Capítulo 10. Ethan.

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—Voy a salir con Melissa —las palabras brotan de mi boca apenas la veo, luego recuerdo la mentira—. Otra vez.

Carajo, soy pésimo diciendo mentiras. Las cejas de Lay se arquean en su frente, luego caen un poco.

—Eso es genial, Et.

¿Lo es?

—Si.

Leila mira a ambos lados, luego señala la cafetera detrás de nosotros.

—¿Te preparo uno? Estaba por hacer el mío.

—Si, claro.

La sigo, observando cada movimiento que hace al preparar el café e inevitablemente comparándola con Melissa de nuevo.

No podrían ser más opuestas.

Abro la boca para preguntar sobre su hermana o cualquier otro tema, pero el sonido de pasos sobre la escalera me detienen.

—Buen día, equipo. ¿Hoy si están de humor para seguir instrucciones?

Sawyer apoya las manos en la cadera, moviendo sus cejas arriba y abajo.

—Por supuesto que sí —chilla Lay—. Pero antes necesito conseguir un sándwich porque olvidé mi almuerzo, ¿Alguien quiere uno?

Yo digo no, mientras Luke asiente. Le dedico una mirada de ojos entrecerrada porque dudo mucho que Rebecca enviara al mayor de sus hijos con el estómago vacío al trabajo.

Leila hace un gesto rápido con la mano y desaparece lo más rápido que puede por la escalera. Es entonces que Luke vuelve su atención a mi.

—¿Qué carajos fue eso, Et?

—Le dije que estoy saliendo con alguien y ella no se inmutó.

Sawyer se acerca a la pequeña barra de la improvisada cocina y toma la taza de café que Lay preparó para mí, sus ojos azules y acusadores mirándome.

—¿Y esperabas que se pusiera celosa y se lanzara a tus brazos?

Decido ser sincero como siempre.

—Bueno, si. Realmente creí que lo haría, es decir, es Leila.

Luke toma un trago del café, baja la taza y tuerce los labios en una mueca curiosa.

—Querrás decir que esa era la Leila que conocías, no estoy tan seguro de lo que haría la nueva Lay.

Mis cejas se fruncen.

—Solo hay una de ella, no puedes hablar como si fueran dos personas diferentes.

—Pero lo son —dice, dando otro sorbo a la taza.

Yo tengo que mirarlo de nuevo a los ojos para asegurarme que estoy hablando con Luke y no con Christian, quién normalmente me aconseja. Esto tema suena demasiado maduro para el buen Sawyer.

—¿Qué mierda? ¿Ahora lo sabes todo de Leila?

Luke se ríe.

—Tengo ojos, viejo. Y soy más listo de lo que tú o Christian quieren ver. Hasta yo puedo darme cuenta que no es la misma de siempre. —me mira fijamente antes de agregar—. Igual que tú también cambiaste.

¿Yo?

—No cambié.

—Si, lo hiciste —me acusa—. Después del accidente lo hiciste, igual que ella.

—Luke... —gruño de frustración.

—¡Bien! Lo dijo Ana, pero debe ser cierto. Ella sabe mucho de estas mierdas.

Levanta las manos en un gesto de inocencia y vuelve rápidamente al café. Tomo la taza que preparó Lay para si misma y la bebo, dándome cuenta que es un americano sin crema ni azúcar.

Leila prefería su café con dos cucharadas de azúcar y dos sobres de crema, ¿Cuándo comenzó a beberlo así?

Echo un vistazo sobre mi hombro para asegurarme que ella no ha vuelto y vuelvo a hablarle a Luke.

—Lay ya no habla conmigo, no como antes. ¿Habla contigo?

—Claro que si —asiente como si las palabras no fueran suficiente—. Hemos tenido muchas charlas interesantes.

Mis cejas se vuelven a fruncir de confusión, no imagino a Leila y a Luke compartiendo una charla profunda.

—¿Cuándo se volvieron mejores amigas? —gruño—. ¿Por qué confía en ti y en mi no?

Él termina de beber el café y deja la taza dentro del fregadero, haciendo una mueca ante el sabor amargo.

—Porque yo no rompí su corazón.

Estoy a punto de negar la acusación, pero es imposible. Reconocer mi error, aún cuando creí que hacia lo correcto, es el primer paso para cambiarlo.

—Estaba pasando por un mal momento... —me justifico, pero Luke me detiene.

—Lo sé, viejo. No es conmigo con quién debes disculparte.

El sonido de pasos en la escalera de madera me detienen, clavando mi vista ahí justo a tiempo para ver a Leila aparecer balanceando una bolsa en sus dedos.

—Conseguí los sandwiches y el pan está recién horneado, ¿Pueden creer que la mitad del departamento está ahí haciendo fila? —pone la bolsa sobre la barra y mira su taza en mis manos—. ¿Estás bebiéndote mi café?

Sus ojos se mueven a la taza vacía en el fregadero y de vuelta a mi, antes de que Luke decida añadir más leña al fuego.

—Lo bebió todo Lay, le dije que debíamos esperarte. —niega con la cabeza como si no pudiera creer mi comportamiento grosero.

—¡No es cierto! —me quejo—. ¡Luke lo hizo!

Sawyer se señala a si mismo con una mueca de incredulidad, y Leila suelta una carcajada divertida.

—Ustedes son como niños, juro que los extrañé. —toma un sándwich y lo pone junto a mi. Luego se acerca a Sawyer para darle otro— Me cuesta creer que realmente somos los encargados del área de investigación de la prestigiosa policía de Seattle.

—¡Oye, rubia! —chilla Luke—. Soy tan responsable como cualquier otro jefe y puedo desempeñarme tan bien como Christian. Por eso soy el subjefe.

Lay se ríe y yo enciendo la cafetera para prepararle una taza de su favorito, tomando el bote de azúcar y los sobres de crema del cajón de las cucharas.

Antes de que vierta todo en una nueva taza como acostumbro a hacer, ella mueve su mano.

—Para mi solo café —aparta los sobrecitos y el bote—. Me gusta cargado, así estoy alerta.

—No lo sabía.

Debe ver la sorpresa reflejada en mi expresión porque me dedica una pequeña sonrisa de disculpa.

—Una costumbre de mis amigos de Portland.

Asiento, luego lleno la taza y se la entrego. Leila toma un gran sorbo y se dirige a su escritorio con la taza y el sándwich, Sawyer comiendo el suyo con grandes bocados.

Ambos me miran.

¿En qué momento las cosas se complicaron tanto?

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