❥︎ꨄ︎ C. 004 ☀︎︎

Màu nền
Font chữ
Font size
Chiều cao dòng

¿Había escuchado bien?

Sus orbes buscaron el rostro. Su olfato se hizo más agudo con el fin de encontrar el exquisito aroma del alfa.

—Te cuesta mucho reconocerme cuando tus emociones están a tope —rió, su mano sosteniendo una azucena roja.

El rostro de JungKook se ruborizó cuando su rostro dio con él. ¡Iba a morirse!

Era el mismo alfa del otro día, aquel que le retó a botar la cartita con la flor, el aroma a jengibre y borraja pertenecía a él, los obsequios eran de él, las palabras plasmadas en papel y pluma eran de él.

Los recuerdos de ese día donde se atrevió a desechar la cartita azotaron contra su vergüenza. Carajo. ¿Por qué debió ser tan egocéntrico con él?, ¿por qué no pudo solo agradecerle ante el gesto y ya?

Trató de alejarse del alfa cuando su omega chilló emocionado por finalmente tenerlo tan cerca. Sus ronroneos querían escaparse.

—Pff, lindo. Como siempre —resopló en un murmuro con una sonrisita, dejándolo libre.

Miró a otro lado evitando que un sonrojo se produjera. No sabía por dónde comenzar, pues su corazón temblaba de la emoción.

El omega Jeon todavía seguía en su trance. Estaba digiriendo el acontecimiento del que formaba parte; analizando si eso era real o no. La duda fue tan palpable como la presencia del castaño. ¿Él realmente era la persona que se había ganado, inesperadamente, un cachito de su corazón?

El alfa soltó un poco de dulces feromonas, provocando que el omega ronroneara. JungKook se cubrió la boca con ambas manos, TaeHyung soltó una risita, se dio media vuelta a la vez que cubría su rostro, tratando de no morirse allí de inmensurable ternura.

Por otro lado, las mejillas de Kook se habían coloreado en un precioso carmín, su lobo emanaba feromonas a miel intentando atraer al alfa. Su lobo estaba dispuesto, no... quería, ansiaba y pedía echarse de pancita para ser mimado.

—Lo siento —se disculpó. Jeon dirigió su mirada al alfa, desconcertado por la pequeña disculpa—. Eres demasiado encanto para mi corazón; no es reproche, es estremecedoramente adorable —se apresuró a añadir.

Las mejillas de Jeon adquirieron un rosado más profundo, era demasiado explícito. Fue sin rodeos, sin fijarse en si era apropiado decirlo cuando apenas y se conocían.

TaeHyung se sonrojó repentinamente, desviando el rostro por un segundo, avergonzado. Sus nervios eran identificables, su esencia delataba aquella emoción, mas no podía pensar con claridad y soltaba lo que pensaba sin dudarlo.

—No hay problema —asintió, tragando su vergüenza junto al orgullo, dando una tímida sonrisa.

—Ejem... bueno —suspiró, tratando de calmarse—. Yo, realmente quiero que sepas que me gustas mucho, demasiado; me encantas y me encantaría, como también, sería una dicha que me permitieras ofrecerte mi cortejo —expresó mirándolo fijamente. El lirio que sostenía, se lo ofreció—. Sé que mis palabras no son iguales a las de mis cartas, pero es que tu presencia me nubla la consciencia —susurró, sus mejillas coloreándose por expresar algo tan sentimental frente a su enamorado.

Su lobo volvió a soltar feromonas suavecitas y dulces, ocasionando que el omega ronroneara alto por su muestra de afecto. Ambos rieron bajito cuando se dieron cuenta, sus pómulos parecían pétalos de rosa color carmín; los dos nerviosos, con sus latidos en sincronía.

JungKookie miró la flor, pensó muy bien en qué haría. Tanto había querido conocer a ese alfa romántico, que ahora, teniéndolo frente a frente, no sabía qué decir o hacer. De hecho, jamás pensó o se planteó qué hacer cuando lo conociera, no esperaba que fuera tan rápido.

—Yo... uh, yo —tartamudeó. El de iris esmeralda quiso reírse por lo bonito que fue, admirando su etéreo rostro.

JungKook tragó saliva, sus manos cerrándose en puño, queriendo alentarse con ello. Sentía que explotaría en cualquier momento si su omega no paraba de gritarle que se acercara más a su alfa, pues había lanzado sus feromonas para hacerlo y, en el transcurso, su respiración se volvió irregular.

TaeHyung se preocupó, el lobo en su interior se inquietó por la excesiva cantidad de feromonas emitidas. Estaban demasiado dulces, a su vez, dominantes y atrayentes; veía la pupila ajena iluminarse pausadamente.

—¡JungKook! —Exclamó cuando lo vio contraerse en su lugar, sosteniendo su pelvis—. ¿Te encuentras bien, te duele algo? —Se apresuró a cuestionarle sin tocarlo ni acercarse demasiado, necesitaba su permiso para hacerlo.

El de iris plateado regresó su mirada al esmeralda, un gemido se le escapó cuando intentó decirle algo. Se encogió en el suelo, sentándose en posición fetal, abrazando sus piernas; su mochila cayendo a un lado de él al, únicamente, sostenerlo previamente con un brazo.

—Mierda, ¿qué hago? —Masculló, mas respiró por el bien de su omega. Su autocontrol como alfa podría desbordarse en cualquier momento, las oleadas de feromonas de su predestinado eran intensas sin contar el instinto propio de pareja—. Diosa —suspiró, acuclillándose a la altura del pelinegro—. JungKook —lo llamó, intentando centrarlo al verlo perdido en discretos jadeos.

Tomó su rostro, no quería hacerlo, mas el omega no reaccionaba, estaba nublado por los síntomas de su Rut. Carajo, ¿no pudo haber sido otro día?, ¿acaso la luna lo había hecho a propósito?

Omega, responde —pidió, tratando de ser gentil. Lobo y humano estaban de acuerdo al usar su voz.

Jeon colocó atención al rostro del castaño tan pronto percibió la demanda, sus ojitos iluminándose firmemente al llamado de su alfa, sus ronroneos escapándose voluntariamente.

TaeHyung se golpeó mentalmente, iba a llorar a este paso. Si no respondía a su llamado mediante la voz de mando, probablemente sucumbiría a sus encantos.

—Necesito que me digas si tienes algún supresor a la mano —pidió, sosteniendo el rostro ajeno de ambas mejillas, haciendo al omega fruncir sus cejas.

El omega negó con la cabeza, dejando ir un gemido junto a un lloriqueo.

Alfa —gimió, sus labios formando un puchero y sus ojitos parecieron tomar un brillo más dulce, enterneciendo al alfa Kim.

—Carajo, no puedo —lloriqueó en siseo—. Bien, ya que no tienes ningún supresor, ¿tienes algún familiar cercano, de preferencia omega? —Indagó, queriendo pedirle a algún pariente que lo llevara a casa.

JungKook, nuevamente, negó. Uno de sus brazos se desenrolló de sus piernas, su mano acariciando la mejilla del castaño.

Alfa —llamó a TaeHyung, su voz saliendo melosa y rebosante de afecto. Ya no era JungKook—. Alfa puede cuidarme —ronroneó, acercándose al castaño, intentando envolverse en sus brazos.

TaeHyung le correspondió, muy a pesar de su lado racional oponerse, insistiendo a gritos alarmantes no hacerlo. Pues, entre más contacto hubiera, sería peor; su cordura estaba siendo puesta a prueba y le apetecía ceder ante su compañero sempiterno, ya que no estaba seguro de resistir.

Ayudó al omega a colocarse de pie, dejando el lirio en el suelo y, a velocidad de la luz, enviándole un mensaje de voz a su amigo para que le ayudara a recoger su gran fallo de declaración en el jardín universitario, apartado de terceros. Luego se encargaría de los apuntes de su omega.

Lo principal era colocarlo lejos del radar de cualquier alfa, incluso de él, sus feromonas eran tan atrayentes que se le hacía muy difícil mantenerse cuerdo. Muchísimo más sabiendo que eran predestinados, su lobo reclamaba cuidar debidamente a su omega.

Puso manos a la obra en ayudarlo a sostenerse, pero no pudo mantenerlo en pie, las piernas le temblaban, hipaba debido al dolor que sentía, la incomodidad entre sus muslos haciéndolo extender su fragancia un poco agria, buscando el calor corporal y aroma del contrario.

—Te cargaré, ¿de acuerdo? —Mencionó, esperando recibir su consentimiento para tomarlo entre sus brazos.

El omega no le dio respuesta. En cambio, rodeó su cuello, enterrando su rostro en la curvatura del alfa. Soltó un ronroneo cuando el aroma lo inundó excesivamente hasta impregnarse en su piel, a la vez que él dejaba su esencia en el mayor, marcándolo con su sensual aroma; nublando por instantes a TaeHyung, quien contento por sus acciones, gruñía por lo bajo. Aprovechando a envolverlo de su aroma, con intenciones de cubrir las feromonas de celo.

No necesitó más permiso, simplemente, lo cargó obligando al omega rodear su cintura con sus muslos; quien más que encantado, mimosamente, frotó sus mejillas contra el hombro del alfa de camino al estacionamiento.

TaeHyung recobró la cordura apenas colocó al omega en el asiento de copiloto de su auto. Con ternura, solicitó ser soltado; necesitaba conducir a una farmacia para darle un supresor.

No —murmuró, aferrándose al torso de Tae con dureza, una de sus piernas intentando retenerlo para que se quedara a su lado.

Kim suspiró. Le encantaría quedarse así, si tan solo su lobo no quisiera ceder para su desquite de placer... estaba conteniéndolo con toda su fuerza racional, mas cada vez era insoportable contener aquella sed de lujuria interna que el animal en él reclamaba.

Lo cargó de nueva cuenta, acomodándose en el asiento con el omega en su regazo.

Por favor, JungKookie. Solo serán unos minutos —rogó dejando un besito en el moflete del omega, que, sonrojado, escondió su rostro, ronroneando. Llenando de calidez el corazón de Tae.

Había deseado tanto poder robarle un besito. Solo uno, uno pequeño, repleto de ternura con adoración. Y había cumplido una de sus tantas fantasías.

Segundos después, el pelinegro volvió a rechazar la petición del castaño, todavía escondido en el cuello del alfa.

Acarició la espalda del menor, tratando de reconfortar al lobo del mismo. Jamás pensó que un omega en celo podría ser tan dulce y mimoso.

Él sabía que la mayoría de omegas lloriqueaban por el dolor en sus zonas íntimas. Pedían por la atención de un alfa y eran mimosos al finalizar su ciclo de calor o, al saciar sus necesidades naturales. A veces, demasiado gruñones, agresivos u bipolares; su hermano y papá eran un claro ejemplo.

Jamás imaginó que se encontraría en una situación tan azucarada con el amor de su vida. Nunca pensó que aquel dulce omega, al que amaba con todo su ser, sería el concepto de "encantadoramente adorable a morir".

JungKook no se había quejado por dolores en sus zonas íntimas, tampoco pedía porque un alfa le ayudara a disminuir su dolor; sus feromonas eran sensuales y dulzonas, ronroneaba sin cesar, restregaba su mejilla contra la de él en un intento de marcarlo con su aroma.

Todas sus acciones eran mimosas, dulces, tiernas, conmovedoras, amorosas, gentiles, genuinas, afables... Un completo encanto de omega, eso era.

Su comportamiento era... ¿tierno, dulce, amoroso? Ya lo había expresado mentalmente, necesitaba algo más para describirlo.

Su ostensible piel clara le daba una endeble apariencia, debía ser tratado cuidadosamente para no lisiar su etéreo aspecto. Su dulce omega ya era la expectante definición de ternura andante, mas con sus analogías podía concluir que no debería dejarlo así, con simples, pero encarecedores, y concurrentes motes.

—Entonces, ¿puedes dejarme hablar con tu humano, mi amor? —Ronroneó para él, tratando de convencerlo con esparcir besitos en sus mofletes hasta su frente, evitando sus labios porque no tenía el permiso de Kook.

El omeguita se acurrucó bajo su abrazo, soltando pequeñas risitas cargadas de ronroneos cada que los besos del alfa impactaban en su rostro; y cada vez más, estremeciendo el corazón Tae.

No, yo sé —admitió, su vocecita siendo cariñosa. Demostraba negación a cualquier indicio de retomar la cordura, soltando más feromonas para tranquilizar; al igual que, seducirlo a su antojo.

Kim se mareó levemente por el exceso de feromonas que se encerraban dentro del auto. Quería reírse, puesto que aquella dosis era una mezcla exquisita entre seducción, posesión y, evidentes celos con respecto a la sola mención del humano.

El pensamiento de la risa se desvaneció cuando un ronroneo fue captado por su oído; diosa, esto era tan jodidamente tierno... Tentador. ¡Pero no era el momento!

Necesitaba llevarlo urgentemente a casa, pues no podían permanecer así. No cuando también su lobo estaba a nada de perderse con el aroma del hombre en su regazo.

Su sonrisa no había desaparecido desde que lo vio por una esquina del corredor, antes de llegar al jardín trasero. Era desatinado pensar que, justo ahora, estaba a su lado; de tal forma que, sus brazos estaban ajustados a la cintura, su espalda deteniéndose en el respaldo del asiento automovilístico y, el lado lateral izquierdo de su cabeza, recargado sobre la sien del omeguita. Ambos teniendo cerca la glándula de aroma ajena, aspirando con ímpetu cada esencia.

Restregó su mejilla con la contraria unas cuantas veces, hasta dejar pequeños piquitos de amor en sus pómulos sonrosados.

—Koo —canturreó en susurro, sus manos tratando de despegarlo un poco, debían ponerse en marcha—. Necesito mi cuerpo para poder manejar, cielito—murmuró contra su oído, acariciando con mimo la extensión de su espalda.

El pelinegro salió de su cuello y lo miró con un puchero, no quería despegarse del alfa. No, quería mimos, sus besos, su aroma con el suyo, lo quería en su nido.

Necesitaba su nido, quería que el alfa se resguardara con él, en un nido armado por él, con prendas de ambos.

Sollozó repentinamente, queriendo que su alfa no se despegara de él ni un mísero segundo.

TaeHyung se alarmó cuando gotitas cristalinas se acumularon en las cuencas de sus orbes, su prominente puchero siendo destrozador, encogiendo el corazón del castaño.

No sabía qué hacer ante la constante negativa del otro; así que, optó por atraerlo de nuevo y besarle el rostro. Liberó feromonas para tranquilizarlo, musitando meloserías, en un intento de hacerle entender que no se iría de su lado, únicamente iba a conducir a su departamento para que estuviera cómodo.

Cinco minutos después, el omega de iris platino cedió, reclamando que debía quedarse con él para mimarlo. Kim aceptó, pues no era como que tuviera opciones a elegir.

JungKook, siendo un poco más consciente, dictó la dirección para que TaeHyung la colocara en el panel digital del auto y pudieran llegar al departamento sin perderse; mas la incomodidad que el pelinegro sentía, era inevitable, puesto que, su esencia incrementaba junto a los fluidos de excitación en su intimidad.

TaeHyung vigilaba que no intentara quitarse el cinturón de seguridad, incluso, que se hiciera alguna lesión por estarse moviendo continuamente en su lugar; sabía de su incomodidad, porque empezaba a sentirse igual a causa del inesperado rut ajeno, ya que su cuerpo daba indicios de reaccionar a sus feromonas combinadas en el auto.

Por instantes, el castaño sentía su juicio nublarse, pero rápidamente regresaba en sí; trataba de ignorar, lo más que podía, su pantalón de mezclilla holgado ciñéndose a su pelvis.

El trayecto fue casi silencioso, dado que JungKook soltaba gimoteos cada que aspiraba las feromonas de su pareja predestinada queriendo contrarrestar las amenazantes notas incitadoras al calor de la pasión carnal.

Al momento de ingresar al estacionamiento privado del edificio, dejó ver la identificación impropia, al igual que la propia, con el beta a cargo de la seguridad, diciéndole que su Kook estaba indispuesto debido a su periodo de calor como omega.

No hizo falta dar mayores explicaciones, pues apenas mencionó aquello, el guardia le dio el pase; y una vez por los pasillos dentro del edificio, buscó la puerta con diligencia, mientras JungKook iba aferrado a su cuello, rodeando su cintura, casi por su cadera. En sus brazos.

Cuando encontró la dichosa puerta, coloco la tarjeta de acceso frente a una pequeña pantalla digital, cerca del lado lateral de apertura.

Su olfato fue atacado por la aglomeración de feromonas a cedro con manzanilla y miel extendidas en el hogar; fue un completo regocijo para el lobo alfa, mas suprimió su intención de marcar el apartamento ajeno, cerrando la puerta en un puntapié, aunque en cuanto lo hizo, un cachorro ladró al escuchar el ruido proveniente de la entrada.

TaeHyung lo examinó, pues el perrito se le hacía conocido por algún extraño motivo.

Descartó cualquier vaga idea cuando JungKook se removió en sus brazos, pidiendo ser soltado; el omega salió corriendo en dirección a, lo que creía Kim era, su habitación, dejándolo desconcertado por su repentina acción.

Miró al canino que había permanecido frente a él, moviendo la colita, le miraba con su cabecita ladeada.

—¿Bam? —Preguntó confundido, el cachorro le volvió a ladrar en reconocimiento.

Lo cargó en brazos para darle pequeñas caricias. ¿Cómo iba a olvidar a ese desastroso? Lo tuvo en su hogar hace ocho meses, mas recuerda haberlo dado en adopción a un hombre de unos cuarenta años; era insólito verle allí.

—Hola, amiguito. ¿Cómo llegaste aquí? —Preguntó. El cachorro le otorgó una lamida en su mejilla, agitando su cola con aparente felicidad.

TaeHyung rió enternecido, al menos sabía que Bam estaba y era bien cuidado por su omeguita, aunque no podía decir él lo mismo de algunos objetos tirados.

—No has cambiado nada, pequeñín —sonrió, apapachándolo y haciendo que el Doberman se retorciera en su abrazo asfixiante para su tamaño.

Soltó al cachorro en cuanto comenzó a morderle los dedos con los cuales acariciaba su cabecita, se quitó los zapatos y los dejó junto a la puerta, buscando dónde lavarse las manos.

Por otro lado, JungKookie estaba en su habitación, reflexionando sobre la belleza de su nido que, a criterio de él, no se veía ni bello ni hermoso; quería que su alfa viera el nidito, se metiera con él y lo bañara de su aroma... ¡Cierto, el aroma del alfa! De seguro eso hacía falta para que fuera magnifique.

Se había cambiado las prendas para sentirse cómodo. Su parte inferior, únicamente, era cubierta por un bóxer y su torso al descubierto, puesto que sus pezóncitos se pusieron sensibles al entrar en contacto con el cuerpo del alfa en movimiento; además, estaba seguro que no necesitaría su ropa interior, pues cada vez se empapaba más.

Acomodó las últimas prendas en el círculo formado en su colchón, enmedio estaba plano porque le gustaba sentirse cómodo, los bordes estaban bien hechecitos con su ropita doblada, repleta de su aroma, sus almohadas y cojines habían sido retirados para tener mayor espacio.

Se sintió orgulloso de sí mismo, contempló su nido, queriendo ir por su alfa de inmediato. Así que lo hizo, lo buscó fuera de la habitación, encontrándolo en la cocina, en una llamada.

—No, NamJoon, por favor. No subas al tren, necesito tu ayuda, por favor—pidió en lloriqueo—. No puedo pasar mi celo con él, al menos no ahora; apenas me presenté con él —casi soltó lágrimas, no quería que todo se saliera de control.

Quería llevarlo a citas, enamorarlo, consentirlo, mimarlo, adorarlo... que su omega decidiera por sí mismo y no por los instintos naturales que poseían.

Mucha suerte convirtiéndome en tío y a nuestros papás en abuelos, hermanito —canturreó en la línea, suspirando encantado con saber que probablemente sería tío; lo mucho que malcriaría a sus sobrinos para que fastidiaran a su hermano—. Bueno, adiós. Por ahí escuché un gruñidito—dijo finalizando la llamada sin darle oportunidad de responder.

En cuanto Nam mencionó aquello —que había sido una broma—, Tae se giró para encontrarse con su omega puchereando y sus ojos cristalizados, no sabía si estaba triste o molesto. Juraba morirse en caso de haberle herido.

¿Alfa me dejara? —Preguntó, su voz siendo dócilmente quebradiza, sus manos al frente como cachorrito siendo reprendido.

¿Podrían matarlo? Iba a llorar a este paso. ¿Por qué sus planes se iban por la borda?, ¿qué habían hecho para que la luna no le dejara darle el cortejo que su amor merecía?

—No, no, no. No es eso —negó rápidamente, acercándose, sintiendo que se había tardado en responderle—. Yo me quedaré aquí y te cuidaré —dijo con un pequeño temblor en su voz, tragando saliva al visualizarlo casi desnudo.

Apartó su mirada con los cachetes sonrojados, sintiendo un tirón dentro de su pantalón. Mordió su labio inferior no cediendo a la lujuria; luego de cinco segundos, regresó su vista en cuanto sintió el jalón en una de sus prendas, el pelinegro buscando mimos.

¿Alfa me dará mimos? —Preguntó entusiasmado, sus orbes brillando como estrellas en el cielo oscuramente azulado, su mirada cristalina quedando atrás.

Tae debatió mentalmente antes de responderle, sentía que su alfa sucumbiría a sus instintos, su pecho punzaba ante la resistencia.

—Te daré, muchos, muchos mimos; demasiados —admitió, acercándolo a su cuerpo, su lobo meneando la colita al saber que se quedaría al lado de su omega.

Rodeó con firmeza la cintura del de iris platino, depositando un pausado beso en su frente, suspirando con tranquilidad; pues trataba de negociar con su animal para no intimar con su pareja sin consultarle.

¿También cachorros? —Preguntó ilusionado. No era consciente en ese estado, el JungKook racional no estaba.

El alfa Kim tragó saliva, su garganta moviéndose. Eran muy jóvenes para tener hijos. Necesitaba dormir a su omega y buscar algún supresor en sus cajones, porque en la cocina no había ninguno.

—¿Y si mejor te doy mimos ahorita? En el transcurso hablaremos de los cachorros, ¿sí? —Cuestionó, su estómago estremeciéndose por la idea de hijos a temprana edad.

No, no era el momento. Su omega tenía que vivir muchas cosas todavía, él debía estabilizarse económicamente, no contando la terapia antes de ese paso tan grande, ambos debían culminar sus estudios y conocerse mejor. Los cachorros estaban descartados para él, por el momento, después, si todo seguía y se daba, le gustaría tener todos los cachorros que su omega pudiera darle de forma saludable.

JungKook cedió pidiendo ser cargado por el alfa, enrollando sus muslos alrededor del nervioso Kim, quien le sostuvo con su brazo diestro debajo de sus glúteos, alzándolo; Koo enterró su rostro en la glándula de aroma ajena, sus manos aferrándose en la parte posterior del cuello de Tae.

Soltó sus ronroneos con sus feromonas dulzonas, marcando todavía más al de iris esmeralda y restregando su mejilla en su hombro; por su parte, el castaño decidió mantenerse alejado de la glándula de aroma del omeguita, sentía sus encías picar, mas podía manejarlas.

En cuanto llegaron a la habitación, Kim quedó pasmado, el omega se bajó del cuerpo ajeno.

¿Te gusta, alfa? —Cuestionó, sus palabras amorosas siendo melódicas a su sentido auditivo, sus ojitos buscando la aprobación del guapo castaño.

—Lo amo. Es muy bello, mi cielo —dijo, robándole un besito en su mejilla, su lobo revoloteando en su interior.

Jeon se sonrojó intensamente, había soltado otros ronroneos y sus feromonas salieron más dulces, si es que era eso posible.

El pelinegro tomó la mano de Kim, guiándolo al nido, necesitaba que su aroma se impregnara en su nido o no seguiría siendo bello como el otro hombre a su lado decía que era; puesto que a sus orbes despampanantes, era poco agradable.

—¿JungKookie?—Lo llamó el alfa cuando se subió encima de él, recostándose en su pecho y haciéndolo recostarse en su nido.

¿Alfa? —Llamó, sus ojitos mirando los esmeraldas del castaño.

—Te amo, mi bello amor —soltó, depositando un besito en su frente. JungKook ronroneó a gusto ante la muestra de afecto.

El omega fue arrullado en los brazos del castaño. Caricias a lo largo de su espalda, besos en su rostro, palabras dulces y motes cariñosos que hacían al omega ronronearle a gusto, soltando suspiros encantados, sonrisas, risitas tímidas, regresando sus besitos a sus mejillas.

TaeHyung realmente no sabía qué hacer con él, un momento estaba siendo adorable, al otro pidiendo cachorros, al siguiente se veía tan frágil y dócil, luego estaba aquel omega rudo y varonil que a sus ojos solo era una masita y, por último, volvía a ser un dulce bomboncito andante.

Ya no sabía cómo identificarlo, por qué mote llamarlo, era demasiado dulce para su corazón y lobo. Por mucho que le pusiera los nervios de punta el tema de los cachorros, había sido adorable verlo con sus orbes brillantes e ilusionados. Una risita de ternura escapó de su garganta.

Sus mejillas carmín, esos belfos rositas, esponjosos, su aroma, su fisonomía, su actitud dulce y ruda a la vez, sus pucheros y ronroneos.

Suave... ¿Qué era lo más suavecito que conocía?

La seda. La seda era fina y hermosa, su textura era encantadora para cualquiera. Fresca, suave, brillosa, hermosa y diversa en estilos.

Una completa tontería irónica, como esa de las que los adolescentes jugaban a hacer para entretenerse. Porque estaba seguro que era un simple materialismo insignificante, debería castigarse a sí mismo por rebajarlo a tal pensamiento; mas, ¿podía acaso compararlo con lo inexistente, sin sonar como un completo lunático desesperado por una excéntrica forma de definir su visión del amor? ¿Podría considerarlo, incluso, pecado?

No. ¿Pero por qué no buscar algo mejor? ¿Omega de seda? ¿Podría aceptarlo sin recriminárselo?Temporalmente hablando, su pareja predestinada, la felicidad de su vida, sin saberlo, quizás sí, era tal cual aquella metáfora de ingrata procedencia.

Un omega de seda. Su presencia era radiante y podía identificarse con gran facilidad, brillaba sin intentarlo. Era un encanto andante que hacía estrujar a su pobre corazón sin intentarlo.

JungKook quedó dormido justo después de que fuera bañado con el aroma del alfa; un puchero en sus labios, soltando ronroneos ante su comodidad,estando seguro en su nido con su alfa dándole besitos fue el detonante de un profundo sueño.

TaeHyung suspiró aliviado al Jeon no tocar el tema de los cachorros. Ahora que había logrado que su omega se durmiera, debía buscar los supresores y prepararle comida.

Lo quitó de encima con cuidado, buscando una almohada y llenándola de su aroma, para finalmente, darle algo que abrazar al pelinegro con rayitos dorados.

Él restregó su rostro contra la almohada, creyendo que era el cuello ajeno. Con Koo dormitando, se dispuso a buscar en sus cajones de al lado de la cama algunos supresores, y cuando los encontró en el primer cajón, soltó un gran suspiro de alivio.

Se dirigió a la cocina, buscando ingredientes para prepararle comida, recordó que no había bajado sus mochilas del auto y se fijó que su omega siguiera en sus sueños; en cuanto lo hizo, cogió la tarjeta de acceso y corrió al estacionamiento en busca de ellas, luego de colocarse las pantuflas de JungKook. Después le compraría otras.

En menos de cinco minutos, había regresado, dando un largo suspiro cuando volvió a revisar que Jeon siguiera dormitando.

Algunos minutos más tarde, había preparado panqueques, en un vaso exprimió el zumo de algunas naranjas y revolvió la pastilla en el jugo.

Sabía que engañarlo sería muy difícil, aunque tampoco deseaba mentirle. Mas eso bastaría para que su omeguita volviera en sí por unas horas.

Solo debía hacer que su enamorado bebiera el jugo junto a los panqueques, nada difícil; con una sonrisa, se dirigió a la habitación de nueva cuenta, luego de haberse comido al menos unos seis panqueques acompañados de miel encontrada en la nevera.

Colocó el plato al lado del vaso en la mesita de noche, sacando a Bam de la alcoba para que no interrumpiera la siesta del menor.

Lo contempló mientras dormía, suspirando enamorado por la dulce vista que presenciaba. Gracias a la luna sus impulsos con pensamientos libidinosos se detuvieron, porque entonces, no podría mirarlo con tanta inocencia y pureza como en ese instante lo hacía.

Con un último suspiro, arregló las cortinas de la habitación, las cuales daban una vista al exterior y a una parte de la ciudad, tenía una maceta con una flor creciendo. Sonrió, pensando que su próximo regalo sería una maceta con las flores de su agrado.

Siempre y cuando todo saliera bien, no le pateara el trasero por no dejarlo solo en su ciclo de calor y, también, por revisar sus cosas; no contando, el quizás ver una que otra cosa que no debió.

Sus mejillas se colorearon en carmín, recordando que junto al supresor había un dildo sin ser usado, envuelto en plástico, nuevo.

Regresó al lado de su omega viéndolo en silencio, sus mejillas no habían dejado atrás el carmín, y se había mordido el labio por sus pensamientos. Su lobo no estaba ayudando en nada, iba a volverse loco a este paso.

Se sentó en la orilla de la cama con cuidado, tratando de no hacer mucho ruido ni estrujar demasiado el colchón, acarició sus hebras alborotadas, algunos que se habían movido cubriendo su rostro y acomodándolos detrás de su oreja.

Sonrió viendo sus bembos abultados... eran tan bonitos, rosados, carnosos que quería probarlos, besarlo con amor pero también con pasión, degustarlo con todas las emociones posibles que precedieran, como produjeran, una reacción positiva.

Recordó el lirio tirado en la facultad... Pensar que había ido con la intención de declararse formalmente a su omega y habían terminado en problemas de ciclo, lobos, aromas y, por supuesto, pensamientos de cachorros en el transcurso.

Bueno, no importaba, pronto idearía otro plan, no iba a rendirse fácilmente. Con él, jamás.



Edit.

Un dildo es un juguete sexual, para quienes no saben. Este puede ser de alguna forma en específico o, un simple falso miembro masculino.

JungKook está nublado por su celo, su omega lo retiene demasiado debido a que no tiene una relación muy estrecha con el lobito, entonces, su celo es más fuerte y no puede mandar en su omega pero tampoco es consciente de lo que su omega hace hasta después de sus celos. En conclusión: el lobo es el rebelde, no JungKook, o sea sí, pero no tanto como su omega.

Bam era el cachorro de uno de los amigos de Tae, pero ninguno podía mantenerlo consigo por cositas que veremos más adelante.

Añado que he cambiado varias cositas, por ende sería lindo que lo leyeran con detenimiento, porque este fic tiene cosillas ocultas que aportan a su desarrollo en la trama, que aunque son contadas como algo que hubiera pasado, lo más probable es que no haya pasado. y por supuesto que no, no hay nada psicológico en el fic.

Una vez todo aclarado, nos vemos. ¡Cuídense mucho!


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen2U.Pro