X. Ira.

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•••

YoonGi se encontraba de rodillas frente al Concilio, con la cabeza gacha y una expresión molesta.

– No fue mi culpa, realmente intenté detenerla, pero... – Alzó su mirada e hizo contacto visual con Hefesto. – JiSoo me detuvo. – El dios apartó la mirada, notoriamente molesto mientras se cruzaba de brazos.

Todos quedaron en silencio, siendo Zeus el que dio un paso adelante y haciendo una señal al muchacho le ordenó que se levantara.

– ¿Cómo es que una simple chica te detuvo? – Cuestionó el líder. – Hasta donde todos sabemos, se volvió una mortal y cortó toda relación con este mundo.

– La ayudaron.

– ¿Chronos? – Cuestionó Artemisa, a la diosa poco le importaba el tema de Ares y su hija; pero su hermano le obligaba a asistir a ese tipo de reuniones. Todos la vieron con cierto asombro al mostrarse interesada. – No me vean así, sí presto atención a su problemas.

– No... Él llegó después. – Los recuerdos de la noche anterior todavía eran vívidos. Él a punto de acabar con la vida de JiSoo y cómo era rodeado por fuego antes de dar el golpe mortal. – Hades, él la ayudó.

– Qué desagradable. – Hefesto hizo una mueca de disgusto atrayendo con su brazo a su esposa, su fuerte agarre alrededor de la cintura ajena la hizo quejarse. – Chronos con Lalisa y Hades con esa niñita. ¿Por qué no nos encargamos personalmente?

Afrodita arrugó el entrecejo y se zafó del brazo del dios empujándolo ligeramente. – Déjenlas en paz, acabemos con esto, ya tienen a Ares, ¿no es lo que querían? No representa más una amenaza. – Miró a su esposo y lo señaló. – Esa chica pudo haber sido una grandiosa guerrera como Lalisa, pero tu orgullo y el de todos ustedes la hicieron tomar el camino equivocado.

La vieron abandonar el gran salón y Hefesto tuvo que soportar las burlas de Hermes hacia él y el poco control que tenía sobre su esposa.

– Hijo. – Llamó Atenea. – Debes volver.

El chico negó. – Ese lugar es patético, no deseo volver. Los mortales solo son un estorbo.

– Lo harás. – Zeus se posó frente a él y su sola presencia atemorizó al menor. – Aunque Afrodita tenga cierta razón, Lalisa no se quedará con los brazos cruzados y ahora podemos usar a JiSoo como un pase directo hacia Hades. Vigílalas y toma las medidas necesarias. Si logras cumplir con mis expectativas podrás ascender y ser uno de nosotros.

– ¿Qué hay del torneo y las demás etapas?

Los dioses se miraron entre sí. – Eso fue una farsa... solo queríamos alejar a Lalisa de su padre, fue la excusa perfecta. – Explicó Apolo. – El verdadero torneo empezará cuando todo esto acabe. No queremos más interrupciones ni luchas internas.

YoonGi amplió sus párpados, inteligente por parte de ellos y tonto por parte propia al no haberlo descubierto solo.

– Es hora de volver.

El chico, por mucho que odiaba esa idea, aceptó.

Todavía tenía la oportunidad de demostrar que era mejor que Lalisa.

•••

La joven pensaba y aunque se esforzaba en encontrar una solución, nada se le ocurría. Necesitaba a Chronos a su lado pero este todavía no hacía acto de presencia. Solo esperaba que se encontrara bien.

Lalisa vio a JiSoo aparecerse cerca del mediodía, la chica había dormido más de lo que ella creía posible pero se sentía mejor, mucho mejor.

La menor apoyó ambos brazos sobre la mesa de la cocina y ladeó su rostro. — ¿Cómo te sientes?

– Creo que bien... ¿tú estás bien?

– Por ahora. – Dijo señalando su abdomen. – Me estoy curando algo lento... es extraño.

JiSoo se sentó frente a ella y la examinó lentamente. – ¿Qué pasó?

La menor se encogió de hombros y extendió su brazo cogiendo la taza de café a medio tomar. – Papá está encerrado. – Dijo seguido de un pequeño sorbo. – Mencionó a mamá después de... no lo sé, muchos años, Atenea perforó mi abdomen y supongo que Hades tendrá el mismo destino. –Finalizó su simple explicación Observando el labio inferior de JiSoo que tenía una pequeña herida recordó a YoonGi. – ¿Qué hay de ti?

– Te lo contaría a detalle si lo recordara, perdí el conocimiento antes de que YoonGi pudiera acabar conmigo y después desperté a mitad de la nada adolorida. Estoy segura que Chronos intervino... le debo una.

–Lo lamento, por meterte en todo esto.

– Quizá es difícil escapar de tu propia naturaleza. – Negó y rápidamente se enfocó en la muchacha. – ¿Qué harás con tu padre?

–Todavía no lo sé. – Un suspiró brotó de sus labios y vio a la mayor levantarse solo para abrir la puerta de la nevera.

JiSoo se inclinó y su mirada buscó el cartón que contenía algo de jugo. – Esperemos a que vuelva DongHae y lo averiguaremos. – Rápidamente tomó la caja y bebió directamente de esta sin molestarse en ofrecerle a Lalisa, ya lo había hecho la primera noche que pasó ahí y la menor no pudo evitar escupir al sentir el fuerte sabor de naranja. – ¿Qué piensas hacer mientras tanto?

–Veré a Jennie hoy por la tarde... –Buscó el reloj colgado en la cocina. – En dos horas más pasaré por ella. – Entornó los ojos y no pasó por desapercibida la expresión divertida de la mayor. – ¿Qué?

– ¿Qué hay entre ella y tú? Se han hecho muy cercanas.

– ¿Qué podría haber? Ella me gusta. – Dijo con simpleza.

JiSoo dejó escapar una risa y negó. –Esas dos palabras tienen mucho peso en este mundo. Deberías no decírselo.

Lalisa frunció el entrecejo y tras meditar esas palabras sus párpados se ampliaron, se levantó de la mesa y negó con ambas manos. – Hablas de que... ¿pueden pensar que Eros me flechó o algo así?

–Muy cerca. – La señaló con la caja de jugo. – Supongo que quieres decir que ella te agrada.

– ¿No es lo mismo?

–En esta época, querida Lisa, todo lo han romantizado. Lo suficiente como para generar malos entendidos. Por eso te recomiendo no repetirlo.

La menor bajó la mirada y por un momento se perdió en algún punto inexistente sobre el suelo, atormentándose a sí misma al recordar la risa de su preciosa amada. – No podría enamorarme de una mortal, es decir, no otra vez.

–DongHae solo mencionó a YooJin pero no me contó la historia completa.

–No quiero repetir el mismo error, solo es eso. – Comentó en voz baja. – Jennie me agrada, no puedo desentenderme de todo lo que ha hecho por mí.

– ¿Solo agradecimiento? – Preguntó y Lalisa asintió muy convencida. – Espero que así sea.

Lalisa no sabía si decirlo o no, sentía que JiSoo la miraba de forma acusadora y algo le impulsaba a aclarar un punto más. – Además...–Comenzó sin saber cómo continuar. – Todavía no creo haber superado la muerte de YooJin.

– ¿Cuántos años han pasado ya?

–Sesenta y ocho.

–Eres persistente.

La menor rió y dio un pequeño saltó para poder tomar asiento sobre la isla de la cocina, movió de forma juguetona sus piernas que colgaban y usó ambas manos como apoyo. – Solo es alguien que marcó mi vida.

–El primer amor suele hacerlo. – Dijo ganándose toda la atención de la menor. – ¿Qué? No me mires así que todavía no conozco al mío.

– ¿Cómo describirías a tu tipo?

JiSoo guardó silencio recordando las pocas veces en las que soñaba con una bella muchacha sonriéndole y llamándola desde la lejanía, con un atardecer tras su silueta que podía definirse como perfecta. Sabía que era absurdo enamorarse de una chica que no existía, pero cada vez que esa desconocida se aparecía entre sus sueños solía despertar de un asombroso buen humor que le sorprendía hasta a ella.

–Amable. – Dijo lo primero que se le vino a la mente. – Supongo... no tengo un estereotipo definido. ¿Qué tal tú?

Lalisa se encogió de hombros. – No estoy aquí para enamorarme de alguien.

–Cuando termine todo esto deberías reconsiderarlo, una vida eterna sin alguien que pueda acompañarte suena aburrido y triste... – Hizo una pausa dando un último sorbo, cambiando su expresión a una más seria. – Y dudo que se pueda revivir a los muertos.

•••

Desde que abandonó la casa de JiSoo hasta el camino a la universidad Jennie se mantuvo alegre y llena de energía a pesar de saber que esa noche probablemente le duplicarían el trabajo. No deseaba arruinar los buenos ánimos por lo que le restó importancia al pesado día que aguardaba por ella.

Como de costumbre se sentó entre los primeros asientos y dos minutos antes de que su clase empezara vio a una de sus mejores amigas ingresar, guiñarle un ojo como solía hacerlo todos los días y sentarse tras ella. La coreana se giró rápidamente y recibió con una amplia sonrisa a NaYeon.

–Nadie está así de alegre a las ocho de la mañana y con antropología por delante. – La menor miró a su amiga como si tratara con alguna loca. NaYeon era una estudiante modelo, pero tampoco la creía capaz de emocionarse con un curso que semanas atrás odiaba hasta la muerte. – ¿Te ganaste la lotería?

Jennie giró los ojos. – ¿No puedo estar de buen humor?

–Sí puedes, cariño, pero me da miedo estarte perdiendo. – NaYeon posó una mano sobre la ajena. – Por favor dime que no te emociona este curso. No quiero ser la única que se duerme a mitad de las historias que el señor Lee nos cuenta.

–No exageres. – La menor retiró su mano y dejó que una risa se escapara al verla realmente preocupada. – ¿Recuerdas a Lisa? Te platiqué de ella.

– ¿La chica sin hogar que encontraste? · Cuestionó para luego sonreír y darle una leve palmada al brazo de su amiga. – ¡Por eso estás así! ¡Viste a la rarita!

– ¡No! – Jennie frunció el entrecejo. –Es decir, sí, pero no la llames así. No es ninguna rara... –Rápidamente alzó su puño y amenazó las próximas palabras de NaYeon, la conocía tan bien como para saber sus próximos calificativos hacia la tailandesa. –Tampoco es una vagabunda, vividora o aprovechada.

–Ya entendí. – La mayor alzó ambas manos en señal de rendición. –Dime qué pasa con ella.

–Vendrá más tarde e iremos por MinJeongie.

NaYeon aplaudió emocionada. –Por fin podré conocerla.

La sonrisa de Jennie desapareció. – Espera, ¿conocerla? No, no.

– ¡Claro que sí! En tu mensaje me dijiste que quedaste como una tonta cuando intentaste coquetear con ella. Ahora podrás ver a una verdadera experta en eso. Tú solo mira y aprende.

– ¿Pretendes que vea como le coqueteas?

–Pero no será mucho. – Dijo rápidamente. – No usaré todos mis encantos, no quiero quitártela. – Guiñó su ojo derecho y soltó un bajo quejido cuando vio entrar al profesor. – Llegó.

Jennie observó al pobre hombre que apenas podía caminar ayudado por su bastón, se preguntaba si había algún tipo de límite de edad para enseñar; no es que fuese un mal profesor pero a veces divagaba y las clases terminaban siendo muy aburridas. Apoyó su mentón sobre la palma de su mano y se mentalizó para soportar las próximas dos horas llenas de historias sobre él siendo partícipe de alguna guerra.

– Si alguien pudiera ayudarme. – Pidió el varón pero ninguno de sus estudiantes le prestaba verdadera atención. – En esta clase necesitaremos... – Carraspeó su garganta pero fue opacado por el ruido en la clase. –... más material y...

– Yo lo haré profesor. – Se ofreció Jennie ganándose un ligero golpe en su hombro por parte de NaYeon. No le tomó verdadera atención a las quejas de su amiga y se levantó, el mayor le sonrió agradecido. – ¿Qué es lo que necesita?

– Unos cuántos tomos de este libro. – El profesor le alcanzó una hoja de papel con el nombre del texto y el número de ejemplares que debía traer. – Puede llevar a alguien más si necesita ayuda.

– No, yo podré. – Sonrió confiada saliendo del aula para dirigirse a la biblioteca. Sin embargo, al llegar y ver que no se trataban de libros ligeros toda su confianza se desvaneció. Sus brazos no estaban acostumbrados a cargar ese peso.

Soltó un suspiro y se rehusó a insultar al bibliotecario que no se dignó a ofrecerle su ayuda. Con su espalda doblada y sus brazos temblando ante el peso, avanzó lentamente para salir de la biblioteca.

— Es más de lo que puedes cargar, ¿no crees?

Jennie no pudo ver a quien estaba frente a ella y se detuvo algo irritada, estaba por dejar caer todo.

– Ya lo estoy haciendo. – Dijo, para luego sentir cómo la carga disminuía y sus brazos los agradecían. El chico que le había hablado se había encargado de llevarse más de la mitad de los tomos con él y cuando su vista ya no estaba obstruida lo reconoció. – Tú otra vez.

YoonGi sonrió y se encogió de hombros. – No me mires así, parece que te arruiné el día.

– No estás lejos de hacerlo. Ahora, devuélveme esos libros, me esperan en clase.

– Déjame ayudarte, es mi acto benéfico del día. Estoy casi seguro de que todos estos libros pesan más que tú y tu mal humor. – La chica giró los ojos y él se hizo a un lado para que ella pudiese guiarlo a su clase, pero esta no se movió. – Vamos Jennie. No tengo todo el día.

El orgullo de la chica no quería dejarse ayudar, pero sus brazos le exigían lo contrario. No pronunció palabra alguna y se giró emprendiendo su camino hacia el salón, sintiendo los pasos de YoonGi tras ella.

– ¿Entonces, no me hablarás? ¿O Lalisa te prohibió hablarme?

Jennie se detuvo automáticamente al escuchar ese nombre, ahora entendía por qué la tailandesa no se llevaba bien con el muchacho; era insoportable.

– Ella no me prohibió nada, soy yo quien decidió ignorarte. Eres molesto. – Soltó sin importarle sonar grosera.

YoonGi tragó saliva e intentó controlar sus impulsos. No podía dejar que una chica como ella le hablara de esa forma pero tampoco tenía el permiso de acabar con su vida. Solo deseaba acercarse con ella para saber más de Lalisa.

– Es triste. – Alcanzó a decir. – Porque tú me agradas.

– Por favor... – Volvió a retomar el camino y esta vez tuvo al chico caminando a su lado. – No deberías mentir.

– Es cierto, por algo te estoy ayudando. Sé que suelo hablar más de lo debido pero no puedo evitarlo. – Fingió estar apenado y arrepentido por su arrogante comportamiento, borrando su sonrisa para reemplazarla con una expresión seria. – Supongo que soy malo con las disculpas.

Jennie se sintió culpable y por breves segundos miró al muchacho realmente arrepentido. – Está bien. – Dijo suavemente. – No debí hablarte así.

– Lo merecía. – Ambos sonrieron y se detuvieron al llegar a su destino.

– Gracias, YoonGi. – Pronunció mientras miraba hacia el interior de su salón y pedía ayuda a uno de sus compañeros con los libros que el chico tenía.

– Gracias a ti por darme otra oportunidad, no soy tan arrogante como parezco.

– Eso lo veremos.

YoonGi asintió y se despidió de la chica con una corta reverencia, sorprendido y orgulloso ante el autocontrol que mostró. Su madre estaría feliz de verlo siendo tan prudente.

Cinco minutos antes de que su última clase acabara Jennie se dispuso a guardar sus cosas con gran cautela para no ser descubierta por su profesora a cargo. Lalisa ya debía estar en la entrada de la universidad y no deseaba hacerla esperar. Pensó, por un momento, que la chica necesitaba su propio teléfono, aunque le parecía tierno que no supiera usar uno, era necesario tener una forma de comunicarse con ella.

– ¿Estás lista para verme en acción? – Preguntó NaYeon en un susurro.

Jennie había olvidado por completo las ganas de la mayor por conocer a Lisa.

– No es necesario que vengas conmigo, en realidad...

– Tranquila. Verás que Lisa caerá a tus pies si aplicas mis consejos. – Dijo con una sonrisa que logró convencer a la pelicastaña.

– Pueden retirarse.

Y esas eran las palabras exactas que Jennie había estado esperando. Ambas chicas abandonaron la clase y sin querer distraerse con su grupo de amigos se encaminaron hacia la salida de la universidad. Jennie no entendía la emoción de NaYeon, que alguien le agradara no era cosa del otro mundo, empezaba a creer que tanto ella como SooYoung estaban sobre reaccionando a su pequeñísimo interés por Lisa.

Cuando la vio parada, algo confundida y buscándola sonrió automáticamente. – Ahí está. – Dijo la menor hacia su amiga.

NaYeon siguió la mirada de la menor y amplió sus párpados. – Oh Dios, es perfecta. – Soltó ganándose una palmada en el trasero. – Hey... yo solo decía. Tú sabes que yo respeto el código de amistad. Tú la viste primero.

– Da igual, no es como si me fuera a casar con ella. – Bromeó acercándose hacia la tailandesa que apenas la vio le dedicó una sonrisa y un saludo con su mano.

Cuando Lisa tuvo a Jennie y a una desconocida que la miraba extraño se sintió algo cohibida, no era culpa de la coreana, pero era mala socializando.

– Entonces tú eres Lisa. – Habló NaYeon con una agradable sonrisa.

– E-eh, sí, un placer... – Se quedó pensativa, no podía recordar el apellido que DongHae le había dado.

– Im NaYeon. – Agregó. –Jennie me habló mucho de ti... ¿y cómo no hacerlo? Si eres todo un encanto. – Finalizó dándole un muy ligero toque con su índice a la nariz de la muchacha.

Lalisa parpadeó confundida y buscó ayuda en Jennie que rápidamente se posó a su lado y extendió su brazo para mantener el espacio personal de la tailandesa; no podía seguir viendo algo como eso.

– Okay, creo que es suficiente. – Dijo alzando sus cejas, su mejor amiga giró los ojos algo indignada por no haber sido capaz de usar sus mejores movimientos seductores.

– Bien. – NaYeon se rindió. – Pero Lisa, no habrá Jennie que te salve de mí a la próxima. – Comentó con la única intención de molestar a su amiga y sorprendiéndose ante lo poco que resultaban sus coqueteos con la extraña chica. Definitivamente no era de ese mundo, ella era irresistible.

La mayor entre las tres rió, esas palabras alguna vez las había escuchado de Afrodita y solo había terminado en un romance secreto. Comprendió lo que intentaba hacer esa chica y decidió seguirle el juego. – En ese caso lo estaré esperando, tú, pequeña... no, no puedo... soy mala para esto, lo lamento. – Dijo ante su intento fallido ganándose la risa de NaYeon.

– ¿No es adorable? – Preguntó la chica jalando suavemente de la mejilla de Lalisa. – Las dejaré solas, fue un placer conocerte.

Jennie agradeció que su amiga entrara en razón y después de despedirse al fin pudo respirar tranquila. Ni siquiera ella tenía la confianza suficiente para actuar como NaYeon lo había hecho frente a Lalisa. Supuso que tomaría algo de tiempo para obtener más valentía.

– Lo siento, no debí dejarla hacer todo eso.

– Está bien, es agradable.

– ¿En verdad intentaste coquetear con ella? – Cuestionó con las cejas alzadas.

– Solo quería seguirle el juego. – Aclaró con una sonrisa. – Y me di cuenta que soy un fracaso.

Jennie rió y golpeó levemente el hombro de la más alta. – Al menos pensó que eres tierna.

– Lo que no logro entender, ¿mi apariencia no dice "chica ruda"?

– Dice "soy un cubito de azúcar".

– Yo no soy...

– Hey. Jennie.

Lalisa se tensó al escucharlo, su mirada se posó sobre Ezio que se acercaba hacia las dos con una sonrisa y un brazo alzado saludando a la menor.

Lo creía lejos, realmente había pensado que se había librado de su molesta presencia, sin embargo, estaba más que equivocada. Algo que la inquietó fue la manera en la que Jennie recibió su saludo.

– De nuevo tú. – Y la coreana esta vez no lo decía de mala forma, incluso se llegó a percibir cierta diversión en sus palabras.

– Deberé acostumbrarme a tu presencia al parecer. – Ezio llegó hasta las dos y se deleitó con la expresión de Lalisa, no había nada mejor que desesperarla. – ¿Cómo estás Lalisa?

– ¿Qué haces aquí?

– Estudio aquí. – Dijo como si fuese lo más obvio en el mundo.

Lalisa apretó su mandíbula y decidió ignorarlo, por el momento era lo mejor, por lo menos hasta que tuviese la libertad de enfrentarlo sin la posibilidad de poner en riesgo a la coreana. Su mano sujetó el brazo de Jennie y la jaló consigo.

– Hey, Lisa... qué pasa, qué sucede contigo...

– Es mejor que te alejes de él. – Pidió con la respiración agitada.

– Lisa... –La menor se soltó de su agarre y se detuvo, solo para girar su rostro y comprobar que YoonGi todavía estaba ahí. – No quisiera estar en medio de sus problemas.

– Y no lo estarás. Pero por favor, aléjate de él. – Volvió a pedir intentando sonar más calmada.

– Tú no puedes decidir por ella, Lalisa. – YoonGi aprovechó su mejor oportunidad. – ¿Eres tan egoísta que le prohíbes tener más amigos?

Y era cierto, la azabache sabía que no tenía ningún tipo de derecho a pedirle que se alejara de él, conocía a Jennie poco tiempo y aún así le preocupaba que ese patético chico le hiciera daño a ella o a sus hermanas, incluso a SooYoung. Quedaba como una completa loca, pero no estaba dispuesta a ponerlas en riesgo.

– No te le vuelvas a acercar. – La joven se acercó a YoonGi y este, por primera vez, no retrocedió atemorizado. – Tú no deberías de estar aquí.

– Pero lo estoy. – Susurró para que nadie más pudiese escucharlo. – Para asegurarme de que termines igual que tu padre.

– Lisa. – Llamó la menor tomándola del brazo y separándola del chico. – Él no está haciendo nada malo.

La ira en la mayor brotó y realmente deseó acabar con YoonGi en ese instante, sin importarle las consecuencias de sus actos ni el peligro que representaba para Jennie.

– ¡Lo hace! – Gritó sorprendiendo a la coreana y llamando la atención de algunos estudiantes que pasaban por ahí. – ¡Aléjate de él!

Jennie frunció el entrecejo y se colocó frente a la muchacha, ese comportamiento aunque era raro en ella, le desagradaba por completo. YoonGi tenía razón, Lisa no podía decidir quiénes eran sus amigos o no. Se conocían poco tiempo, era completamente inapropiado.

– No, Lisa. Te lo dije, no estaré en medio de sus problemas. Él no es malo, puedo ser su amiga y la tuya si es que así lo decido... no debería representar un problema.

– ¡Lo hace! ¡Él es un maldito problema!– Lalisa cerró sus ojos y tomó aire. – ¿Puedes confiar en mí? – Cuestionó en voz baja y no recibió ningún tipo de respuesta. – No te haré cambiar de opinión, ¿verdad?

Jennie negó. – No deseo juzgarlo por los problemas que tuvo contigo en el pasado.

– Las dejaré conversar. – YoonGi había tenido suficiente diversión en un solo día. Verla furiosa y sin poder hacerle nada era mucho mejor de lo que esperaba. Se alejó, no sin antes provocarla un poco más. – Te veré luego, Jennie.

Lalisa se aseguró de que él se fuera y posó su mirada en la menor. Un ambiente incómodo las envolvió. – Es mejor que no te acompañe por hoy.

– Lisa...

– Suelo ser algo temperamental y no desearía tratarte mal. – Explicó. – Pero piensa en lo que harás, no puedo estar cerca de él... y tú tampoco. – Y sin darle tiempo de replicar a la coreana, se giró para poder volver a casa de JiSoo.

Molesta y con su corazón acelerado caminó rápidamente por la calle; su mente se encontraba nublada, sus manos hechas puño deseaban desquitarse con algo pero no podía ir por el mundo golpeando a gente inocente. Su hombro rozó con la de otra persona que venía en dirección opuesta y no le tomó importancia hasta que reconoció ese aroma tan familiar, tan dulce. Todo pareció ir en cámara lenta cuando alzó la mirada y giró su cabeza, solo para encontrarse con la profundidad de unos preciosos orbes y una dulce sonrisa.

– Te encontré...

– Afrodita. – Su garganta se secó y aunque hubiese querido huir, sus piernas no habrían reaccionado.

°°°°

PREEEEGUNTA; ¿a quién se imaginan cómo Afrodita?👀

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