Capítulo 39

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¡Hola! Bueno, Bueno, Bueno. Pues aquí estamos.

Estoy muy nerviosa por subir este capítulo y os voy avisando de que, probablemente, después de subirlo me vaya del país y le oculte mi paradero a mi madre, porque me va a borrar de su testamento jajaja.

Espero mucho mucho mucho que os guste. Os aviso desde ya de que hay contenido sexual en el cap y de que, además, cabe destacar que la relación entre Draco y Hermione no es precisamente sana de momento.

Dicho esto, nos vemos abajo!


Capítulo 39

And you say, "As long as I'm here no one can hurt you".

Y dices, «mientras yo esté aquí, nadie puede hacerte daño».

Billie Eilish – Everything I wanted


DRACO


Verla envuelta en esa toalla fue el detonante para que las manos de Draco Malfoy comenzaran a temblar. Tomó una camiseta blanca del armario de Hermione y la sostuvo entre sus dedos.

—Sal de aquí —pidió ella.

No parecía muy convencida.

—Bueno, ahora ya sabes lo que se siente cuando alguien entra en tu cuarto sin pedir permiso. ¿A que jode? —respondió Draco.

Ambos se quedaron mirándose el uno al otro. Estaban solos, completamente solos, en una habitación con una cama y nadie alrededor que pudiera interrumpirlos ni juzgarlos. Draco sabía que tenía que pasar, que Hermione no le había invitado a su casa por casualidad.

¿Era posible que los instintos primitivos de cada uno fueran los encargados de guiar sus acciones ahora? Como si no pudieran evitar tocarse y necesitaran buscar una excusa para hacerlo todo el tiempo.

Draco se movió de nuevo, quitándose la camiseta empapada por encima de la cabeza. Ella seguía clavada en la puerta del baño, como un muñeco de cera. Él se permitió observarla una vez más: tenía el cabello castaño recogido en lo alto de su cabeza. Sin una gota de maquillaje, Hermione Granger estaba exactamente igual de guapa que cuando se arreglaba para ir a una fiesta. La toalla de color claro se pegaba a sus pechos y bajaba hasta la zona alta de sus muslos, algunas gotas de agua aún resbalaban por sus piernas bronceadas. Tragó grueso, tirando la camiseta blanca de vuelta al armario y deshaciéndose de la que había llevado puesta.

Sabía que estaba expuesto a ella: con todo su torso marcado por quemaduras y cicatrices. Le gustaba que ella evitara mirarlos, no sabía por qué, pero le encantaba generar incomodidad o desagrado en Hermione Granger. Porque, joder, daba igual qué coño hiciera para que ella se alejara: la insultaba, la humillaba, la amenazaba... y, aún así, ahí estaba ella una y otra vez: se derretía si la besaba y le faltaba poco para suplicarle que se acercara más a ella.

—¿Por qué me has invitado a subir? —preguntó Draco.

Hermione reaccionó de pronto, como si su mente se hubiera quedado clavada en otro lugar, muy lejos de allí, por un instante.

—No es... educado ni correcto dejarte abajo esperando. Se supone que debo cuidar de ti.

Con un suspiro, Draco se acercó a ella con pasos firmes.

—Vamos a dejarnos de juegos de una puta vez, Granger —murmuró—. Tú sabes lo que quiero y... me da igual que me digas que no; yo también sé lo que tú quieres.

Alzó una mano y acarició la piel suave de su hombro. Hermione no se apartó, pero tampoco lo miró a los ojos.

—Te doy una oportunidad —siseó Draco, y casi parecía una amenaza—. Dime que no y me marcho. Te juro que me pongo la ropa mojada y me voy en un minuto.

Hermione no contestó, tan solo tomó aire, frente a él. El movimiento de su pecho hinchándose y el olor que desprendía su cuerpo desnudo estremecieron a Draco. La tenía tan cerca que podría volverse loco de un momento a otro si ella lo paraba. Sí, si ella pronunciaba esa palabra, Draco iba a perder la cabeza.

No dijo nada, Hermione se quedó callada.

—Dime que no —repitió Draco, casi como si quisiera que lo hiciera.

Quería dejar claro lo que quería decir con eso. Que, si ella no abría la boca, iban a follar. Tan simple como eso.

Y Hermione abrió la boca... pero no para negarse. Ella tomó aire un instante y, acto seguido, alzó su mano y la colocó en la nuca de Draco. Acercó su rostro al de él y, por un momento, él pensó que iba a besarlo. Pero no lo hizo. Granger se acercó a su oído.

—Nos vamos a meter en problemas —susurró y había una nota de miedo en su afirmación.

¿Y eso a él qué le importaba? Ya estaba en problemas, su mera existencia ya era un puto problema. Así que la promesa de meterse en más problemas le encantaba.

Como respuesta, él mordió su cuello sin piedad, disfrutando del sabor de esa piel. Lo había extrañado, lo había necesitado mucho desde la última vez en que la había saboreado. Hermione gimió cuando sintió el contacto de sus dientes, pero no lo apartó, sino que lo acercó más aún.

La toalla cayó al suelo y sus pechos desnudos chocaron. Era la primera vez que se tocaban así: piel con piel. Draco tomó uno de los pechos de Hermione en su boca, lamiendo con devoción cada centímetro de este. Las manos de Hermione lo apretaban contra su desnudez, como si lo deseara tanto como él a ella.

Draco se juró a sí mismo que nunca iba a dejar que ella supiera cuánto la necesitaba. Nunca le mostraría una debilidad tan grande a Granger.

Las manos pequeñas de Hermione se posaron en su pecho y lo acariciaron. Un millón de pinchazos recorrieron a Draco, el tacto de Granger en su piel era adictivo. Tanto como ella. La agarró rudamente del brazo y la tiró sobre la cama, boca arriba. Granger no se quejó. Joder, sí que le gustaba que él fuera brusco. Cada vez se sorprendía más de eso.

Como si lo hiciera de forma instintiva, la Gryffindor se cubrió los pechos con las manos de forma disimulada y cerró las piernas. Como si sirviera de algo, en realidad, como si él no la hubiera visto ya mil veces en su cabeza antes de ese día. El cuerpo desnudo de Granger era simplemente perfecto, una de esas pocas cosas que él extrañaría cuando se marchara de ese mundo. No estaba delgada ni gorda, y sus pechos no eran grandes, pero tampoco pequeños. Era perfecta, solo eso. Sus ojos oscuros lo observaban, fijos en él.

—No te tapes —dijo él. Su voz sonó grave, lo supo.

Hermione obedeció, algo dudosa. No dejó de observarlo y Draco se deshizo de sus pantalones en un segundo. Se inclinó sobre ella, sin saber muy bien por dónde empezar. Quería follarla, lo quería tanto que se le nublaba la mente al imaginar el placer que sentiría. Si ella era capaz de ponerlo duro solo entreabriendo los labios... ¿cómo sería hacérselo de verdad? Una puta locura, seguro.

Draco posó sus labios fríos sobre la piel cálida del abdomen de Hermione. En realidad, le daba un poco de envidia que ella hubiera podido ducharse, él aún tenía frío, pero su cuerpo se estaba calentando bastante rápido. Quizás demasiado. Recorrió su piel suave, regando suaves besos sobre ella. Dudó un instante cuando bajó un poco más, colocándose justamente entre las piernas de Hermione. Ella estaba bastante mojada y sabía que la razón no era la ducha que se había dado, sino el hecho de que Hermione quería eso tanto como él.

La sintió contener la respiración cuando se acercó y la lamió despacio. Hermione se estremeció y un oscuro gemido salió de entre sus labios. Draco sonrió, le gustaba tenerla así, le hacía sentir mucho mejor saber que ella no era la única que podía subyugar al otro. La recorrió con su lengua sin prisa y Hermione gimió de nuevo, abriendo más las piernas para que él pudiera acceder a ella más profundamente.

Era toda una sorpresa esa Granger.

Introdujo un dedo dentro de ella, sin dejar de lamerla. Estaba apretada y por el modo en el que su respiración se aceleró, Draco imaginó que ella no estaba acostumbrada a hacer eso. O quizás sí, quién sabía. Sus tres años en Azkaban le habían robado muchas cosas a él. Draco la devoró del mismo modo en que ya lo había hecho cientos de veces en su cabeza desde hacía tres meses. Hermione gemía y sollozaba cada vez que Draco la lamía una y otra vez.

Él mismo estaba tan excitado que le dolía. Como si su cuerpo le estuviera exigiendo que hiciera algo por aliviarse de una vez. Pero él no quería solo aliviarse, también quería que ella participara en esa puta agonía en la que él vivía. Se apartó de ella justo cuando sintió que Hermione iba a correrse. Llamadlo malvado, pero no quería que lo hiciera, no aún.

Un gemido de frustración salió de los labios de Hermione, que automáticamente se llevó una mano a su clítoris y lo acarició rítmicamente para conseguir alcanzar el clímax que él le estaba negando. Draco apartó sus dedos con firmeza y le lanzó una mirada de advertencia. Por una vez, quería ser él quien llevara el control, por una puta vez.

Draco se deshizo de su ropa interior negra, quedando completamente desnudo frente a ella. Esta vez, al contrario que antes, rezó en silencio porque ella no mirara las cicatrices de su cuerpo, pero Hermione las observó de nuevo. Cada vez que lo hacía, un gesto de pena se dibujaba en ese precioso rostro.

Puta sangre sucia, como si yo necesitara tu compasión.

Con renovada furia, Draco se tumbó sobre ella y tomó uno de sus pechos en su boca. Apretó el pezón entre sus labios, pretendía hacerle daño, pero Hermione solo gimió más fuerte y rodeó sus caderas con sus piernas. Estaba loca, ¿por qué seguía acercándose a él más y más cuando la trataba así?

Draco gruñó de forma profunda cuando sus sexos se rozaron por primera vez. Fue como si una explosión lo agitara y sintió que iba a dejarse ir. Tuvo que cerrar los ojos y respirar un instante para no hacerlo. Por el poco orgullo que le quedaba, lo último que haría sería correrse con Granger sin ni siquiera habérsela metido aún. Pensaría en Voldemort si era necesario para evitarlo.

La boca de Hermione viajó por su clavícula, besándolo con dulzura. Otro amago de correrse. Mierda, no iba a poder aguantarse.

Draco se apartó unos centímetros de ella y la observó con el ceño fruncido.

—No me beses —le ordenó con brusquedad.

Y, si ella le daba una bofetada y se levantaba de la cama después de hablarle así, él lo entendería. Por supuesto, Hermione Granger no lo hizo. Debía de ser una puta masoquista emocional o... quizás, tenía mucha fe en él. Fuera cual fuera la razón, ambas estaban muy mal.

Draco tomó su miembro entre sus manos y acarició el clítoris de Hermione con él. Estaba caliente y mojado, se le iba a ir la cabeza. Buscó por toda la habitación, como un poseso, y por fin encontró la varita de Hermione en el suelo, cerca de la toalla con la que ella se había envuelto después de ducharse. Se apartó un instante, tomando la varita entre sus dedos. Regresó a la cama y se la tendió a Granger, que ni siquiera se inmutó. Podría habérsela robado, haberle lanzado un desmaius y haber salido corriendo. Pero no lo hizo. Al menos eso tenía que servir como una prueba de que podía fiarse de él.

—Haz algún hechizo —susurró con urgencia.

Entendiendo lo que quería decir, Hermione tomó la varita entre sus dedos y, apuntando al pene de Draco, murmuró un hechizo anticonceptivo. El propio Draco le quitó la varita de nuevo y la lanzó hacia el otro lado de la habitación. Después, simplemente, se colocó en su entrada. Introdujo el inicio de su miembro dentro de Hermione y ella sollozó, a él no le quedaba claro si era dolor o placer, pero tenía toda la intención de entrar en ella de golpe, duro. Quería oírla gritar.

Pero Granger lo detuvo con un susurro.

—Es mi primera vez.

Joder.

Mierda.

Draco se quedó quieto, mirándola, procesando esa información. Su primera vez... No pensaba confesarle que también era la suya. Eso no era una opción, no iba a dejar que ella se creyera especial. Como ya había dicho, tres años en Azkaban le habían robado muchas cosas, en especial la oportunidad de poder tirarse a alguien que no fuera Hermione Granger antes de ese día. ¿Por qué tenía que ser la primera? ¿Por qué justo ella?

—Vale —dijo.

¿Qué más se suponía que debía responderle?

Draco volvió a tenderse sobre ella una vez más. Y la acarició con los dedos. Su instinto animal le decía que la ignorara, que lo hiciera de una vez y ya. Su mente le pedía que, por favor, la hiciera disfrutar. Volvió a entrar en ella poco a poco y el calor del cuerpo de Hermione lo inundó de repente. Ese cuerpo era capaz de proporcionarle un placer y una calidez que no había encontrado en ninguna otra parte. Draco cerró los ojos y se movió dentro de ella, la escuchó gemir. Entró un poco más en su cuerpo y repitió esa operación un par de veces más. Apenas se había dado cuenta, pero ya estaba dentro de Hermione Granger por completo. Y sus cuerpos encajaban a la perfección, como si estuvieran hechos para encontrarse juntos.

Acarició el punto en el que sus cuerpos se unían y Hermione se contrajo, apretándolo más aún dentro de ella. El calor era incomparable, estaba en todas partes. Hermione levantó las piernas, facilitándole la entrada y él volvió a enterrarse en ella con más fuerza, estuvo a punto de gritar al hacerlo.

Sintió la mano de ella acariciando su rostro y ese movimiento lo distrajo. Durante un instante se miraron de un modo tan intenso que él quiso apartarse, salir corriendo y no dejar que ella volviera a mirarlo jamás. Porque era como si estuviera viendo su alma.

Hermione abrió los labios y un sonido dulce escapó de ellos. Acto seguido se corrió, Draco pudo sentirlo porque amenazaba con arrastrarlo también a él. Granger lo apretó contra ella mientras se liberaba y no dudó en ignorar lo que él le había pedido antes:

Lo besó.

Hermione Granger juntó sus labios contra los de él y ahogó un gemido dentro de su boca. Buscó su lengua y Draco ya no pudo negarse más. Tuvo que responder el beso, sintiendo la calidez de esa boca mientras entraba en ella una y otra vez. Tardó solo unos segundos más en dejarse ir dentro de ella. Y el orgasmo fue, sin duda, lo más potente que había experimentado en su vida. Fue tan fuerte, tan placentero, que dolió. Como si alguien lo estuviera torturando.

Los labios de Hermione sobre los suyos fueron la mejor y la peor de las torturas. Un millón de imágenes anteriores vinieron a su mente: oscuros momentos en Azkaban, maldiciones cayendo sobre él, dolorosas y oscuras. Su piel rasgándose, sus huesos rotos, su cordura... escapándose.

Draco se encontró a sí mismo en el otro lado de la habitación cuando abrió los ojos de nuevo. Se había apartado de Hermione y ni siquiera sabía cuánto tiempo había pasado. Quizás segundos, quizás minutos. Ella lo observaba desde la cama con los ojos entornados, sin entender qué sucedía.

Y la verdad era que él tampoco entendía nada.

Habían follado, se había corrido y... de pronto estaba allí, lejos de ella. Draco apretó los labios, consciente de que estaba a punto de tener un ataque de pánico y no, no quería ponerse a llorar delante de Granger. No iba a suceder.

Se apresuró a recoger sus pantalones del suelo, aún estaban húmedos. Sin preguntarle, tomó la camiseta blanca y seca del armario y se vistió de inmediato. Hermione aún lo miraba desde su cama, desnuda y confundida.

Trató de olvidar qué se sentía al estar dentro de su cuerpo. Era la sensación más gloriosa y adictiva que hubiera experimentado nunca. Y la odiaba por eso. Joder que si la odiaba. «¡Te odio, Granger!», quería gritarle. Ojalá hubiera podido. Pero, si abría la boca, se echaría a llorar. Sentía el ataque de pánico a un centímetro, a punto de llegar y derrotarlo. Las lágrimas estaban agrupadas en un nudo en su garganta y, si hablaba, saldrían a la superficie.

«Te odio, Granger, ojalá te murieras», le escupió en su mente.

En voz alta no dijo nada.

Draco Malfoy tan solo terminó de vestirse y salió de la habitación. Ni siquiera se puso el abrigo, lo dejó ahí, totalmente empapado y tirado en el suelo del apartamento de Granger.

Se puso a llorar en cuanto cerró la puerta del piso y salió corriendo por las escaleras.


¡¡¡QUIERO SABER TODO LO QUE SE OS PASE POR LA CABEZA!!! Normalmente no subo lemons y no estoy muy acostumbrada a hacerlos en Dramione, así que espero haber estado a la altura de la tensión sexual que hay entre Draco y Hermione en esta historia.

Si os ha gustado, dejadme un review/comentario contándomelo y yo os responderé con un: «¡Diablos, señorita!» Jajaja. Mil besos y nos vemos el martes, ¡gracias por leerme y por apoyar esta historia, me hace muy feliz que me estéis ayudando a mantenerla viva!

¡¡¡¡¡¡¡ADEMÁS, dentro de 2 horas ES MI CUMPLEAÑOS!!!!!!

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