Jason Todd

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El aire frío de Gotham era tal y como lo recordaba en su vida anterior, las luces y el oscuro cielo.

Los gritos de agonía iban y venían en su cabeza, pequeños lapsus de antiguas memorias, risas, lagrimas, abrazos y las personas a su alrededor. 

A solo un paso del vacío, miró desde el techo del gran edificio, la gente caminaba apresuradamente hacia sus casas luego de una larga tarde de trabajo. Nunca se sabe cuando el peligro esté a la vuelta de la esquina. O detrás de ti. 

—No fue difícil encontrarte— susurró aquella voz tan peculiar.

—¿Quién dice que deseo esconderme?— cuestionó en voz baja. 

—Yo lo habría hecho. O al menos lo hice.

—Yo no soy tú.

El silencio inundó el techo de aquel edificio, solo el sonido del viento y su larga y profunda respiración a lo lejos. Se giró encontrándose ambos frente a frente. 

—Él esta muy preocupado por ti. Todos lo están—murmuró agachando la mirada.

—¿Tú lo estás?

En cierta forma no deseaba saber su respuesta.

—Siempre lo estoy.

—¿Entonces por qué lo hiciste?—escupió furiosa.

Jugaba tímidamente con el casco en sus manos. 

—Sabías en lo que iba a convertirme—continuó— ,en la clase de persona que sería, las cosas que podría hacer... me has convertido en un monstruo Jason.

—Bruce te necesitaba, Tim, Dick, Alfred ¡diablos, incluso Damian lloró por ti!

—¡Pero ellos no habrían hecho lo que tú hiciste!—plantó el puño en su pecho empujándolo unos centímetros hacia atrás. 

Soltó un sollozo justo en el momento en que acarició su mejilla.

—Jamás me arrepentiré de lo que hice. Así ya no te tenga más a mi lado, pero... sabré que estás ahí.

—¿Con mi navaja en el estómago de alguna persona? ¿Por eso me vigilas? Los he visto, a todos ustedes. Están ahí, día y noche. Soy un criminal más en esta asquerosa ciudad. Ahora sé lo que es estar del otro lado, como lo estuviste tú. 

—¡Pero yo cambié!—gritó eufórico—...Tú me cambiaste.

—¡En el fondo sabes que sigues siendo igual! La ira, sigue estando ahí, las voces no me dejan dormir Jason, los veo, te veo a ti, y no sabes cuanto me duele—susurró apenas.

 —¿Y piensas rendirte?—susurró cerca de su oído—¿Crees que puedes rendirte?

—A veces pienso que ya lo he hecho.

—Esa no sería mi chica—juntó su frente a la de ella.

Se alejó justo en el momento en que quiso rozar sus labios con los de ella.

—Ellos quieren verte.

—Saben como encontrarme.

—No aquí. En nuestra casa... No hemos tenido la oportunidad de hablar sobre lo sucedido.

—¿Qué hay que hablar?—le dio la espalda—¿El porqué estoy aquí, hablando contigo? Cuando hace una semana estaba bajo un edificio de miles de toneladas, aplastando todos mis huesos, acortando mi vida a cada segundo.

—Selene...—susurró.

Su corazón latió veloz en su pecho de manera descontrolada, trayendo recuerdos a su mente. Recuerdos que solo deseaba eliminar.

—¡Selene!—oía gritos muy lejos.

—Bruce...—susurró sintiendo como la sangre brotaba de su boca.

No sentía sus piernas, su cuerpo adormecido no respondía. Estaba muriendo poco a poco. Las lagrimas se dejaron caer, sentía mucho dolor, demasiada sangre, polvo y escombros a su alrededor.

Era una trampa, debió suponerlo, habían kilos y kilos de explosivos ocultos. La macabra risa del Joker retumbaba en sus oídos justo antes del sonido ensordecedor de las bombas explotando, Bruce se encontraba patrullando los primeros pisos del edificio, mientras ella se encontraba en el último, cayó varios metros, no hubo oportunidad de escapar... al menos no para ella.

El polvo se logró disipar y pudo ver las negras botas de Batman, trató de alzar su mano hacia él, las estúpidas carcajadas del Joker se oían, estaba atado de pies y manos. En un segundo Bruce estaba a su lado retirando los grandes bloques de concreto, en un intento por salvarle, su mirada de desesperación lo decía, que ya no había nada que hacer, la abrazó a su pecho sollozando. Acariciando su cabello. Dolía respirar, sus parpados pesaban. Veía un rostro afligido a pocos centímetros del suyo.

—Esto... es mi culpa—susurró, sus lagrimas caían sobre ella.

—Bruce...—apenas un soplido, vacío, la sangre seguía escurriendo.

—No, no hables—sacó su mascara—.Selene, lo siento hija, lo siento, no debí dejarte sola, no...—Su suplica fue interrumpida por un sollozo desde lo más profundo de su garganta.

—¿Te das cuenta de lo irónico de la situación, Batsy?Carraspeó el Joker.Primero el chico mantequilla, ahora tu bello pajarito azul, ¡oh! lo olvido ¿Nuestro querido Red Hood sabe que acabo de asesinar a su chica. Lo agregaré a mi lista de cosas bien hechas.

Sollozó, y con una última lagrima, soltó su último aliento.

Oscuridad, era todo lo que veía, el silencio, el vacío... gritos, gritos desgarradores, sangre, todo era un torbellino de emociones.

 El dolor en su pecho aquella noche en que... renació. Su mente no lograba entender lo que había ocurrido.

Sabía quien era el responsable.

Pero aquí estaba, viva... No, muerta en vida.

Los recuerdos que solía tener, aquella persona que solía ser. Todo había muerto aquel día.

Al verse en el espejo solo veía a una asesina. En sus manos había sangre, tal vez de gente inocente. El peor sentimiento dentro de ella era, que no tenía ningún arrepentimiento.

Esta no soy yo, nunca fui yo. Pensaba

—Selene...

—Cállate, yo ya no tengo nada que hacer con ustedes, lo que éramos o solíamos ser ya no existe—Vio tristeza en sus ojos, lo había realmente lastimado—...Ya no más, Red Hood.

—Jason, mi nombre es Jason, no Red Hood. Podemos hacer esto juntos—trató de tocarla, le dio un manotazo, alejándolo—. Sé que en el fondo no quieres hacer esto, sé que todo es mi culpa, la jodí, realmente lo hice, pero no sabes como nos duele esto... como me duele a mi, como me dolió recibir la noticia de que ya no respirabas más, el saber que no te tendría a mi lado, tú eres lo único que me mantenía con los pies en la tierra. 

—Selene...—susurró ella despacio, su propio nombre. Recordando cada vez que Jason solía pronunciarlo, miles de mariposas se desataban en su estómago, ahora ya no existe más esa sensación. Sonaba tan ajeno a lo que ahora era. 

Se acercó hacia él tocando su mejilla, su barba de un par de días raspaba en su mano, el cerró sus ojos disfrutando del suave tacto.

Analizó su rostro, su bello rostro, el rostro de su felicidad y a la vez ... su desdicha.

Besó quizá por ultima vez sus labios, retirándose de aquel lugar que traía tan malos recuerdos. Solo esperaba haber hecho lo correcto.

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