📝02📝

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El edificio era grande. Inmenso, incluso.

Esa fue la primera impresión de Jimin cuando bajó del taxi, justo frente a la entrada principal de Min Group.

La imponente arquitectura del lugar le provocó un nudo en la garganta, como si estuviera frente a un aterrador castillo medieval que imponía respeto. Sus piernas parecían negarse a avanzar hacia la entrada, era como si sus pies estuvieran cargados con bloques de hierro en lugar de zapatos.

Jimin sacudió la cabeza para desechar sus pensamientos pesimistas. Probablemente, solo tendría que enfrentarse a una negociación monetaria con los abogados de Min Yoongi, nada relacionado con asuntos legales que lo dejaran tras las rejas.

O al menos, eso quería creer.

Y cuando al fin logró dar unos cuantos pasos, su celular vibró, siendo un mensaje de Hoseok.

Hoseok ☀️
No podré acompañarte. Surgió una emergencia.
Suerte.
<3.

«Cobarde» pensó Jimin mientras rodaba los ojos, claramente no sorprendido por la repentina excusa de su editor. Aunque no podía culparlo, en su lugar también hubiera inventado cualquier cosa con tal de no enfrentar la ira de uno de los empresarios más importantes del país.

Jimin contuvo un suspiro mientras empujaba con cautela la puerta giratoria.

Al ingresar, sus ojos se abrieron en demasía al notar la decoración del lugar: una elegancia minimalista lo envolvía todo, con líneas nítidas y tonos neutros que sugerían modernidad y refinamiento. Los amplios ventanales dejaban entrar la luz natural, inundando el espacio con una atmósfera serena y luminosa. Cada detalle parecía meticulosamente elegido para forjar un entorno profesional.

Tragó saliva con dificultad, de pronto sintiéndose diminuto bajo las miradas penetrantes de los trabajadores, claramente intrigados por su presencia inusual.

Los empleados de Min Group vestían trajes de alta costura, irradiando un aura imponente y una seriedad que intimidaba. Jimin se sintió repentinamente desaliñado con sus viejos Converse, jeans y suéter oversize.

Bajo aquellas miradas curiosas que parecían encontrarlo entretenido, Jimin avanzó rápidamente y con torpeza hacia la recepción; pero su nerviosismo le hizo tropezar, provocando que parte de su pecho impactara contra el filo del escritorio. El recepcionista pareció sorprenderse ante el repentino estruendo, pero al ver la sonrisa forzada de Jimin, simplemente levantó una ceja en respuesta.

—¿En qué puedo ayudarle, señor? —exclamó el chico con monotonía, parecía estar acostumbrado a ese diálogo.

Jimin rió con nerviosismo, fingiendo acomodarse su atuendo.

—T-tengo una cita con el CEO, Min Yoongi.

Un jadeo pareció escucharse a la lejanía. Los trabajadores que aún curioseaban parecían sorprendidos de que alguien como él tuviera algo que ver con su imponente jefe. Jimin no pudo evitar sonreír levemente ante eso.

El recepcionista enarcó una ceja, analizándolo de arriba hacia abajo.

—¿Está... usted está seguro de eso, señor? —cuando Jimin asintió, el chico frunció el ceño, pero no objetó—. De acuerdo, dígame su nombre para proporcionarle un gafete.

—Park Jimin —exclamó, mordiendo su labio inferior con nerviosismo.

Mientras el recepcionista tecleaba en su ordenador, los cuchicheos a sus espaldas se intensificaban. Jimin logró distinguir algunos de ellos, junto con las miradas de sorpresa y confusión dirigidas hacia él.

Por el amor de Dios, ¿cuál era la sorpresa para todos estos tipos? Solo estaba aquí para ver a una persona, no al maldito rey de Inglaterra.

—Aquí tiene —exclamó finalmente el recepcionista, entregándole la identificación mencionada—. A la derecha encontrará los elevadores, la oficina del señor Min se encuentra en el piso treinta. Solo debe mostrar ese gafete para que su secretaria le de la indicación.

—Entendido, gracias.

Con una velocidad sorprendente, Jimin se dirigió hacia los elevadores, agradeciendo al cielo por viajar solo y por no detenerse en ningún piso.

Sin embargo, su alivio se desvaneció al llegar al temido piso treinta. La decoración parecía ser igual que en la recepción, pero el interminable pasillo que se extendía por metros resultaba intimidante.

Jimin suspiró, instándose a sí mismo a no ser un cobarde; ya había llegado lo suficientemente lejos como para retractarse.

El corazón de Jimin latía desbocado dentro de su pecho al vislumbrar a la secretaria de Min. La chica de cabellos dorados parecía absorta en lo que sea que estaba escribiendo, luciendo lo suficientemente concentrada como para notar su presencia.

—Buenas tardes... —exclamó en un hilo de voz, maldiciendo al notar lo agudo que sonaba.

Para su fortuna, la secretaria de nombre Yongbum o algo similar, dejó de escribir y lo miró con cierto desdén por encima de sus gafas. No le devolvió el saludo, por supuesto.

—Intuyo que usted es Park Jimin, ¿verdad? —su voz sonaba tan gélida como el hielo.

Jimin asintió con una ligera sonrisa incómoda mientras mostraba su gafete.

La secretaria descolgó un teléfono: —Señor, aquí se encuentra Park Jimin —hubo un corto silencio—. Bien. De acuerdo, señor.

Jimin apretó los puños mientras la chica colocaba el teléfono en su lugar. La secretaria se puso de pie, indicándole que la siguiera hacia la entrada de la oficina de Min.

—El señor Min le espera, puede pasar —exclamó, luciendo su rostro estoico.

Jimin contempló brevemente la idea de retirarse, pero al cruzar miradas con la secretaria, una sonrisa tímida se dibujó en su rostro antes de que decidiera abrir la puerta. Los nervios le recorrían el cuerpo mientras giraba el pomo con manos temblorosas.

La suave luz que se filtraba por los ventanales delineó fugazmente el rostro de Jimin.

Sus ojos se abrieron en demasía y su corazón se detuvo por un segundo al vislumbrar no una, sino dos figuras en la oficina. Detrás de un imponente escritorio de roble negruzco se erguía Min Yoongi, con una presencia que imponía respeto. En contraste, sobre el escritorio, se encontraba sentado Min Agust, con una postura más relajada, ligeramente encorvado en contraposición a la rigidez de su hermano.

No estaba seguro, pero a Jimin le pareció que ambos hermanos miraron en su dirección al mismo tiempo.

Min Yoongi frunció el entrecejo.

Min Agust sonrió al verlo.

Jimin quedó asombrado ante la belleza -casi- irreal de los hermanos Min. Observó cómo compartían ciertos rasgos, pero al mismo tiempo destacaban en diferencias sutiles.

Los ojos de Yoongi eran felinos y penetrantes, contrastaban con la calidez de su cabello negro y los destellos azules en su mirada. En cambio, Agust tenía unos ojos con rasgos más suaves, pero igualmente cautivadores, con un brillo profundo en tonos marrones que contrastaba con su cabello rubio.

Era como si fueran dos caras de la misma moneda, complementándose en su singularidad.

«Dios... en persona son más atractivos», pensó Jimin, consciente de que no era el momento apropiado para tales pensamientos.

Sin embargo, ¿qué podía hacer? Si iban a cortarle la cabeza, al menos se aseguraría de disfrutar las vistas.

—Así que... tú eres el famoso escritor —fue Agust quien terminó con el silencio, cruzándose de brazos, sin desvanecer en ningún momento aquella sonrisa burlona.

—Por favor, toma asiento, Jimin —exclamó Yoongi fríamente.

—A-antes que nada, quisiera disculparme con ustedes —se apresuró Jimin, tomando asiento frente a los Min, tropezando con sus propios pies en el proceso—. Nunca fue mi intención tratar de ensuciar la reputación de ninguno, yo solo... b-bueno... es una divertida historia si me lo preguntan.

Min Yoongi enarcó una ceja.

—Me encantaría escuchar la historia que casi me deja en ridículo con mis accionistas, quienes por un segundo consideraron retirarse de ciertos negocios importantes para mi empresa —exclamó Yoongi con ironía, alzando ambas cejas—. Espero valga lo suficiente como para excusar que estuve a punto de perder credibilidad ante la industria.

—Y no olvidemos que ciertas marcas importantes que podrían haber mejorado mi reputación como fotógrafo me cancelaron al creer que realmente tengo una relación incestuosa —agregó Agust, ampliando su sonrisa.

Las mejillas de Jimin se ruborizaron, fue imposible para él no sentirse culpable.

—Yo... bueno, sí, la historia podría no ser lo suficientemente buena como para compensar las molestias que les hizo pasar —mordió su labio inferior, resistiendo la idea de simplemente lanzarse por la ventana en lugar de soportar tanta tensión—. Comprendo que nada podría excusarme, ni a mí ni a la editorial. Fue un error absurdo que realmente no podría explicar sin sonar como un tonto.

—Quiero escucharlo —insistió Yoongi, recargándose en la silla.

Jimin suspiró, preparándose para el mayor ridículo de su vida.

—Bueno... ¿conocen el fanfiction? —una sonrisa incómoda se formó en sus labios.

Yoongi frunció aún más el ceño, claramente confundido.

—¿El qué cosa?

Agust mordió su labio inferior, probablemente resistiendo las ganas de estallar en carcajadas.

—Por Dios Yoongi, no eres tan viejo —dijo Agust, rodando los ojos—. Estamos hablando de historias sobre personajes ficticios o celebridades, escritas por fans para fans —agregó, observando a Jimin—. A eso te refieres, ¿no?

Jimin asintió, conservando su sonrisa tímida.

—El libro que se publicó fue en realidad el fanfic que yo... eh... escribí sobre ustedes —dijo, sintiendo cómo su rostro ardía de vergüenza—. Por supuesto, nunca esperé que lo llegaran a leer. Normalmente, mi equipo y yo lo editábamos sobre la marcha, cambiando los detalles que pudieran sugerir cualquier indicio de que se trataba de ustedes...

—¿"Normalmente"? —Agust enarcó una ceja—. Entonces admites que no es el único fanfic que has hecho sobre nosotros.

«Mierda.»

—¿Es eso así? —Yoongi ladeó la cabeza—. Mh, estoy seguro de que mis abogados amarán escuchar esa declaración.

—Y los míos —secundó Agust, a Yoongi le dijo:—. ¿Por cuánto crees que podamos demandarlos? Tal vez diez millones de wons para cada uno sean suficientes.

Jimin tragó pesadamente.

¡De verdad iban a demandarlos! Estúpido Hoseok y sus charlas motivadoras que daban falsas esperanzas.

—Solo una llamada bastará para que inicie el proceso —exclamó Yoongi mientras recargaba la mejilla sobre el dorso de su mano, luciendo aburrido—. Creo que sabes el poder que tenemos, ganar la demanda no será problema para nosotros.

Si los Min estaban tratando de intimidarlo, lo estaban jodidamente logrando. Con creces.

Jimin tragó saliva nervioso, sintiendo cómo una capa de sudor frío comenzaba a formarse en su frente. Alternó su atención entre ambos Min, y quedó sorprendido al darse cuenta de que ninguno parecía estar jugando. Ni siquiera Min Agust, cuya expresión había cambiado a una más intimidante a comparación de hace unos minutos.

Si así iban a ser las cosas, entonces...

—Comprendo —respondió Jimin con voz temblorosa, resignándose a aceptar cualquier tipo de responsabilidad—. Estoy dispuesto a asumir las consecuencias de mis acciones. Solo les ruego que no tomen represalias contra la editorial. Estoy dispuesto a enfrentar la demanda solo.

—Lo correcto sería que todos los involucrados paguen, no solo una persona —exclamó Yoongi, enarcando una ceja con expresión severa—. ¿Es acaso un intento por hacerte el héroe? Si la respuesta es sí, mi consejo es que descartes ese papel de inmediato.

El menor fingió pensarlo, pero inmediatamente sacudió la cabeza en negación.

—Yo fui el responsable en primer lugar —afirmó, apretando los puños contra su pantalón—. Es injusto que empleados inocentes paguen por un error mío. No se trata de hacerme el héroe, señor Min, sino de aceptar cuando hemos metido la pata y enfrentar las consecuencias por ello.

Los ojos de los hermanos brillaron ante la determinación en su voz, como si ambos estuvieran inconscientemente complacidos con esa respuesta. Aunque para nuestro joven escritor este detalle pasó desapercibido.

—Si lo pones así... —comenzó Agust, bajando del escritorio—. Entonces podríamos no tener que llegar a los extremos.

Jimin enarcó una ceja al notar la extraña mirada que el rubio le dirigió a su hermano.

—¿Qué... quiere decir?

—Podemos llegar a un acuerdo que nada tenga que ver con una demanda —agregó Yoongi, entrelazando los dedos de sus manos sobre su regazo—. Podría ser una opción más viable para ti y menos estresante para nosotros.

—¿Qué tipo de acuerdo? —los ojos de Jimin siguieron los pasos de Agust quien, sin previo aviso, se colocó detrás de él.

El castaño casi se sobresaltó al sentir cómo Agust se inclinaba hacia él, mostrando nuevamente su sonrisa burlona.

—¿Estás dispuesto a complacernos?


***


Hoseok se atragantó con su café, derramándolo sobre el escritorio (afortunadamente) despejado.

—Santa mierda, ¿y qué respondiste?

Jimin alzó los hombros.

—Les dije que sí, aunque al principio sentí una vibra extraña, como...

—¿Un mal presentimiento? —agregó Hoseok, limpiando con sumo cuidado la superficie manchada de café.

—Exacto —Jimin suspiró—. Por mi cabeza cruzaron miles de escenarios, cada uno peor que el anterior. Es impresionante lo que puedes imaginar en un minuto.

Hoseok asintió, asimilando cada lote de información.

—Pero si ya no habrá demanda... —Hoseok enarcó una ceja—. ¿Entonces qué te pidieron a cambio?

Jimin sonrió tímidamente.

—Adivina quien va a trabajar con los hermanos Min.

La mandíbula de Hoseok tronó con la misma intensidad con la que sus labios se abrieron, mientras Jimin observaba con cierta diversión la sorprendida expresión en el rostro de su editor.

—¡No-me-jodas! —exclamó Hoseok, pasando su mano entre las hebras de su cabello pelirrojo, completamente incrédulo—. ¡¿P-pero cómo?! Es decir... ¿siquiera vas a tener tiempo? ¡Tú ya tienes un empleo! Además, ¿en qué les podría ayudar un simple escritor?

—Al parecer, el señor Min Yoongi necesita personal capacitado para redactar los informes de un departamento específico o algo por el estilo —Jimin se encogió de hombros—. También necesita ayuda para redactar ciertos reportajes sobre las reuniones o eventos a los que él asiste... supuso que, no sé, tal vez yo era el mejor candidato para ello...

Hoseok parpadeó lentamente, tratando de asimilar la información.

—Hay ciertos huecos argumentales en eso —bromeó, alzando ambas cejas—. Aunque si eso evitará que vayas a la cárcel por no poder pagarles, entonces supongo que está bien.

—Tampoco le encuentro mucho sentido —Jimin hizo una mueca—. Pero definitivamente es mucho mejor que cargar con una deuda millonaria.

—Bueno, pero eso es de lado de Min Yoongi, ¿qué pasa con Min Agust? —cuestionó el pelirrojo, balanceándose en su silla—. Por lo que sé, el chico es fotógrafo, ¿en qué podrías ayudarle?

Jimin se carcajeó con desgane, recordando la incómoda charla entre él y el menor de los Min:

"—Realmente me gustaría ayudarte, pero no encuentro una forma de cómo...

Agust tarareó, golpeando rítmicamente la superficie del escritorio con sus dedos.

—Podrías modelar para mí —sonrió—. Ya que, bueno, gracias a ti perdí una clientela importante.

Jimin se hundió en la silla, sintiéndose intimidado ante la idea de ser fotografiado.

Odiaba sentirse expuesto, prefiriendo una vida tranquila lejos de los reflectores, incluyendo las cámaras de celulares o, peor aún, las lentes de fotógrafos profesionales.

—¿Qué... qué tipo de fotos serían?

—Eróticas. Básicamente, estarías desnudo para mí.

Jimin se sonrojó al máximo, sintiendo cómo su corazón latía desbocado.

—¡¿Qué?! E-eso es... y-yo n-no podría...

Y mientras que Jimin estaba a punto de tener un ataque de nervios, Agust se carcajeó, limpiando una lágrima que rodaba por su mejilla.

—¡Solo estoy bromeando, tranquilo! —exclamó entre risas—. Dios, deberías haber visto tu cara.

—¡No es divertido! —exclamó el menor, frustrado—. ¡En verdad pensé que hablabas en serio!

—Lo siento, pero estabas demasiado tenso, pensé que podría animarte un poco —Agust alzó las cejas, claramente divertido por la situación—. Pero si quisieras una sesión de ese estilo, claramente no me opondría —agregó, guiñándole un ojo a modo de coqueteo.

Jimin gruñó, preguntándose cómo un ser tan hermoso podía ser tan estresante al punto de desear golpearlo en la cara..."

—Digamos que seré... algo así como su asistente —exclamó, tomando un gran sorbo de su taza de café mientras Hoseok lo miraba incrédulo—. Probablemente comenzaré a trabajar con ellos la próxima semana, lo que me dará tiempo para organizarme y así-

De pronto, un celular comenzó a vibrar en el bolsillo del pantalón de Jimin.

—O tal vez comenzarás desde mañana —se burló Hoseok al notar la expresión perpleja del menor—. ¡Enhorabuena, mi querido asalariado!

Jimin suspiró, dejando atrás su cara larga para dar paso a una sonrisa deslumbrante.

Debía encontrarle el lado positivo.

Tal vez trabajar con los Min no sería tan malo.

Tal vez.

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