Capítulo VIII

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Tragué saliva cuando la criatura me rodeó, mirándome fijamente como si tratara de recordarme. Terminó de rodearme y se sentó a un metro frente a mí. La criatura chilló en voz baja, casi en un susurro.

— ¿Jodie?

Las lágrimas amenazaban con derramarse de mis ojos. Esta horrible criatura es mi mejor amiga.

— ¿Hannah? ¿E-Eres tú? — tartamudeé. Asintió e hizo un sonido como si se aclarara la garganta.

Soltó otros cuatro chillidos cortos y silenciosos.

— Sí, soy yo, Hannah.

— ¡Oh Dios mío! ¿Qué te pasó? — exclamé cuando Hannah me abrazó surrealmente. Permití que las lágrimas cayeran y se deslizaron por mis mejillas.

Hannah se apartó y chilló algunas veces. Aunque no podía contar los chillidos, todavía podía entenderla.

Ella me explicó cómo se convirtió en lo que es hoy; un Wendigo.

— Han, siento mucho no haber podido salvarte a ti y a Beth--

— Jodie, no es culpa tuya — dijo Hannah en chillidos, limpiando mis lágrimas con sus huesudos dedos — Estoy tan feliz de verte de nuevo.

Logré sacar una débil sonrisa.

— Te he echado mucho de menos.

Hannah sonrió.

— Yo también te eché mucho de menos, chica.

Miré mi tobillo y luego volví a mirar a Hannah. Una mirada confusa cruzó su cara mientras inclinaba la cabeza.

— Creo que me torcí el tobillo — le expliqué, sollozando un poco — No puedo caminar.

Hannah asintió y extendió las manos. Puse mis manos en sus palmas mientras ella me guiaba a una posición de pie. De repente, Hannah me subió a su espalda.

Mi amiga chilló.

— ¡Sujétate fuerte!

Me reí y envolví mis brazos alrededor del torso de Hannah. Salió de la cueva conmigo en su espalda.

Sam's POV

Mientras conducía a Emily, Ashley, Chris a través de los túneles subterráneos hasta el Manicomio, les grité para que se dieran prisa.

— ¡Venga, chicos! Rápido. Hay que encontrar a Mike. ¡Vamos!

Dependía de la luz de mi linterna atada a mi cabeza para ver. Comencé a caminar hacia adelante, sin darme cuenta de los otros detrás de mí. Entonces escuché a Chris y me di la vuelta. Estaba apoyado en una pared.

— Eh... ahh... Yo estoy un poco cojo, chicas... Tal vez deberíais seguir sin mí.

Ashley se le acercó.

— No, Chris. No vamos a dejarte. Iremos todos juntos. Mike tendrá que esperar.

Chris solo asintió y seguimos caminando. Juntos, los cuatro doblamos una esquina y nuestras linternas nos mostraron el camino.

Finalmente nos detuvimos en una puerta gigante de hierro y intenté abrirla. Gruñí por el esfuerzo que estaba empleando pero la puerta no se movió.

— ¡Oh! Mierda... Mike debe de haberla cerrado. ¡Mierda! — me volví hacia el grupo — Tiene que haber otro camino.

— Espera. ¡Eh! ¿Y esto qué? — dijo Ashley.

Corrí para ver de qué estaba hablando. Y era que encontró una alcantarilla.

— Ah...

— ¿Pues lo... lo intentamos? — preguntó ella.

— Tampoco es que tengamos muchas más opciones, ¿no? — me detuve.

Ashley agarró una tubería de metal y la metió en la alcantarilla, consiguiendo que se levantara la tapa. Con el trabajo en equipo, movimos la tapa de la alcantarilla hacia un lado.

— Vale, creo que este sitio es el último en el que querría estar — dijo Ash.

— Entonces, ¿quién va primero? — pregunté.

— Ja — soltó Emily sarcásticamente.

— Después de ti — agregó Ashley. Chris se quedó en silencio. Me agaché y me agarré a una escalera, luego empecé a bajar por ella.

— No está tan mal — dije, volviendo a mirar a mis amigos — ¿Será el túnel que va hasta el sanatorio?

— Pues claro. ¿Adónde va a ir si no? — preguntó Ashley con descaro.

Después de que bajé yo, bajó Emily seguida por el Chris cojo.

— Chris... sé que estás herido, pero inténtalo, ¿vale? — dijo Ash, presionándolo.

— Eso hago, Ash... — dijo Chris, bajando. Lo ayudé a mantenerse estable mientras Ashley empezaba a bajar detrás de él.

— Eh... Deberíamos cerrar esto, ¿no? — preguntó Ash.

Miré hacia arriba a través del agujero circular.

— ¿Eh?

— ¿Y si nos está siguiendo alguien?

— Pues vale. Cierra. Hay que seguir avanzando. ¿Te da tiempo? Deprisa, por favor — le pregunté mientras caminaba hacia los demás, dejando a Ash sola.

— Sí — respondió ella detrás de mí.

Cuando Ashley regresó después de un tiempo, la abracé y luego continuamos moviéndonos.

Nos aventuramos a salir del túnel y nos encontramos con una pared de roca gigante.

— Vaya, genial.

— Oh, mierda... — exclamó Emily — ¡Mierda! ¡Callejón sin salida!

— ¡La escalera está rota! ¡Nunca llegaremos arriba!

Entonces recordé mis habilidades para escalar rocas.

— No, no, no, no, déjame a mí... Puedo hacerlo. Es como... un rocódromo.

Emily, Ashley y Chris me siguieron hasta la pared. Me aferré a ella y comencé a escalar.

— Tengo que seguir adelante...

— ¡¿Hablas en serio?! — exclamó Emily. Puta Emily, siempre igual. 

— Ugh... Nos vemos en el refugio.

— Eh... ¿no deberíamos permanecer juntos? — preguntó Em — ¡Sam! 

— ¡Lo siento! ¡Lo siento, tengo que ir con Mike... contigo o sin ti! — me sentí un poco mal por decir eso, pero era la verdad.

Ashley suspiró.

— ¡Solo vuelve! ¡¿de acuerdo?! ¡Buena suerte!

Asentí para mí y continué escalando.

Una vez que llegué a la cima de la gran roca, estaba jadeando. Me volví hacia ella.

— Ah... Te he ganado — me regodeé — Te acabo de ganar.

Avancé unos metros y caí de una pequeña repisa. Me aventuré en una gran cueva con un techo alto. Las rocas afiladas sobresalían del suelo, haciéndome muy cautelosa con mi entorno.

Escuché un extraño y chirriante sonido.

— ¿Hola?

Noté una capa de niebla a mi alrededor mientras caminaba más profundo en la cueva. Entré en una abertura del tamaño de un pasillo y vi una improvisada pared de madera. Una pelota anaranjada y ardiente me disparó junto con un leve chillido.

Me encogí de hombros y me acerqué a una puerta. Intenté abrirlo pero sin éxito. Por suerte, encontré un palo de hierro.

— Vamos, vamos. Puedes hacerlo — logré abrir la puerta con el palo. ¡Si! Pensé para mí y caminé por la puerta abierta. Antes de que pudiera pasar por otra puerta, se abrió de golpe y Mike entró corriendo.

— ¡¡Maldita sea!! ¡¡Largo de aquí!! — gritó, cerrando la puerta detrás de él. Un Wendigo ardiente entró por la puerta y abordó a Mike.

— ¡Mike! — grité — ¡Dios mío!

Levanté el palo de hierro sin dudar.

— ¡Eh! ¡Eh, culo gordo, aquí! — grité, distrayendo al Wendigo. Levantó su cuerpo a mi altura y golpeé a la cosa con mi palo, derribándola. Luego lo golpeé al revés con mi herramienta. La cabeza del Wendigo voló limpiamente. Vi en estado de shock cómo su cuerpo sin vida se cayó, fuera de Mike. Él rápidamente se levantó y cerró la puerta.

— Whoa. ¿Estás bien?

— Oh, define "bien" — me acerqué a él.

— Estás viva, al menos — Mike se inclinó y puso las manos sobre sus rodillas para recuperar el aliento.

— Sí. ¡Estoy viva! — exclamé.

— ¿Y qué estás haciendo aquí? — preguntó Mike.

— Iba a avisarte por lo de los Wendigos — expliqué.

— Ya no hace falta — dijo él.

— Sí...

— Busquemos la madriguera de esa cosa.

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El batir de las alas de una pequeña mariposa hoy puede originar un devastador huracán dentro de unas semanas

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