy a mi ritmo, el cual como ven es más lento que un perezoso)

Infinitas gracias por leer.❤

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