Capítulo 32

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¡¡Os he echado un montón de menos: HOOOOOLAAAAA!! Os cuento mi vida abajo, después del capítulo. Bienvenidas a la segunda parte de "Nunca le hagas cosquillas..." :) Pd: ¡Escuchad la canción!


Capítulo 32

When we never even tried / We never even talked.

Ni siquiera lo intentamos / ni siquiera llegamos a hablar.

Ed Sheeran - Sunburn


HERMIONE

16 de diciembre de 2001.

Golpeó el suelo de moqueta marrón con su pie por décima vez en ese minuto. Hermione se aproximó de nuevo al mostrador de la Residencia, tras el que Astoria tecleaba en una máquina de escribir.

—¿Se puede saber dónde se ha metido Malfoy? —preguntó—, llevo veinte minutos esperándolo.

—Le hemos mandado un mensaje diciendo que estás aquí, Hermione, pero parece ser que él no lo ha escuchado. Puedes subir a su cuarto, si lo deseas.

Un escalofrío la recorrió de pies a cabeza. Subir al cuarto de Draco Malfoy sonaba como algo que no quería hacer. Hacía mucho tiempo que no subía a su habitación, desde antes de la noche de Halloween, y ya había pasado casi un mes y medio desde entonces.

La relación entre Draco y Hermione era bastante mala incluso siendo optimistas con esa calificación. Pero ella reconocía que, después de la horrible noche en la casa de Alcacia Williams, Draco Malfoy había comenzado a colaborar en el PRASRO. Acudía a sus terapias sin ninguna queja e, incluso, había recibido algunas horas de libertad que había cumplido a rajatabla. Draco Malfoy se comportaba, por fin. ¿Entonces por qué ella se sentía tan mal respecto al Slytherin?

Apenas hablaban y él parecía haber aceptado que lo mejor era no pasarse de la raya. Ella acudía a supervisarlo un par de veces a la semana y eso era todo. De cara al público tenían una relación totalmente normal como dos participantes cualquiera del PRASRO, no era cercana ni agradable, pero ellos eran conscientes de que en realidad habían pasado demasiadas cosas, tantas que la única manera de poder mantenerse funcionales era olvidar por completo todo lo sucedido, actuar como si no existieran esos recuerdos. Pero... ¿por qué eso la hacía sentir tan vacía?

La noche de Halloween se repetía una y otra vez en la mente de Hermione, constantemente. A veces soñaba con eso: tenía sueños en los que veía, una vez más, cómo Draco intentaba cortarse las venas delante de ella. Y no había nada que pudiera hacer por detener esas imágenes, evitar que se colaran en su cerebro.

Draco Malfoy era la persona más complicada que había conocido jamás. Y la obsesionaba descifrar qué demonios pasaba por su mente, cuáles eran sus pensamientos. Eso no estaba bien, una tutora del PRASRO no tenía que sentir nada ni siquiera cercano a la «obsesión» con un mortífago. Pero ella no podía controlarlo.

—Sube a su habitación, Hermione. Probablemente esté dormido —recomendó Astoria.

—Es que... prefiero no hacerlo, en realidad.

—¿Por qué?

—¿Podrías llamarlo tú? —preguntó Hermione de pronto.

Y, como si Ron Weasley le hubiera leído la mente en ese instante, el auror pelirrojo se apareció de repente allí, en ese recibidor principal de la Residencia. Ella lo observó acercarse al mostrador. Ron miró a Astoria de un modo que Hermione no fue capaz de definir muy bien, pero no era odio lo que veía en sus ojos, precisamente.

—Hola, Astoria —saludó Ron.

—Buenos días, Weasley.

Y Hermione entornó los ojos, confundida.

—¿Hola? —preguntó, mirando a su amigo como diciendo: «Eh, yo también estoy aquí».

—Sí, hola, Hermione —contestó su amigo sin ni siquiera mirarla.

Fantástico. Ahora era invisible. ¿Qué demonios pasaba entre esos dos?

—Vengo a ver a la señora Parkinson —informó Ron.

Y, al instante, ellos dos se enfrascaron en una conversación técnica sobre cómo esa era la última semana de Lillian Parkinson en el Programa de Rehabilitación. Hermione dio un par de pasos atrás, sabiendo que ni Astoria ni Ron parecían siquiera reparar en que ella seguía allí. Ya estaba totalmente claro que no, Astoria no subiría a la habitación número 56 a buscar a Malfoy; eso le tocaba a ella.

Bufando, Hermione se encaminó hasta las escaleras blancas que la llevaban a los pisos superiores de la Residencia. Se sentía incómoda, pues subir a la habitación de Draco Malfoy ahora le parecía una acción bastante personal.

No habían estado solos en una habitación con una cama desde la noche de Halloween. Y eso la ponía nerviosa. Aun así, caminó, dubitativa, hasta la puerta número 56 y encontró un papel flotante que repetía una y otra vez las palabras:

Hermione Granger le espera en la planta principal, haga el favor de personarse allí lo antes posible.

Draco no lo había escuchado, o quizás sí, pero había decidido ignorarlo. Tocó la puerta un par de veces, pero no recibió respuesta.

Odió tener que hacer eso:

Alohomora.

La cerradura se abrió limpiamente y ella entró en la habitación con lentitud. La luz estaba encendida, pues, a pesar de no haber ventanas, se encendía automáticamente todas las mañanas. Draco Malfoy estaba tendido sobre la cama, quieto.

Por un segundo temió que estuviera muerto.

Entonces Draco se movió: se dio la vuelta poco a poco y abrió los ojos, enfocando su mirada gris en ella.

—¿Granger? —susurró, despertando.

Y ella dejó escapar el aire contenido que tenía en los pulmones con alivio; tan solo estaba dormido, solo era eso.

Hermione sabía que Draco apenas dormía. Había recuperado un peso saludable, al igual que un aspecto tan atractivo como siempre. Sin embargo, unas ojeras inmensas lo acompañaban todos los días de su vida. Tras unos análisis para comprobar su estado de salud, una semana antes, Hermione le había escuchado decirle a un medimago que tan solo dormía un par de horas cada noche y que, en ocasiones, no dormía en absoluto; que tenía pesadillas.

Lo contempló un instante. No llevaba camiseta, por lo que todas sus marcas y cicatrices quedaban a la vista. Vestía unos pantalones deportivos negros que contrastaban con la piel blanca de su abdomen. Trató de no mirarlo ahí, debía controlarse. Hermione apartó la vista antes de que sus ojos se perdieran en una línea de vello rubio oscuro que se perdía en la banda elástica de esa única prenda que lo cubría.

—Disculpa, te he mandado un mensaje y he llamado, pero no contestabas. Creía que quizás... te había pasado algo.

—¿Algo como qué? —preguntó él, incorporándose en la cama y poniéndose en pie.

De nuevo, las cicatrices estaban expuestas. Draco tomó una camiseta blanca entre sus dedos y se la puso con rapidez, ahorrándole la incomodidad de seguir viendo cuántas veces alguien lo había torturado.

—No lo sé —contestó con sinceridad.

—No puedo hacerme daño, no hay ventanas por las que tirarme... —Draco no estaba siendo sarcástico, más bien realista—. Y estoy bastante bien de salud, ni siquiera creo que pueda darme un ataque al corazón.

Draco no sabía que aún existían formas de morir para él, pero no sería ella quien se lo dijera. Lo último que quería Hermione era que Malfoy volviera a intentar suicidarse. Sabía que la noche de Halloween él había querido llevar a cabo un sacrificio, era mejor que creyera que eso no era posible para él, eso le ahorraría futuros disgustos.

—Solo quería informarte de que... bueno, se ha decidido por unanimidad en el comité que queda un mes para que tu estancia en el PRASRO termine. El día dieciocho de enero serás puesto en libertad oficialmente.

Y si Hermione creía que él saltaría de alegría o gritaría con júbilo al escuchar la noticia... estaba bastante equivocada. El comité había decidido liberarlo del PRASRO casi tres semanas antes de lo previsto y eso no pareció sorprenderle ni alegrarle. Draco asintió con la cabeza. Después se giró y se puso a hacer su cama sin decir nada, sin cambiar la expresión de su rostro. Estiró las sábanas en silencio y alisó la colcha hasta dejarla tan lisa que parecía recién planchada.

Allí mismo, parada frente a él, Hermione Granger sintió que alguien le estrujaba el corazón un poquito. ¿Qué clase de reacción era esa? Parecía que no le importara, que nada le parecía interesante o... bueno.

En esa misma habitación, delante de sus narices y sin pronunciar ni una sola palabra, Draco Malfoy le demostró a Hermione Granger una vez más que estaba más roto por dentro de lo que ella siquiera llegaba a imaginar.


Noticias frescas: ¡aprobé latín! Como dice elsadeabajo, he estado practicando mucho con este fanfic jajaja. Gracias por los ánimos, ¡teníais más fe vosotras en mí que yo misma!

Os cuento que me ha hecho muchísima gracia leer vuestros comentarios del capítulo anterior porque no tenéis piedad de Draco, ¡¡os ha encantado que se haya llevado su merecido por una vez!! Por suerte, aún no le han mandado a Azkaban (aunque lleva en la cuerda floja desde el mismo día que salió de la prisión jaja).

Se vienen sucesos fuertes, ¡me muero de ganas por saber qué opináis! Además, no sé si os habéis fijado, pero he comenzado a subir el fic en inglés también (estoy muy excited!!).

Nos vemos el viernes, mis amores, ¡sois las mejores!

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