XIX. Cuando los cuervos llegan...y la verdad se acerca.

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La famosa frase "tus deseos son órdenes" parecía haber sido inventada para Afrodita, desde que la tailandesa tenía memoria siempre había visto a la diosa como un ser lleno de poder y con una habilidad nata de convencer a cualquiera a cumplir todo capricho que se le ocurriera. Su belleza y sensualidad eran el perfecto complemento a su gran elocuencia; con las palabras correctas en el momento adecuado había logrado tener a Lalisa a sus pies, alabándola como la diosa que es y cumpliendo sus pedidos sin chistar. Ambas se beneficiaban, no había duda. La menor se consideraba afortunada por ser quien tenía toda la atención de Afrodita, sin embargo, todo lo bueno tiene su fin dicen algunos.

La situación actual por la que Lalisa estaba pasando no se resolvería si volvía a pasar una noche con la hermosa diosa, no se resolvería teniéndola entre sus brazos tratando de convencerla para que se quedara a su lado –porque ya lo había intentado–.

Afrodita se amaba a sí misma, más de lo que cualquier ególatra podría hacerlo y Lisa, por un pequeño periodo de tiempo, pensó que ella era la que estaba en segundo lugar. Malo fue darse cuenta que las joyas y riquezas que el Olimpo le ofrecía le superaban por mucho.

Es ahí donde reside la razón de su actual decisión. No necesitaba a alguien que jugara para ambos bandos.

Hefesto le daba innumerables riquezas y ella se encargaba del placer. Pero al final de todo, ¿por quién apostaría Afrodita? Cuando todo sea un caos, ¿por quién lucharía? Su promesa de defenderla a toda costa empezaba a no tener valor para la tailandesa y no porque quisiera, había aprendido por las malas que no debía confiar en el Concilio, sea quien sea.

La desconfianza era un sentimiento impregnado en la pelinegra, y sabía que debía establecer un límite a su relación con la diosa. Permitirle entrometerse en su vida era un error, ¿quién le aseguraba que no fue Afrodita quien le brindó a los demás la información necesaria para atacarla? Estaba Ezio, sí, pero podría no haber actuado solo.

Sabía que si a Jennie le ponían sobre una mesa todo el dinero que una persona podría desear a cambio de traicionarla jamás lo aceptaría, sin embargo, le resultaba decepcionante el no poder poner las manos al fuego por Afrodita, no podía imaginar la respuesta de la diosa si le ofrecían la joya más hermosa.

Odiaba las comparaciones, pero a veces eran necesarias para decidir lo que haría.

Después de ver a Jennie partir supo lo que debía hacer con la mujer que la esperaba en la sala de su casa.

«Establecer límites.» Se repitió mentalmente cuando cruzó la puerta, JiSoo al parecer no regresaba y lo único que encontró fue a Afrodita sentada a mitad del sofá, con las piernas cruzadas y una expresión difícil de descifrar. ¿Estaba enojada por esperar? No parecía. ¿Feliz de verla? Tampoco. ¿Le dolía algo? Tal vez el orgullo al esperar por alguien que había preferido a una mortal que a ella.

─ Hola cariño. ─ Saludó la mayor en voz baja mientras se hacía a un lado y dejaba que Lalisa tomara asiento.

La tailandesa apoyó ambas manos sobre sus rodillas, irguió la espalda y soltó una risa nerviosa cuando evitó que Afrodita la besara. Era extraño viniendo de su parte, muchas veces se había declarado adicta a esos labios pero ahora necesitaba seguir al pie de la letra su propio plan. NO caer en sus encantos.

─ ¿Qué sucede?

─ Ahm... okay... ─ La menor tomó un largo respiro y encaró a la diosa. ─ C-creo que... tal vez deberíamos tener cierta distancia. ─ Era difícil decirlo, más de lo que se imaginaba, sobretodo porque tenía esa mirada tan profunda sobre ella.

─ ¿De qué hablas? ¿No es suficiente para ti estar alejadas por varios días y tener que escaparme para poder verte?

─ Por eso mismo. ─ Lisa se hizo para atrás evitando nuevamente que su rostro quedara atrapado entre las suaves manos de la mayor. ─ Es eso lo que no me deja tranquila...

Afrodita lentamente bajo sus manos. ─ Ya no confías en mí. ─ Concluyó, ciertamente dolida.

─ Quiero hacerlo, te juro que quiero confiar en ti pero... que estemos alejadas es porque no deseas dejar de lado todo lo que te ofrecen los dioses.

─ Jamás te vendería... deberías saberlo, fui yo quien te advirtió esa vez que te atacaron, ayudé a Chronos cuando curó a esa niña. Me quedé a tu lado. ─ Frunció el entrecejo cuando Lalisa evitó mirarla, podía entender que la joven tenía miedo a ser traicionada pero la diosa se creía digna de tener su confianza. ─ ¿Por qué me quieres lejos realmente?

─ No lo sé... ─ Lalisa se levantó de su asiento y caminó de un lado a otro. ─ No quiero cometer otro error... quienes dañaron a las personas que amo pertenecen al mismo lugar que tú y...

─ No soy como ellos. ─ Interrumpió siguiéndole el paso, deteniendo esos movimientos nerviosos de la menor. ─ No soy como ellos, Lisa.

─ Entonces quédate. ─ Pidió. ─ Ellos tienen razón... sin Chronos me quedé sola. ─ Admitió en voz baja, y no era por desmerecer tanto a JiSoo como a Jennie, pero debía verlas como lo que son: mortales, frágiles. Si algo llegaba a pasarles jamás se lo perdonaría. El día en que inevitablemente tuviera que dar un paso hacia adelante y luchar, los dioses tendrían varias filas a sus espaldas para respaldarlos y ella tendría... nada, solo su fuerza que tal vez no sería suficiente.

Esas palabras enternecieron a la mayor, la misma chica fuerte se mostraba tan vulnerable. La diosa se acercó a ella, recibiéndola entre sus brazos. ─ ¿Has pensado en dejar que ellos tomen justicia? ─ Cuestionó en voz baja mientras acariciaba la cabellera ajena.

─ ¿Entregarme? ─ La mayor asintió. ─ No podría hacerlo, una vez que lo haga ellos-

─ Es lo mejor para ti, Lis. ─ La diosa cerró sus ojos cuando ejerció presión sobre la espalda de la joven pelinegra con el fino metal que Hefesto le había proporcionado. ─ Debes alejarte de este mundo... no perteneces aquí. ─ Continuó sintiendo el fuerte agarre que la menor ejerció sobre sus antebrazos intentando mantenerse en pie.

Herirla era lo último en su lista, pero era su deber proteger a esa muchacha y la única manera de hacerlo era entregarla, que Lalisa dejara de escapar y de sumar cargos en su contra. Confiaba en la justicia de Zeus. Poco le importaba el futuro de Ares o de cualquier otra ser, lo único que deseaba era tener a la chica cerca y libre.

Lalisa retrocedió lentamente, sintiendo cómo poco a poco su cuerpo se entumecía. El dolor se propagaba desde su espalda bajo y se dejó caer sobre sus rodillas al no poder soportarlo, todavía no creía que era Afrodita la responsable de su estado. Sus manos trataron de cubrir su herida para evitar que la hemorragia siguiera pero era inútil. Era lo mismo que sintió cuando peleó con Daniel y fue herida en su brazo o cuando Afrodita le atravesó el estómago. Lo único que logró pensar era en el veneno que habían utilizado nuevamente y que Chronos no se encontraba cerca para ayudarla a sacarlo de su organismo.

─ Te llevaré conmigo y abogaré por ti. ─ Dijo la diosa. ─ Te prometo que serás libre.

La menor fue cediendo y en su estado inconsciente pudo reconocer el aleteo de varias aves cerca. Tal vez alucinaba o tal vez eran los cuervos que solían acompañar a la muerte.

No se equivocaba.

La mayor retrocedió antes de poder tomar el cuerpo de Lisa, una corriente eléctrica recorrió su espalda al verse rodeada de varios cuervos que protegían a la tailandesa de su toque. Afrodita frunció el entrecejo cuando las aves fueron tomando forma de una mujer. Se sintió intimidada ante la nueva y oscura presencia, ¿cuántos estaban involucrados en la vida de Lalisa? ¿Cuántos iban a interponerse en la libertad de la joven? Si regresaba al Olimpo con las manos vacía perdería la oportunidad de solicitar el perdón de la muchacha.

─ Atrás. ─ La desconocida se descubrió quitándose la capucha de su cabeza.

Rubia, con ropa de cuero negra y una oscura mirada suficientemente intimidante como para hacer retroceder a la diosa.

Afrodita dejó escapar una risa, un tanto nerviosa. ─ Preséntate. ─ Ordenó mientras bajaba la mano que sostenía con más fuerza el delgado cuchillo.

─ No tengo ninguna obligación. ─ Toda su atención fue puesta en el arma que había utilizado para dañar a Lalisa. ─ Los de arriba siempre buscan la salida más sencilla.

─ Si no quieres ganarte problemas es mejor que...

─ No. ─ La cortó. ─ Si no quieres salir de aquí con tu hermoso rostro desfigurado es mejor que te vayas. ─ Amenazó dando unos pasos hacia adelante, sabía muy bien que la mujer frente a ella no le llegaba ni a los talones a Atenea en lo que combates se refería, por lo que tenía cierta ventaja. Un solo movimiento y esa diosa estaría llorando por perder un ojo. ─ Mi amo tiene un mensaje para ustedes.

Afrodita tragó saliva al saber con quién trataba por fin, nadie más que Hades podía estar tras esa oportuna intervención. Los cuervos y la vestimenta eran propios de sus discípulos.

─ Chronos no dejó sola a Lalisa. ─ Dijo al ver que la diosa no reaccionaba. ─ Mi amo no tiene ningún inconveniente en protegerla a ella... y a JiSoo. ─ Agregó. ─ ¿Pretendías ayudarla? Un puñal por la espalda no es la mejor forma. ─ Ironizó mirando de reojo al cuerpo de la tailandesa. Su expresión era vacía, y ocultaba a la perfección el verdadero deseo de apresurar las cosas y llevar a la herida con Hades para que pudiese salvarla. ─ ¿Algo qué decir?

La cobardía llegó justo en el momento que supo que no tenía ningún tipo de respaldo. ─ Sabrás de nosotros. ─ Amenazó, sintiéndose impotente al no obtener ninguna reacción por parte de la rubia. ─ Ella nos pertenece. ─ Señaló.

La desconocida ladeó su rostro. ─ Hasta donde yo sé... ustedes intentaron asesinarla en su nacimiento. Nadie pertenece a un lugar donde lo quieran muerto.

La diosa amplió los párpados cuando escuchó esas palabras, ciertamente ese recuerdo no le generaba orgullo alguno. Sin embargo, supuso que el nacimiento de Lisa era un tema zanjado de por vida. Apretó los labios y retó con la mirada a la extraña que permanecía quieta.

─ Si no tienes nada qué decir...

─ No está sola. ─ Repitió esas palabras nuevamente. ─ Me tiene a mí, yo podría ayudarla a salir del pozo al que su padre la arrastró.

La rubia dejó escapar una risa. ─ Bella e ingenua. ─ Dijo mientras su silueta se difuminaba y a cambio varios cuervos volvían a volar alrededor de toda la habitación. Los suficientes como para obstruir la vista de la diosa y evitar que se acercara a Lalisa. ─ Nos volveremos a ver. ─ Fue lo último que se escuchó antes de que Afrodita quedara sola en esa sala.

Bajó su mirada hasta su mano derecha la cual temblaba y estaba cubierta por la sangre de la menor. Parpadeó lentamente y el deseo latente de destruir todo a su paso la invadió.

¿Qué acababa de hacer?

•••

El dios cada tanto miraba de reojo a la joven que dormía sobre el duro colchón, esperando que en algún momento despertara. Lo cual era difícil. El veneno recién había sido sacado de su organismo y aunque sabía que Lalisa era una chica muy resistente, era la segunda vez que lo utilizaban para acabar con ella.

─ Puñal en la espalda. ─ Dijo Hades elevando su mirada hasta su subordinada que permanecía sentada al lado de la pelinegra, terminando de ajustar la venda. ─ ¿Quién fue?

─ Afrodita, señor. ─ Respondió sin quitar su mirada del torso desnudo de la joven.

El mayor ocultó su sorpresa. ─ ¿Segura?

─ Es a quien vi y escuché.

─ Creí que era cercana a Lisa.

La joven se encogió de hombros. ─ Tal parece que le prometieron librar a Lalisa si la llevaba con ellos. ─ Soltó una corta risa y se irguió una vez terminó su tarea. ─ Si me permite decirlo, fue muy...

─ Ingenua e idiota. Lo sé. ─ Completó sin ningún problema. ─ Es sorprendente que todavía haya alguien que crea en el Concilio. ─ Miró a la rubia morderse en labio inferior queriendo añadir algo más pero sin atreverse a hacerlo. ─ Vamos, estamos en confianza aquí.

─ Señor, según sé, Lalisa es la responsable de que Apolo perdiera una mano. ─ Volvió su mirada hasta el cuerpo inconsciente y luego a su dios quien asintió. ─ ¿Cómo una simple daga puede acabar con ella?

─ Es fácil. ─ Hizo una señal para que la joven lo siguiera y así pudieran retirarse del pequeño cuarto donde habían instalado a Lalisa. ─ El veneno, aunque no nos mata, nos debilita. En el caso de Lalisa es mortal, para su suerte, su organismo es lo suficientemente fuerte como para soportarlo un par de horas. Ella no es una diosa, pero es hija de Ares. Ahora, ¿por qué Apolo o Atenea no lo utilizaron personalmente? ─ Se encogió de hombros. ─ El orgullo de un dios es enorme, te lo diré yo, si ellos lo usan personalmente da pie a que todos piensen que son inferiores a Lalisa y no pueden dejar que su reputación decaiga.

─ Por eso enviaron a Afrodita...

─ Al parecer. ─ Junto las manos tras su espalda y suspiró. ─ Pero empiezo a creer que desde ahora ya no actuarán tras otras personas.

─ ¿Qué haremos?

─ Protegerla, por supuesto. ─ Se detuvo a mitad del oscuro pasillo, escuchando el lamento de algunas almas que divagaban por los ríos cercanos. ─ Es hora de que ella conozca su historia, y sepa algunas cosas.

─ Debieron hacerlo desde un inicio. ─ Comentó la rubia esperando no molestar al dios.

─ ¡Yo también! ─ Se palmeó un par de veces el pecho. ─ Era partidario de que esa niña conozca todo lo que sucedió en su nacimiento. Pero su padre y Chronos creían que al descubrirlo ella sola sería mejor.

─ Eso solo le ha ganado más problemas.

─ Exacto. Pero les daré la razón en algo. ─ Hizo una pausa, sonriendo al ver a la rubia expectante. ─ El poder que ahora posee sólo lo tiene porque llegó hasta aquí... y conoció a las personas correctas.

La joven se quedó pensando, completamente confundida por las palabras de Hades. El dios avanzó y ella se quedó quieta en su lugar por largos segundos.

─ ¡Busca a JiSoo! ─ Ordenó. ─ A ella también debemos protegerla... ─ Susurró más para sí mismo que para la joven. ─ ¡Y cuando Lisa despierte quiero que la lleves a un lugar!

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