XXIII. Cerca.

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Lalisa no sabía con exactitud el porqué de su decisión. Se mantuvo apoyada en el marco metálico y miraba hacia el exterior donde Jennie conversaba animadamente con YooJin. Se sentía muy bien escucharlas reír aunque no tenía idea de lo que hablaban. Al parecer Jennie no solo era buena con los niños, sino también con los ancianos.

— ¿Entonces Lalisa estuvo aquí todo este tiempo? — Preguntó la pelicastaña. Todavía no sabía qué hacía allí, en un lugar tan alejado y conversando con una mujer mayor, pero era obvio que se trataba de una persona importante para la tailandesa, por lo que no le molestó en absoluto conocer a la señora Kim.

YooJin asintió. — Me estuvo ayudando a mejorar el lugar... ¿Quedó bien?

Esa casa estaba pulcra, aunque las paredes necesitaban algo de color, se notaba que Lisa había estado constantemente cuidando la higiene del lugar. — Hicieron un grandioso trabajo. — Respondió de inmediato.

— Cuando Lalisa dijo que vendría a visitarme más seguido no creí que lo hiciera unas horas después de irse. Y sobretodo que viniera con una joven tan hermosa.

Jennie se cohibió y soltó una pequeña risa sin saber cómo es que la anciana -aun sin verla- decía tales cumplidos. — N-no creo que yo...

— Cariño, créeme, metería mis arrugadas manos al fuego por lo que acabo de decir. Además, no creo que Lisa tenga como novia a cualquier persona.

Los párpados de la coreana se ampliaron y se asomó por sobre la cabeza de la anciana para asegurarse de que Lalisa no hubiera escuchado. Se calmó cuando la vio luchando para abrir un pequeño envase de yogurt. Volvió su mirada a la señora Kim y negó torpemente. — Ella y yo somos solo amigas. — Aclaró.

La anciana guardó silencio y arrugó la nariz. — Que extraño... — Una dulce sonrisa se asomó en sus facciones y a tientas posó su mano sobre el muslo de la menor. — Cuando hablas de Lalisa tu tono de voz cambia, suenas más emocionada, hasta pude percibir un suspiro. ¿Es que me equivoqué?

Jennie parpadeó, una cosa era que su hermana se diera cuenta de su gusto por la tailandesa, pero otra que la señora Kim, que no podía verla, lo hiciera. — ¿S-solo por mi voz?

— Cuando careces de un sentido, agudizas otros. — Respondió mientras daba suaves palmaditas sobre el muslo de Jennie, para luego tomar su mano que reposaba cerca. — Si te soy sincera, cada vez que yo hablaba de ella me parecía a ti.

Jennie parpadeó cuando comprendió el significado de esas palabras. — Usted estaba... bueno... a usted... — No sabía cómo preguntar sin sonar como una entrometida, ¿la mujer se enojaría si indagaba sobre la relación que tenía con Lisa?

— ¿No la has visto? Con ese rostro cualquiera podría enamorarse. En mi juventud lo hice. — Asintió y su mente se llenó de recuerdos junto a la tailandesa. — Oh... nunca había conocido a una chica como ella. Tú debes comprenderme, seguramente.

Llevó su mano libre tras su oreja sintiéndose ansiosa por las palabras ajenas. Podría estar frente a una persona que Lalisa amó, y no podía evitar preguntarse cómo es que se habían conocido, cómo era esa anciana en su juventud.

— Pero mi tiempo ha pasado. — Prosiguió. — Amé y fui amada. Me gustaría que Lalisa, lejos de todos los problemas que la rodean, encuentre a la persona indicada. — Soltó una pequeña risa. — Claramente yo no lo fui.

Jennie no sabía qué decir, miró el rostro tranquilo de la mujer y luego hacia sus manos que permanecían juntas. — ¿Cree que ella tenga tiempo para el amor?

YooJin se encogió de hombros. — ¿Por qué no? Si amas a la persona correcta nunca habrá arrepentimientos. — La anciana deseaba asegurarse de que dejaba en buenas manos a su único amor por lo que prosiguió. — Después de tanta palabrería... ¿entonces sí di en el clavo?

— ¿Ella y yo? No... — Admitió con desgano. — Estoy segura que a ella no le interesa ningún tipo de relación que supere a la amistad.

La anciana se inclinó un poco y bajo el tono de su voz. — Lisa es algo lenta con este tema... — Dijo divertida provocando la risa de la coreana. — ¿Sabes cuántas indirectas me costó que ella se diera cuenta de mis sentimientos? Es mejor ser sincera e ir al grano.

— ¿Por qué me dice todo esto?

— Porque si ella te trajo hasta aquí tuvo que tener una buena razón, yo me encargaré de descubrirla y tú te encargarás de esclarecer tus sentimientos. — Retiró su mano y le sonrió. — Ahora, ¿puedes ayudarla en lo que sea que esté haciendo? La escuchó gruñir desde hace un buen rato.

Jennie no tardó en levantarse para dirigirse a la tailandesa que intentaba abrir un segundo yogurt. Extendió su mano con una sonrisa burlona y Lalisa a regañadientes se lo entregó. — Lisa boba. — Dijo mientras retiraba el aluminio que cubría el pico de la pequeña botella.

— Mucha precaución para un simple yogurt.

— Entonces eres tú la que se acaba el yogurt en casa. — Jennie entornó los ojos intentando verse enojada mientras que Lisa negó tratando de verse inocente.

La tailandesa falló en su intento ya que no pudo reprimir una sonrisa, ocasionando que Jennie riera por su pésimo intento.

— MinJeong no mentía cuando dijo que son sabrosos. — Bebió un poco y después se lo ofreció a la menor. — Este sabor es nuevo.

Jennie se enternecía cada vez que miraba el brillo en los ojos de la mayor cuando descubría algo nuevo. Bebió y fingió sorpresa cuando el sabor del durazno atacó su boca. — Delicioso. — Sonrió al ver a Lalisa asentir emocionada. — ¿Ahora es tu favorito?

— Este y el de vainilla.

— ¿Y el fresa?

Lalisa arrugó su nariz demostrando su descontento. — Minjeongie me dio uno con sabor raro.

La coreana mordió su labio inferior al recordar lo que su hermana menor le había confesado semanas atrás: «No me fijé y le di uno vencido a Lisa unnie

— Hizo que me duela. — Continuó Lalisa mientras llevaba una mano a su estómago. — Es mi menos favorito.

— Lo anotaré. — Jennie guiñó hacia la más alta y luego se giró para ver a YooJin que permanecía sentada en su habitual mecedora. — ¿Lalisa?

— ¿Mmm?

— ¿Podemos regresar?

— Cuando tú quieras.

— No me gustaría que ella se sienta sola. — Se volvió hacia Lisa y notó que esta miraba a la anciana con gran cariño y nostalgia. — ¿Por qué vive tan alejada de todos?

— Esa es una de las razones por las que te traje aquí. — Tomó la mano de la coreana y la jaló consigo, no sin antes pedirle permiso a la dueña de casa para visitar a Tristán. Aunque por derecho era suyo y tenía la libertad de verlo cada vez que quería, sentía que YooJin era quien decidía eso. — ¿Te gustan los caballos? — Preguntó de repente.

— Nunca me he acercado a uno, pero en National Geographic dicen que...— Su atención fue captada por el pequeño establo al que llegaban y su boca formó una "o" al comprender la razón de la pregunta. — ¿Es que siempre me vas a sorprender así?

La pelinegra soltó la mano ajena y empujó las dos puertas de madera, apenas lo hizo el equino relinchó alegre de volver a verla. — Te presento a Tristán. — Dijo con orgullo mientras se acercaba al animal que daba muy pequeños saltos esperando ser consentido. — Tristán... ella es Jennie. — Sonrió extendiendo su mano hacia el animal para acariciar su cabeza.

La coreana se quedó quieta por unos segundos en la entrada, observado la interacción que Lisa y el caballo tenían, con cierta timidez se acercó hasta esos dos y aunque quiso acariciarlo, temía recibir una mala reacción por parte de él. — Tristán... es un hermoso nombre. — Comentó, siendo sincera en su opinión.

— ¿Verdad que sí? Mi padre le puso así... al menos eso es lo que me dijeron.

Jennie se vio atrapada con esa revelación, y es que Lalisa no había hablado de ella o su familia desde que se conocieron. La emoción le invadió, ¿ya tenía su confianza como para recibir ese tipo de información?

— Ven, él es muy cariñoso. — Llamó la mayor sacándola de sus pensamientos.

Lisa se posó tras Jennie tomando su mano y, gracias a la altura de la coreana, se limitó a llevarla hasta el cuello del animal. — ¿Lo ves? — Preguntó una vez Tristán se dejó acariciar por la castaña. — Parece que te aceptó. — Sonrió complacida por lo bien que su caballo se comportaba.

— ¿Y ya has dado un paseo con él?

— Todas las mañanas lo he sacado a pasear, la primera vez casi me lleva hasta Japón. Es algo... energético, sí, eso es.

— Tal vez sólo se emocionó.

— Tal vez. — Bajó su mirada y soltó a Jennie para caminar hasta su lado. Sus manos se posaron sobre la valla de madera donde Tristán se mantenía amarrado con una cuerda dorada. — Me contaron que mi padre pocas veces lo montaba, cuando nací fue una de ellas.

— Lisa... — Llamó. — Si no deseas hablarlo yo-

— Te traje aquí para poder contarte un poco sobre mí. Eres la única a la que podría hablarle sobre mi vida sin sentirme rara. — Confesó mientras se alejaba y empezaba a acomodar unos cuantos cubos de paja para que pudieran servir de asiento para la coreana. — Tengo el tiempo medido. — Dijo invitándola a acercarse. — Me aseguraré de que sepas lo necesario y que no faltes a tu trabajo. — Sonrió una vez tuvo a Jennie acomodada entre los cubos y terminó sentándose a su lado.

— Que me confíes este tipo de cosas... vale mucho para mí, quisiera que lo sepas.

Lalisa le dedicó una sonrisa. — Ahora lo sé. — Tomó una bocanada de aire llenándose de valentía, no siempre se podía confesar ser hija de un dios a un mortal. — Aguarda, yo creo que... — Se fue inclinando hasta terminar acostada, tomando los muslos de la menor como una suave almohada. — ¿Te molesta?

— Para nada. Empiezo a acostumbrarme.

— Es más fácil para mí. — Ambas sonrieron y los dedos de Jennie terminaron acariciando el flequillo de la pelinegra. — Bueno... quisiera empezar con el día en que supiste que yo no soy normal. — Tragó saliva mientras cerraba sus ojos para así concentrarse en lo que contaría. — Las personas que viste, lo que hicieron... me buscaban a mí. Empezó con mi padre queriendo tomar el control del lugar en el que vivíamos y terminó conmigo como una prófuga por querer salvarlo. Sé que suena mal, pero estoy segura que papá tuvo buenas razones para querer hacerlo. — La caricias en su cabello la relajaban y ayudaban a seguir, poso ambas manos sobre su abdomen y dobló una de sus piernas por simple comodidad. — ¿Eres religiosa? — Preguntó de repente sorprendiendo a la coreana.

— No he pisado una iglesia por varios años. — Lalisa rió por esa confesión.

— No es importante. He visto que este mundo tiene a muchos dioses y muchas religiones, pero al final todas esas oraciones terminan siendo innecesarias...

— ¿Es que ninguno existe?

— Lo hacen. Pero ustedes creen que solo es una fantasía creada por antiguos hombres. Aunque he de admitir que se equivocaron en algunas cosas, ciertas descripciones son desacertadas. — Tomó un respiro y después exhaló con lentitud. — Mi padre, por ejemplo. — Empezó por lo que creía más fácil. — No es un monstruo despiadado como lo pintan, orgulloso tal vez... pero siempre fue paciente y comprensivo conmigo. Tal vez algo estricto. — Las caricias se detuvieron y Lisa miró el rostro de la menor intentando hallar un rastro de miedo en este, pero no lo encontró. Por el contrario se divirtió por esa expresión tan perpleja que Jennie tenía.

— Dios... ¿hablas de un dios? ¿tu... tu padre?

— Ares. — Reaccionó a tiempo alejándose de los muslos de la coreana ya que esta se levantó exaltada. — Sé que todo esto es extraño pero...

— ¡Un dios! — Jennie la señaló. ¡Le gustaba la hija de un dios! Al darse cuenta de sus propios sentimientos bajó su mano y se quedó quieta tratando de asimilarlo. Todo era confuso para su simple, mediocre y normal existencia. No sabía que era más raro, si conocer a una persona cuyo padre era una deidad o no tener ni una pizca de miedo a los grandes problemas en los que se podía meter estando cerca de Lalisa.

— ¿Es que debí decirlo de otra forma? — Preguntó Lisa más para sí misma que para su acompañante. Cuando notó que la coreana no se movía de su lugar se acercó lentamente hasta ella con cierta preocupación. — ¿Jennie? — Preguntó en voz baja. La mirada de la más baja se posó en sus facciones. — ¿Prefieres no saber más?

La coreana salió de su trance y negó. — Ahora me interesa saber más... — Una sonrisa se asomó. — Sabía que eras asombrosa, pero no de esta forma tan... tan enorme.

Lalisa alzó sus cejas divertida. — ¿Crees que soy asombrosa?

Las mejillas de la castaña se tiñeron en un notorio carmesí y rápidamente se giró para evitar que Lalisa siguiera mirándola de esa forma. — Cállate, Lisa. — Exigió para luego escucharla reír.

— Esta asombrosa chica te lo agradece. — Molestó un poco. — ¿Es que mi magnificencia no te deja verme?

Jennie pisó con fuerza y se giró para enfrentarla. — ¡por supuesto que no! — Deseaba verse molesta, pero no podía cuando tenía a una Lalisa sonriente frente a ella. — C-cállate, Lisa.

— Okay, okay. — Alzó sus manos rindiéndose. — ¿Qué te parece si prosigo? — Cuestionó tendiendo su brazo en dirección de la menor invitándola a acercarse.

Jennie no pudo resistirse a ese rostro y tomó la mano ajena siguiéndole el paso.

Mientras los días se convertían en semanas y estas en meses, Lisa iba aprendiendo sobre ella misma y, a su vez, enseñaba a Jennie todo lo que quería saber. Todo, a su parecer, iba bien, sin ninguna dificultad más que JiSoo o Mina intentando montar a Tristán y siendo botadas segundos después. Sin embargo, mientras el tiempo pasaba, su turno de actuar se acercaba, lo sabía muy bien y le inquietaba no tener un plan listo para combatir a unos dioses que parecían aguardar a una sola equivocación por parte suya.

Por otro lado, quien realmente disfrutaba de las nuevas personas llegadas a su vida era MinJeong. Tenía muy bien ordenada su lista, JiSoo y Mina eran sus esclavas, Lisa también lo sería si no fuera por Jennie que le impedía consentirla en todo. Después tenía a YooJin, esa bella anciana se convirtió en la abuelita que jamás conoció y definitivamente era su favorita. Finalmente, Tristán. Un divertido caballo que siempre requería de su cariño y que a la pequeña no le molestaba dárselo. Su familia crecía y aquello la hacía sentirse feliz, sana.

Esa mañana YooJin recibiría a sus tres -autoproclamadas- nietas Kim, JiSoo, Lalisa y Mina, aunque esta última casi siempre se encontraba allí cuidando de ella. Le gustaba cuando su casa se llenaba y las risas de MinJeong invadían cada rincón. Le hacía sentir completa, con la familia que siempre deseo pero que no pudo tener junto a la tailandesa.

— Entonces... — Lalisa exhaló con fuerza por su boca y saltó evadiendo la larga vara de metal que Mina utilizaba para entrenar. — ...dices que... — Se tuvo que agachar cuando la rubia movió con destreza la vara hacia su rostro. — ¿conociste a mamá?

Mina asintió y ante la pequeña distracción que Lalisa tuvo, su arma pasó rápidamente de una mano a otra, para luego lanzarla en dirección de la tailandesa que al verse atrapada tuvo que alzar sus brazos para que esa cosa no atravesara su cráneo.

El impacto nunca llegó, la vara cayó a sus pies unos centímetros antes de que le hiciera daño.

— Qué buen control... — Halagó.

Mina sonrió y limpió el sudor de su frente. — Gracias, pero no debes distraerte por cualquier cosa que yo pueda decir. — Se agachó tomando el metal y golpeó suavemente el hombro contrario. — Y no, no era cierto, solo quería ver si te distraías. Lo conseguí. — Resopló y dio su aprobación su con pulgar. — Estás mejorando.

— Papá nunca me hizo entrenar así. — Hizo énfasis a sus muñecas atadas fuertemente.

— Además de atacar, debes evadir.

— Muy bien, una vez más.

— Oh no, ya no más entrenamiento. — La voz de Jennie hizo que ambas chicas se giraran en dirección de la coreana que se acercaba. Sabía que esas dos replicarían por lo cual llevó sus manos a su cintura. — Las necesitaremos por allá. — Dijo refiriéndose a la casa. — Rá-pi-do.

Mina se acercó a ella y se cruzó de brazos. — ¿Te han dicho que eres algo mandona?

La coreana entreabrió sus labios y se inclinó hacia la derecha para poder ver a Lisa que fingía no prestar atención. — Qué extraño, solo una persona me llama así...

— Tal vez... tal vez lo mencioné.

— ¡Bien! — La rubia aplaudió. — Iré a ayudarles en lo que sea que necesiten. Suerte, Lisa.

Cuando Mina se alejó y las dejó solas, Lalisa dejó escapar una risa nerviosa. — Pero claro que tú no eres mandona. — Dijo de inmediato.

— ¿Ah, no? Interesante. — Jennie le dio la espalda a la tailandesa para luego iniciar su camino directo a la casa. Tuvo que ocultar una sonrisa cuando la escuchó correr tras ella.

— ¡En serio! — Lalisa se adelantó para posarse frente a la menor e impedirle el paso, su expresión apenada fue suficiente para que Jennie se rindiera en su plan de verse enojada.

— Debes enseñarme a hacer eso.

— ¿El qué?

— Poner esa expresión tan... no sé, pareces un cachorro triste cuando haces esos pucheros. — Admitió, su mirada descendió hasta las manos ajenas y arrugó su entrecejo al notar que estas estaban atadas fuertemente, los nudillos tenían un rastro violeta y las palmas unos cuantos cortes. — ¿Por qué están así?

— Oh, ¿esto? — La mayor negó. — Solo es entrenamiento. Mina olvidó desatarme.

Jennie tomó ambas manos y las alzó para apreciarlas mejor, a pesar de estar heridas no perdían su suavidad. — Tus entrenamientos son algo duros. — Volvió su mirada a los orbes ajenos. — No me gusta.

— No creo que pueda cambiar de manos pero-

— No, no eso, tus manos son bonitas. Que te hagas daño no me gusta.— Aunque no quería soltarla, lo hizo para que ambas pudieran volver al interior de la pequeña casa. — Ven, vamos a curarte.

Lalisa le sonrió y asintió siguiéndole el paso, no deseaba hacerla enojar por lo que no tuvo más opción que obedecer. Si bien ella creía que sus manos no necesitaban ningún cuidado en especial, le gustaba esa tierna preocupación que la coreana mostraba hacia su salud física.

Lalisa saludo a YeRim, MinJeong y JiSoo, todas estaban lo suficientemente ocupadas en otras actividades que no se dieron de lo que Jennie había tomado prestado de la pequeña cocina.

— Sentada. — Ordenó la menor señalando el viejo sillón para luego tomar asiento a su lado. Tomó las manos ajenas y las posó sobre sus muslos. — Pregunta.

— ¿Sí?

— ¿Tienes la fuerza para poder romperlas?

— Probablemente. — Dijo. — Pero si las rompo ya no tendré con qué seguir entrenando.

— Buen punto. — Jennie entrecerró sus ojos y su lengua se asomó entre sus labios. Intentaba concentrarse pero ese nudo estaba siendo complicado y le costaría desatarlo. — ¿Duele?

— Muy poco.

— ¿Es necesario que tengan este tipo de entrenamiento?

— Lo es... eso creo. — Cuando la presión en sus muñecas fue disminuyendo sonrió aliviada. — Lo estás haciendo bien. Ya casi. — Se sintió mucho mejor cuando las cuerdas cayeron, su mano derecha tomó la muñeca opuesta y la sobó ligeramente. — Gracias.

— Ahora las heridas.

Lisa no se opuso y dejó que la pelicastaña se ocupara de los pequeños cortes que sus palmas tenían. Cuando el alcohol tuvo contacto con su piel se movió incómoda, sin embargo, después de unos minutos siendo atendida por la coreana, sus palmas terminaron con unas cuantas curitas.

— Cuando MinJeong jugaba solía regresar con algunas heridas. — Jennie contó. — Me alegra no haberte tenido que sobornar con dulces para que estés quieta.

— Ahora que lo dices...

— No. Te dolerá el estómago de nuevo. — Jennie se levantó. — Muy bien señorita, eso es todo. Gracias por venir a mi consultorio. — Antes de que pudiera tomar la pequeña caja de madera que servía de botiquín para YooJin, la mano de Lisa tomó la suya. Bajó su mirada y tuvo que contenerse para no derretirse ante la forma en la que era observada.

— Gracias por curarme.

— Es lo mínimo que puedo hacer por ti.

Lalisa negó. — Haces mucho por mí, créeme — Cuando se levantó los papeles fueron intercambiados, ahora ella era la más alta. — ¿Está mal si ahora solo quiero que seas tú quien me cure?

— ¿Estás segura?

— ¡Claro que sí! Solo te quiero a ti.

Esas palabras dejaron al corazón de la coreana agitando y emocionado. Jennie tuvo que tragarse un par de groserías cuando YeRim llegó a la sala interrumpiendo ese momento. — Okay, ¿qué tal si nos ayudan y dejan de flirtear?

— ¿Fil... fil qué? — A Lalisa no le dio tiempo de hacer más preguntas ya que MinJeong se asomó tras su hermana y se acercó a ella para llevársela consigo hacia la cocina.

— ¡Unnie! Rápido, debemos terminar la comida. Abuelita tiene que comer a sus horas. 

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