Capítulo 53

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

—¿Ahora soy el guardaespaldas de tu novia? —Luke frunce las cejas.

—Solo confío en ti para cuidarla, ¿Puedes hacerlo?

—No soy niñera, Christian.

Intento no gritarle a mi amigo en la sala del hospital donde esperamos a que Ana salga después de recibir el alta.

—Sé que no lo eres, te estoy pidiendo un favor como amigos.

—Quiero ayudarte con el caso, sabes que me necesitas.

—Necesito más que Ana esté a salvo. Tómalo como unas vacaciones pagadas por mi.

Me mira con los ojos entrecerrados.

—Las vacaciones que quiero serían en la playa con chicas en diminutos bikinis por todos lados. —sus hombros caen—. No rodeado de tus padres y mi mami, con una cosita sexy a la que no le puedo poner las manos encima.

—Lo compensaré, lo haré. Ahora cállate y prepara tus cosas.

—¡Bien! Iremos de vacaciones después. Pero ahora quiero viajar en primera clase, ¡Con asiento en la ventana, Christian!

Jodido idiota, no hace más que provocarme dolor de cabeza. Pero si eso es lo que necesito para mantenerlos a todos a una distancia prudente, lo haré.

Ana sale por el pasillo con unos pantalones holgados y una camiseta que traje para ella, su vista pasa de uno al otro.

—¿Todo bien? ¿Luke está de acuerdo con lo de Detroit?

—Si. —aseguro mientras el idiota dice que no.

Golpeo su costado sano y le hago una seña para que suba a su auto, deslizándose en el asiento trasero cuando Ana toma el lado del copiloto.

—Te llevaré a casa a empacar algunas cosas, ¿Tienes todo listo, Luke? —lo miro por el espejo retrovisor.

—Mamá hizo ya las maletas para ambos, podemos salir en el vuelo de esta noche.

—Por supuesto.

Conduzco el auto lejos del hospital pero antes de dirigirme al norte hacia Broadview, hago una pequeña parada en un local comercial.

—¿Christian? —susurra Luke—. Aún no es mi cumpleaños.

—Cállate, idiota. —le gruño sobre mi hombro.

Bajo del auto y lo rodeo para abrir la puerta de Ana, que deja unas papas fritas a un lado para mirarme.

—Baja.

—¿Qué hacemos aquí? —habla de nuevo Luke.

—Tengo que mostrarle algo a Ana.

—Christian, estás asustándome. —no se calla el imbécil.

Ana sonríe cuando le ayudo a bajar y mantiene su vista en mi, no como el idiota hablador que baja detrás de nosotros, arruinando mi sorpresa.

—¿Esto es lo que creo que es? —lo ignoro.

—Ven, Cerecita.

Sostengo su mano mientras la llevo hasta las puertas de cristal de la tienda de Cartier y tres muy sonrientes empleadas nos reciben.

—¿En qué puedo ayudarlos?

—Buscamos un anillo de compromiso. —apenas lo digo, Ana gira para mirarme.

—Ay, mierda. ¡Se volvió loco! —chilla Luke.

La lanzo una mirada amenazadora para que se calle.

—Cerecita, lo dije en serio. Estuvimos separados durante 7 meses y es lo más que estoy dispuesto a permitir. Ni tu padre o los rusos van a impedir que te convierta en mi esposa, ¿Está claro?

—Si. —asiente, lágrimas corriendo por sus mejillas.

—Me está dando algo, juro que me está dando algo... Veo todo borroso.

Jodido Luke.

—Nena, ve a mirar anillos y elige el que más te guste mientras tengo unas palabras con Luke.

No espero su respuesta, giro sobre mis talones para sujetar la oreja de Luke y arrastrarlo hasta la acera, lejos de los ojos curiosos.

—¿Qué mierdas, Christian?

—¿Qué mierda, tú? ¿Por qué haces todo el jodido drama?

—¡¿Por qué?! —sus cejas se arquean—. ¡Quieres casarte! ¡Estás dejándome! ¿Qué hay de nuestros días de parranda y borrachera?

—Aún podemos hacer eso.

—¡No! ¡No lo haremos! ¡Ella no lo permitirá! ¿O es que quieres llevarla con nosotros?

—Luke, basta.

Se pasa las manos por el cabello con desesperación antes de mirarme.

—Hermano, ¿Cuándo empezamos a hacernos viejos?

Mis hombros se encogen.

—Hey, nada va a cambiar... Mucho. Solo que estoy listo para tener una esposa, alguien que se preocupe por mi y que pueda cuidar.

—¿Y no puedes cuidarla de lejos? Cómo en su casa, para que podamos seguir bebiendo en tu departamento.

—Mi departamento está aún inhabilitado, pero tenemos el catamarán para eso. Tendremos nuestros viernes de cerveza y hamburguesas.

—Uy, las hamburguesas ya no me van. —hace una mueca de desagrado—. Los pepinillos comenzaron a darme asco, ¿Podemos volver a la pizza?

Sonrío.

—Si, claro. Ahora entremos antes de que Ana decida que necesita aretes y un brazalete a juego.

Caminamos de vuelta a la tienda, Sawyer palmeando mi espalda.

—¿Sabías que aquí venden relojes para hombres? Muy bonitos, nada de baratijas como la que uso... ¡Mira! —levanta su brazo para que lo mire y una chica ríe bajito.

—No te estoy comprando un puto reloj, no es tu cumpleaños.

—¿Entonces cuándo? —se queja—. ¿En nuestro aniversario?

Eso definitivamente atrae la atención de Ana, que gira con el ceño fruncido hacia Luke.

—¿Por qué tendría qué darte un obsequio a ti?

—Porque me estima mucho, y lo conozco mejor que tú.

—¿Ah, sí? —su pequeña ceja se arquea—. Dudo que lo conozcas tan bien como yo.

Ana bate sus pestañas y me da una mirada que me causa un escalofrío.

—Somos amigos por siempre, niña. O me aceptas o nos pierdes a los dos.

Mierda.

No solo yo estoy atónito, también las tres mujeres en la joyería permanecen inmóviles y sorprendidas por la extraña discusión del par de locos que me acompañan.

—Estoy de acuerdo con las salidas de chicos, pero nada de mujeres. —Ana cruza los brazos bajo su pecho.

—No habrá chicas si podemos ver al menos dos juegos a la semana. —Sawyer también cruza los brazos.

—Solo si lo hacen en el departamento.

—¡Vas a estar vigilando!

—Estaré en la habitación y les prepararé algo de botana.

—Lo quiero por escrito. —ambos fruncen el ceño de nuevo.

—Tengo palabra.

—Entonces está arreglado.

Por fin estrechan las manos y ambos voltean para mirarme con grandes sonrisas.

—Te mostraré el anillo que me gusta. —Ana señala un mostrador.

—Supongo que seré el padrino, ¿Mi opinión cuenta de algo?

—No. —respondemos al unísono.

—Mierda, chicos, le quitan lo divertido a todo. Y tengo hambre, ¿Ya podemos ir por tacos?

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro