Capítulo 8

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* Capítulo dedicado a Gallaecia *

Capítulo 8

I want to be shameless like the sun, / moving into you, / Entering light.

Quiero no tener vergüenza como el sol, / moverme dentro de ti, / como luz que entra.

Sol Seppy - Enter One


HERMIONE

La oficina de Scholz estaba abierta y Hermione se dispuso a entrar justo en el mismo momento en el que uno de los funcionarios de Azkaban salía de ella. Hermione lo reconoció por los trajes negros y algo tétricos que llevaban los funcionarios que, como Ferdinand, se dedicaban a entrar y salir de Azkaban: velar por su seguridad, supervisar a los prisioneros y a los dementores...

—¡Hermione! —exclamó él, casi demasiado feliz de verla.

Ella aún pensaba que ese tipo de trato era un tanto extraño, pero sonrió lo mejor que pudo, aparentando normalidad. No pensaba mencionar lo que había sucedido con Draco Malfoy, no podría hacerlo... eso la metería en un lío también a ella.

—¿Cómo está? —preguntó, después se corrigió, sabiendo que él lo agradecería. A Scholz no le gustaba que lo tratara de usted—. Disculpa, ¿cómo estás?

—Bien, muy bien. Me alegra verte. No te esperaba tan pronto, ¿sucede algo?

—No... no. No sucede nada —contestó ella, aunque le costó demasiado mentir. Se acercó a su escritorio y se sentó en una de las sillas negras de cuero—. Bueno, quizás sí. Quería hacerte una pregunta.

—Dime.

La bruja se quedó pensativa unos instantes, planeando cómo formular lo que quería decir. Había tenido toda la noche para pensar en cómo hablaría con su jefe y ni siquiera así estaba preparada para hacerlo. Pero lo haría, necesitaba garantizar de algún modo que Draco Malfoy no fuera un peligro para nadie. No sabía qué demonios había estado haciendo el día anterior, pero sabía que no se trataba de nada bueno.

—Me preguntaba si hay... algún modo de controlar a Malfoy. De controlarlo más estrictamente, quiero decir. No tiene varita, eso lo sé, pero... sé que podría llegar a hacer magia.

Sin una varita y sin posibilidad de conseguir una, Malfoy podía realizar hechizos muy simples, cosas como... calentar un té, quizás, o borrar una mancha de vino de una camisa. Pero sabía que, si en algún momento conseguía una varita, Draco Malfoy era capaz de destruir el mundo.

—¿Controlarlo? —El rostro de Scholz se mostró preocupado de pronto, casi furioso al escucharla—. ¿Ha hecho algo? —Los nudillos del joven se tensaron sobre la mesa cuando Scholz entornó sus ojos marrones y apretó la mandíbula—. Hermione, dímelo, cualquier cosa. Te garantizo que... puedo dar la orden ahora mismo para que lo devuelvan a Azkaban, estará de vuelta allí en solo una hora y...

—No. ¡No! —Hermione intervino—. No es necesario, de verdad, John. —Recordó utilizar su nombre, sabía que él lo apreciaría—. No ha hecho nada. Es solo que... Malfoy parece un poco traumatizado. Me da miedo que intente, no sé... hacerse daño.

No se atrevía a decir «hacerle daño a alguien». En esos momentos se daba cuenta de que Scholz lo mandaría a Azkaban solo por haber pronunciado esas palabras. No. No podía asegurar aún que Malfoy fuera capaz de hacer algo semejante, aunque tampoco la sorprendería.

Scholz asintió con la cabeza.

—Lo entiendo, Azkaban es un lugar duro. Puede romper a cualquiera.

—Sí, estoy de acuerdo.

—No te preocupes, Hermione. Me aseguraré de que alguien en la Residencia le administre alguna poción preventiva en la comida, es un procedimiento habitual. Así evitaremos que él intente atentar contra sí mismo... o contra cualquier persona.

—Gracias, señor Scho... —Se aclaró la garganta—. Gracias, John.

Por un segundo había temido por Malfoy. ¿Qué hubiera pasado si Scholz hubiera decidido aplicarle alguno de esos tratamientos de contención de magia? Sabía que eso habría matado a Malfoy poco a poco. Hacía años que no lo veía, sí, pero lo recordaba bien en el colegio. Draco Malfoy era un mago poderoso, mucho, de hecho. Ya era suficientemente nocivo que no pudiera tener una varita, contener la magia dentro de él podría resultar en un desastre terrible.

Hermione se levantó de la silla y se dirigió a la puerta. Con cierto nerviosismo se apartó un mechón de cabello rizado del rostro, consiguiendo depositarlo detrás de su oreja. Tocó el pomo de la puerta con los dedos y aún no la había abierto cuando Scholz habló.

—Hermione —la llamó con aire distraído mientras ojeaba unos documentos colocados frente a él—, me preguntaba si... te gustaría que cenáramos algún día. Nada formal, solo... —Scholz se aclaró la garganta, levantando la vista—. Ya sabes.

La mano de ella tembló un poco, pero consiguió controlarlo con eficacia. Cenar con él, con su jefe. Era raro, pero no sabía cómo negarse. Scholz no había implicado nada romántico, tan solo una cena de compañeros del Ministerio, ¿verdad?

—Claro —respondió sonriendo—, algún día estaría bien.

Scholz pareció más que satisfecho con esa respuesta.

—Perfecto. Nos vemos.

—Nos vemos.

Cuando Hermione cerró la puerta a su espalda, por fin pudo dejar escapar un intenso suspiro. Scholz la ponía nerviosa, pero no del mismo modo en el que lo había hecho Viktor, por ejemplo, o incluso Ron hacía unos años. La ponía nerviosa de otra forma. Ni siquiera de la manera en que lo hacía Malfoy, que la observaba con esos ojos grises y parecía capaz de convertirla en piedra. Era algo más extraño aún.

Salió del despacho, apresurándose por los pasillos del Ministerio. Cuando bajó al hall principal, se encontró con el señor Weasley y lo saludó con una sonrisa y un gesto de su mano. El Ministerio estaba concurrido, como siempre, con un sinfín de magos corriendo de un lado para otro. Ella recordaba con exactitud la batalla que había ocurrido allí, cómo personas muy importantes se habían ido ese día, gente como Sirius Black, que ya no estaba allí.

A veces creía que el resto del mundo mágico había olvidado la guerra: las muertes, el sufrimiento... ahí estaba ella ahora: trabajando para el Ministerio de Magia, rehabilitando a mortífagos. ¡A mortífagos!

Con un suspiro, Hermione miró el reloj. Aún no eran las diez de la mañana, pero no tenía ninguna intención de acudir a ver a Malfoy ese día. Se había ganado su indiferencia durante, al menos, un par de días más. Pero había algo que sí tenía que hacer, algo que no se le había pasado por alto.

El día anterior, en el Callejón Knockturn, Draco había violado su libertad para ir a leer un libro —con toda seguridad, de Magia Negra—. El libro había caído y ninguno de los dos lo había recogido del suelo. Siendo que la librería Berrycloth ahora estaba cerrada, ese libro debía de permanecer en el mismo lugar en el que él lo había tirado.

Hermione se moría de curiosidad por saber qué demonios estaba tramando Malfoy y pensaba descubrirlo muy pronto.


Ya estoy aquí, soy una pesada, lo sé jaja. Muchas gracias por leerme y por comentar, estoy super ilusionada porque siento que estáis entendiendo suuuper bien las cosas que estoy intentando transmitir con el fanfic. ¿Qué opináis de Scholz? ¿Nos fiamos de él?

¡Sois un amor! Nos vemos el viernes, mil besos.

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