32. Déjanos en paz

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Luego de dejar a Katty en el colegio, me reúno con Crista en su oficina.

—Bueno, aquí estamos ¿Qué quieres decirme? —sonríe sentada sobre la mesa y cruzando sus piernas de manera sensual. Obviamente, sin ningún efecto en mí.

—Deja de meterle cosas raras en la cabeza a mi hija o me vas a conocer.

Mueve sus piernas de forma provocativa y sonríe.

—Pero Daniel, yo ya te conozco, de pies a cabeza —se muerde el labio inferior.

—Deja de mirarme de manera pervertida, si tienes problemas con tu libido ve a un médico y que te revise —la agredo pero ella ni se inmuta.

—Mm ¿Quieres jugar al doctor?

—No soy tu objeto sexual, Crista —digo determinado.

—¿Seguro? Que yo sepa, ya nos hemos acostado por dinero —se ríe.

¿Está mujer no tiene punto débil? ¿Dónde está su humanidad?

—Ese es un asunto aparte, no tiene nada que ver con lo que vine a hablar.

—Sí, sí, vienes a hablar de tu hijita —se burla.

—No le inventes cosas a Katty, que no son ciertas ¿Por qué la pones en mi contra? Tú ni siquiera te esmeras en comportarte como una madre.

—Porque no me interesa.

—Pues si no te interesa, déjanos en paz —exijo.

Ella comienza a reír.

—No te vas a liberar de mí, mi lindo Daniel —baja de la mesa y camina hasta mí —todo lo que quiero lo consigo. Y lo que quiero es a ti —agarra mi chaqueta y se acerca a mi rostro.

Yo la aparto.

—Y yo no quiero nada contigo.

—No hace falta que quieras, mientras te pueda obligar —sonríe.

—No puedes obligarme para siempre, Crista.

—Siempre habrá un momento en el que te quedes sin trabajo o sin dinero o peor, sin casa y vendrás hasta mí a entregarme lo que quiero —se burla y me mantengo callado —guardas silencio, porque sabes que es verdad.

—No me importa lo que me hagas, mientras no hagas llorar a Katty —suspiro.

—Lo sé, créeme que lo sé.

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