• Parte 3

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En la casa de Avalon, Liam, el mayordomo habló con la señorita Stanford.

—¿Se enteró?

—Así es, surgió con una conversación de por medio y se lo confesé, no quise hacerlo de forma abrupta, pero tampoco le cayó muy bien el modo en que le conté mi historia con su padre y cómo la dejé en la casa de él.

—Se le pasará y le volverá a hablar, no se preocupe por eso, señorita. Ya verá que todo se arreglará, solo debe darle tiempo para asimilar todo.

—Liam, no lo sé, lo único que sé es que sabe que si quiere puede contar conmigo para lo que necesite, ni siquiera le pediré que me llame mamá, esa palabra es un lujo que no todas merecemos.

—Pero usted no la abandonó porque quiso, sino por la mala cabeza de los demás y sus padres.

—Eso yo lo entiendo, pero no puedes hacérselo entender a alguien que vivió pensando que quienes la criaron fueron sus padres cuando la realidad es otro.

—¿Ella sabía que era adoptada?

—La verdad es que no sé.

—Ya veo, por lo pronto, deberá ser anfitriona de su evento.

—Lo haré, Liam, gracias.

Avalon subió las escaleras para ir a su dormitorio.

🍂

Mientras en el departamento los cinco hombres estaban mirando la previa del soccer, Autumn terminaba de ponerse perfume puesto que ya estaba lista.

Habían pasado poco más de las nueve y media de la noche cuando salió del cuarto y su marido se puso de pie.

—Te llevaré a la empresa.

—No hace falta, me tomaré un taxi.

—No lo harás, te llevaré yo, no estás en condiciones para viajar sola.

Anthony y los demás escuchaban con atención la conversación de esos dos.

—De acuerdo.

—Y antes que me lo digas, te iré a buscar.

—No, regresaré con un taxi.

—No, esta noche no es una en las que puedes ir sola en un taxi. Recibiste una noticia inesperada y me parece que no es conveniente que vayas sola.

—Estoy bien, Colin.

—Autumn, hazle caso, tiene razón, aunque hayamos charlado y yo te vea bien, en parte no lo estás, no insistas con eso porque él no va a ceder.

—Está bien, puedes llevarme —le dijo y este le sonrió acercándose a ella.

Colin la tomó de la mano cuando vio que se había puesto el abrigo ya que la cartera la tenía en la mano desde que salió del vestidor.

—Estás hermosa, belleza —le susurró al oído —dándole un beso en el cuello.

—Gracias —le dijo contra sus labios para darle un pico.

—En cualquier momento regreso —les emitió a los demás.

Ambos se fueron y los hombres quedaron comiendo la picada y viendo la televisión al tiempo que esperaban la cena.

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