El silencio se forma en la oficina de Crista, hasta que decido volver a hablar.

—No espero que cambies de opinión sobre mí, pero no puedes comparar a Katty con Katerina.

La rubia ignora mis palabras y camina hasta la puerta, señalándola.

—Vete.

Me levanto de la silla.

—Entiendo tu dolor pero...

—No entiendes nada —sonríe —tu estúpida genética no me interesa.

—Te estás equivocando —digo seriamente —no consigues nada con lo que haces.

—Sí, consigo que todos sufran.

—No veo que el hombre que te abandonó este sufriendo —le aclaro y ella se sonroja —yo pensaba que estabas obsesionada conmigo, pero en realidad es por Carter. Pasa página Crista, olvídalo, vive una vida nueva ¿No ves que te haces daño y él ni siquiera se gira a ver?

Frunce el ceño.

—¿Y? ¿Qué te importa? Déjate de hacer el bueno y lárgate —vuelve a señalar la puerta.

—Me importa porque eres la madre de mi hija y si ella todavía tiene esperanzas en ti, yo también las tengo que tener.

—Es sólo una niña, no entiende lo que hace —se cruza de brazos —cuando crezca se va a dar cuenta, que la esperanza no existe.

—Entonces ¿por qué decidiste tenerla?

—¿Disculpa? —se sorprende.

—Antes de entregármela tuviste a Katty no sé cuánto tiempo, pero ya que dices que nació antes de la fecha. Estuviste con ella, uno o dos meses y eso no me lo puedes negar.