Capítulo 23

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— Buenas tardes, Señor Grey.

Otro hombre entra a la oficina, con una carpeta y una gran sonrisa. No me pasa desapercibido que viste con un estilo muy parecido al mío.

— Mi nombre es Jefferson Cohen y me gustaría comenzar diciendo que mi interés en ustedes es estrictamente profesional. — Señala el anillo en su dedo. — Sin ofender.

El imbécil vuelve a sonreír porque obviamente escuchó toda la discusión. Exhalo fuerte para alejar la frustración y le señalo la silla.

— Señora Grey. — Asiente hacia Ana y ella sonríe.

Pongo los ojos en blanco porque el bastardo tiene labia, y obviamente la maldita chiquilla celosa lo preferirá por encima de Cassidy.

— Si no le molesta, traje mi currículo actualizado y algunas referencias de mis empleos anteriores.

Tomo el papel, que es exactamente el mismo que Andrea me entregó la semana pasada cuando me recordó el asunto de las entrevistas.

— Editor en jefe de una revista deportiva. — Leo la primera recomendación. — Subdirector de Vinculación en la universidad...

Balbuceo mientras leo las descripciones de sus puestos anteriores.

— Tiene mucha experiencia señor Cohen, pero ninguna en el ramo empresarial.

— Así es, señor Grey. Pero me adapto y aprendo rápido, le aseguro que en pocas semanas podría ponerme al corriente.

— ¿Está seguro de eso? Grey Enterprise Holdings es la cabeza de muchas micro empresas, sin mencionar que desarrollamos nuestros propios equipos gracias al departamento de ingeniería. Gestionamos nuestros productos y adquirimos empresas para gestionar también sus recursos. No es solo una empresa, señor Cohen.

— Entiendo, y significa un reto personal para mí por eso estoy dispuesto a hacer lo que sea necesario para sacar este proyecto adelante.

— Me agrada su confianza pero como ya dije, no tengo tiempo para empezar desde cero. Necesito a alguien que sepa lo que hace porque precisamente tiempo es lo que no tengo. Créame, señor Cohen, que si tuviera tiempo de hacerlo yo mismo no necesitaría un Director de Operaciones.

— Lo comprendo porque mi esposa también está embarazada y yo haría lo que fuera para estar todo el tiempo con ella, pero necesito trabajar para comprar la casa de sus sueños.

Mira a Ana un segundo antes de bajar la vista al piso como si estuviera desanimado.

— Aww. — Chilla Ana apoyando su mano en mi hombro.

Jodida cursilería.

— Gracias por venir, señor Cohen. Estaremos en contacto.

El hombre asiente y se levanta para estrechar mi mano y la de Ana. Sale de la oficina con tranquilidad, pero es la mujer a mi lado la que parece alterada.

— ¿Entonces? ¿Jefferson o Michael?

— Ninguno de los dos. — Me giro en la silla para mirarla. — Ninguno de ellos tienen las habilidades que busco.

— ¿Y cuáles son esas? ¿Flexibilidad y una vagina?

— ¿Que mierdas dices? Estás actuando como una loca.

— ¡Claro que no! — Chilla. — Ella no me agrada, se ve que le gustas y ni siquiera trató de disimularlo frente a mi.

— Exageras, nena. Además, no tendrás que verla porque estarás en casa.

— Oh, no. Ni lo pienses.

— Ana, voy a contratar a Cassidy porque es la mejor, no porque quiera coger con ella. Ahora, ¿Qué tengo qué hacer para que dejes de hacer un drama por esto?

— Déjame ser tu asistente. — Apoya las manos en la cadera.

— Ya tengo una asistente, Andrea. — Señalo hacia la puerta. — ¿Quieres que la despida?

— No. Pero tengo una mejor idea. — Mierda. — Seré tu asistente personal, ¡Gratis! Así podremos estar juntos todo el día.

Doble mierda.

— Creo que exageras, Ana. Además, cuando tu embarazo esté avanzado no podrás seguirme los pasos porque tienes qué hacer reposo.

— Lo sé, pero para ese entonces trabajaras desde casa, ¿No es esa la finalidad de contratar a alguien con experiencia?

Intento no poner los ojos en blanco porque no hay forma de lidiar con esta Ana celosa. Debo recordar hablar con Flynn o la doctora Greene sobre esto, podría ser algún desequilibrio hormonal o una mierda de esas.

— Si digo que si, ¿Podríamos olvidar ya el tema? No voy a cambiar de parecer porque es sobre mi empresa, yo soy el CEO. Yo tomo las desiciones.

— Si eso quieres creer... — Susurra saliendo de mi oficina.

— ¿A dónde vas?

— Dijiste que tendrías la tarde libre y pensé que ya podíamos ir a tu departamento.

— No estoy seguro de que sea una buena idea ahora. — La sigo, pero no me confío de esta actitud amable porque la conozco, no va a dejarlo ir tan fácil. — Andrea, llama a la señorita Cassidy y dile que la necesito aquí a primera hora del lunes.

— Por supuesto, señor Grey.

— Andrea, ¿Necesitas ayuda con algo? — Ana se recarga en el mostrador para mirarla.

— Oh, yo trato de hacer lo mejor posible para el señor Grey. — Mira con nerviosismo entre ambos. — Solo él sabe si mi trabajo es suficiente o necesita a otra persona.

La rubia presiona sus labios y la mira con simpatía, seguramente esperando que Ana desista del interrogatorio.

— Agh, bien. De todas formas acabo de nombrarme asistente personal de Christian, ¿Podrías darme una copia de su agenda? — Andrea me mira en busca de aprobación.

— Si, señorita Steele.

— Perfecto, ¿Qué más necesito? ¿Una computadora?

— Creo que la agenda es suficiente por ahora. — Sujeto su brazo para llevarla al ascensor. — No quiero ni imaginarme que puedas borrarme algún correo electrónico importante mientras aprendes.

— ¿Entonces es todo? ¿Manejaré tu agenda y ya?

— Si, creo que tienes eso cubierto. Te comunicarás con Andrea para que todo esté coordinado.

— Bien, cuenta con ello. — Sonríe divertida cuando las puertas se cierran frente a nosotros.

Esta pequeña estafadora acaba de crearse un jodido puesto en mi empresa y luce tan complacida de si misma que casi parece sugerencia mía.

— Voy a necesitar incapacidad por maternidad. — Dice cuando la puerta se abre de nuevo. — ¿Podemos renegociar la parte de mi sueldo?

— Dijiste que lo harías gratis.

— No seas tacaño, Christian.

— ¿Cuánto quieres ganar? — Hace una mueca como si sumara cantidades en su cabeza.

— ¿Cuánto le pagas a Andrea?

— Mucho, porque es la mejor maldita asistente del mundo. No hay forma de que te pague lo mismo que a ella.

— ¡Lo necesito! Tengo un bebé en camino y ningún esposo. — Se queja.

— ¿En serio? — Arqueo una ceja, fastidiado. — ¿Vas a usar esa excusa?

— Tenía que intentarlo. — Vuelve a sonreír con diversión y entra al auto.

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