Capítulo 43

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Chicas, conocéis el protocolo: NO le digáis a mi madre que he escrito esto.


Capítulo 43

'Cause I wanna touch you, baby / And I wanna feel you, too.

Porque quiero tocarte / y también sentirte.

Sia, Zayn Malik - Dusk till dawn.



HERMIONE

Todo el mundo estaba ya bastante borracho a esas alturas. Eran las once de la noche y el bullicio de su alrededor animaba a cantar y bailar al ritmo de la música que salía de quién sabía dónde.

Hermione se levantó de la mesa en la que se encontraban sentados todos sus amigos. Ron había desaparecido un buen rato, pero ya había regresado y volvía a estar tan raro como siempre últimamente: sentado con la mirada perdida y con la mente en otra parte.

La Gryffindor caminó hasta el mostrador del Caldero Chorreante. Algunas personas la saludaron por el camino y ella correspondió los saludos con amabilidad. Una parte de ella esperaba ver a John Scholz apareciendo allí en cualquier momento, pero se alegraba de que él no hubiera acudido a esa fiesta. En realidad, después de las diez mil horas que había pasado pensando en Azkaban y sus torturas, no sabía cómo enfrentarse a su jefe, porque estaba más cerca que nunca de exigirle respuestas reales respecto a la situación de los presos en Azkaban. Respecto al tratamiento que había recibido Draco durante el tiempo que había pasado allí encerrado.

Llevaba varios días sin hablar con Draco, no sabía cómo enfrentarse a él. Lo que había sucedido en su casa era... demasiado. ¿Cómo debía afrontar su propia falta de responsabilidad? Dentro de diecinueve días él ya no sería parte del PRASRO, Hermione le devolvería su varita y Draco pasaría a formar parte de la Sociedad Mágica. Y entonces quizás —quizás—, ella dejaría de sentirse mal por lo que había hecho.

—¿Podrías darme una cerveza de mantequilla, por favor? —le pidió a Hannah Abbott, que servía bebidas a diestro y siniestro con una sonrisa y una diadema brillante de la que, de vez en cuando, surgían pequeños fuegos artificiales.

Una cerveza de mantequilla se materializó frente a Hermione. Llevaba un vestido rojo de gruesa lana que su madre le había regalado por Navidad, todo el mundo le había dicho esa noche que le sentaba muy bien.

Bebiendo un pequeño sorbo del dulce líquido, Hermione buscó unos ojos grises en la multitud, intentando disimular. Lo había mirado desde el primer momento en el que había llegado al Caldero Chorreante, pero Malfoy ni siquiera se había molestado en buscar sus ojos castaños ni una sola vez. Como si su presencia allí le fuera indiferente. Quizás lo era.

—¿Ahogando tus penas en alcohol, Granger?

Ahí estaba otra vez. Por supuesto, nunca podía saludarla de forma normal, siempre tenía que hacerlo con algún chascarrillo, con una broma pesada o con simple sarcasmo. Lo bueno era que Hermione ya era capaz de ver más allá de la coraza de Draco, sabía que rara vez era sincero, siempre se escudaba detrás de algo, utilizaba lo que fuera para no mostrar su verdadera cara. Como un mecanismo de defensa para evitar ser —más— lastimado.

—Podría decirse —contestó ella, disimulando que su voz le había parado el corazón de repente.

Hermione se giró hacia él. Por un instante, sus ojos se quedaron unidos a los del otro. Era la primera vez que se veían después de lo que había sucedido, después de acostarse juntos. Y él había salido corriendo, sí, pero Hermione sabía que algo había sucedido.

Porque daba exactamente igual que ella nunca antes se hubiera acostado con otra persona antes que con él, era evidente que el modo en el que ellos lo habían hecho... era diferente. No solo especial, especial era una palabra tonta que no servía para definir eso, ese algo que solo les pertenecía a ellos dos. Algo que nadie más podría tener.

—¿Cómo estás? —preguntó Hermione y su tono cambió, lo hizo en voz baja.

—Bien. Supongo —respondió Draco, después se giró hacia sus amigos y señaló en su dirección con el dedo pulgar—, hacía... un tiempo que no veía a todos mis amigos.

—Me alegro —contestó ella con sinceridad.

Draco apretó los labios. Estaba incómodo, era evidente. Hermione se preguntó si, quizás, no le gustaba que lo vieran hablando con ella. Cualquier cosa era posible con Draco Malfoy, en realidad, pero estaba claro que a nadie le extrañaría verlos juntos: no había nadie en ese bar que no supiera que ahora ellos dos formaban parte de un «equipo», que estaban atados al otro por el PRASRO.

—Me preocupaste el otro día —Hermione se obligó a mantener un tono de voz normal—, te fuiste de repente.

Él miró en todas las direcciones y resopló.

—¿Podemos no hablar de esto aquí? —pidió entre dientes.

Hermione asintió con la cabeza y agarró su cerveza de mantequilla, pero se percató de que él acababa de dejar ahí un zumo de calabaza que apenas había tocado. Lo imitó. Era mejor para ella no beber más, en realidad, no quería acabar la noche estando borracha.

Se había fijado en que Draco nunca bebía alcohol, tan solo lo había hecho con ella el día en el que habían tomado mulled wine en el Callejón Diagón. Era extraño pensarlo, pero... ahora tenía recuerdos con Malfoy. Recuerdos bonitos.

La Gryffindor se dirigió al pasillo que conducía a los baños, el mismo camino que ellos habían hecho juntos el día de Halloween. Probablemente habrían entrado a uno de ellos ese día si no hubiera sido porque el aseo ya estaba ocupado por Astoria y Ron. Por Merlín, ¿qué demonios sucedía con los empleados del Ministerio y la necesidad que parecían tener de mantener relaciones sexuales entre ellos en lugares públicos?

Draco no dudó, posó su mano en el pomo de la misma habitación a la que ellos habían entrado el día de Halloween, justo antes de que él se marchara a la casa de su tía Alcacia. Hermione se quedó parada, dudando.

—Malfoy, no...

—¿Tienes miedo? —preguntó él.

Y la respuesta era que sí, estaba aterrorizada de lo que pudiera pasar con él en una habitación a solas. No recordaba ni una sola vez en la que hubiera sabido controlarse y guardar la compostura desde que Malfoy había salido de Azkaban. Si él la tocaba, ella estaba perdida, no había más.

Alzó la cabeza y lo siguió, de todas formas. Cerró la puerta tras ella y sacó su varita del bolsillo para encender la lámpara del techo. La habitación se iluminó tenuemente, presentando de nuevo una cama doble, una ventana y una mesa en el medio de la sala. Ella caminó hacia la mesa, sabía que la cama era territorio inseguro para ellos.

—¿Y bien?

Draco alzó una mano, mostrándole la palma en un gesto que implicaba que estaba esperando a que ella continuara con la conversación que habían dejado a medias en el bar. Ahí, solos por completo y rodeados solo del lejano murmullo de la gente en la fiesta, a Hermione se le hacía mucho más difícil hablar de eso. Quizás se sentía vulnerable.

—Solo... quería saber cómo estabas —susurró—, el otro día pasaron muchas cosas.

Hermione apartó la mirada de él, incapaz de mantenérsela. Su corazón latía cada vez más rápido, como si fuera a darle un infarto solo por estar ahí, hablando de eso con él. Nunca había creído que Draco Malfoy podría ponerla tan nerviosa y ahí estaba ella, a pocos minutos del año nuevo y encerrada con él en una habitación. Era inútil fingir que él no provocaba demasiadas sensaciones en ella.

Draco chasqueó la lengua.

—¿Me vas a psicoanalizar? —gruñó él.

Ella se quedó callada. Draco Malfoy no iba a dejar de actuar de ese modo hasta que no se hubiera curado al menos un poco. Y ella había elegido seguir ese camino el día que le había dicho a Scholz que aceptaba el caso. El mismo día en el que él había salido de la prisión.

—Estoy bien, todo está bien. No hay nada de lo que hablar, Granger.

La muchacha se mordió el labio, sin saber cómo demonios podía abrir un poco a ese idiota malhumorado. Y, aunque ella no lo sabía aún, ya había dado con la solución. Hermione tomó el bolso que llevaba colgado y lo abrió.

—Te he traído algo.

Y sabía que Draco intentaba no parecer ansioso, pero no pudo evitar lanzarle una mirada curiosa a su bolso oscuro. Hermione sacó de él un libro.

—Es... tu regalo de Navidad atrasado, imagino.

No era un libro normal, no, sino que se trataba de un libreto fino y oscuro repleto de dibujos por todas partes. Se lo tendió a Draco y este lo aceptó, aún confuso.

—¿Batman? —preguntó en un susurro.

—Es uno de los primeros, o eso me han dicho. —Hermione se mostró algo avergonzada—. La verdad es que no lo he leído, pero en la tienda me dijeron que era bueno.

El rostro de Draco se ensombreció de golpe.

—No tenías por qué.

Y eso provocó que el ambiente se pusiera tenso. Porque, cuando quería, Draco era de lo más desagradable. Hermione rezó para que no le devolviera el comic y, afortunadamente, él no lo hizo. Lo colocó sobre la mesa de la habitación.

—Granger... —comenzó él, arrastrando las palabras conscientemente con el fin de resultar desagradable—. Espero que no creas que ahora estamos juntos o algo así solo porque hemos follado una vez. Quiero decir... tampoco ha sido para tanto.

Hermione tomó aire y fingió que no le había dolido. Porque ella tenía un plan. Un plan que solo podría poner en marcha una vez, porque si no la mataría por dentro. Y, con esas palabras por parte de Malfoy, ella supo que tendría que ser esa misma noche.

¿Qué plan?

Pagarle cada una de sus ofensas, de sus improperios, con un poco de comprensión. Hermione lo sabía: nunca nadie había tratado de comprender a Draco Malfoy, solo su madre, quizás... y ahora él estaba dispuesto a suicidarse para poder traerla de vuelta. Malfoy no era malvado, no lo era y ella iba a demostrarlo.

Se puso un límite a ella misma: si él no respondía, si seguía duro como la piedra después de que ella se abriera a él, se rendiría y, al día siguiente, podrían volver a ser enemigos como siempre habían sido. Podrían insultarse, amenazarse y faltarse al respeto otra vez.

Pero esperaba que eso no sucediera. Porque Hermione sentía que ese era el momento de que alguien le diera una oportunidad a Draco Malfoy. Tenía que haber algo bueno debajo de esa gruesa capa de hostilidad.

—No hagas eso —le pidió.

—¿El qué?

—Sabotearte a ti mismo, intentar arruinarlo todo. —Hermione dejó su bolso sobre la mesa y se acercó a él. Draco retrocedió, asustado—. No tienes que hacerlo.

—Solo te he dicho la verdad, Granger, no quiero que te hagas ilusiones y...

—Shh... —Hermione acarició su barbilla y Draco se estremeció. Ella no retiró su mano de ahí—. Todo está bien.

—¿De qué coño hablas? —siseó Draco, pero no se movió.

Entonces ella se puso de puntillas ligeramente. Podía oler el característico aroma a jabón y a zumo de calabaza en Draco Malfoy. Lo aspiró un instante antes de rozar sus labios con los suyos. Se alejó de él, posando sus brazos sobre sus hombros y lo miró a los ojos: Draco Malfoy estaba asustado, más de lo que ella lo hubiera visto nunca.

Besó su mejilla y dejó que sus labios pasearan por la mandíbula pálida del joven. Regó besos por todo su cuello y se detuvo justo sobre una arteria. El pulso de Draco latía acelerado, tanto como el suyo. Se moría de ganas por besarlo en los labios: Malfoy estaba tan guapo que algo le dolía en la zona baja de su vientre, algo que quería ser liberado.

Con un gemido suave, tomó sus labios entre los suyos y lo besó con toda la suavidad y la dulzura de la que fue capaz. Y él respondió, desde luego que lo hizo. Antes de que pudiera darse cuenta, él ya la mordía y apretaba sus manos en la garganta de Hermione, intentando asustarla, como solía hacer. Eso no le daba miedo a Hermione, si acaso, conseguía encenderla más y más.

—Para —susurró ella, apartando sus manos de su garganta con suavidad y bajándolas a sus caderas—, hagámoslo lento al principio, ¿vale?

Y Draco estaba tan sorprendido que no pudo presentar ningún tipo de objeción. Hermione volvió a besarlo, acariciando su lengua con la suya, pegando su cuerpo al de él en los lugares y en los momentos correctos. Él gruñía de vez en cuando, lo hacía casi con desesperación, como si temiera que ella fuese a desaparecer de un momento a otro... pero no iba a ser así.

Hermione Granger se había vuelto completamente loca, lo sabía, pero no iba a renunciar a él: no iba a perder esa parte buena que ella había encontrado en Draco Malfoy. No pensaba descansar hasta que él dejara de ser un dragón herido.

Se arrodilló frente a él. Sabía que Draco no se lo esperaba, a decir verdad, tampoco ella lo hacía. Con dedos ágiles, Hermione desabotonó sus pantalones negros y los bajó. Sentía cómo su miembro se endurecía bajo la tela por segundos y tuvo que respirar un par de veces para tranquilizarse.

—¿Qué estás...?

No le contestó. Él lo vería pronto, y... bueno, tampoco tenía que ser un Ravenclaw para adivinarlo.

Lo acarició por encima de la tela con cuidado y Draco se agarró al borde de la pesada mesa situada en mitad de la habitación. Cuando bajó su ropa interior, Hermione observó la longitud de su pene en silencio un momento. Nunca había tenido uno tan cerca y, no iba a mentir, no sabía muy bien cómo usarlo ni qué hacer con él.

Aún un poco dubitativa, lo agarró con su mano derecha y lo lamió con cuidado. Draco gruñó.

—Joder... —dejó escapar.

Ella lo besó, dejando que su lengua lo acariciara ligeramente. Alzó la vista hacia él desde el suelo.

—¿Te gusta? —preguntó en un susurro. No tenía ni la más mínima idea de si lo estaba haciendo bien.

El día en el que él se lo había hecho a ella, Hermione había tocado el maldito cielo con los dedos al sentir su lengua recorriéndola. Tenía curiosidad por saber si también ella podía provocarle esa misma sensación.

—Joder, Granger...

Imaginó que eso significaba que sí, pues Draco siempre hablaba, tenía contestación para cualquier cosa y... en esa ocasión parecía haberse quedado sin palabras.

Trató de metérselo entero en la boca, pero era demasiado grande. Hermione lo lamió alrededor de nuevo y movió su mano, masturbándolo al mismo tiempo. Draco gemía con su voz ronca y ella debía reconocer que hacer eso le parecía de lo más excitante. No entendía por qué, pero Draco Malfoy la excitaba demasiado, más que nadie que hubiera conocido hasta ese momento. ¿Acaso sería así con todos los chicos con quienes estuviera durante su vida? No le gustaba la respuesta que su mente le dio, pero debía aceptarla: No. Todo era distinto con Draco Malfoy.

Lo metió entre sus labios una vez más y cerró la boca a su alrededor. Fue entonces cuando Draco agarró su barbilla y la apartó de su miembro. Durante un instante, Hermione no supo qué quería, pero no fue necesario pensarlo. Malfoy la puso en pie sin mediar palabra y la colocó de espaldas a él, haciendo que la mesa se le clavara ligeramente en las caderas.

—No te veo —se quejó ella.

—Da igual —respondió Draco.

Le levantó el vestido con solo un movimiento y sintió sus dedos acariciando sus nalgas y, acto seguido, tocándola entre las piernas. Hermione las abrió más, sabiendo que eso le daría más placer aún. Gimió cuando coló un dedo dentro de ella.

—El hechizo, mierda —susurró Draco.

Hermione se echó a reír, sin saber por qué. Tomó su varita de dentro de su bolso y se giró hacia él un momento, lanzando el hechizo anticonceptivo sobre su miembro. Después de hacerlo, Draco agarró su cabello con una mano y tiró de él ligeramente. Hermione lo oyó escupir y se estremeció, un instante después, entró en ella. No tuvo ningún tipo de delicadeza y eso la hizo gritar... pero no de dolor, sino de placer. Aún no entendía por qué la excitaba tanto que él fuera así de rudo con ella. Quizás porque así era Draco Malfoy: grosero, brusco y atrayente.

Draco tiró de su pelo mientras entraba en su cuerpo. Coló su mano por debajo del vestido y Hermione lo sintió acariciando sus pechos. Suspiró; eso estaba demasiado bien, quizás por eso no era legal para ella acostarse con Draco Malfoy.

Su sexo se contrajo con las embestidas de Malfoy, lo notaba profundo en su interior, cada vez más, y no podía evitar moverse al mismo ritmo que él lo hacía. Si esa sensación iba a ser así siempre, quería que Draco Malfoy la poseyera a todas horas. Él besó su cuello, lamiendo ese sensible punto detrás de su oreja, y Hermione notó que estaba a punto de dejarse ir, allí, de pie contra una mesa. ¿Qué demonios estaba haciendo ese Slytherin con ella?

La mano de Draco apretó su pezón un instante y Hermione supo que sus piernas no la sostendrían durante mucho más tiempo. Gritó mientras se dejaba ir y él le tapó la boca con la mano que, segundos antes, había acariciado su pelo.

—No grites, joder —la reprendió.

Pero no dejó de moverse dentro de ella, de entrar y salir con fuerza. Draco enterró su cabeza en el hueco del cuello de Hermione y ella supo, por el gruñido animal que escuchó, que se estaba corriendo. La mano, que antes reposaba sobre el pecho de Hermione, se trasladó hasta el punto en el que su corazón latía, desbocado. Él la mantuvo allí durante un minuto más, como si estuviera sintiendo su latido.

Después salió de su cuerpo de golpe. Ella se sintió vacía, como la vez anterior, cuando él se había ido de la cama. Pero no. No iba a dejar que volviera a repetirlo.

Draco se subió los pantalones rápido y Hermione supo que estaba a punto de marcharse corriendo. Que iba a cruzar esa puerta y salir de la habitación, huir una vez más.

—Espera —le dijo.

—¿Qué?

Ella se giró, bajándose el vestido de nuevo para cubrir sus muslos. Sus piernas aún temblaban y apretó los labios. No le gustaba el tono en el que él le hablaba, como si lo molestara cada vez que le decía algo. Pero, a esas alturas, conocía a Draco Malfoy mucho mejor de lo que él creía.

No era su amiga, a duras penas podía decir que sí, era su amante, pero estaba segura de que Draco tenía miedo. Por eso era así con ella, se lo había dicho la propia Alcacia. Y también le había confesado cuál era el modo de arreglar el comportamiento de Malfoy.

—Ven.

Draco ya había arreglado su ropa y, a excepción de un par de cabellos alborotados en su cabeza, estaba tan perfecto como lo había estado antes, en la fiesta. Malfoy apartó el cabello de su frente y la miró con evidente desagrado, como si acercarse a ella fuera a interrumpir su día.

Venciendo el miedo de ser rechazada, Hermione se subió sobre la mesa, sentándose en ella. Después hizo un gesto con las manos y abrió los brazos, indicándole que quería tenerlo cerca.

Y él la miró como si esa implicatura fuera lo más absurdo que hubiera escuchado en su vida. Unos minutos antes besaba su cuello mientras tenían sexo allí mismo y, ahora, para él parecía ridículo tocarla de nuevo. Aun así, Draco obedeció en silencio. Quedó a pocos centímetros de su rostro, Draco se encajó entre sus piernas y la observó con sus ojos grises y fríos, su mirada era triste, como siempre.

Hermione buscó su boca y lo besó suavemente. Draco no respondió, parecía un bloque de hielo que ella quería derretir sin saber cómo hacerlo. Lo abrazó y comprobó, satisfecha, que, a pesar de no contestar al abrazo, Draco tampoco salía corriendo. Eso era bueno.

Suspiró, apretándolo aún más contra su pecho. Entonces, por fin, Hermione sintió que él apoyaba ahí su cabeza y la dejaba reposar justo encima del corazón de Hermione. Con su mano derecha, ella acarició su cabello. Mantuvo la mano izquierda bajo su barbilla.

Permanecieron en silencio en esa postura mucho tiempo, parecieron horas, en realidad. En un determinado momento, unos escandalosos gritos de júbilo llegaron a ellos desde el bar. Primero fue una cuenta atrás y, acto seguido, voces, canciones y fuegos artificiales estallando en la calle.

Ellos no se separaron ni un instante, siguieron tal y como estaban.

—Feliz año nuevo, Draco —susurró Hermione.


Buenooooo. Como veis, Hermione ha decidido (por fiiiiin) curar a Draco. Estoy super feliz. ¡¡Le ha costado 43 capítulos decidirse!! ¿Qué os ha parecido? ¡¿Qué opináis?! OMG, ¡necesito saberlo! El anterior capítulo tuvo casi 100 comentarios en Wattpad pero muy poco votos en comparación con el resto. ¡No olvidéis votar antes de marcharos! La única forma que yo tengo de saber si os gusta el fic y queréis seguir leyéndolo es que votéis y comentéis (o dejéis review!!) y si no lo hacéis, ¡no me entero de nada!

Así que nada. Espero como loca saber qué pensáis, ¿estáis tan emocionadas como yo? :) ¡¡Nos vemos el martes!!

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