XXII. Confidente

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Nuevamente las cadenas del hombre encarcelado justo frente a él lo despertaron. ─ ¿Puedes dejarme dormir? ─ Cuestionó el dios, irritado y en voz alta intentando intimidarlo, aunque sabía muy en el fondo que su estado actual no podría ni asustar a un niño de cinco años.

─ Es de día, amigo Ares. ─ Mintió con el mismo tono de voz, sereno e indiferente, como si no se encontrara preso en una incómoda mazmorra rodeado de lamentos lejanos. ─ ¿No duermes mucho últimamente?

─ No hay mucho qué hacer. ─ Ares abrió sus ojos y encontró lo mismo que siempre, unas barras altas que sellaban su libertad. Todavía no había sido capaz de conocer la identidad del hombre parlanchín frente a su celda, pero el tiempo que allí estaba lo obligaba a conversar con él de vez en cuando para no dejarse caer en lamentos y tristeza. Estaba siendo fuerte, al menos eso creía, nadie podría seguir cuerdo después de pasarse la vida encerrado en el Tártaro.

─ ¿Todavía crees que tu hija vendrá? ─ Esa pregunta la había repetido todos los días desde que cruzaron palabra por primera vez y siempre recibía la misma respuesta, respuesta que para esa ocasión no llegó.

Ares se quedó callado recordando a Lisa. No sabía nada de ella, no sabía nada de nadie y eso, los últimos días, lo tenía inquieto.

─ ¿Sabes lo que sucedió con Chronos? ─ Volvió a preguntar al ver que el dios prefería guardar silencio y que, por primera vez, no proclamaba a la menor como su futura salvadora.

─ ¿Y tú sí? ─ Le devolvió la pregunta en tono sarcástico.

─ Tal vez... últimamente me he sentido con mejor ánimo y energía, me pregunto por qué. ─ El hombre misterioso volvió a caminar arrastrando sus cadenas, siempre oculto bajo la sombra de su celda. ─ ¿Crees que ya sea una joven muy poderosa?

─ Ella ya es fuerte...

─ Sabes a lo que me refiero, amigo mío. ─ Soltó una baja risa y miró hacia Ares. ─ Me pregunto... ¿cuánto tiempo debemos que esperar por ella? Debe estar ocupada, el mundo mortal tiene muchas distracciones, ¿y si ya se encontró con algo mejor que ayudar a su padre?

El dios, harto de las palabras de su único compañero, se levantó y se acercó a las barras, acercando su rostro lo suficiente como para que su nariz saliera entre los espacios.

─ ¿Te hice enojar? ─ Preguntó con falsa inocencia. ─ Lo lamento. ─ Aguardó unos segundos mientras analizaba la molesta expresión de Ares. ─ No me mires así, ¿te han dicho que tus ojos son intimidantes? Si miras así a la persona equivocada podrías lamentarlo.

─ No hables de mi hija como si la conocieras. ─ Advirtió antes de darse media vuelta para regresar a su asiento habitual, ignorando por completo el "consejo" que el desconocido le daba.

─ Tu pequeña hija... Lalisa, me pregunto si ya viene en camino.

•••

La tailandesa abrió los ojos, la oscuridad en el lugar solo le indicaba que todavía no amanecía. No había soñado nada en particular pero se sentía agobiada por alguna extraña razón, alzó la cabeza para ver a YooJin quien dormía en la cama de lado y se logró calmar pensando que la anciana era la razón de su preocupación. Casi de forma automática su mano sujetó la cadena que colgaba de su cuello, estrujándola por unos segundos.

«Todo en orden.» Pensó volviendo a acostarse, escuchando de fondo a algunos animales nocturnos.

Lalisa se había tomado una semana entera para cuidar de YooJin. Limpiar y arreglar fugas de agua no eran cosas en las que destacaba, pero deseaba que la anciana tuviese un estilo de vida decente. Por lo que, tras asegurarse de que dejaba todo en orden, regresó a casa, no sin antes prometerle a YooJin que la visitaría todos los días si era necesario. Dejarla sola no sería una opción jamás. Ni a ella ni a Tristán, tenía que aprender a controlar a ese cariñoso equino.

─ Creí que no te volvería a ver. ─ Dijo JiSoo cuando -por la mañana- abrió la puerta y se encontró con el rostro de la tailandesa. Tal vez no lo decía, pero agradecía tener de vuelta a Lisa, había sentido su casa mucho más grande y silenciosa, cosa que la inquietaba lo suficiente como para no querer pasar tiempo allí.

Lalisa sonrió apenada y sobó su nuca. ─ Necesitaba recuperarme. ─ Dijo sin intención de revelar a YooJin.

Era incómodo, mucho, pero ver el rostro tan tranquilo de JiSoo la hacía sentirse como en casa. Ninguna de las dos era habladora, Rosé era la encargada de romper el hielo, pero se habían acostumbrado a la presencia silenciosa de cada una.

Ambas caminaron hasta la sala y Lalisa, como de costumbre, eligió el largo y cómodo sofá para dejarse caer. Después de dormir en un colchón improvisado hecho con varias mantas y sábanas en su estadía en la casa de YooJin, ese suave sofá le resultaba placentero. Sonrió automáticamente y cerró los ojos tratando de relajarse.

─ ¿Como en casa? ─ Inquirió la pelirroja cruzándose de piernas.

─ Como en casa. ─ Respondió de inmediato.

─ Entonces... ¿Es verdad? ¿Afrodita lo hizo? ─ Necesitaba preguntarlo, días atrás había recibido la visita de una rubia quien tuvo la amabilidad de contarle lo que sucedía, pero muchas dudas habían quedado y solo Lalisa era quien las aclararía.

La tailandesa había olvidado por completo a la diosa, estar al lado de YooJin y cuidarla fue una agradable distracción, pero ahora estaba de regreso y necesitaba concentrarse en sus verdaderos propósitos.

─ Sí. Pero ahora no tiene importancia. ─ Dijo llevando sus manos bajo su cabeza para que sirvieran como una almohada. ─ Hay cosas más importantes que necesitan de mi atención.

─ ¿Estás bien entonces?

─ Me siento bien. ─ Lalisa se giró sobre el sofá y miró a la taiwanesa que parecía preocupada. ─ En serio, lo estoy.

JiSoo asintió sin atreverse a mencionar a ChaeYoung, no deseaba presionar a Lalisa para que la recuperara, pero empezaba a creer que la ausencia de esa rubia le afectaba más de lo normal. Apretó sus labios y apoyó ambas manos sobre su rodilla.

─ Por cierto... ─ La voz de Lalisa la sacó de sus pensamientos. ─ ¿Has visto a Jennie? ¿Está enfadada? ─ Preguntó sin querer sonar desesperada, pero al parecer no lo logró ya que JiSoo sonrió divertida.

─ ¿Enfadada? No. ¿Preocupada? Mucho. Le expliqué algunas cosas... le dije que estabas bien pero una semana desaparecida no ayuda mucho, ¿sabes? Deberías reconsiderar la opción de tener un teléfono.

─ B-Bueno... no creo que en el infierno haya mucha señal. ─ Dijo en voz baja ganándose una suave risa por parte de la chica, notando por primera vez los hoyuelos que esta poseía, haciéndola lucir tierna. ─ JiSoo... ─ La volvió a llamar. ─ ¿Puedo ir contigo a clases?

─ No puedes ingresar si no tienes una identificación. ─ Respondió de inmediato. ─ ¿Por qué no vas a su trabajo?

─ Porque es muy temprano.

─ ¿Y? Puedes esperar hasta la tarde.

─ Ese es el problema. ─ Dijo la tailandesa. ─ No quiero esperar para verla.

La más baja formó una "o" con sus labios y se quedó en silencio pensando en una solución, las ganas de molestar a la chica se esfumaron cuando notó cierta preocupación en ella. Al parecer, a Lalisa realmente le importaba lo que Jennie sentía y pensaba. De su bolsillo sacó su teléfono y se lo pasó.

─ Envíale un mensaje. Pero deberás esperar, no querrás que pierda sus clases, ¿verdad?

Lalisa negó recibiendo el aparato, lo inspeccionó durante varios segundos y después lo llevó a su oreja. ─ ¿Hola? ¿Jennie?

La coreana mordió su lengua para no reír, ¿por qué no tenía una grabadora cuando más la necesitaba? ─ Mejor se lo envío yo.

─ Por favor. ─ Lalisa le devolvió el teléfono a su dueña, pensando que era más fácil aprender a utilizar una espada, la tecnología no era lo suyo.─ Por cierto... hay alguien que nos visitará más seguido. ─ Dijo mientras JiSoo buscaba entre sus contactos a la coreana.

─ ¿Quién?

─ Mina... bueno, no es Mina, pero la llamaron Mina y... ─ Se detuvo cuando la morena la miró con los ojos entrecerrados. ─ La rubia. ─ Dijo al verse enredada con sus propias palabras.

─ Oh, ella. ¿Para qué vendrá?

─ Me ayudará con ciertas cosas. Quisiera que tú nos acompañes, eres muy buena con las flechas, entrenar podría ayudarte también.

JiSoo se lo pensó pero decidió aceptar solo para mantenerse distraída. ─ Acepto. ─ Dijo mostrándole la ventana del chat con Jennie. ─ Ahora dime, ¿qué deseas decirle?

─ Pasaré por ella al finalizar sus clases. No puedo pedirle que se escape, así que usaré el tiempo libre que tiene antes de que inicie su turno en su trabajo. He extrañado hablar con ella... es decir, tú sabes... ¡No! No le envíes eso... mejor solo dile que iré por ella.

La más baja sonrió cuando el audio que había grabado se envió. ─ Listo.

─ ¿Tan rápido? ─ Preguntó Lalisa sorprendida, JiSoo ni siquiera había movido sus dedos. ─ ¿Por qué eres tan rápida?

─ Porque soy fantástica. ─ Llevó su teléfono a su bolsillo trasero y palmeó el hombro de la tailandesa. ─ Yo también debo irme ya. Nos vemos después, suerte Lisa.

─ Mm, ¿JiSoo? ─ Preguntó antes de que la joven se fuera. Al recibir la atención necesaria esbozó una corta sonrisa. ─ Gracias por todo.

•••

¿Pedía mucho al querer saber más sobre Lisa? No poder ayudarla le generaba frustración, ella deseaba ser un gran apoyo para la tailandesa, pero el no tener ni idea de lo que pasaba alrededor de esta arruinaba por completo sus planes. Estaba desanimada y preocupada, eso era obvio, la última semana se la había pasado pensando en cómo contribuir al bienestar de Lalisa pero nada se le ocurría.

Era... desesperante, sí, eso es lo que era. Comprendía que la pelinegra tenía asuntos más importantes que atender, pero aun así habían sentimientos ocultos que la impulsaban a querer tenerla todo el tiempo a su lado para charlar, reír, jugar o incluso contemplarla cada vez que se quedaban en silencio. La frase "mundos diferentes" se aplicaba muy bien a su situación, Lalisa podía ser perfectamente la dueña del universo con una sola sonrisa y ella era... bueno, era Kim Jennie. No se menospreciaba, pero sus cualidades no eran de tanta ayuda para la otra chica.

─ ¿Qué te tiene así hermana? ─ YerRim le preguntó. Ambas caminaban directo a su universidad después de haber dejado a MinJeong.

Jennie negó. ─ Solo estoy cansada. —Tampoco mentía, trabajar y estudiar llegaba a ser cansado pero valía la pena, la comida no aparecería por arte de magia en su mesa. Nadie mejor que YeRim para comprenderla, sin embargo, su hermana la miró como si la acusara por mentir. ─ ¿Qué?

─ ¿Es eso? ¿O es que el repentino viaje de Lisa te tiene así de mal? ─ Para YeRim la tailandesa era una persona normal, algo misteriosa, pero que tenía a su hermana mayor con los sentimientos a flote. No pasaban desapercibidas las sonrisitas que le robaba a Jennie cada vez que estaban juntas, o la forma en la que esta miraba a la pelinegra cuando jugaba con su hermana menor.

Jennie negó rápidamente. La única forma de explicarle a sus hermanas la ausencia de la tailandesa era decir que había viajado de improvisto. Una mentira simple y sencilla, pero que había funcionado. ─ Ni siquiera recordaba que no estaba... ─ Dijo lo primero que se le vino a la mente.

─ No soy tan ingenua, ¿sabes? Me doy cuenta de algunas cosas, y ahora mismo puedo decir que no estás bien.

Desde la muerte de sus padres la relación de ambas se había fortalecido, se apoyaban y confiaban cualquier tipo de secreto o preocupación, la presencia de una le hacía recordar a la otra que no estaba sola y que juntas podían solucionar cualquier problema, ya sea económico o, incluso, sentimental. Jennie lo sabía, lo sabía a la perfección pero, ¿cómo explicarle a YeRim la verdadera razón de su estado de ánimo últimamente? Muchas veces, a mitad de la noche, Jennie se levantaba y miraba la cama de su hermana deseando poder despertarla para contarle lo que le afligía y así conversar durante varias horas mientras escuchaba los sabios consejos de la rubia. Pero no podía.

─ Tal vez, solo tal vez extraño a Lisa. ─ Respondió bajando la mirada. Por algo se empezaba. Esa minúscula información serviría para calmar la curiosidad de su hermana.

─ Eso lo sé... ¿pasó algo entre ustedes?

─ ¿Qué? No, no, no, por supuesto que no.

YeRim sonrió cuando su hermana empezó a caminar más rápido intentando alejarse de ella. ─ Entonces... ¿quieres que pase algo? ─ Su puño golpeó la palma de su otra mano, convencida de que había descubierto algo muy importante. ─ ¡Ya sé! Tú quieres que pase algo pero Lisa es muy lenta.

La mayor se detuvo mientras se abanicaba con su mano de forma rápida. ─ ¿De dónde sacas eso?

─ De ti. ─ Señaló la rubia. ─ De tu forma de comportarte. ─ Rápidamente se acercó a la mayor y con su brazo rodeó su cuello para luego retomar su camino. ─ Escucha, no me acostumbro a verte como la chica tímida, lo admito, tú eres confianza en su máxima expresión.

─ ¿De qué hablas? Yo no soy tímida con... ─ Sus palabras fueron muriendo cuando recordó todas las veces en las que, efectivamente, se cohibía con la sola presencia de la tailandesa. ─ Tal vez un poco.

─ Si no quieres que alguien te gane a Lisa, será mejor que te pongas las pilas hermanita. Hasta yo pienso que es interesante.

Jennie quiso discutir esa última confesión pero su teléfono sonando en el bolsillo trasero de su pantalón se lo prohibió. Rápidamente sacó el aparato y arrugó el entrecejo cuando leyó la notificación.

─ ¿Quién es?

─ JiSoo... ─ Desbloqueó su teléfono y abrió el chat de la pelirroja. Esperando que no sea una broma con gemidos, inició el audio que había recibido.

Pasaré por ella al finalizar sus clases. ─ Jennie no pudo contener una sonrisa cuando la volvió a escuchar, poco le importó tener a su hermana a su lado oyendo lo mismo. ─ No puedo pedirle que se escape, así que usaré el tiempo libre que tiene antes de que inicie su turno en su trabajo. He extrañado hablar con ella... es decir, tú sabes... ¡No! No le envíes eso... mejor solo dile que iré por ella. ─ La coreana estaba segura que su sonrisa podría ser vista hasta Marte. Tal vez exageraba. Pero esas palabras y esa forma tan inocente en la que Lisa había hablado le hizo olvidarse por completo su angustia, por el momento.

─ Parece que tienes una cita, hermana. ─ Bromeó la menor codeando a Jennie que permanecía en la misma posición. Giró los ojos cuando el audio volvió a reproducirse. ─ ¿Quieres que todos se enteren que Lisa irá por ti? ─ Al no recibir respuesta se cruzó de brazos. ─ ¡Oh por Dios, Lisa! ¡¿Qué haces aquí?

─ ¿Qué, qué, qué? ¿Dónde? ─ El rostro desilusionado de Jennie al notar que había sido una broma hizo reír a YeRim.

─ Mal, muy mal. Mal te tiene.

─ Déjame. ─ Jennie le sacó la lengua de forma infantil y guardó su teléfono después de responder con un "gracias" y un corazón a JiSoo por el mensaje. Sin embargo, cuando vio que su hermana caminaba lejos de ella corrió por alcanzarla.─ ¡Espera! ¡Dime cómo me veo!

•••

Lalisa había llegado quince minutos antes. Frente a la gran entrada de esa universidad, cruzando la calle, había toda una fila de árboles lo suficientemente altos y fuertes como para soportar su peso. Acomodó su espalda en el tronco de este y sus piernas quedaron estiradas a lo largo de la gruesa rama. Con desinterés miraba a los universitarios ingresar o salir, los primeros con rostros aburridos y los segundos con expresiones aliviadas. ¿Tan malo era ese lugar? Sea como sea, la única persona que le interesaba realmente todavía no daba señales.

Dobló una de sus piernas y apoyó el codo sobre su rodilla esperando. Su corazón se agitó alegre cuando por fin vio de nuevo a esa alegre chica caminando fuera de las instalaciones de la universidad con una sonrisa mientras hablaba con otra. ¿Cómo es que se llamaba? Se preguntó a sí misma cuando reconoció a la coqueta muchacha. Im Nadia... o algo parecido. Le dio igual, podría solo saludarla sin decir su nombre.

Lo que realmente le importaba era Jennie. La conversación que ambas estaban teniendo parecía entretenida ya que a sus oídos llegó la escandalosa risa de la pelicastaña, risa que le hizo sonreír inevitablemente y hacerle olvidar la razón por la que estaba allí. Se quedó quieta admirando cada expresión en la menor, en cómo sus ojos se achicaban gracias a sus lindas mejillas cuando sonreía, era tierna, adorable. Se inclinó hacia adelante intentando admirar más de ella.

─ ¿Qué estamos viendo? ─ Preguntó de repente alguien a su lado. Lisa se sobresaltó y lanzó un corto grito, algunas hojas cayeron del árbol.

La tailandesa llevó una mano a su pecho y se giró para encontrarse con Mina que alzaba una de sus cejas sin comprender el alboroto. ─ ¿Cómo apareciste?

La rubia se encogió de hombros. ─ Te estoy cuidando.

─ Puedo cuidarme sola.

─ Tu cicatriz en la espalda te respalda. ─ Mina guardó silencio y luego soltó una carcajada por su propio chiste. ─ Acéptalo, estuvo bueno. ─ Alzó su mano para que Lalisa chocara, pero esta sólo la miró de mala gana.

─ Eres peor que yo con los chistes, además, eso fue diferente, fue...

─ ¿Lisa? ─ La suave voz de Jennie la hizo paralizarse, lentamente bajó su mirada y, a unos tres metros de ella, la coreana se encontraba acompañada de Nadia. Las dos mortales mirándolas confundidas por haber encontrado a Lisa y a la rubia desconocida sobre un árbol.

─ ¡Jennie! ─ Llamó la tailandesa dando un rápido salto, ocasionando que las dos chicas se giraran para no ver cómo caía y se hacía daño. Sin embargo, el sonido de dolor que esperaban nunca llegó. Por el contrario, Jennie al abrir los ojos se encontró con la pelinegra frente a ella mirándola con la cabeza ladeada y muy confundida por su reacción. Su corazón se agitó ante la tierna imagen.

─ ¡No me asustes así! ─ Reclamó golpeando el hombro de la mayor.

Lalisa esta vez sí se quejó, imaginaba recibir un abrazo pero, al parecer, Jennie era muy impredecible. ─ Perdón... ─ Sobó su hombro y antes de poder articular una palabra más ya tenía el cuerpo de la coreana pegado al suyo, sintiendo los dedos ajenos enredarse en su cabello. Se enfrascó tanto en ese abrazo que no notó cuando Mina se bajó y se puso al lado de Im, ambas mirando la escena con una sonrisa traviesa.

─ Im NaYeon. ─ Se presentó la chica estirando su mano hacia la más alta sin quitar la mirada del tierno abrazo.

La rubia miró la mano de la chica por breves segundos, ¿qué debía decir? ─ Mina. ─ Pronunció mientras la estrechaba, ese nombre al parecer la perseguiría por el resto de su vida. Hasta Lisa la llamaba de esa forma gracias a la influencia de YooJin. No es que le molestara, pero prefería el misterio en ella sin un nombre en específico.

─ Ahm... ¿NaYeon? ─ Llamó la tailandesa una vez se separó de Jennie, agradeciendo haber escuchado su nombre segundos atrás. ─ ¿T-te molesta si ahora yo a-acompaño a Jennie? ─ Preguntó con cierta vergüenza, primero debía asegurarse de que no interrumpía nada.

La nombrada rio y se acercó hasta la más alta solo para palmear su hombro. ─ Estuvo todo el día hablando de su cita. ¿Crees que me opondré?

Lisa arrugó su nariz. ─ ¿Cita? ─ Miró en dirección de la rubia. ─ ¿Y eso qué es?

Mina se encogió de hombros. ─ Tipo... ¿cita con Hades? ─ Preguntó logrando que las dos coreanas soltaran una carcajada ante lo raro que sonaba, ella no comprendía el contexto de esa palabra, solo escuchaba a Hades decir que los muertos tenían una cita con él. ¿Era eso entonces?

Tanto Lalisa como Mina se preocuparon, la tailandesa tomó la mano de Jennie y la miró con seriedad. ─ ¿Es que te sientes mal?

NaYeon arrugó su nariz mientras sonreía, ese par era divertido e inocente. ─ Deben dejar de leer tanta fantasía.

Jennie negó rápidamente. ─ Estoy bien... olvida esa palabra. Después te la explicaré. ─ Comentó avergonzada. ─ ¿Nos vamos?

─ Sí, sí. ─ Lalisa sonrió y miró a la rubia. ─ ¿Nos vemos después?

Mina asintió. ─ Suerte con tu... ─ Se giró y atrapó a NaYeon mirando con suma atención su perfil. ─ ¿Cita? ─ La coreana asintió. ─ Te buscaré.

Las dos chicas se despidieron, Jennie rogando y advirtiendo a su amiga para que no pusiera incómoda a la rubia con sus intentos de coqueteo. NaYeon guiñó su ojo y luego le lanzó un beso a volado a Lalisa, beso que la coreana fingió atrapar y pisar.

─ Es divertido molestarla. ─ Dijo la pelinegra hacia la rubia cuando la pareja se fue alejando. Se giró y la miró de pies a cabeza. ─ ¿Qué te parece si me invitas un helado y tal vez tengas la oportunidad de conocerme?

─ ¿Helado? ─ Mina no tuvo tiempo de hacer más preguntas, ya era jalada por la contraria.

•••

Aunque no era necesario, sus manos permanecían unidas mientras caminaban. No habían cruzado palabra desde que se alejaron de NaYeon y Mina, por lo que cada una intentaba hallar una buena forma de iniciar su conversación. Lalisa bajó su mirada al mismo tiempo en que Jennie la alzaba, ambas sonrieron tímidas.

─ Siento que fue más de una semana. ─ Se animó a romper el silencio. ─ JiSoo dijo que... dijo que estabas preocupada.

Jennie asintió. ─ No me contó todos los detalles, pero sí los suficientes como para preocuparme. ─ La coreana ejerció más fuerza al agarre que tenía con la Lalisa. ─ Te dañaron...

─ Fue necesario. ─ Y aunque sus palabras confundieron a Jennie, se animó a proseguir. ─ La persona que lo hizo era alguien en quien confiaba... ahora sé que no debo ser tan ingenua con los demás. ─ Soltó una pequeña risa cuando vio a la menor hacer una mueca y se detuvo, obligando a su compañía que también lo hiciera. ─ Pero tú sabes, siempre hay excepciones.

─ ¿Yo soy una de ellas? ─ Se atrevió a preguntar.

─ Encabezas la lista.

Jennie sintió el calor apoderarse de sus mejillas, evadió la mirada de la mayor y volvió a retomar el camino mientras, de forma nerviosa, jugaba con los dedos ajenos. ─ ¿Cómo estás segura?

La tailandesa se encogió de hombros. ─ Me inspiras confianza. Tú y tu forma de verme es... diferente. Cuando lo haces me siento cómoda y a salvo. ─ Dijo sin saber lo que esas palabras ocasionaban al corazón de la coreana. ─ Me transmites paz.

Las palabras quedaron enredadas en la mente de la coreana, no sabía cómo responder a esa confesión. Los ojos son el espejo del alma, y le cohibía el hecho de expresar tanto con una sola mirada. Sin embargo, le emocionaba comprobar que, cada vez que Lisa la miraba, sentía lo mismo. Tragó saliva.

─ ¿Dije algo mal?

─ ¡No, no! ─ Se apresuró en decir. ─ Dijiste algo hermoso.

─ ¿Eso hice?

─ Sí y lo que tú sientes es recíproco... Me gusta que seas sincera conmigo.

La expresión de Lisa cambió a una más seria sin notarlo. Apenas una semana atrás se había dejado ver vulnerable y temerosa ante Afrodita, todo para recibir una dura puñalada en la espada. Si volvía a sincerarse con alguien, si volvía a admitir sus miedos, ¿sería traicionada otra vez? No deseaba imaginarse el duro golpe que recibiría si Jennie decidiera jugar en su contra.

─ ¿No te irás? ─ Cuestionó en voz baja.

─ Deberán sacarme a rastras de tu lado.

Un nudo se formó en la garganta de Lisa al escuchar eso último. Sujetó con fuerza la mano de la pelicastaña y cambió el rumbo. ─ Ven conmigo...

─ ¿Adónde iremos?

─ Deseo presentarte a alguien.

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