Capítulo 07

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Sus dedos tocan la piel de su compañera, al que no ha visto desde hacia muchas vidas atrás, la omega sigue teniendo su color dorado, no ha perdido su brillo en todos esos siglos, su cabello como el oro y su piel de un hermoso nivea, su sonrisa de perlas y sus amables ojos la miran con alegría.

Su alma gemela sigue pareciendo su sombra, su cabello oscuro y su piel pálida contrastan con la luz de su eterno amado.

Y sonríe para ella, y sus dedos acarician su rostro, sus miradas se encuentran.

La beta mira la marca, visible por el amplio cuello de la remera, sigue como si estuviera fresca.

La omega le sonríe de cerca y le contagia el burbujeante sentimiento que acaricia su interior.

—Tanto tiempo —murmuró la joven dorada, y junta sus labios de nuevo, finalmente.

Se pierden en el beso, se gozan después de tantas vidas y tanta distancia. La beta acaricia su cabello y la omega sus mejillas, luego, la beta la toma de la nuca, hasta que su mano pálida baja al delgado cuello de la otra, roza la marca con sus dedos sin querer, haciendo la piel arde y quemar...

Lisa se levanta de golpe con un grito de dolor, lleva su mano automáticamente a su marca, y llora con desconsolación por el ardor que emana de aquel lazo roto.

Solloza con dolor, Jennie se despierta con confusión y tarda unos segundos en reaccionar, algo asustada del parecido de Lisa con la chica de sus sueños.

—Lisa, Lisa, suelta... —la enfermera toma su brazo y lo separa a la fuerza de la marca, lágrimas cubren su rostro y suelta gemidos dolorosos entre sus lamentos—. Espera, espera, no te toques, mantente ahí.

Sale de la cama con rapidez, llendo hacia su bolso, revolviendo hasta sentir el pequeño pote con el ungüento que siempre tiene guardado para los casos como los de Lisa, se acerca de nuevo a ella, quitando la tapa.

—A ver, a ver, pequeña —dice, colocándose a su lado, tomando una generosa cantidad con sus dedos—. Mantente tranquila, Lisa, sólo falta que cambies de forma, ya... Respira —le ruega, acerca con sus dedos y lentitud a la marca, que está de un color rojo oscuro. Se ve irritada alrededor.

Lisa sisea cuando el ungüento toca su piel, pero se calma con respiraciones pesadas mientras aquel remedio calma su dolor.

—J-Jen...

—Shhh, tranquila, estoy aquí... —dejó ungüento de más, ya que no quería tocar demasiado, cerró el frasco y la miró con atención—. ¿Estás más calmada?

Lisa asintió.

—¿Q-Qué es eso? —preguntó, curiosa de la magia que había utilizado para aplacar su ardor en segundos.

—Una receta secreta con muchas plantas naturales —respondió la pelioscuro—. Una amiga las fabrica, aunque ya no está aquí, se me está agotado.... Vamos, lávate las manos, haré lo mismo.

Salió del nido por segunda vez, se volteó para esperar a Lisa, quien fue con paso lento hasta el baño.

Lavó sus manos y miró la excesiva cantidad de crema que Jennie había colocado, principalmente para no tocar demasiado la marca, y le dolió la imagen.

Jennie limpió los restos de ungüento de sus manos, Lisa lo esperó en la puerta del baño, mirándola con una extraña sensación, como de una imagen ya vivida, un viejo sueño repetido.

—¿Lisa? ¿Jennie Kim? —la adormilada voz de Jisoo se hace presente, ambas voltean a ella—. ¿Pasa algo?

—Lisa comenzó a tener irritación en la marca 1-comentó Jennie con normalidad—. Es muy común, pero nada que un ungüento no pueda calmar.

—Veo —murmuró la azabache, mirando la crema en su cuello y hombro, alzó su mano y acarició el rubio cabello de su amiga, Lisa le dedicó una sonrisa amable—. ¿Estás bien?

Ella asintió, mirándola con gratitud.

—Sí, Soo... No te preocupes por mí, descansa tú, no te hará mal.

—Sí —respondió, Lisa notó su estado de ánimo y la abrazó sin dudar, su amiga correspondió—. Te quiero mucho, Lisa.

—Yo también te quiero, Jichu —concordó la rubia y escuchó a la alfa sorber sus mocos—. Deja de llorar, que te vas a enfermar de llorar tanto.

—Si, sí... —Jisoo asintió, se separó de ella y se secó sus lágrimas—. Yo... Volveré al sofa —murmuró, las dos asintieron—. Jennie Kim, podría... Hablar contigo un segundo.

—Claro que sí —la beta asintió, Lisa hizo una seña que iría a la cama y la enfermera sólo fue con Jisoo hasta la sala—. ¿Qué pasa?

Jisoo se notaba nerviosa.

—Pues... Mira, mi abuela, tu la conociste... Ella conocia muchas leyendas antiguas, y una de ellas es la del omega y beta que eran predestinados.

Jennie frunció el ceño, con una mueca.

—¿A dónde quieres llegar con esto, Jisoo?

—Sólo, por favor, escúchame... Tú y Lisa, tienen una conexión, ¿no lo sientes?

La castaña negó.

—Yo la veo, lo noto y mucho de lo que han echo... Es como en esa leyenda, de Bich y Neul.

—Eso es un cuento de niños —negó—. Hasta tiene una película animada, Jisoo, no quiero sonar bruta pero no me voy a dejar molestar.

—No, no, no hablo de esos cuentos estúpidos, está leyenda es real, en serio, mira —la chica buscó el cuaderno y arrancó la página de un tirón, extendidola hacia ella—. Es la leyenda, como lo decía Abu.

Jennie miró la hoja y suspiró, negó, y apartó su mano de ella.

—Jisoo, yo vine aquí hace unas horas, es tarde en la madrugada y estoy aquí para cuidar a Lisa en sus últimos días... No me vengas con un viejo cuento de niños diciendo que es una leyenda antigua, porque no voy a creerlo.

Jisoo se veía decepcionada.

—Soy una mujer de ciencia, Jisoo —se encogió de hombros—. No creo en predestinados, no hay pruebas de ellos, y mucho menos voy a creer en una beta y una omega de oro como pareja destinada, ni en leyendas... ¿Está bien?

Jisoo apretó sus dientes, bajó la vista, asintió sin siquiera mirarla.

—Volveré a hacer para lo que me contrataste, ¿bien? Descansa, nos vemos mañana —dijo, y se alejó de ella con frialdad, regresando al cuarto.

Al entrar al cuarto en silencio, se encontró con Lisa en brazier, esperando sentada en la cama.

—¿Tu pijama tocaba mucho la marca?

La omega asintió.

—No se salió tanta crema, pero sí algo.

—Te puse de más a propósito, tranquila —colocó una mano en su hombro, sonrió levemente—. ¿Todo está bien? ¿Quieres dormir?

Lisa asintió, se acomodó de espaldas, ya que del otro lado la cama tocaría el ungüento y sólo lo quitaría.

—Jennie, abrázame —pidió, y la beta no mostró objeción, rodeando su cintura con sus brazos, sus piernas detrás de las de la rubia, su pecho pegado a su espalda, lo que en una ocasión normal sería "haciendo cucharita".

Acomodó su rostro cerca de la nuca de Lisa, su olor a fresas y a flores la calmaron, y a la pocos minutos, aún algo despierta, aunque Lisa estaba completamente dormida, pudo sentir el olor de la miel.

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