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Las repetitivas lamidas en su rostro le hacían cosquillas, pequeñas risitas salían de su boca.

—Bamie-ah, basta, déjame dormir —murmuró abrazando al pequeño cachorro, obligándolo a meterse entre las colchitas.

Su amigo hizo caso omiso, prosiguiendo con sus tiernos besos llenos de amor y dulzura para su humano.

¡Era demasiado tarde y no se despertaba!

¿Acaso pensaba que era domingo o qué?

Un ladrido salió del hocico, despertándolo de manera abrupta.

Los ladridos de su cachorrito sólo podían significar dos cosas: tenía hambre y se le hacía tarde para la universidad.

Con un brinco y logrando mantener el equilibrio, se apresuró a la ducha sin fijarse de la hora en el despertador, o sí al menos ya había sonado acorde a su horario matutino de lunes a viernes.

Sus hebras oscuras con rayitos dorados eran un nido de aves construido en apuros.

En menos de cinco minutos se había duchado, limpiado la boca y arreglado las marañas en sus sedosos cabellos. Lo había hecho en tiempo record, muy fugaz.

Colocó comida y agua en distintos tazones para que su cachorrito no sufriera de hambre hasta su regreso de la facultad.

Se despidió rápidamente del can, mientras tomaba una cajita de leche de la nevera, listo para correr todo lo que sus piernas le permitieran a la parada del bus, o en dado caso, hasta la universidad.

Revisó su móvil una vez sólo para corroborar la hora en que podría llegar si iba en el transporte público o corriendo.

Optando por su segunda opción, sería la más viable por hoy.

Quince minutos le bastó para adentrarse a los jardines universitarios, desacelerando el paso para no evidenciar que había corrido demasiado.

Su mochila colgaba del hombro diestro, mientras que con la manga del brazo izquierdo limpiaba algunas gotas de sudor en su rostro.

En el momento que limpió fugazmente sus párpados para no tenerlos húmedos, su vista bajó al suelo y, sin querer, chocó contra otro cuerpo.

Ninguno de los dos cayó, pero el desequilibrio no pudo evitarse. Tenía buenos reflejos, por lo que no fue afectado en lo más mínimo.

Mas el aroma que sintió luego de ese pequeño "accidente", lo enfureció internamente. Su comportamiento cambió radicalmente, sus feromonas a cedro y manzanilla agriándose un poco.

—Fíjate por dónde vas, gran estúpido —escupió elevando la vista hacia el tipo frente a él.

Estaba harto de sus constantes intentos por llamar su atención.

—¿No debería ser al revés? Digo, fuiste tú el que no iba mirando su camino —espetó con cierta diversión.

Sus ojos ámbar miraban con interés, reto, y quizá, un poco de gusto por el omega.

—Bueno, al parecer eres ciego, definitivamente —expresó, irónicamente—. Porque no pudiste hacerte a un lado para evitarlo —sonrió forzosamente.

No quería empezar una riña más con el estúpido de HoSeok y sus lamebotas titulados "amigos".

Cada mañana, cada tarde, cada día que asistía a la universidad era lo mismo con ese infeliz. No podía dejarlo en paz ni un solo momento, no podía descansar ni un solo día de su presencia, porque, siempre, de una manera u otra, terminaba cruzándose en su camino.

Sólo compartían tres clases, pero era suficiente para sacarlo de sus casillas, y topárselo todo un día, sin excepción alguna, le daba migraña y ganas de enterrarle la cabeza en un árbol.

El hecho de que se lo encontrará a primera hora de la mañana sólo podía significar una cosa: estaba buscándolo para sacarlo de quicio.

Así que, con una mirada pesada a los alfas que acompañaban a HoSeok, pidió que se hicieran a un lado. Y por supuesto, ellos lo hicieron, ninguno quería meterse con un omega de fuerte presencia.

Los rumores sobre él recorrían cada pasillo por la facultad de ingeniería, así como la cantidad de alfas, betas, e incluso, uno que otro omega que fue rechazado por el chico de iris plateado.

Era popular entre los demás, pero no porque conociera a todos, sino porque todos lo conocían debido a su excelencia de clase, los rechazos y humillaciones poco directas que había dejado a más de uno en absoluta vergüenza.

Las palabras eran demasiado filosas para un rostro tan hermoso, sereno y pacífico. Eran duras cuando alguien constantemente estaba fastidiando. Pero no siempre funcionaba, Jung HoSeok era la prueba de ello.

Y al parecer hoy, estaba de buena suerte, porque ese alfa no había seguido insistiendo idioteces como siempre lo hacía para molestarlo.

Las miradas de los otros estudiantes no se hicieron esperar, como siempre, los cotilleros de primera debían estar al pendiente de cada suceso que pasara por los pasillos, baños, aulas y jardines. Nada se les podía escapar.

Jeon estaba seguro que no tardaría mucho en que los rumores sobre su pequeña riña verbal con HoSeok llegará hasta otras licenciaturas como facultades.

No le agradaban esas personas, pero igualmente gracias a estas se mantenía informado sobre algún percance que tuviera relevancia para sí.

JungKook caminó de manera serena, sin inmutarse que con cada paso que daba o con cada uno de sus movimientos que daba para apresurarse a su primera clase del día un alfa fallecía de amor a lo lejos con su mejor amigo rodando los ojos.

Kim TaeHyung había visto la escena, había querido interferir en la discusión cuando el omega Jeon había dado su última palabra y al parecer los otros alfas no parecían querer darle tregua. Pero para su sorpresa, lo hicieron sin chistar.

Sabía que el chico podía defenderse muy bien, y eso le hacía sentirse muy orgulloso como persona, alfa y humano.

Que alguien supiera hacerse respetar porque lo merecía, que no tuviera miedo a las consecuencias y no le importara en lo más mínimo sí era una casta superior o inferior a la suya...

Era absolutamente admirable y bello de ver que un individuo no se dejará intimidar fácilmente.

Pero que su omega predestinado supiera hacerlo era algo completamente asombroso. La independencia de los omegas era algo admirable, pero encontrarlo en su pareja eterna, era un combo exquisito.

Lastimosamente, su omega no sabía nada sobre su existencia, mientras él ya estaba al día con todo, su vida escolar, social e incluso sabía que tenía una mascota. Y no, no es un acosador, no lo siguió al finalizar sus clases. Simplemente lo vio dando una vuelta por el parque con un pequeño cachorro.

El chico era muy rudo a la vista ajena, pero para el alfa Kim, JungKook era una dulzura andante. Su rudeza era simplemente muy adorable, quizá muchos lo vieran como un reto para riña; no obstante, para él era muy lindo.

YoonGi decía que el amor lo volvía más estúpido, y a veces ya no sabía qué pensar al respecto. Así que se limitaba a ignorar al que se creía un espectro del anti-amor con pareja.

—Sus ojitos son muy hermosos cuando se enoja —suspiró, su voz saliendo dulce.

YoonGi a su lado rodó los ojos, fastidiado de que no se atreviera a hablarle al omega. Su pareja al lado le daba un empujón para que no fuera a decirle alguna tontería a TaeHyung.

El alfa Kim terminó de suspirar una última vez antes de marcharse junto a sus amigos.

Hace una semana había tomado la decisión de conquistar al omeguita, poco a poquito, dejándole cartitas y rosas sin remitente.

No quería de la nada aparecer frente al chico para ser rechazado, en cambio, quería que estuviera al tanto de que tenía a alguien que gustaba de él, alguien que lo admiraba en secreto, alguien que quería saber más de su persona, sus gustos, sus risas, sus sonrisas, lo que le hacía feliz, lo que le hacía sentir triste, lo que le hacía enojar, lo que le disgustaba, sus pasatiempos, su comida favorita... ¡Quería saberlo todo sin restricción alguna!

No quería perderse de ningún detalle, emoción, sentimiento o actitud del omega. Él era muy rudo y varonil, pero ¿no podía no gustarle la idea de una pareja o sí? ¿Podría no gustarle alguien?

Los suspiros se le escapaban al alfa, JiMin lo observaba de vez en cuando con una sonrisa. YoonGi se limitaba a burlarse con sus ojos de su actitud tan... ¿pasiva?

TaeHyung hacía más suavecito su aroma a jengibre con borraja, atrayendo a omegas y cualquier otra casta sin intentarlo, podía tener a quien quisiera. Pero no, el tipo estaba perdidamente coladito por un omega frívolo.

Es decir, el chico tenía lo suyo, pero nada para exagerar como su precioso alfa.

Pero bueno, todos tenían un gusto completamente distinto. Y si se dejaba de lado el hecho de la apariencia, su amigo podría ser muy alfa, pero tenía actitudes muy cuestionables o... muy tiernas, extrovertidas y dulces para alguien de su casta.

No lo culpen, es culpa de la sociedad por idealizar ciertas actitudes para una casta, no es fácil dejar de lado ciertas creencias por mucho que se intente o practique.

Los tres dividieron camino, Min yendo a secretaría académica, Park asistiendo a su clase de segundo año y TaeHyung, bueno, él debía buscar al profesor Mo HanSeok para entregarle su proyecto.

Entre pensamientos sobre la reacción de su chico bonito por cada rosa, notita o cartita llegó al aula en la que el docente le permitiría entregar con anticipación su trabajo.

El aroma a cedro y manzanilla se hizo presente, el cedro predominaba de sobremanera por sobre otros y la manzanilla era sutil, mas estaba amarga.

Estaba furioso.

En silencio ingresó al aula, vio al bonito omega combatiendo verbalmente con una mujer alfa.

Eso era nuevo, no el discutir, pero sí hacerlo con una mujer.

TaeHyung miró a su alrededor en busca del docente a cargo de la clase, pero no estaba. Se dirigió a la causa de la riña entre ambos, encontrándose con una florecita y un mini pergamino en manos de la mujer.

Su entrecejo se frunció.

Su aroma había reclamado el lugar haciendo que otros bajarán la cabeza inmediatamente, menos el omega y la mujer que estaban distraídos con su discusión.

Ella era más baja que TaeHyung, así que no bastaron más de cinco pasos para posarse detrás, quitarle la flor y el pergamino enrollado a un listoncito.

La chica le gruñó en el momento en que se le fue arrebatado lo que tenía entre manos. Pero al ver el rostro serio, percibir las feromonas del hombre a jengibre y borraja tan picantes desapareció.

Era Kim TaeHyung, muy conocido por su carismática personalidad, un alfa dulce, risueño, muy amoroso con sus amigos y amable con todos.

Jamás se le había visto enojado, furioso o cabreado por algo. Siempre se mantenía al margen de las situaciones o trataba de ser el mediador para que los conflictivos llegaran a un acuerdo.

Nunca se había metido en ningún problema, nadie había presenciado su ira.

TaeHyung le entregó el pergamino y la flor a Jeon, sin apartar su mirada de la chica.

—Sunbae —murmuró la rubia.

Retrocedió dos pasos cuando él avanzó uno.

—¿Por qué causas un alboroto en el aula? —Cuestionó disminuyendo su aroma que había hecho a otros bajar la cabeza, algunos omegas mostrando su cuello ante la sumisión en la que habían entrado.

JungKook estaba un poco contrariado con la situación, ¿en qué momento había llegado este tipo?, ¿quién era?, ¿por qué se metía donde no le llamaban? ¡Él podía arreglárselas solo!

Observó a su alrededor, todos mantenían la cabeza gacha, incluyendo Yerin, la mujer que le había quitado su obsequio.

Todos parecían estar dominados por algo, y estaba seguro que era a causa del hombre de hebras castañas con iris esmeralda.

—Te hice una pregunta, responde —demandó con tranquilidad, usando su voz al final.

JungKook detalló sólo un poco más al chico, era mayor a ellos, eso estaba claro. Sus ojos estaban levemente iluminados, un brillo indescriptible podía verse, pero restó importancia.

Con un suspiro, dejó la flor junto a la cartita sobre la mesa. Se cruzó de brazos recargando su peso sobre una pierna, esperando que la chica contestara para poder intervenir luego de eso.

Sus orbes plateados brillaron por un instante, y su lobo se agitó un poco cuando aquella mirada se desvió hacia él. Pero su persona no emitió ninguna acción, al contrario, ocultó lo que sea que hubiera sido eso.

El alfa desvió la mirada, regresándola al de su casta casi igual.

—Y-yo... y-yo —tartamudeó temerosa.

El castaño suspiró dejándola en paz.

—Que desagradable —murmuró dándose vuelta para quedar frente a frente con JungKook—. Me disculpo por mi comportamiento —reverenció, una cálida y sincera sonrisa reemplazó el rostro serio del hombre.

—No tenía que intervenir —soltó rígidamente—. Lo tenía bajo control —espetó.

TaeHyung sonrió amablemente, conteniendo un suspiro por su obstinada actitud a resolver sus propios problemas. Su lobo se sentía orgulloso de que al fin su humano hubiera interferido en algo que involucrara a su omega, pero igual estaba un poco herido por su reacción.

—Parecía importarte mucho la flor con el mini pergamino —señaló la mesa con un movimiento de cabeza.

—Mmh, realmente quería hacerme cargo de tirarlo al estar en mi mesa —dijo con desinterés.

La sonrisa del alfa quiso deshacerse en un mohín, su lobo escuchó pacientemente, queriendo saber más del omega. No parecía desagradarle aquel detalle.

Al contrario, a pesar de que sus palabras tenían notas de duda al momento de comenzar, no parecían reales. No pudo evitarlo, un matiz dulce de su esencia se le escapó.

—En ese caso, espero que puedas continuar con ello —sonrió, sus dientes mostrándose con dulzura y suavidad.

JungKook asintió, dirigiéndose con la flor y la mini cartita al cesto de basura del aula, dejándola caer bajo la mirada atenta de todos. Ignorando la bonita sonrisa que le fue dedicada.

TaeHyung rió bajo, nadie pudo escucharlo, pero todos pudieron ver su sonrisa,todos menos el chico que le encantaba, Jeon JungKook.

—Asunto arreglado —susurró al volver a su asiento. Su rostro más serio de lo normal.

La clase se mantuvo en silencio luego del barullo, el profesor llegó diez minutos después, un poco desaliñado pero listo para dar clases.

Kim entregó su proyecto con una sonrisa, de vez en cuando dando una que otra miradita discreta al chico de iris plateado, rostro estoico y delicioso aroma.

Tan relajante que no deseaba alejarse de esa aula.


Cuando las clases llegaron a su fin, JungKook se retrasó unos minutos, esperando a que todos sus compañeros de clase salieran del aula.

Sentía nervios. Agradecía que su aroma no lo delatara, tenía bajo control a su lobo por el momento, no siempre lograba dominarlo.

Cuando la última persona que quedaba se fue, él se dispuso a vigilar que nadie estuviera cerca de la entrada, medio cerró la puerta del aula y con rapidez se dispuso a encontrar su flor extraviada.

Cuando la encontró, la guardó junto a la cartita en su mochila, escurriéndose por los pasillos universitarios para irse a casa, esperando no haber sido visto por nadie.


¿Te has visto al espejo?

¿Alguien te ha dicho lo bello que eres a cada instante?

No importa qué estés haciendo, diciendo, incluso si no haces nada, mi corazón no deja de latir por tu presencia.

Cada que te observo, no tengo palabras para explicar lo que siento. Mi corazón tropieza con tu belleza, y las palabras no me alcanzan para explicar los sentimientos que provocas en mí.

Incluso ahora, te he dicho bello demasiadas veces. Lamento mucho la inexperiencia, pero eso me pasa cuando te pienso, los nervios me rodean como el agua al mundo.

Espero que a pesar de mi torpeza esto pueda hacerte saber lo mucho que me gustas.

Eres maravilloso, mi dulce amor.

—Atte. Kth. ♡

♡ Obra dedicada a todos esos amores que fueron tan efímeros quedando en la esperanza de algún día volverse a encontrar sin importar cuántos años pasen, sea para retomar lo que algún día no pudo ser o, simplemente, para llenar el vacío de que esa persona ocupó y seguirá ocupando a pesar de solo verle pasar como hoja de otoño al viento. —Ale Ovd.

Sin mas, que decir, espero puedan disfrutar la lectura o en caso contrario, retirarse en silencio.


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