Es de noche, dejo a Katty con mi hermana y me reúno con Crista en el restaurant de un hotel. Ya se nota a leguas porque me cita ahí, no hay que ni nombrarlo. Me siento y veo cómo la bella rubia demonio, se acerca hasta la mesa al llegar.

—Estaba deseosa de verte —sonríe y se sienta.

—Es raro que me invites a cenar, pero ya sé dónde termina esta charla perversa.

—Y sin embargo viniste ¿Dónde quedó tu espíritu de lucha? —se burla.

—Y yo que creí que me lo romperías tú —le sigo el juego.

—Ah, hablas de tu noviecita —se ríe.

Frunzo el ceño.

—¿Qué te importa?

—Porque casualmente soy la culpable de tu ruptura.

Me sorprendo.

—¿De qué hablas? —se nota que no se refiere a lo que pasó en la oficina.

—Es que quiero terminar de destruir toda esperanza que te quede —se levanta y se sienta a mi lado —Helen trabaja para mí y no hablo de la empresa, tampoco de ser mi asistente, hablo de trabajos que yo le pido, como por ejemplo, seducirte. Es una experta en eso ¿sabías?

—¿Qué estás diciendo? —la miró desconcertado, esto es ilógico.

—Le pagué para salir contigo y que me diera cualquier información que me sea útil —se ríe mientras yo me frustro —esta última vez le ordené que terminara la relación, aunque le facilite las cosas cuando lo hicimos en la oficina.

—¿Cómo pudiste? ¿Por qué te gusta hacerme sufrir? —digo angustiado.

Toca mi mejilla y se acerca a mis labios.

—Para que tu autoestima baje tanto y no puedas resistirte. Mírate Daniel, sólo y sin un peso, déjame reconfortarte —me besa y yo me quedo quieto sin hacer nada, estoy paralizado.

Puedo pensar esto de Crista, pero jamás se me cruzo por la cabeza que Helen haría algo como eso. Estoy destruido y la rubia ha ganado otra vez.