Capítulo 06

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Se dice que en la antigua era, había un omega brillante y dorado como el sol, Bich, con un fiel y amigo que era oscuro como su sombra, Neul, el fiel beta que estaba a su lado como compañero, con quién aullaron juntos en su juventud, quien estuvo a su lado incluso cuando conoció a su mate, aunque nunca pensó en su destino para elegir a su pareja.

Bich consiguió su pareja, un fuerte alfa que tuvo que ir a la batalla para defender a su manada al poco tiempo de formar un lazo, quien padeció para la desgracia del brillante omega.

Y el brillo de Bich comenzó a morir, al igual que él, mientras la marca en su cuello ennegrecía por el lazo roto y su cuerpo sufría dolores incontables que nada podía calmar, ni siquiera el consuelo y la ayuda de su mejor amigo y compañero, el pobre beta que lo vió sufrir en sus últimos días.

Neul, quien había escondido sus sentimientos por el hermoso y brillante omega, los dejó surjir al exterior cuando Bich estaba en su última llama de vida, y para su sorpresa, el hermoso chico le correspondió con su último aliento y su última sonrisa, antes de apagarse en sus brazos.

Y antes de poder siquiera llorar, Neul colocó sus colmillos sobre la marca que el omega cargaba, mordiendo el lugar del alfa, lugar donde sus lágrimas saladas se mezclaron con la amarga sangre de Bich, una unión que tenía que ser hecha desde un principio de los tiempos y que estaba destinada a ser en ese momento.

El corazón de Bich volvió a la latir, siguiendo el golpeteo del alma de Neul, fue cuando su brillo volvió, entre los brazos del beta, pero en esta nueva vida sería distinto.

Bich se convirtió en un omega débil, y la manada comenzó a llamarlo un gamma y fue repudiado de la familia, y Neul se fue con él, porque era tan débil que se apagaría de nuevo si se separaban.

E hicieron su propia manada ellos dos solos, compartiendo días y noches, luz y sombra.

Jisoo bajó el cuaderno de notas y la lapicera, dejándola a un lado, suspiró con cansancio, temblaba, en sus ojos había algunas lágrimas. Alzó su vista al techo, imaginándose las estrellas del otro lado.

—¿Era así la historia, Abu? —preguntó—. Eso espero...— deseó.

Guardó ambas cosas en el cajón del escritorio de Jungkook, colocado en un rincón de la sala.

Había decidido quedarse, pero se mantuvo apartada para poder llorar un poco tranquila, sacó su celular por primera vez en el día, y sus ojos se abrieron de más al ver la cantidad de mensajes de texto que tenía y que no había contestado, junto con llamadas perdidas.

Se apresuró a desbloquear su celular y llamar al contacto número uno en su celular.

—¡Kim Jisoo! ¿Estás viva?

—Roseanne... —murmuró, su voz sonó rota—. Yo sí.

—¿Cómo que...? ¿Qué ha pasado, bebé?

Sorbio su nariz.

—Jungkook... Murió hoy y... Estuve todo el día con Lisa, quien también va a morir pronto, Rosé... Y y-yo... No pude hacer otra cosa más hoy que sentirme mal, lo siento por responder.

—No lo sientas, Soo, no, no... No te preocupes, ya sé que estás bien, es suficiente.

—Sabes... Me gustaría que estuvieras aquí ahora —murmuró.

—Iré pronto, cariño, ya no soporto Japón.

—Vienes diciendo eso desde hace más de un año —comentó con cansancio.

—Lo sé bebé, no puedo encontrar un trabajo mejor en Corea, pero volveré, lo prometo.

—Es lo que más quiero —murmuró la azabache—. Sabes, es tarde, y estoy muy cansada... Quería dormir, te llamaba para que sepas que sigo viva, aunque no puedo decir que esté bien.

—Está bien, amor, descansa un poco, que te lo mereces.

—Mañana voy a intentar hablarte también.

—No hay ningún apuro, Soo.

—Gracias, hasta mañana.

—Hasta mañana, te amo.

—También te amo —murmuró, antes de cortar la llamada.

Se arrojó al sillón con pocas ganas de seguir viva, ni siquiera le importó buscar alguna sábana o lo que sea, se durmió sin más, sintiéndose ahogada por dentro.

***

Jennie le pidió a Lisa dos minutos para buscar su ropa, que seguía en la sala, junto con su bolso con sus apuntes y demás cosas necesarias, como el cepillo de dientes y el cargador del celular, junto con un pequeño botiquín con las cosas que necesitaría para la omega en algún momento.

Al llegar a la sala, encontró a Jisoo durmiendo sin más en el sillón, las lágrimas brillaban en sus mejillas y había arrojado los almohadones lejos. Regresó al cuarto para abrir el ropero, donde había visto una frazada antes, cuando Jisoo abrió para buscarle ropa a Lisa, la tomó sin pensar y esta la miro sin importarle demasiado.

Cubrió el cuerpo de la azabache, hasta sus hombros, y la chica se acurrucó un poco más con la abrigada tela, Jennie tomó la manga de su camisa para borrar sus lágrimas y se apartó en silencio, tomando su bolso sin despertarla y regresando al cuarto de Lisa.

La omega le había pedido dormir con ella, y por más que le parecía raro, ya que nunca había tenido un contacto tan cercano con un paciente, no iba a negarse a los pedidos de la rubia, a demás de que no le hacia ningún mal, al contrario, Lisa estaba sufriendo menos que otros omegas a los que había acompañado, aunque fuera sólo el primer día y dentro de todo el más tranquilo.

Y Jennie no diría nada, pero su loba se sentía tan a gusto al lado de la omega, y escucharla decir cosas como "Su otra mitad" la confundía demasiado.

Ella era una beta, no podría considerar a la omega como su "otra mitad".

Primero porque sería absurdo, aquella omega tenía un alfa, tenía.

Y segundo, estaba más que segura que Lisa se negaría totalmente a esas palabras absurdas de una loba beta y solitaria.

Así que mantenía esas palabras ahogadas en su interior.

—¿Jennie? —Lisa no la trataba con formalismo, en parte porque no le importaba ni un poco, cosa que era normal en omegas en su situación—. ¿Ya estás?

—Casi, Lisa —respondió después de escupir la pasta dental en el lavabo del baño, quitando los restos de sus labios y llendo al cuarto de nuevo, vestida un poco más cómoda con una remera liviana y sus pantalones de pijama.

Vio con confusión a la omega estirar sus brazos hacia ella, y se acomodó con lentitud en la cama, sin romper el nido, mientras Lisa la
abrazaba y aspiraba su olor con tranquilidad.

Jennie rodeó su cintura con sus brazos, cumpliendo los deseos de su loba y agradeciendo que Lisa no mostró objeción.

—Descansa bien —le deseó la castaña, cosa que la otra escuchó y se sintió rara por el sutil y suave tono que había usado la beta, y sonrió un poco.

—Igualmente.

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