VIII. Destierro.

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(+) JiSoo es mayor que todas, seguida de Lisa y Rosie, después el orden es el de siempre.

•••

Delfos, Grecia.

Sentado en medio de las piedras mohosas alzó la mirada hacia el oscuro cielo que cada cierto tiempo se iluminaba con un rayo.

Chronos a lo largo de su existencia había encontrado numerosos lugares que valían la pena visitar cada cierto tiempo. Sin embargo, su favorito se encontraba en el templo hecho en honor a Apolo, aunque parecía estar en ruinas, a él siempre le había parecido el lugar perfecto para meditar...u observar. Y eso, precisamente, era lo que venía haciendo desde la madrugada. Estar sentado por más de 18 horas empezaba a cansarle pero no quería perderse nada de lo que sucedía.

Solo debía ser paciente.

El Olimpo volvía a tener una lucha interna y a su parecer faltaba poco para que acabara.

Un último rayo y varias trompetas sonando en señal de victoria fue su pase para movilizarse.

— Supongo que ya es hora.

•••

Lisa observaba con verdadera fascinación la grandiosa habilidad de JiSoo de dar en el blanco siempre, algo que muchas veces a ella se le dificultaba.

Ambas se habían alejado un poco del ruido de la ciudad para poder entrenar sin ninguna interrupción y esa noche lo único que las rodeaba era un amplio campo desolado lleno de tierra sin pavimentar y pocos árboles.

— Sé que Ares te hacía entrenar hasta desfallecer, pero aquí es diferente, no necesitamos que tengas más fuerza o mejores reflejos. — La pelirroja se agachó y tomó una flecha, la acomodó entre el arco y apuntó directamente al pecho de Lalisa. — Sé que no necesitas mejorar porque ya eres buena. - Y disparó.

La pelinegra no tardó en alzar su mano y detener a tiempo la fina madera que apenas logró rozar su ropa. Ejerció presión y en menos de un segundo solo había astillas volando.

— ¿No me has visto manejando el arco y las flechas? Soy un desastre.

— Por ahora no es necesario que te concentres en eso.

— ¿Entonces me trajiste aquí para verte ser un prodigio?

JiSoo sonrió ante la pregunta y negó. — No, pero gracias por la observación. — Se acercó a la chica y alzó ambas manos que temblaban ligeramente gracias a la fuerza que había ejercido. — Si te soy sincera, ni siquiera yo sé por qué tengo esta habilidad u otras que he ido descubriendo con el tiempo, empiezo a convencerme de que están relacionadas con mi vida pasada, pero, como ya te lo he dicho, todavía hay muchas más cosas que no logro recordar.

— Quieres que te ayude a recordar esa época, ¿verdad? Antes de convertirte en una mortal.

— No lo tengo como prioridad, pero deseo ver los límites que puedes llegar a tener. Ya descubrí uno, faltan descubrir más.

Lalisa entornó los ojos. — ¿Tengo límites?

JiSoo hizo una señal para que la más alta se acercara y una vez la tuvo a poca distancia tomó su mano apretándola ligeramente.

La pelinegra amplió sus párpados cuando logró ver en los recuerdos de la chica, JiSoo era una niña y jugaba alegremente con el que parecía ser su abuelo. Lalisa la soltó rápidamente al recordar que la primera vez que habían tenido contacto solo había oscuridad en la mente ajena.

— ¿Qué fue eso?

— No sé lo que viste. Pero era un recuerdo mío, probablemente con mis padres o abuelo. —Se encogió de hombros. — Lo importante es que, antes de encontrarnos, DongHae me advirtió sobre ti, así que cuando intentaste ver en mi memoria por primera vez yo te lo denegué. — JiSoo alzó su dedo índice. — Uno, no puedes ver nada si la persona no desea que lo hagas.

La menor bajó la mirada. -Entonces no funcionará...

—No funcionará conmigo porque, básicamente, solo yo sé que puedes hacer eso. En cambio los demás nunca se enterarán, y te brindarán sus recuerdos cada vez que lo necesites.

— Eso suena bien... sí... entonces podemos empezar.

La menor alzó su mano con la intención de posarla sobre la cabeza de JiSoo, pero esa acción quedó descartada cuando observó una silueta masculina que se acercaba en su dirección. Miró por sobre el hombro de la más alta y entornó los ojos.

— ¿DongHae? ¿Qué haces aquí?

— Lalisa, debemos irnos. — Él lucía relajado y realmente deseaba transmitirle esa misma tranquilidad a la joven antes de soltar la noticia. — Quisiera explicarte todo pero... ehm...

— ¿Podrías ir al grano?

— Bien. — El mayor carraspeó su garganta. — Tienen a tu padre.

— ¿De qué hablas? ¿Quién lo tiene?

— Lo capturaron, Zeus lo tiene bajo vigilancia por presunta traición.

— ¿Traición? — El corazón de la menor se aceleró de tan solo pensarlo, su padre podía ser violento, malhumorado y parecía odiar a todo el mundo, pero no lo creía capaz de traicionar a alguien. Sus manos empezaron a sudar y JiSoo tuvo que sacudir su hombro para poder sacarla de su trance. — ¿Dónde lo tienen? Llévame con él.

— Te atraparán a ti también Lisa, no puedes volver a ese lugar.

Caminó de aquí para allá, revolviendo su cabello con desesperación. — ¡¿Por qué no me lo dijiste antes?! — Señaló al dios. — ¡Tú sabes todo! Tú... ¿dónde estuviste todo el día? Debo ayudar a mi padre...

— Eso es algo que no podrás hacer. — JiSoo se apresuró en tomar el arco y las flechas que había dejado en el suelo y apuntó en dirección de la nueva voz masculina. Apretó sus dientes al reconocer a YoonGi, no dudó ni un poco y disparó.

El muchacho sonrió con burla evitando la flecha que iba directamente a su corazón, debía admitir que la fuerza con la que había sido disparada le sorprendió pero tenía una sola misión; detener a Lalisa.

— Las buenas noticias vuelan muy rápido, ¿no crees? — Tuvo que retroceder cuando vio a Lalisa acercarse, aunque muy en el fondo sabía que no tenía ni una sola oportunidad de ganarle a la chica, debía detenerla hasta que su madre encerrara a Ares. Apenas alcanzó a detener el primer golpe de Lisa, su palma cubrió el puño de la chica y cuando trató de empujarla, una fuerte patada lo mandó al suelo. Tomó grandes bocanadas de aire intentando reincorporarse pero una patada más en sus costillas se lo impidió.

— ¡¿Qué le hicieron a mi padre?!

YoonGi escupió algo de sangre y se levantó tratando de hacerle frente.

— Nada que no merezca. — Respondió como si nada. — ¿Qué no te diste cuenta? ¡Te engañaron! Te separaron de Ares. — Miró rápidamente a Chronos y luego volvió su atención a la menor. — Todos contribuyeron a este desenlace... tu padre pagará las consecuencias.

El cuerpo de la muchacha se tensó ante la ira que sentía, podía acabar con él pero no deseaba perder más tiempo. Su mente confundida solo podía pensar en volver a su hogar, en pedir explicaciones a su padre y salvarlo de alguna equivocación.

— Yo me encargaré... — JiSoo se ofreció sin realmente querer hacerlo, ella sentía que no era nada en comparación de YoonGi. — Será mejor que te vayas, Lisa.

— ¡No te dejaré ir! ¡Vamos, Lalisa! Tengamos nuestra pelea, la llevamos esperando desde que dejaste que YooJin muriera. — El reproche en esas últimas palabras era más que evidente y JiSoo no lo pasó por alto.

Chronos extendió su brazo e impidió que la chica cayera en esa provocación.

— Te llevaré con Ares... pero ignóralo.

— ¿Segura que podrás? — Cuestionó Lisa preocupada, deseando tener una respuesta positiva.

— Sobreviviré. — Sonrió e hizo una señal para que los dos desaparecieran de ahí.

YoonGi intentó correr para detenerlos pero una segunda flecha se lo impidió. Ya cansado de la intromisión de esa sucia mortal se giró para poder acabar con ella antes de que todo se complicara y se ganara problemas con el Concilio.

— Considérate mujer muerta.

— Ya conocí la muerte una vez, no le tengo miedo. — Tomó un gran respiro y volvió a apuntarle.

— Muy bien delegada... veamos lo que una simple estudiante puede hacer.

•••

Todos habían formado un círculo alrededor del poderoso dios, era Apolo quien tenía en sus manos los extremos de las cadenas que mantenían cautivo a Ares y las jalaba cada vez que él se rehusaba a responder las preguntas que le hacían.

— Hades y tú planeaban atacar el Olimpo. Deja de negarlo.

— Cuando Lisa se entere...

Las cadenas se encendieron e hicieron que Ares gritara ante el dolor que envolvió sus brazos.

— Ella no es ningún problema ahora. — Dijo Atenea que se mantenía al frente.

— ¿Estás segura?

La diosa frunció el entrecejo ante la sonrisa que mantenía su hermano y al escuchar a los demás jadear ante la sorpresa se giró, solo para encontrarse a Lalisa saltando en su dirección. Todos se hicieron a un lado al ver a la hija del dios más temido aparecer con un semblante ya conocido por muchos.

A la muchacha no le importó acabar con la vida de uno de los discípulos de Atenea que se había interpuesto, su mano se tiñó con la sangre del hombre al cortarle la garganta.

— ¿Cómo llegaste hasta aquí?

Lalisa no respondió, se concentró en lanzar el cuerpo sin vida lejos de ahí.

Sabía que Chronos ya había desaparecido para ayudar a JiSoo por lo que ahora solo era ella y esperaba ser suficiente.

— Suéltenlo. — Ordenó.

Tanto Apolo como Atenea rieron. — Tienes agallas, pequeña.

— Están cometiendo una equivocación, no pueden hacer esto. — Se acercó a los que alguna vez se comportaron como sus maestros y relajó su dura expresión intentando verse amable. — Él sigue perteneciendo al Concilio, denle una oportunidad de explicarse.

— No hay mucho qué explicar, él es culpable, Lalisa. Y queremos creer que tú no lo eres.

La joven miró a todos los que se mantenían expectantes y el enojo la invadió al creer que la captura de su padre estaba siendo un espectáculo que disfrutaban. Cuando su mirada chocó con la de Afrodita, la diosa rápidamente la evadió avergonzada.

— No puedo dejar que se lo lleven.

Atenea ignoró las palabras de la menor e hizo aparecer una hoja de papel enrollada. — La orden por parte de Zeus es clara: Ares será enviado al Tártaro. Tanto él como Hades recibirán las consecuencias de traicionar a sus hermanos y padres. Solo nos falta capturar a este último y no habremos deshecho de los traidores.

— Él no tendría razón para algo como eso... ¿verdad, padre? Tú no lo harías.

Ares guardó silencio y bajó la cabeza. — La tengo, Lisa.

— Estás aceptando tu culpabilidad.

Lalisa empujó a quienes le prohibían acercarse al mayor y cuando estuvo frente a él se arrodilló para estar a su misma altura.

— Tú y tu madre son la razón. — Admitió. — Y lo sabrás todo pero no es el momento.

Lisa se tensó, ¿madre? Esa palabra era tan común para todos pero tan lejana para ella. Había sido lo suficientemente obediente como para no preguntar por su progenitora que en momentos como ese solo podía sentirse agobiada ante la posibilidad de tener las respuestas a muchas de sus preguntas relacionadas con su madre.

Ella pudo sentir el dolor que su padre expresaba a través de sus ojos, su labio inferior tembló pensando que podría ver en sus recuerdos e intentó tocarlo pero Apolo la alejó de él.

— Es mejor que se lo lleven.

Lalisa se interpuso, y su sola presencia hizo que los ayudantes del dios retrocedieran.

—No quería que las cosas terminaran así. — Apolo miró a su alrededor comprendiendo que debía acabar con todo esa misma noche. — Denle una espada y un escudo. — Volvió su atención a la menor con su rostro inexpresivo y escuchó los murmullos de los demás. —Es lo poco que puedo hacer por ti.

La menor sabía que el dios estaba completamente seguro de poder vencerla y, hasta cierto punto, era cierto. Tanto él como Atenea eran lo suficientemente fuertes como para detenerla, pero eso no era suficiente para dar un paso al costado, necesitaba explicaciones y el único que podía dárselas era su padre. No lo abandonaría, creía en él y en sus desconocidas razones para actuar en contra de la monarquía que reinaba sobre el Olimpo.

Tomó aire y miró a Ares, este le sonrió con plena confianza y ella asintió determinada.

Apolo intercambió miradas con Atenea y esta suspiró rendida. La sola combinación de ambos hizo temblar a la muchacha.

—Déjenme armarlos, hermanos míos. — Hefesto se alejó de su esposa y sonrió con maldad. —Tengo las armas perfectas para...

—No es necesario. —Lo cortó Apolo. —Tú asegúrate de que mi hija y de que tu esposa no se entrometan.

Tanto los otros dioses y sus respectivos discípulos formaron un circulo mucho más grande, algunos abandonaron el lugar ante el temor y otros decidieron quedarse para confirmar el poder tanto de Lalisa como de los otros dos.

—Lisa... no es necesario, por favor, no hagas una locura, te lo imploro, si tú aceptas...

—Cállate, tú sabías todo esto, sabías que me enviaron a ese mundo con la intención de alejarme de mi padre. — La joven no se molestó en ver a la diosa, sin embargo, una suave mano tomando la suya la hizo girar.

—Por favor no lo hagas, mi padre puede... puede...— Rosé no fue capaz de terminar la oración cuando Apolo alzó su mano y ordenó a Hefesto de que se la llevara. — ¡Padre! ¡No puedes hacerlo! — Luchó contra la fuerza del dios pero le fue imposible liberarse. Sus ojos se llenaron de lágrimas cuando Lisa recibió una espada, una tan delgada que fácilmente sería destruida. — ¡Suéltame! ¡Maldición!

—Supongo que esto es todo, ¿estás lista, Lalisa?

El ambiente era pesado y el silencio abrumador, Lalisa miró a los que serían sus próximos rivales y trató de llenarse confianza para dar el primer movimiento, pero sus piernas estaban paralizadas. Nadie había sido capaz de hacerle frente a esos dos, pero ella bien podía ser la primera en lograrlo.

Atenea y Apolo se separaron, cada uno en una dirección opuesta intentando confundir a Lalisa.

La pelinegra miró de un lado a otro, y rápidamente alzó su espada deteniendo el primer ataque cuando Atenea intentó atravesar su garganta. Sin embargo, no le dio tiempo de contraatacar cuando una flecha voló directamente hacia su pierna, se impulsó y todos jadearon sorprendidos cuando la vieron mantenerse en el aire por pocos segundos. La diosa la empujó y Lalisa se arrastró por el suelo levantando una pequeña capa de polvo. Sopló y el flequillo que caía sobre su frente se elevó.

—Buenos reflejos. —Alabó el dios que volvía a apuntarle.

El problema no era evadir a Atenea, su verdadero problema eran las flechas del habilidoso Dios que la atacaban desde la distancia.

Afrodita apretó sus labios cuando Lisa cayó al suelo tras recibir un corte en su abdomen, sabía que aquello no era nada para la fortaleza de la joven, pero temía ante la perfecta sincronía que Apolo y Atenea estaban teniendo. Quiso acercarse e interceder en esa injusta batalla pero Hermes se lo impidió.

— Es mejor que te mantengas al margen. — Susurró. — Es mejor que ellos acaben con ella a que Zeus lo haga, suele ser cruel en este tipo de casos.

Lalisa dio varios pasos hacia adelante con rapidez, se agachó sintiendo cómo una flecha pasaba con gran velocidad sobre su cabeza y desde esa posición elevó su puño dándole directamente a Atenea. Era la primera vez en todo el combate que había logrado tocarla y sin poder evitarlo sonrió satisfecha.

La diosa cayó al suelo y la joven aprovechó para ir por su verdadero problema.

Apolo amplió sus párpados cuando, en un parpadeo, tuvo a la muchacha frente a él; Lalisa le arrebató su preciado arco y lo partió en dos.

La pelinegra movió con una grandiosa habilidad su espada y justo cuando estaba por dar inicio a la pelea con el dios escuchó a Afrodita.

— ¡Lisa! ¡Atrás tuyo!

Cuando quiso reaccionar fue muy tarde, sus piernas cedieron y cayó de rodillas.

Todos aguantaron la respiración, lo único que se escuchó fue el sonido de la espada de Atenea atravesando el abdomen de la muchacha y cómo, después de varios segundos, la sacaba lentamente.

Lalisa tragó saliva y sintió cómo la sangre brotaba de su boca, ¿tan rápido? ¿Tan débil? Sus palmas se adhirieron al suelo y escupió. No podía seguir en esa condición...

— Hija...— La voz de su padre la sacó de su trance haciéndola alzar su rostro. — Huye.

Atenea intentó herirla nuevamente pero una ráfaga de viento la hizo retroceder. Su espada voló y Apolo tuvo que sostenerla para que no se estampara contra una de las enormes paredes.

— No dejaré que sigan con esto. Dos dioses contra una joven que no está a su nivel es injusto. ¿Cuánto miedo le tienen como para ser tan tramposos?

Chronos había aparecido delante de Lisa y miraba con repudio a los demás.

— Tú... ¿cómo puedes ayudarla? ¡Va en contra de tus propias reglas!

— ¡Yo cree esas reglas y puedo hacer con ellas lo que quiera!

— ¡Llamen a Zeus! ¡No dejen que Lalisa escape! — Ordenó Hefesto.

Chronos frunció el entrecejo y con solo un movimiento de su índice derribó a quienes intentaron salir de ese lugar.

— Ares, yo cuidaré de ella.

— Desgraciado, tú lo provocaste... no debiste traerla.

— Es por su propio bien. — Chronos se agachó y cargó el cuerpo semiinconsciente de la menor. —Yo también deseo que sobreviva. Su verdadero poder todavía no apareció... esta vez me equivoqué.

— Llévatela... por favor.

Aunque muchos intentaron detener al dios, este desapareció junto a la chica en brazos.

•••

JiSoo no sabía cómo había sobrevivido, pero definitivamente le debía su vida a DongHae, si él no hubiese regresado en su rescate ahora mismo estaría siendo el trofeo de YoonGi.

Llegó hasta su casa malherida y se encontró con SooYoung esperando frente a su entrada.

—Como no respondían el teléfono de casa creí que algo malo había pasado... — Explicó la pelinaranja acercándose a la coreana. — ¡Por Dios! ¿Qué te pasó?

— Nada... solo... debo descansar un poco...

SooYoung corrió en su encuentro cuando vio el cuerpo de la más baja desvanecerse, sus brazos la atraparon y trató de cargarla, sin embargo, no tenía la fuerza suficiente para hacerlo.

— Vamos, JiSoo... despierta... no soy tan fuerte como aparento.

La pelinaranja rápidamente sacó su teléfono de su bolsillo y marcó a su mejor amiga en busca de ayuda.

Para cuando Jennie llegó, ambas chicas ya se encontraban dentro de la casa de la mayor.

— ¿Qué le sucedió? —Preguntó en susurró observando a la pelirroja descansar sobre su cama.

— No lo sé... pero mira esos golpes, tal vez la asaltaron.

Esa imagen le trajo recuerdos a Jennie, los cuales la hicieron reaccionar y caminar fuera de la habitación.

— ¿Y dónde está Lisa? ¿Y su tío?

Apenas terminó su pregunta, la puerta principal se abrió de par en par. Jennie perdió el aliento cuando vio a DongHae cargar a Lisa.

Si JiSoo lucía mal, Lisa le sobrepasaba. Ahogó un grito al ver la sangre brotar del torso de la que creía tailandesa.

— Necesitamos ayuda. — Habló el varón avanzando hasta el sillón para poder dejar ahí a la menor.

•••

» Oráculo de Delfos:

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