Capítulo 62

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No soy un monstruo, no os dejaré esperando hasta el martes para el próximo capítulo, tranquilas.

Mientras tanto... no olvidéis visitar la página de facebook "La estrella más oscura. Dramione".

Os quiero mucho, recordad eso antes de odiarme. :)


Capítulo 62

It's hard to find life in something that's already died.

Es difícil encontrar vida en algo que ya se ha muerto.

Pvris - Fire


HERMIONE

Los aurores tardaron solo un par de minutos en aparecerse ahí, en esa calle vacía. Hermione distinguió a algunas personas asomándose por las ventanas de sus casas, confusos al ver que personajes tan célebres como Harry Potter, Hermione Granger o el propio ministro de Magia, Kingsley Shackelbolt estuvieran allí a esas horas de la noche.

—Lo hemos encontrado —informó Theodore Nott, el encargado oficial de localización del Ministerio.

Eso era todo lo que ella necesitaba escuchar. Corriendo, se acercó a Theo. El joven estaba sentado en el suelo ante un mapa de Londres muy similar al que ella había poseído mientras era la tutora de Draco en el PRASRO. Theo se valía de su varita, de forma mucho más avanzada que ella, para localizar cualquier objeto o persona que nadie más pudiera encontrar: o bien porque alguien lo había hecho desaparecer o bien porque no quería que nadie lo ubicara.

—¿A Draco? ¿O a Scholz? —preguntó ella sin perder un segundo.

Los ojos verdes de Theo se entornaron antes de apartar su varita de ese mapa y alzar la vista hacia ella y el resto de los aurores y trabajadores del Ministerio que se encontraban allí.

—Ambos —anunció—, están en el Albert Bridge.

Esa información le provocó un salto al corazón a Hermione. Sus sospechas se confirmaban: Scholz tenía a Draco. ¿Cómo era posible? Ella no lo entendía, pero imaginaba que el maleficio vulnus mortis no había salido como Draco quería, al fin y al cabo.

—¿Draco está bien? —preguntó en un susurro.

Y Theo compuso una expresión de lo más profesional a la hora de bajar la mirada sin revelar demasiado con su rostro. Imaginó que había recibido esa pregunta mil veces en su trabajo.

—No lo sé. No podemos saberlo.

Sin perder un segundo, todos ellos se miraron los unos a los otros. Theo recogió el mapa del suelo y lo dobló, guardándolo dentro de su chaqueta americana. Después, esa decena de trabajadores del Ministerio de Magia apretó con fuerza sus varitas.

—Albert Bridge —informó Kingsley Shacklebolt con gesto serio y decidido—, necesitamos vivo a Scholz, pero no arriesgaremos la seguridad de Malfoy. ¿Entendido?

Hermione asintió con la cabeza. Había algo en esa situación que, pese a ser terrible, también le provocaba cierta ternura. Todas esas personas estaban ahí, dispuestas a lo que fuera por rescatar a Draco Malfoy, un ex mortífago. Si eso no era el ejemplo más perfecto de perdón en la Sociedad Mágica, ¿qué lo era?

—Nos cubrimos los unos a los otros —dijo Harry, alzando la voz—, lo más importante es que todos salgamos de ahí vivos y con Scholz esposado. ¡Vamos!

Era increíble ver cuánto había cambiado Harry. Se había convertido en un hombre valiente y fuerte, en el mejor auror de su tiempo. Y ella estaba más que orgullosa.

Al instante, todos se prepararon para aparecerse en el puente en el que Scholz se encontraba con Draco. Hubo solo unos segundos de silencio antes de hacerlo, unos segundos en los que Hermione estudió los rostros de todos y cada uno de los hombres y mujeres que había a su alrededor. Y sintió gratitud hacia ellos.

—Está siendo el puto día más largo de mi vida —bufó Blaise Zabini antes de desaparecer con un chasquido.

Acto seguido, todos los demás también lo hicieron. Hermione cerró los ojos y se desvaneció de allí.

***

No había coches. No sabía cómo, pero ni un solo automóvil muggle circulaba por ese enorme puente. Quizás porque eran más de las dos de la mañana o, quizás, porque Scholz había hecho algo para evitar que lo hicieran.

La decena de sombras negras pertenecientes a los trabajadores del Ministerio caminaron a través del puente.

—Ahí —susurró Angelina Johnson.

Las dos figuras se hallaban en el centro de la construcción y Hermione distinguió a los dos hombres al instante. Scholz apuntaba con su varita a un desarmado Draco Malfoy, que se encontraba muy cerca de la barandilla del puente Albert. Si lo empujaba, caería. Si lo asesinaba y lo tiraba al río Támesis, la posibilidad de encontrar el cuerpo de Draco Malfoy sería casi imposible.

Hermione sintió que se congelaba en el sitio al comprender cuán cerca estaba de perderlo. Un solo movimiento por parte de Scholz y Draco estaría muerto, muerto para siempre. Un instante separaba su felicidad de su infelicidad. Si Draco moría, todo eso habría sido en vano... y ella acabaría destrozada.

No lo pensó. Salió corriendo rápidamente en dirección a las dos figuras. No llegaba a escuchar si estaban hablando. Hasta donde ella sabía, Scholz podía estar a dos segundos de lanzarle un Avada Kedavra.

—¡Hermione! —gritó Draco cuando la vio salir corriendo—, ¡para, joder!

No obedeció. No había tiempo. Tenía que acabar con Scholz ella misma antes de que él lo hiciera con Malfoy.

Escuchó una serie de bufidos a su espalda, como si el resto de los magos que estaban con ella consideraran que estaba a punto de cometer una estupidez... y quizás fuera cierto.

—¡Detente! —le pidió Shacklebolt.

Y ni siquiera el propio Ministro de Magia hizo que Hermione se detuviera. Corrió y corrió en dirección a Scholz y notó que Harry la seguía muy de cerca.

—Va a matarlo —gimió Hermione.

—¿Qué parte no has entendido... —logró decir Harry, sin dejar de correr tras su amiga—, de la frase todos debemos salir vivos?

Desde donde se encontraba podía atacarlo. Sabía que era capaz de alcanzarlo incluso en mitad de su carrera... el problema era que, si fallaba, Scholz no dudaría un instante en matar a Malfoy.

Hermione alzó su varita, pero Harry gruñó a su espalda.

—Si vas a atacarlo directamente, lo mejor será distraerlo. ¿No?

Con un movimiento violento, Harry se detuvo de pronto y apuntó hacia el otro lado del puente, a unos metros de donde Scholz y Draco se hallaban.

Bombarda máxima.

El puente tembló cuando el hechizo golpeó el asfalto de un modo escalofriante. Tanto Malfoy como Scholz se sobresaltaron y observaron el lugar en el que la explosión se había producido. Hermione aprovechó ese mismo instante para atacar a Scholz.

Petrificus totalus.

Y el hechizo golpeó a su jefe, sí, pero fue como si no lo hubiera hecho. No surtió ningún efecto y Scholz se giró hacia ellos por fin. Una brillante sonrisa se dibujaba en su rostro y sus ojos castaños y grandes mostraron, sin ningún resquicio de duda, el evidente brillo de la locura. Hermione se preguntó cómo no lo había visto con claridad hasta ese momento.

—¿Qué clase de hechizo es ese, Hermione? —preguntó su jefe con sorna—, ¿acaso tienes once años?

Hermione se estremeció al escucharlo. Algo en su tono de voz le daba miedo, por primera vez en su vida.

—Estás perdido, Scholz —dijo ella llegando hasta él y sin bajar su varita ni un ápice—, entrégate al Ministerio; ya no tienes más opciones.

Por primera vez, el cabello de Scholz no estaba perfectamente peinado y su aspecto parecía descuidado, cansado; a pesar de haber estado con él esa misma mañana durante la ceremonia de la casi boda entre Astoria y Chay. Ahora John Scholz parecía una persona distinta.

Una risa ronca lo poseyó.

—¿No tengo opciones? —bufó—, tengo muchas opciones, querida Hermione. Puedo matar a Malfoy, matarte a ti, matar a Potter... —señaló a Harry, que se había detenido unos metros más atrás y también lo apuntaba con su varita—. Puedo desaparecer, aparecerme en Azkaban y matar a todos los mortífagos que hay allí. Mis opciones son ilimitadas, encanto.

—Hermione, vete —pidió Draco, tan cerca que podría tocarlo si solo corría unos segundos hacia él—, estoy bien. Todo está bien.

Verlo provocó que las rodillas de Hermione temblaran. Draco estaba... fatal. Sujetaba su hombro derecho con su mano de un modo extraño y su rostro estaba destrozado aún. Y aun así se atrevía a decirle que estaba bien, ¿cómo podía hacer algo así?

—Draco... —susurró, preocupada.

Scholz puso los ojos en blanco con un gruñido, comprendiendo al instante la situación, que algo sucedía entre ellos dos.

Verdammt... Hermione, ¡tienes un gusto de mierda con los hombres! —exclamó, como si apenas pudiera creérselo—. ¿De verdad? Es decir, ¿DE VERDAD?

—Déjalo en paz, Scholz. Él no te ha hecho nada, tú no eres el encargado de repartir justicia como si fueras un dios.

—Mira cómo lo defiendes... —se rio Scholz, después se giró hacia Draco—, ¿lo has visto? Es demasiado divertido. Tienes que contarme cómo lo has hecho: yo llevo meses intentando que me mire y... y llegas tú, Draco Malfoy, un hijo de puta traumatizado y lleno de cicatrices... y te la tiras a pesar de ser un mortífago. Te juro que no lo entiendo.

El modo en el que hablaba era sucio, también lo era, al parecer, el modo en el que pensaba. John Scholz no solo parecía estar loco, sino que también había un inconfundible rastro de maldad en sus palabras.

—No iba a matarte, Hermione, no soy un asesino. Pero esta situación me da tanta rabia, que... —Scholz alzó su varita una vez más.

—¡Expelliarmus! —gritó Hermione.

Antes de que terminara de pronunciar esas palabras, él ya se había girado hacia ella.

Expelliarmus. —El hechizo de Scholz fue más rápido y más fuerte que el de Hermione y la golpeó con fuerza.

La varita de Hermione voló por los aires, varios metros tras ella. Su propio cuerpo cayó al suelo, despedido. Entendía por qué John Scholz era un mago tan brillante y tan poderoso. Su magia era... dolorosa. Ese expelliarmus era más violento que cualquier imperdonable que Hermione hubiera visto en toda su vida.

Ante sus ojos, Scholz miró al cielo unos instantes y, con la misma fuerza incontenible con la que la había atacado, alzó un grito hacia el firmamento oscuro al tiempo que levantaba su varita.

Flava vindicta.

Una luz brotó de la varita en silencio, subiendo a una velocidad vertiginosa. No fue hasta varios segundos después cuando un intenso ruido se escuchó, como un gran trueno. El cielo se tiñó de dorado y Hermione contempló cómo el rostro de Scholz se iluminaba. ¿Qué diablos significaba ese hechizo? Vindicta... eso quería decir venganza. ¿Qué estaba intentando llevar a cabo ese loco?

—¿Por qué estás haciendo esto? —gritó Hermione, poniéndose en pie con dificultad.

—¡Porque vosotros no sois capaces de hacerlo, malditos cobardes! —respondió Scholz, como si fuera obvio—. Estos bastardos, los mortífagos... mataron a vuestra gente, intentaron erradicar a los nacidos de muggles, asesinaron a cientos de personas a sangre fría... ¡y aun así sois tan estúpidos como para querer darles otra oportunidad!

Scholz escupió en el suelo, como si esa idea le provocara repugnancia. El cielo dorado comenzaba a aclararse poco a poco, como si su hechizo perdiera su fuerza paulatinamente. Hermione no entendía nada, ¿qué había sido eso?

—No todo el mundo merece la muerte, Scholz —dijo Harry, quizás intentando razonar con él—, personas como Malfoy jamás asesinaron a nadie.

—¡Es un puto mago tenebroso, de todas formas! —exclamó Scholz, señalando a Draco, que permanecía estático delante de él—. ¿Acaso no lo veis?

—Scholz, yo solo veo a un mago tenebroso en este puente... —pronunció Hermione con rabia contenida.

—¿Ya no me llamas John, puta? —Scholz se giró de nuevo hacia ella y movió su varita en su dirección una vez más—. Crucio.

El dolor fue más fuerte que nada que ella conociera o recordara en esa vida. Y Hermione ya había sufrido la maldición cruciatus antes. Aun así, nada tenía que ver con el ardor que entró en su cuerpo en ese momento. Como si su interior se retorciera, como si la quemaran y la congelaran al mismo tiempo. Dolía tanto que ni siquiera podía gritar, sus ojos intentaron abrirse, pero solo lograron entornarse. Hermione cayó al suelo y supo que era la misma sensación que un camión atropellándola una y otra vez, incesantemente. Su cabeza iba a estallar y no distinguía ninguna figura, solo alcanzaba a ver el tono dorado en el cielo, cada vez más y más tenue. Intentó gritar una vez más, sin éxito.

Así que eso era estar bajo el cruciatus de un torturador profesional. Eso era lo que Scholz le hacía a la gente, lo que le había hecho a Draco incontables veces. Así era como él había llegado a estar tan roto.

—¡Para! —escuchó la voz de Draco, pero a duras penas ella pudo enfocar qué demonios sucedía a su alrededor.

Hermione abrió los ojos con dificultad, el dolor era inaguantable y, quizás solo hacía dos o tres segundos que había empezado, pero ya deseaba morirse para dejar de sentirlo. No podía tolerarlo más.

Draco se abalanzó sobre Scholz, frente a sus ojos. Draco no estaba armado y su desventaja era clara... pero, al parecer, consiguió distraerlo un instante y la maldición torturadora se desvaneció tan rápido como había llegado.

El grito solo abandonó sus labios cuando el dolor la dejó. Hermione trató de incorporarse, pero estuvo a punto de vomitar. No podía levantarse, esa maldición era demasiado poderosa, tanto que aún la afectaba...

—No soy un asesino, Malfoy —repitió Scholz—, pero te juro que tú... me has obligado a matarte. Flipendo.

El cuerpo de Draco salió despedido a varios metros, golpeándose contra el asfalto. Esa visión hizo que Hermione despertara de su convalecencia. Con toda la rapidez que consiguió reunir, Hermione se puso en pie y se dirigió a Draco. Sabía perfectamente cuál era el siguiente movimiento de Scholz: iba a matarlo.

—¿Unas últimas palabras, Malfoy? —ofreció Scholz.

—Púdrete, gilipollas.

—Lo suponía. —Con un movimiento más bien vago, como quien está acostumbrado a hacer daño sin ningún tipo de remordimiento, John Scholz apuntó de nuevo a Draco Malfoy—. Avada Kedavra.

—¡Expelliarmus! —exclamó Harry con fuerza y desesperación, a pocos metros de ellos, intentando un último recurso para vencer a su enemigo.

En plena confusión de hechizos, con la muerte y el desastre rodeando cada centímetro de ese puente, Hermione se interpuso entre la maldición y Draco Malfoy, chocando contra su cuerpo.

Lo último que Hermione Granger fue capaz de ver fue una intensa y cegadora luz verde. Después, el impacto alcanzó su corazón.


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