Conrad Hawkins

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Conrad Hawkins estrechó la mirada. Una rápida silueta se escabullía por entre la multitud del Chastain, checando la hora, y el horario que debían cumplir los doctores, ella llegaba dos horas tarde. Eso no era normal. Corría y esquivaba a la gente, la vio abotonarse la blusa y acomodar su bata. No se veía fresca, descansada, sino todo lo contrario, era como si hubiera hecho un turno de más de treinta y seis horas, a punta de tazas y tazas bien cargadas de café.

Pasó esquivándole sin levantar la vista. La siguió.

—Un poco tarde para variar, Doctora Ivy—la molestó pisando sus talones. Tratando de seguirle el paso.

—Aún así demasiado temprano para fastidiar, Doctor Hawkins—fue su escueta respuesta.

Se detuvo a observar como doblaba por el pasillo hacia al ascensor, encontrándose con Nic, leyendo en sus labios un ¿estás bien? Seguido de un asentimiento de cabeza por parte de Ivy.

— Ella no está bien.

Concluyó Pravesh tras él.

— ¿Qué sabes? —inquirió Conrad.

—Su hermano está en terapia intensiva. Cáncer. Tan solo tiene siete años.

El tono de Pravesh era apagado, triste. Llevaba apenas unos meses en el hospital, pero la doctora Ivy lo acogió de inmediato. Consiguiendo así estrechar una relación de amistad. Conrad sabía que admirada a la doctora, y viceversa. Aun así los comentarios burlescos y críticas flotaban entre ellos, en cada ocasión. Ambos estuvieron juntos desde el primer año en el hospital, sintiendo una atracción crecer. Hawkins sabía además que esa atracción era reciproca. 

Alicia Ivy. Leyó desde el primer momento en su blanca y pulcra bata. Luego le siguieron unos hermosos ojos azules, luego ese marcado acento, proveniente de un padre americano y una madre rumana. Simplemente perfecto. 

Nada más deseaba Conrad que estrechar aún más esa escasa relación que ambos mantenían. Cumplían juntos la mayoría de sus horarios, atendiendo los mismos pacientes, comiendo en la cafetería y compartiendo uno que otro dato sobre enfermedades y síntomas. Salvando vidas y dando esperanzas.

Muchas veces Pravesh y Nic se reían de él, al arrojar comentarios lascivos hacia la doctora, ambos sabían que sentía algo por ella, aun así, eso era todo a su alcance. Ella lo repelía, así como él al chocolate con menta. El cual, tomaba unas cuantas barras directo de la máquina expendedora y los dejaba furtivamente en el bolsillo de su bata sin que se notara.

Ella sonreía y miraba en su dirección. Siempre en su dirección.

Una idea surgió y se encaminó por la misma dirección que Alicia. Pidió lo más amablemente posible a Pravesh y Nic que no lo siguieran, al ver la atónita mirada en sus caras. Marcó el piso en el ascensor y rápidamente llegó a terapia intensiva, donde mantenían a los menores de edad. A cada paso que daba veía a madres, padres e incluso familias completas junto a sus pequeños. Recibiendo tratamientos demasiado fuertes para sus pobres cuerpos.

Consultó inmediatamente en recepción por la hospitalización reciente de un niño de siete años, principalmente uno que tuviera el apellido Ivy en su expediente. Solo uno coincidió.

Alexander Ivy, habitación 105.

Leyó minuciosamente el expediente del pequeño. El tratamiento correspondiente no daba resultados favorecedores, por lo que fue expuesto a uno más fuerte, lo dejaba debilitado tanto física como mentalmente. Totalmente desgastado.

Caminó un par de salas, esperando encontrarla, se detuvo, topándose con una cabellera dorada, un gran regocijo creció ante la vista de un gran luchador, aun conservaba su cabello, aunque corto y color en sus mejillas.

—Buenos días pequeño, ¿Cómo te encuentras? —saludó cortésmente.

—Bien—respondió simplemente, no quitó la mirada de su dibujo a medio colorear sobre la mesa.

— ¿Eres Alexander Ivy? ¿No? —Estiró su mano— Conrad Hawkins. Es un gusto conocerte.

El pequeño asintió y levantó la mano en su dirección, dando un gran apretón.

— ¿Qué dibujas?

Preguntó ya que se veía muy concentrado en su hoja de papel y colores.

El levantó la hoja y se lo enseñó, había un pequeño niño en medio... en una silla de ruedas. A ambos lados dos mujeres, una de un tono de cabello más oscuro, arriba decía Mamá, del lado izquierdo la esplendida doctora Alicia con un tono rubio y algunos mechones oscuros, con su impecable bata de hospital. Hermana.

—Es realmente hermoso, ¿a quién se lo darás?

Vio sus pequeños ojos azules cristalizarse un poco. 

—Es para mi hermana, ella también es doctora. Como tú—señaló con una sonrisa—. Trabaja aquí, estuvo sentada ahí toda la noche.

Indicó el pequeño e incómodo sofá del rincón. 

—La conozco, trabajamos juntos—sonrió Conrad con orgullo—. Una hermosa señorita.

El pequeño soltó una carcajada y continuó coloreando.

— ¿Te gustan los dulces? —sugirió Conrad. Él asintió— ¿Puedes comerlos? —susurró eso ultimo sacando otra carcajada del pequeño Alex.

Sacó una de las barras que llevaba escondida en el bolsillo y se la entregó.

—Mi hermana siempre me da las mismas—la abrió dando un gran mordisco—, dice que aparecen mágicamente en su bata, ¿eso es posible?

—Claro, es por eso que usamos batas, no solo para vernos más guapos.

Vio detenidamente su perfil mientras comía, tenía la misma y pequeña nariz respingada con indicios de algunas pecas. Muy similar a la hermana, incluso al masticar con ansias el chocolate con menta.

— ¿Tu madre no está contigo? —continuó Conrad.

—Ella trabaja, vuelve hoy en la tarde. Mi hermana me cuida mientras no está.

—Tu hermana es una gran persona... y doctora—señaló lo obvio.

Pensó que preguntar por el padre sería imprudente, viendo la ausencia de nombre en el expediente, lo dejó pasar.

— ¿Qué clase de doctor eres? —preguntó el pequeño de pronto.

Conrad no entendió la pregunta.

— ¿Disculpa?

—Los doctores que me visitan siempre llegan preguntando por mi salud, que tal me encuentro, revisan mis manos, pies, boca y terminan inyectando medicamentos, luego solo se van.

Típica rutina, ¿Dónde está el amor a lo que hacemos? Pensó Conrad.

—Soy uno cool, ¿Qué te parece?

— ¿Mi hermana también lo es?

—La más cool de todos.

—Mamá siempre dice que ella trabaja demasiado—susurró con pesar—. Ella es quien paga mis tratamientos, incluso la escuela. La vemos muy poco, pero siempre la llamo, me contesta incluso cuando está trabajando.

Conrad sonrió recordando a la doctora salir y contestar su teléfono apresuradamente, lejos del oído del resto.

—Tu hermana es increíble—y pronto se lo diría. Junto con muchos más cumplidos.

— ¿Conrad?

Alicia murmuró desde la puerta, ambos volteamos a ver, sostenía una taza de café en una mano y un sándwich en la otra, junto a una milagrosa barra de chocolate con menta.

— ¡Hermana! —prácticamente gritó Alex.

Ella entró, sonriendo ante su entusiasmo dejando sus cosas sobre la mesa. Le dio una mirada que decía claramente que necesitaban hablar.

Se levantó chocando puños con Alex, una vez afuera en el pasillo vio como se abrazaban. Aquella ternura que solo ella podía expresar.

Alicia caminó lentamente entrecerrando la puerta tras de ella, se encogió de hombros, cruzando los brazos sobre su pecho. Esperando una respuesta.

— ¿Qué haces aquí, Conrad? —comenzó preguntando.

—Te seguí, es lo que hago—apuntó hacia la habitación—. Me agrada, es un gran chico... Él...

—Está fuera de peligro—concluyó, respondiendo exactamente lo que estaba por preguntar—. El tratamiento funciona, esperamos que continúe así. He pensado en el traslado al centro de cáncer de la Doctora Hunter... pero... no puedo dejarlo solo.

— ¿Cuántas horas dormiste? —se atrevió a pasar el pulgar bajo sus ojos, donde manchas oscuras amenazaban con aparecer en su pálida piel.

—Tres, tal vez cuatro, no lo sé. Alex suele tener pesadillas, así que...—se encogió una vez más—. ¿Tan mal se ve?

—Luces hermosa, desgastada, pero hermosa. ¿No lucimos así todos los doctores?

Le dio un indicio de sonrisa, más bien una mueca.

La tomó por los hombros y la atrajo a su pecho, dejando un largo beso en su coronilla. Luego solo la mantuvo ahí, recargando el mentón en su frente. Inhaló su suave perfume, embriagándose con la sensación de tenerla así de cerca.

—Gracias—murmuró en su pecho. No la soltó.

— ¿Por qué?

—Por hacerlo reír. No lo hace con los doctores, solo con Mina y conmigo.

Claro. La doctora Okafor, maravillosamente extraño. Considerando la crudeza de su actitud.

—Ella fue partícipe de varias cirugías, cuando se lo pedí, ni siquiera lo pensó dos veces. Le salvó la vida.

Conrad sonrió y acarició las hebras de cabello suelto en su nuca. Se estremeció en sus brazos. Descruzó los brazos de su pecho y los llevó alrededor de la cintura, apretándolo con el mismo énfasis que él lo hacía.

—Me gustas—soltó—. Solo quería recordártelo.

—Lo sé—levantó la mirada—. Solo quería que tú lo recordaras.

Conrad recorrió con la mirada el lugar, viendo solo a uno que otro del personal de aseo. Bajó y rozó los labios con la doctora, suave, sin prisas. Sintiendo la calidez del momento y de su aliento. Menta.

Chocolate con menta.

Tal vez el sabor no era tan malo. Ya jamás podría odiarlo. 




Hey there! han pasado 84 años...

¿Alguien conoce a Conrad Hawkins? ¿Nadie? no quiero emocionarme sola.

No me maten, anteriormente les pedí, (que pidieran) sus one shots, con la temática que quisieran junto al personaje, tenía la mitad listo, de los que elegí y ocurrió algo con San Wattpad, y se eliminaron los borradores. AGH!

Lo bueno es que he vuelto y pueden pedir sus os libremente c:

Pueden pedirlos aquí >

Personaje+temática.

O solo enviarme un mensaje.

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