33. Una billetera

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Salgo más furioso de lo que entre a esta oficina, pero el sentimiento de enojo desaparece al visualizar a Helen y sonrío.

—Hola.

Ella también sonríe.

—Hola.

—Helen, a mi oficina —oigo la voz de Crista detrás y las sonrisas se borran.

—Ya voy —camina hasta ella y no me mira.

La malvada rubia me saluda y yo ruedo los ojos, para luego irme, pero antes de salir el guardia de seguridad me detiene.

—Control —dice.

—¿Es una broma? —exclamo desconcertado.

—Control —repite y lo dejo que revisé —¿Qué es esto? —saca de mi bolsillo una billetera que jamás había visto antes.

—No es mía —miro confundido.

—Va a tener que acompañarme.

¡Maldita seas, Crista! 

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