Bucky Barnes

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« II PARTE »

*que muchos esperaban*

voten, comenten y espero les guste

disfruten ( ͡° ͜ʖ ͡°) 

(+18)





Yelena esperaba con todo su ser huir lo más rápido posible de aquel lugar. Pero el universo nunca ha conspirado a su favor.

Y obviamente no iniciaría en ese instante.

Definitivamente no en ese instante.

—¡Yelena!

Escuchó aquella indeseable voz llamarla lo bastante alto, con la clara intención de captar su atención entre el bullicio.

Estuvo a punto de lanzar por la borda sus años de entrenamiento y meditación, para acabar usando los puños en su lugar. Llevó las manos a los bolsillos de su chaqueta y decidió ignorarlo.

Pero las pisadas tras ella resonando en el asfalto significaba otra cosa completamente distinta. No pensaba rendirse y dejarla en paz. Ella esperaba poder hacerse invisible o simplemente volar lejos. 

Su nuca se erizó, presintiendo lo que se avecinaba...

—Yelena—nombró nuevamente—. Teniente...

Ella se giró y trastabilló, dando un paso atrás por la indeseada y abrupta cercanía. Dio una mueca al alegre soldado frente a ella y se encogió de hombros, esperando.

—¿Qué quieres Walker?

—Te he extrañado en las misiones... no son lo mismo sin ti. Supongo que vendrás en esta ocasión...

—¿Misiones?—preguntó Wilson con curiosidad acercándose a Walker—. ¿Realizas misiones para el ejercito?

Su tono de voz resaltaba de asombro. No lo culpaba, incluso ella se sorprendió al aceptar la primera vez.

Apretó los labios en una mueca torcida, observando a los curiosos presentes que habían llegado a rodearla.

Walker y su gran boca no pudieron mantenerse en silencio. Y su presencia indeseable lejos de ella...

—Estuvimos juntos en un par de despliegues, fuimos compañeros, ¿No es así?—respondió él, claramente con intenciones de imponer su lugar dentro de la ecuación.

—Yo lo llamaría actividades extracurriculares— corrigió en dirección a Sam y se volteó a Walker—. Y no, ustedes niños grandes se ven muy capaces en esto y... lo qué sea que vayan a hacer...

Hizo énfasis en capaces, atrayendo la atención de Bucky, quien no quitaba su perspicaz miraba del par frente a él.

—Sabes que nos vendría bien tu ayuda, y tu presencia, obviamente—insinuó Walker.

hmm, no gracias. Trabajo por mi cuenta...

—Vamos... seguro esto es pan comido para alguien como tú.

—¿Alguien como yo?—enarcó su pálida ceja con duda.

—Hey, tranquila. Me refiero a alguien capaz, capacitada en el campo, de mente fría...

—Ya te dije que...

—No aceptas un no por respuesta, ¿No es así Walker?

—Estoy bastante seguro de que esta pequeña reunión era entre la señorita y yo, Barnes—dijo entre dientes, casi escupiendo su apellido.

—Nosotros oímos claramente que la señorita dijo que no—apoyó Sam—. No está para nada interesada.

Walker se volteó claramente sin humor alguno tras su enorme y blanca sonrisa. Lemar se mantuvo atento, pero al margen del circulo de la muerte que estaba presenciando, como mero espectador.

—Caballeros—murmuró el rubio—. Estoy al tanto de que ustedes necesitaran toda la ayuda posible en esto, porqué no...

—No gracias—se adelantó Bucky—. Trabajamos por nuestra cuenta.

—¿Ah sí? ¿Y qué exactamente tienen ustedes a su favor? Ah, claro— se interrumpió él mismo para continuar—. El super soldado...

El comentario no le cayó para nada bien a Bucky, menos a Yelena, quien apretó los puños dentro de su chaqueta.

—Hay ocho super soldados sueltos, ¿Crees que eres capaz de poder contra ellos? . Ni siquiera tú podrías...

—Hey, hey—intercedió Yelena—. Basta, si quieren quedarse aquí en medio de la calle y medir sus...—carraspeó—. Su masculinidad, toda la noche... no cuenten conmigo. 

—La dama ya ha hablado—murmuró Lemar—. Es mejor que nos retiremos...

Ella dio media vuelta, dejando con la palabra en la boca a más de alguno de ellos, quienes exudaban testosterona en exceso.

Demasiado para su gusto y para una sola noche.



...




—¿Qué es este lugar, Buck?

Él pareció no querer responder, a ninguna de sus preguntas para variar, así que avanzó y ella lo siguió en silencio en la completa oscuridad. Le facilitó una de las linternas y caminaron un largo trecho hasta dar con un interruptor, el cual fue encendido, dando paso a la luz en una rustica bodega. Ella trató de adaptarse al resplandor parpadeando en todas direcciones, observando donde se encontraba.

Cuando se presentó durante el medio día al punto de encuentro que ella le había solicitado visitar para arreglar sus asuntos, esperaba una larga tarde, con una eterna charla, tal vez un par de gritos, quizá un abrazo. Lo que no esperaba era que la sacara con tanta prisa, la subiera a su motocicleta y la llevara a ese lugar silencioso y un tanto húmedo, en una localización olvidada de la mano de Dios. 

Sin mayor información de su parte, solo lo siguió. A la espera de sus intenciones ocultas.

— Dijiste que necesitabas mi ayuda, habla—instó ella.

Echó una mirada rápida por el lugar, sospechando lo peor.

—Sé que Sam te puso al corriente sobre la situación de los super soldados...

—Sí, supuse que eso me involucraría también a mi tarde o temprano, de una forma u otra.

—¿También hablaron de...? ya sabes... ¿Zemo?

—Sí, y pienso que es una pésima idea, Buck. Ese psicópata, que piensas liberar hizo volar la ONU, asesinó al rey T'Chaka, culpándote a ti por eso y liberando información sobre mi a todo el mundo. Tuve un maldito blanco sobre mi espalda por muchos meses gracias a él. Y tú no saliste mejor beneficiado de eso. Hizo de nuestras vidas una mierda—recalcó—. Si no lo era ya antes de que volviese a aparecer...

Bucky la observó durante unos segundos, notando el azul de sus ojos brillar mientras procesaba las palabras dichas. Tenía toda la razón, no podía culparla. Ambos habían vivido un total infierno a manos de sus captores, y luego de eso las cosas no parecían querer mejorar. Para ninguno de ellos.

—No sabemos cuantos de nosotros hay ahí afuera, Yelena, nos guste o no, lo necesitamos. No sabemos quién o quienes siguen experimentando aun con la gente. Escucha... hablemos de un caso hipotético...

—¿Hipotético?—ella lo miró fijamente—¿Qué hiciste?

—Yo... yo no hice nada.

—Buck... ¿Qué. Hiciste?

El sonoro eco de unos pasos rebotó entre las paredes y los hizo girar hacia la entrada, Yelena gruñó y se aproximó hacia el claro objetivo. 

Zemo.

—No, no, no, ¡Espera!

Él la detuvo a medio camino, sujetando sus brazos.

—¡¿Qué demonios hace él aquí?!

—¡No quería decirte porque sabía que reaccionarías así!

—Oh, por supuesto que sabías que reaccionaría así. ¡¿Acaso perdiste tu cabeza?!

—Yelena, si solo me dejas explicar...

—¿Explicar? —saltó ella—. ¿Qué hay que explicar? ¡Estás loco, James! 

—Yelena...

—¡Ese psicópata jugó con nuestras mentes, fuimos sus malditas marionetas por muchos años y tú lo dejas en total libertad para que pasee a sus anchas como cualquier persona! ...

—Ya no estamos bajo sus ordenes, Lena.

Ella dejó de removerse inquieta al oír, después de mucho tiempo, aquel simple pero significativo apodo. Lo dijo con firmeza y auto convicción, sin dejar de mirarla a los ojos. Buscando tranquilizarla de alguna manera. 

Ella resopló, pero sus músculos continuaban tensos en la sujeción que seguía manteniendo sobre ella.

—Tú—apuntó—. Volverás a la cárcel...

—Si me permiten...—habló Zemo.

—¡No!

—¡No!

Fue la negativa de ambos. Bucky continuaba sosteniéndola para evitar que destrozara con sus propias manos al hombre que los ayudaría. Presentía que su cuerpo saltaría en cualquier momento para proceder con su cometido.

—Yelena... mírame, cuando Steve se negó a firmar los acuerdos de Sokovia, tú lo apoyaste, lo hiciste por mi...Necesito que lo vuelvas a hacer. Al menos una vez más. Te necesito...

Zemo miraba a ambos, tratando de no sonreír ante la discusión del extraño par de Super Soldados.

—Teniente Vasíliev yo...—quiso intervenir.

—Cállate—lo cortó Yelena. Volviendo su atención a Bucky—. Si... hipotéticamente acepto esto, ayudarte, él no moverá un pie o parpadeará sin nuestro permiso. ¿Ha quedado claro?

—Yo mismo me encargaré de que así sea—prometió, soltándola finalmente.

—No—dijo—. Yo misma me encargaré de dejarle clara su posición.

—Me parece justo, Teniente.

—Entonces... ¿Por donde comenzamos?



...




—Ustedes bien saben que no podemos solo entrar así como así... Para hacer esto, tendrán que volver a lo que eran, a aquellas personas que creen haber dejado atrás. El Soldado del Invierno y la Dama de Plata.

—¿Es realmente necesario?—cuestionó Wilson, dando una mirada cautelosa a sus amigos.

Tomando en consideración lo que debía estar pasando por sus mentes al oír a Zemo.

—Lo es—afirmó—. Si realmente quieren que salga como lo planearon. Deben interpretar sus papeles a la perfección.

Yelena no había tenido más opción que aceptar, no cuando ya estaba involucrada. Se encontraba junto a Wilson y Buck embarcándose en un largo viaje de vuelta a su pasado, y desde luego no podía faltar el Barón Zemo en el. El equipo de antaño no habría estado completo sin él. Volvían una vez más, directo al afamado paraíso ilegal

Madripoor.

—No usaré un vestido—se negó—¿Verdad?—dudó segundos después.

—Tú, querida—tomó su mano—. Eres mi preciada Dama de Plata, no necesitas uno...

—No la toques—amenazó Bucky.

Yelena sacudió su mano con brusquedad. 

—No necesito que me defiendas, y tú—apuntó a Zemo—, no vuelvas a tocarme. No te pertenezco.

—Ahora le pertenece a alguien más...—balbuceó Sam, bebiendo de una botella de agua.

—No me obligues a lanzarte del avión, Wilson—advirtió Yelena—. No olvides que no traes tus alas, pajarito.

La tensión se sintió inmediatamente entre ellos. Era casi palpable. Zemo bebió de su champaña tranquilamente, como si no se encontrara introduciéndose en la boca del lobo, atento a cada mueca que se hacían entre ambos.

—Ustedes dos...—señaló—¿Ya acudieron a terapia de pareja? he oído que se obtienen muy buenos resultados. 

Yelena lo miró boquiabierta.

—¿Disculpa?

—Esto—señaló entre ambos—. Este juego que tienen, la burbujeante tensión emocional y sexual...

Sam tuvo problemas al pasar el agua por su garganta ante los comentarios de Zemo, por lo que casi la escupe, resultándole sumamente gracioso el comentario del Sokoviano. Esperando el desenlace de algo que no acabaría bien entre sus amigos.

—No te metas en lo que no te incumbe—amenazó Bucky.

 —Hablarlo ayuda—continuó— . Despeja ... las dudas, inseguridades, y ustedes realmente son un caso.

Yelena y Bucky se miraron entre sí. Ambos sabían que tenían una larga charla pendiente, pero no sería en ese instante. No con ellos ahí. 

Y ninguno sabía cuando.

—Si vuelves a abrir la boca, te arrojaré de este avión—repitió Barnes, molesto.

—Es mi avión...

—No si ya no estás a bordo—agregó ella, finalizando la charla. Sumergiendo a todos en un incómodo silencio.



...



Yelena llevaba varios minutos ofuscada, quejándose y maldiciendo internamente por la situación, desde que se subieron al auto.

No le tocó llevar un ridículo, corto y casi trasparente vestido, pero si su antiguo traje. Trató de que su mente no viajara a través de los amargos recuerdos de años anteriores, que literalmente pensaba dejar en el pasado, donde pertenecían para no volver a desenterrarlos.

Madripoor se alzaba frente a ellos, gloriosa y por supuesto peligrosa. Las pisadas se oían claramente en el asfalto al descender. Sam a la cabeza, junto a Zemo y sus espaldas los viejos lacayos.

—¿Huelen eso?—preguntó Zemo.

—¿Agonía y podredumbre?—soltó la lengua afilada de Yelena sin pensarlo.

—Madripoor, cariño. No lo olviden, que jueguen sus personajes es de suma importancia, un paso en falso y podríamos terminar del lado equivocado de la calle.

—No vuelvas a llamarme cariño—murmuró ella en advertencia antes de adentrarse a las fauces de la bestia.

Los ojos a su alrededor los reconocían con claridad. Los antiguos apodos salían de las bocas de la multitud con asombro y estupefacción. Su presencia no pasaba desapercibida ni por asomo. Bucky y Yelena estaban nuevamente interpretando su vieja e inolvidable fachada. Rígidos, como maquinas, esperando ordenes... como solían obligarlos a hacer. 

Su melena plateada era distinguible a kilómetros, causando un cierto desasosiego en ella. Bucky la observaba de reojo, notando su incomodidad, era buena con la mirada, completamente estoica. Pero el tic en sus dedos, que ocultaba tras su espalda decía lo contrario.

Presenciaron al margen de todo un par de interacciones entre el proxeneta y el barón. En silencio, como fieles mascotas a la espera de interceder. Casi esperándolo, pero no ansiando, ambos soldados escucharon claramente las ordenes de Zemo, y el caos finalmente se hizo presente.

Había pasado bastante tiempo desde que Bucky la vio en acción, su melena era apenas perceptible, apenas un borrón desapareciendo entre las llamativas y brillantes luces, gracias a sus rápidos movimientos.

Sam los observó a ambos, interpretando su papel a la perfección. En el fondo amenazando con emerger, se encontraba la preocupación hacia ellos.

Los golpes iban y venían, certeros y limpios. Profesionales. Incluso se atrevería a decir que sincronizados. Las pobres victimas de las circunstancias rebotaban de un soldado a otro, sufriendo las consecuencias de su alto entrenamiento.

—Realmente no les costó mucho volver a interpretar su papel—murmuró el sokoviano con una sonrisa en sus labios.

Sam lo miró de reojo, ahorrándose el mordaz comentario.

Ansiaba detenerlos, pero Zemo se adelantó, notando como la presencia de ellos ahí había llamado definitivamente la atención de Selby.

La Dama de Plata pasó a un lado del Soldado del Invierno, quien disimuladamente tomó su brazo, jalándola hacia él.

—¿Te encuentras bien?—fue lo primero que salió de sus labios.

Ella asintió bruscamente, desordenando aún más los mechones plateados de su cabello y desviando la mirada, a lo que se retiraba de su agarre.

Un alto y fornido sujeto los escoltó por un largo pasillo, donde con pasos firmes lo siguieron. 

Zemo, seguro de si mismo, como siempre lo ha sido, plantó cara a Selby con un radiante sonrisa. La cual ella no devolvió en seguida, más bien lo observó con inquietud.

Tomó asiento frente a ella, como si realmente perteneciera ahí. Sam se instaló de pie a su izquierda y Bucky junto a Yelena a su derecha, rectos, como simples sirvientes a la espera de la siguiente orden.

—Creía que estarías pudriéndote en una cárcel alemana, Barón—murmuró con voz suave—. ¿Cómo es posible que escaparas? 

—Ya conoces a gente como nosotros—alardeó—. Siempre hallamos una forma de hacer nuestra voluntad...

—Prefiero ahorrarme los detalles—interrumpió ella con un movimiento de su mano—. Dime... ¿Qué es lo que te trae por aquí? Hicieron un gran espectáculo allá afuera, por lo que deduzco debe ser importante. Y por tu bien, espero así sea.

—Una oferta que sé que ansías... Nos dices qué sabes acerca del suero del super soldado...

—¿Y qué recibo a cambio de tal información?

—A ellos—ofreció, indicándolos.

Se colocó de pie, quedando en medio de ambos, llevando su mano en las espaldas de cada uno.

—... Junto a los códigos para controlarlos, por supuesto—finalizó de agregar, captando la atención de Selby—. Ellos harían todo lo que tú quisieras, sin dudarlo.

—¿Has dicho... ambos?

—Ambos—afirmó—. La preciosa Dama de Plata y el implacable Soldado del Invierno.

Zemo se encargó de plantear su punto acariciando la mejilla de Yelena y empujando el mentón de James, quienes no se inmutaron, más allá de sus pensamientos homicidas contra el Barón.

Selby se levantó, curiosa. Acercándose y posándose frente a ellos.

Llevó su mano a la cara de Yelena y acarició con suma delicadeza, luego repitió el mismo gesto con Bucky. Los rodeó, observando la mercadería con detalle y ojo critico de pies a cabeza. Volvió sobre sus pasos nuevamente y haló un mechón de cabello de la joven platinada, posando su otra mano contra el pecho del soldado. Una sonrisa sardónica se instaló en su rostro, dando el visto bueno al ofrecimiento como pago.

—Me parece un intercambio justo—murmuró, yendo de vuelta a su asiento—. Son perfectos. Me alegra no haberte matado apenas te vi, así que... sobre el suero del super soldado, se encuentra aquí, en Madripoor. Todo el agradecimiento debería ir al Dr. Wilfred Nagel... Claro, dependiendo del lado en que estés.

—¿Sigue Nagel en Madripoor?

—Querido... las migajas son gratis, pero la panadería posee un costo mucho más alto...

—Creí que ellos valían el costo para solo un poco de información...

—La información es poder, Barón. Por lo tanto, el costo es extremadamente elevado, tú debes entender eso.

Zemo abrió la boca para responder, pero la vibración de un celular llenó por completo la habitación, colocando en alerta a todos los presentes.

Apenas Sam fue obligado a contestar, estuvieron en problemas. Entonces el caos se desató en cada maldito rincón.

Las cosas con Selby no funcionaron, definitivamente no lo hicieron, no iban mejorando con el pasar de los minutos y se volvía cada vez más catastrófico. 

Eso, hasta que Sharon Carter llegó a casi salvar sus traseros, para alivio de todos.




...




Zemo, Selby, Sharon, Karli, los super soldados, el suero... James

La mente de Yelena divagó en sus antiguas memorias. Sopesando cada detalle de ellas y lo mal que se veían venir las cosas.

Bebió del amargo trago de realidad, más el que llevaba en su mano, observando como los pequeños cubos de hielo se desvanecían en el liquido.

La estruendosa música traspasaba las paredes de la habitación desde el extremo contrario del edificio. Había dormido con mucho más que un par de canciones de fondo, pero por alguna extraña razón, sus ojos no podían cerrarse.

Zemo parecía estar en casa en aquel lugar, Sam y Bucky resaltaban incomodos entre la multitud y ella... 

Ella solo se esfumó, necesitando un breve descanso.

Llevaba ya bastante tiempo sentada en la misma posición sobre el sofá en un rincón del cuarto, con la luz de la lampara iluminando el vaso de vidrio y las lentejuelas en el bordillo del atuendo prestado que traía puesto. Cortesía de Sharon.

Sintiendo un alivio enorme al retirarse sus antiguas prendas, dejando atrás la inquietud de portarlo.

Un ligero toque en la puerta la hizo voltear, dejando el vaso nuevamente sobre la mesa.

Se dirigió en dirección al sonido lentamente, sin esperar a quien se encontraba del otro lado.

—¿Qué estás haciendo aquí?

Él se removió algo incomodo del otro lado del umbral y suspiró. Movió sus manos con inquietud, sin saber muy bien que hacer con ellas y jugó con sus dedos.

—Te traje a un lugar donde estoy seguro no querías estar, con la persona a quien menos deseabas volver a ver, y hacer algo que ninguno quería volver a repetir...

Soltó las palabras rápidamente a través de sus labios resecos , casi automáticamente, como si hubiese traspasado todo el camino hasta su habitación repitiéndolo. 

—¿Es eso una disculpa, Soldat?

—Eso y... tenemos una charla pendiente.

Dio un par de pasos hacia atrás, dejando el camino libre para que él se adentrara a la habitación y cerró la puerta silenciosamente.

Él ocultó las manos en sus bolsillos, sin esfuerzo alguno por ocultar su desasosiego, cosa que solía hacer años atrás en su presencia. Su mirada se dirigía hacia varias direcciones, mientras ella cruzaba los brazos contra su pecho, esperando.   

—¿Quieres iniciar tú o debo comenzar yo?—ofreció ella como salvavidas hacia el soldado. 

Levantó la mirada finalmente hacia ella y asintió en silencio, aún algo incómodo.

—Espera—detuvo, antes que ella pudiese comenzar—. Ah... yo... ¿Sabes? practiqué demasiadas veces lo que planeaba decir pero ahora...mierda... no lo sé.

—¿Qué es lo que no sabes?

—Si lo que planeaba decir... sea lo correcto...

Ella sonrió, relajando un poco su postura.

—¿Cuándo hemos dicho o hecho lo correcto, James?

Aquel comentario le ganó una sonrisa a él de igual forma.

Bajó sus brazos y se acercó un par de pasos hacia él. Sus ojos azules fueron directo a los de ella, sin saber bien lo que buscaba en lo profundo de aquel brillante mar de estrellas.

Yelena tampoco tenía la certeza de lo que esperó tanto tiempo para decirle. Pero sentía la urgencia de expulsar cientos de palabras. Bucky tenía el mismo sentimiento incrustado en el fondo de su garganta.

 Solía soñar con ella a menudo, sueños de los cuales terminaban convirtiéndose en horribles pesadillas, con solo hecho de recordar que ella no se encontraba más junto a él. Largas noches de sudor frío, gritos y temblores era lo que obtenían ambos a kilómetros el uno del otro.

Y Bucky no sabía como remediarlo. Se sentía demasiado torpe en aquel instante.

—¿Sigues molesto por haberme ido?—inició ella, quitando de una buena vez la bandita. 

Él pareció pensarlo por unos largos segundos, pero negó con la cabeza.

—No lo llamaría molestia, más bien... no lo sé. ¿Decepción? Yo... realmente esperaba que te quedaras, lo ansiaba, pero... tenías otros planes...

—No planeaba irme, sé que sabes eso—aclaró—. Pero... no podía quedarme.

—¿Por qué?

—Estoy bastante segura de saber el porqué, en el momento en qué me fui y ahora... No lo sé y eso me asusta, Bucky.

—Acaso... ¿Fue algo que hice?—cuestionó con cautela—. ¿Algo que dije? Yo...

—¡No!—se apresuró a aclarar nuevamente—. Yo solo...

Él tomó sus manos entre las suyas, notando de pronto el ligero temblor en ellas al momento de tratar de explicarse.  Acarició suavemente el dorso de ellas con sus pulgares, apaciguando su inquietud.

—Ninguno de nosotros estaba bien—agregó Buck—. Ninguno era... estable. Yo no poseía nada que pudiese ofrecerte y tú tampoco, así que...

—Solo nos teníamos a nosotros...

—Solo nos teníamos a nosotros—repitió—. Como... en los viejos tiempos, ¿no?

Ella asintió con una mirada solemne en su rostro. 

Él no quitó sus ojos de ella en ningún momento. El tiempo parecía estar de lado de ambos, más no la suerte. El destino tuvo siempre una extraña forma de unirlos a través de los años. Extraña y retorcida, las circunstancias nunca fueron las mejores, las más pacíficas o mundanas.

La tranquilidad y la paz en sus mundos era como un grano minúsculo de oro en el fondo de un río, a veces inalcanzable, a veces inexistente. Pero cuando llegaba lo sabían, y se querían aferrar a el tanto como fuese humanamente posible.

Sus manos la jalaron suavemente hacia él tomando su cintura y ella elevó los suyos, rodeando su cuello.

—Esto me recuerda mucho a los cuarenta—mencionó ella luego de unos segundos, acariciando su corto cabello, enredando sus dedos en el.

Los ojos de Bucky siempre fueron expresivos, aunque él no quisiese, Yelena podía leerlo como a un libro abierto. Supo que no solo estaban compartiendo solo un abrazo, él quería derramar su alma con ella. 

Yelena soltó su cabello y empujó su nuca hacia abajo, chocando finalmente sus labios con los de él. Un ligero gemido retumbó contra su pecho a la vez que ambos cuerpos se juntaban sin dejar un centímetro de espacio entre ellos, sus dedos aferrándose a su cintura.

Compartieron un beso desordenado, desesperado. Ambos habían pasados años yendo y viniendo sin realizar movimiento alguno hacia el otro, odiándose en el proceso. Eran tercos. Se amaban antes, se amaron entonces y la chispa parecía no querer desvanecerse con el paso de los años.

Yelena se separó, apenas unos milímetros. Sintiendo su aliento aun contra ella, mientras la nariz de Bucky chocaba con la suya. Él acarició los enrojecidos labios con su pulgar, delineando con delicadeza. La ferocidad en sus ojos los había oscurecido un par de tonalidades, el azul más fuerte que nunca en su mirada, destacando en su piel morena y rasgos afilados.

Ella siempre había sido suya. Bajó por el lado de su pálida mejilla, repartiendo besos hasta hundirse en su cuello y aspirar su delicioso aroma.

—James...—suspiró ella.

Ya no había coraza alguna al rededor del Soldado del Invierno, tampoco en la Dama de Plata.

La tomó suavemente de los muslos y la levantó, caminando hacia la cama la soltó con igual delicadeza, volviendo a tomar su labios con dolorosa lentitud, saboreando cada segundo en su lengua. Necesitaba sentirla, sentir que todo a su alrededor era real y no una invención de su torturada mente.

Ella sintió la tensión en su espalda mientras lo empujaba hacia su cuerpo y tomó su cara entre sus manos, separando el beso.

—No vayas ahí—pidió—. Estás aquí, conmigo. No me iré... no está vez.

—¿Lo prometes?—cuestionó con voz estrangulada. 

—Eres mío, James. Y yo soy tuya...

El hombre que había resurgido de las cenizas del mismo infierno no se parecía en nada al hombre que le devolvía la mirada en aquel instante. Se apretó contra ella e inclinó la cabeza y su boca la cubrió.

Ella se arqueó contra él, y no pasó por alto la lagrima que resbaló de su mejilla hacia su propio rostro cuando él se levantó para poder quitarse la camiseta rápidamente. En un borrón enredado de manos y entre risas, ya había tomado el vestido de ella y había caído en algún lugar de la habitación.

James se sentía como un adolescente tomándose su tiempo de apreciar las curvas del cuerpo bajo suyo. Con sus ásperas manos tocó años de historia en su piel. No era suave ni nada menos, la piel de Yelena estaba cubierta de cicatrices, había sido remendada tantas veces que ya había perdido la cuenta. Balas, cuchillos, explosiones, caídas. Y él despreciaba cada circunstancia en la que esas heridas fueron propiciadas. 

Así que se dedicó a adorar cada parte de ella, acarició y besó cada centímetro con devoción, hasta que las prendas restantes poco a poco sobraron y sus cuerpos se tocaron finalmente.

Besó su cuello, hombros y clavículas, sintiendo las uñas de Yelena en su espalda y sus muslos fuertemente a su alrededor, rogando silenciosamente por más. Selló sus labios en cada uno de sus pechos, prestando la misma cantidad de atención a cada uno, gozando de los gemidos que llegaban a sus oídos, trayendo recuerdos de los años en que solían compartir... cuanto había amado su cuerpo en aquel entonces. Y a ella... aunque nunca lo admitió abiertamente. Uno de tantos errores de los que se arrepentía a diario.

Se habían entregado el uno al otro anteriormente, en cuerpo, corazón y alma, incluso sin saberlo. Todo lo que él fue, todo lo que es y sería, pertenecía a aquella mujer, yaciendo bajo suyo en aquel instante. 

Yelena gritó su nombre como una alabanza cuando finalmente la hizo suya. Cada golpe de sus caderas, cada caricia a través de su piel, cada beso repartido. Fue un promesa expresada con sentimiento, felicidad, dolor, ira, amor...

Ella no pudo ahogar los gemidos que escapaban de su garganta. Bucky disfrutó de cada uno de ellos, chocando como aliento caliente contra su cuello. Podía sentir la tensión de sus miembros con cada embestida, el ardor de su húmedo centro carcomer su miembro con un hambre voraz. Sus piernas fuertemente enganchadas a su alrededor no planeaban dejarlo ir, ni él a ella, dejando las huellas de sus dedos notoriamente impresas repartidas por sus muslos y caderas.

Yelena podía sentir el fuego en su interior comenzar a crecer, buscó los labios de Bucky con una sonrisa maliciosa y los hizo voltear a ambos, tomando desprevenido al soldado. Un fuerte gruñido salió de sus labios y la sujetó firmemente de las caderas, elevando las suyas en un compas lento pero duro, llevando a ambos al éxtasis que tanto ansiaban.  Ella se deleitó de las muecas y sonidos que él hizo cuando se inclinó a tomar nuevamente sus labios, sintiendo como el clímax se arremolinaba en su vientre bajo, hasta que estuvo ahí. Una enorme y reprimida ola de placer que sacudió a los dos al mismo tiempo, mientras Bucky daba unos últimos y bruscos empujes, rodeando la cintura de la peliblanca con su brazos.

 Los últimos espasmos del reciente y abrasador orgasmo dejaron finalmente agotados sus miembros, cayendo ella contra su pecho, como en los viejos tiempos, a la vez que las manos del soldado acariciaban su espalda y acomodaban sus cabellos sueltos y enredados.

Las agitadas respiraciones se acompasaron con lentitud, disfrutando del momento y el intimo abrazo compartido. La Dama de Plata podía ver la calma en sus azules ojos, la suave respiración y relajada postura. Y James Barnes podía ser de todo menos relajado.

Pero se sentía cómodo con ella, siempre. Era su paz, su lugar feliz, la mujer de su vida.

—Un centavo por tus pensamientos, James...

Él giró su cabeza unos centímetros, quedando su nariz contra la de ella y sonrió de la forma más hermosa, complacida y relajada que Yelena había visto en años, calentando su corazón de sobremanera.

—¿Qué crees que sucederá ahora?—cuestionó—. ¿Qué planeas hacer?

—Ambos sabemos que este no es mi lugar... 

—Yelena...

—Y tampoco el tuyo—aclaró rápidamente—. Esto no tendría porqué ser así, no de esta forma, James. No podemos ir por ahí corriendo cada vez que algo así vuelva a ocurrir. Yo no sirvo a nadie, o sigo ordenes u horarios. Soy independiente ahora... o algo así—ella rio—. Luego de Thanos pasé cinco años de cabeza trabajando en... arreglarlo, ser útil, mantenerme ocupada.  Aunque no hubiese mucho que hacer.

—Ya no estamos ahí.

— Siempre estamos ahí, Buck... o lo estaremos eventualmente—ella bajó la mirada—. Tú eres el único que entiende cuando digo que, finalizando una guerra, inmediatamente te preparas para la siguiente. No ha sido un camino sencillo, pero nuestros nombres significan algo más que muerte y peligro por primera vez en mucho tiempo... y se siente bien. Se siente correcto.

La entendía. Era algo constante en ellos, cuando sus recuerdos eran borrados, debían prepararse para la siguiente guerra, luego de eso, nuevamente volvían a las mentes en blanco, para dar paso una vez más a otra guerra aún peor que la anterior.

—¿Cómo sabes cuando detenerte?—preguntó Bucky nuevamente.

—Quizá ...solo lo sabes, lo sientes. Aquí—indicó colocando una mano en su pecho—... Y aquí— volvió a levantar la mano, llevándola a su sien, a la vez que acariciaba suavemente con su pulgar.

—Mi lugar está contigo—aclaró él—. A donde tú vayas, yo estaré...

Él tomó su mano y descansó su mejilla en la palma abierta, sintiendo la calidez de su toque.

Ella era su paz, su calma, su mundo. Y hará todo lo posible para aferrarse y jamás dejarla ir.





Me entusiasmo tanto escribiendo acerca de

 esta inusual pareja, que mejor debería hacer 

una historia completa y bien detallada

pero la pereza me gana.

Voten, comenten, síganme para más ;) 

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