Capítulo 15

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Las tres hermanas de Katakuri y del resto de demonios ni si quiera pidieron explicaciones. No habían negado la acusación, estaban conviviendo con dos humanos y se habían puesto a la defensiva. La traición era clara.

Por suerte, eran cuatro contra tres, así que (TN) corrió rápidamente hacia la habitación mientras Katakuri, Cracker y Raiden se abalanzaban contra ellas.

Se agachó, haciéndose daño al rozar las rodillas con el suelo. Cogió su arma de la cama a gran velocidad u salió de nuevo al exterior.

Lo primero que vio fue a esa tal Mondée, luchando contra Raiden. Estaban en el interior de la casa. La demonio de cabellos azules trataba de dirigirse hacia la habitación en la que Bruleé estaba descansando.

Parecía que Katakuri y Cracker lo tenían controlado luchando fuera, así que la peli(t/c) se lanzó directamente sobre la peliazul, frenando un ataque que estaba apunto de asestar al humano.

—Iba a parar ese golpe —le aclaró el rubio.

—Muy bien por ti, pero aquí lo importante es proteger a Bruleé. ¿Está claro? —recordó la joven con seriedad.

—Tú ten cuidado —le advirtió, frenando un golpe que iba directo al estómago de la chica, aunque ella lo hubiera parado.

A pesar de no tener un cuerpo esbelto y trabajado, Mondée se movía a una gran velocidad. Incluso más que otros demonios a los que se habían enfrentado. Movía su espada con gran habilidad y los dos humanos tan solo tenían tiempo de frenar los ataques, pero no de atacar ellos.

Cada vez estaban más cerca de la habitación a la que no debían llegar. De repente, a (TN) le vino una idea a la cabeza. Pudding había estado creando ese veneno para matar a Big Mom. Le escuchó comentar que tan solo era mortal si se ingería, pero que podía causar quemaduras intensas si se rociaba en la piel de un demonio.

Incluso dijo que no era necesario mezclarlos todos, sino que las hierbas de manera individual podían causar estragos. No tan fuertes como si estuvieran combinados, pero algo era algo.
Con picar y hervir un par de ellas sería más que suficiente.

—Intenta ganar tiempo —susurró la chica, antes de apartarse de la batalla.

—¿Qué? —murmuró el rubio, perdiendo la concentración por unos segundos.

Por suerte logró frenar el golpe. Vale, vale. Ganaría tiempo. Tan solo debía seguir frenándola. Aunque, tampoco podía tardar mucho. Fuera lo que fuera que tuviera pensando.

Cogió un puñado de hojas de dos de los recipientes que la demonio de tres ojos había guardado y comenzó a picarlos, utilizando la herramienta de madera que ella usaba.

Le temblaban las manos y escuchar el ruido del choque de las armas tras su espalda no le ayudaba a tranquilizarse precisamente.

Rebuscó entre los armarios y cogió uno de los cazos, no sin casi tirar todo lo demás durante el proceso. Ladeó la cabeza para comprobar que no se estaban fijando en ella. Mondée estaba demasiado ocupada tratando de alcanzar a Raiden. Estaba claro que no pensaba que le costaría tanto.

Llenó el recipiente de agua y lo colocó al fuego. Rápidamente volcó en su interior las hierbas que había picado. Ahora tan solo debía hervir para que el agua cogiera bien las propiedades de las plantas. Unos diez minutos más o menos.

Se acercó o de nuevo para ayudar a su compañero, que estaba comenzando a cansarse. Por suerte, había logrado frenarla. No habían avanzado más, pero tampoco le había hecho un solo rasguño.

—Haces bien en volver. Te aseguro que este patético ser necesita más ayuda que mis hermanos —comentó la demonio, con gesto provocador. ¿Pensaba que había ido a ayudar a otra parte?

(TN) paró el golpe con la punta de la lanza. Raiden aprovechó para atacar, pero Mondée lo frenó rápidamente. Evitó cada uno de los ataques alternos que ambos jóvenes le propinaban.

La joven iba mirando de reojo el cazo que había dejado al fuego. Ya quedaba menos. Solo había que aguantar un poco más.

Los muebles, algunas paredes y parte del suelo de l casa estaban quedando destrozados debido a aquella batalla que se estaba librando dentro. Una de las lámparas había sido hecha añicos, así que la luz era más escasa.

Fuera tan solo se veía sombras peleando. Los farolillos de la entrada habían sido destruidos y la luz nocturna era escasa.

—Voy a ayudar a Katakuri —mintió la peli(t/c), aunque por su tono de voz, incluso Raiden se lo creyó.

—Así que abandonas de nuevo a tu amigo... —murmuró aquel ser de cabellos azules, mientras comenzaba a atacar todavía con más fuerza.

La chica se acercó corriendo al cazo. Estaba listo, o eso parecía. Se quemó las manos al coger el recipiente, pero no importaba. Apretó los dientes y se dirigió rápidamente hacia Mondée.

Bajo la mirada desconcertante de Raiden, vertió parte del líquido en la cara de la demonio. Un grito desgarrador salió de su garganta se cubrió la cara con una de sus manos.

—¡Venga! —exclamó (TN), a su compañero.

El rubio se colocó rápidamente en posición para perforarle la nunca. La peliazul alzó la mano que tenía libre, para tratar de detener el impacto con su espada. La peli(t/c) lanzó el poco líquido que había sobrado sobre el brazo con el que sostenía la espada.

Alcanzó a darle en la muñeca y tuvo que soltar el arma. Su cara quedó destapada. Las quemaduras estaban a punto de desparecer, pero el otro foco de dolor más reciente impidió que pudiera esquivar el golpe.

Raiden había alcanzado su cabeza. El primer golpe tan solo perforó su nunca. Aunque era suficiente, ya que había alcanzado el núcleo que les permitía vivir, se aseguró de acabar del todo su trabajo.

El cuerpo sin vida no tardó en desaparecer.

—Vamos a ver si necesitan ayuda —propuso el chico, sin esperar a que la peli(t/c) contestara.

La chica se acercó rápidamente hasta la puerta, llegando justo después del rubio. La batalla que se estaba librando ante los ojos de los dos humanos era increíble. Una lucha encarnizada entre cuatro demonio, dos de los cuales luchaban con todas sus fuerzas para lograr salvar a la humanidad.

Cualquiera que viera a Katakuri en aquellos momentos temblaría de miedo. Pensarían que tan solo era otro demonio más, sediento de sangre y peligroso. Sin embargo, ella era completament consciente que jamas utilitzaria su poder para dañar a inocentes, al contrario que muchos de su especie.

(TN) y Raiden se quedaron parados en el umbral de la puerta. Sabía que tan solo estorbarían si decidían pelear. Se quedarían ahí por si debían evitar que alguien entrara en la casa, si es que la situación empeoraba.

Por suerte, consiguieron acabar con sus hermanas. Aunque no salieron precisamente ilesos. Pudding no tardó en salir del cuarto al escuchar que todo estaba más tranquilo.

—Los cuatro a descansar. ¡Ahora mismo! —ordenó al demonio de cabellos castaños—. Prepararé dos brebajes y dos infusiones relajantes. ¿Alguno tiene heridas graves?

—No —respondieron a la vez, los humanos. Simplemente estaban adoloridos por el esfuerzo y la tensión. Se recuperarían con descanso.

En cambio, Katakuri y Cracker tenían heridas que serían mortales de no ser por su condición demoníaca. Los tejidos dañados de sus brazos y piernas se iban recuperando con cada segundo que pasaba.

—Tendremos que arreglar todo este desastre —comentó el peligranate, echando un vistazo al desorden que reinaba en la zona común de la casa.

—¿Por qué sospechaban de nosotros? ¿Creéis que alguien les ha dado algún tipo de aviso? —preguntó el demonio de cabellos morados.

—Tal vez lo sospechoso es que siempre sobreviváis los mismos —comentó la peli(t/c), encogiéndose de hombros. Era una de las posibilidades. Cracker asintió, aceptando el sentido del argumento.

—Lo que está claro es que no tardarán en darse cuenta de lo que ha ocurrido y mandarán a alguien de nuevo —avisó Katakuri.

—¿Puedes preparar el veneno hoy? —preguntó Raiden, mirando a Pudding. Esta asintió, mientras continuaba preparando las bebidas—. Tal vez sería buena idea tomarlo esta noche y que mañana me entreguéis como el culpable de las muertes de vuestras hermanas. Tal vez así se eliminarían las sospechas y ganaríais algo de tiempo.

—Es una buena opción —comentó el peligranate—. Aunque en cuento Mamá muera... La ira de nuestros hermanos caerá sobre los humanos. Será una batalla intensa. ¿Cuánto tardará el veneno en hacer efecto?

—Teniendo en cuenta el tamaño de Mamá... Entre diez y doce horas —respondió, la experta en el tema.

—Debo reunir a los cazadores de demonios esparcidos por el país —decidió Katakuri—. Estoy seguro de que nuestros hermanos decidirán atacar Tokio, la ciudad con más habitantes actualmente.

—Entonces, deberemos mover nuestra base —señaló Cracker.

—Debemos montar un campamento base a las  afueras de la ciudad, con todo lo que los humanos necesiten para descansar y coger fuerzas —explicó, el mayor de los demonios—. Mientras Pudding prepara el veneno, yo iré en busca de los cazadores. Los traeré usando mi velocidad. Cracker, tú utilizarás la tuya para llevar a (TN) y Raiden. Entre los tres prepararéis las tiendas de campaña, comida y agua.

Los tres asintieron, era una misión sencilla y necesaria. Sencilla, pero con el tiempo escaso. Por suerte, contaban con la ventaja extra de la velocidad.

—Por cierto... (TN), Raiden, habéis hecho un buen trabajo. Habéis logrado derrotar una de mis hermanas más poderosas sin salir heridos —les felicitó el peligranate.

—Lo mejor ha sido cuando (TN) se ha puesto a hacer el té en mitad de la batalla —comentó el rubio, divertido. Miradas que denotaban confusión cayeron sobre la joven.

—No estaba haciendo té —aclaró, rápidamente—. Estaba hirviendo las hierbas, para sacar sus propiedades contra los demonios.

—¡Vaya! Eso ha sido una buena idea. Veo que estás atenta a mis explicaciones —comentó Pudding, con cierto tono de emoción en su voz.

La peli(t/c) sonrió. Su plan había salido bien. Cada vez estaban más cerca del momento final, pero no debían confiarse. Los demonios más poderosos todavía debían ser derrotados.

—Voy a mirar cuánta tela tenemos para tiendas de campaña, sino, mañana temprano tendremos que comprar más —dijo Cracker, antes de levantarse.

—Bien, está noche descansaréis —explicó Katakuri, mirando a los humanos—. Yo después de beber el brebaje iré a avisar a los cazadores, para que preparen todo lo necesario. Mañana por la mañana temprano, prepararéis todos mientras los voy llevando a las afueras de Tokio.

—Está bien —respondieron ambos, a la vez.

—Raiden tomará el veneno por la mañana, mejor que esta noche, así mañana al atardecer lo llevamos frente a Mamá —continuó explicando el demonio—. Convenceremos a nuestros hermanos que es mejor no atacar esa noche, que se debe planear adecuadamente. Así ganaremos al menos un día de ventaja.

—¿No crees que vendrán si no aparecen vuestras hermanas? —preguntó (TN).

—Puede que piensen que todavía están tratando de dar con nosotros. No creo que un día más un día menos les preocupe, pero no puede pasar de la próxima noche. Por si acaso.

—Creo que con lo que tenemos pueden dormir cubiertos unas diez personas —anunció Cracker, entrando de nuevo al salón. Katakuri asintió. Suficiente.

—¡Ya está todo listo! —avisó Pudding, mientras posaba la bandeja sobre la mesa. Le tocó levantarla con una mano y colocarla bien antes de hacerlo—. No hace falta que os sentéis en el suelo. Podéis poner el sofá bien.

El peligranate se levantó y colocó el sofá adecuadamente. Al contrario que la mesa, este si había sufrido algún daño. Algún que otro corte producido por la espada de Mondee.

Cada uno se tomó su bebida, en silencio. Por fin Lola y Chiffone salían de la habitación. Al parecer, a Bruleé le había dado un ataque de ansiedad durante la batalla. Habían logrado que se tranquilizara y ahora estaba descansando.

Un rato después, llegó el momento de que (TN) y Raiden se retiraran a descansar. El día siguiente sería duro, en especial para el segundo. Su misión era la más importante y dolorosa.

—¿Vamos a compartir cama? —preguntó el rubio, girándose hacia la chica.

—Por su puesto que no —respondió ella, mirándole con el ceño fruncido. ¿Cómo podía seguir bromeando?

—No pasa nada, dormiré en este cómodo y mullido sofá.

(TN) se levantó y se fue directa a la habitación. Ese ataque sorpresa le había agotado tanto física como mentalmente. Su mente no dejaba de dar vueltas a lo que les esperaba. En dos días, si todo salían bien, se enfrentarían a los demonios más poderosos. Más poderosos que a la que se habían enfrentado hoy, y ni si quiera había logrado hacerle ni un rasguño de no ser por su as en la manga.

Se dejó caer sobre el colchón. Tenía miedo. Tenía morir en esa batalla, o peor, que le pasara algo malo a Katakuri. Solo de pensar que podían hacerle daño y ella no podría vengarse adecuadamente se le encogía el corazón.

Se tocó la parte del abdomen donde tenía la cicatriz. No le había molestado mucho durante la pelea, ni esa zona ni la parte baja de la espalda. Sin embargo, estaba segura de que si le golpeaban ahí sería un lastre para la batalla.

¡Joder! Si ya aquella mujer demonio casi logra matarla... Se salvó de milagro. ¿Cómo no iba a tener miedo? Era algo lógico. Aún así, entendía que era todo o nada. Aunque esa batalla no hubiera tenido lugar, aquellos seres hubiera sido atormentando a la humanidad.

Si quería vivir en un mundo donde la humanidad estuviera a salvo —al menos a salvo de demonios—, tenía que luchar a muerte. Si no sobrevivía, al menos trataría de luchar por ese mundo para regalárselo a todas las personas de su país. Esa gente inconsciente que no sabía lo que estaba ocurriendo realmente.

Con aquellos pensamientos rondando por su cabeza se fue quedando dormida. Llena de dudas y miedos, pero también con esperanza y ganas de dar lo mejor de sí misma.

[••]

Aquella misma noche, unas horas después de que la peli(t/c) se marchara a su habitación, Katakuri ya había dado el aviso a todos los cazadores que una vez entrenó. A los que vivían.

Nadie había rehusado su llamada. Por la mañana, temprano, volvería a por ellos para reunirles a las  afueras de la ciudad en la que tendría lugar la gran batalla. Él se encargaría de convencer a sus hermanos si dudaban dónde atacar.

Al llegar a casa, el peligranate se dirigió a la habitación de la joven, tratando de hacer el menor ruido posible.

Le gustaba observarla mientras dormía. Observar su rostro bañado por la tenue luz de la noche. Su expresión tranquila y su respiración profunda. Tan frágil y preciosa.

Se acercó todavía más y pasó las yemas de los dedos por su mejilla, cálida y suave. Desearía haber podido compartir más tiempo con ella antes de la batalla final.

Desde que la conoció, o más bien desde que sus sentimientos comenzaron a surgir, había rogado cada día porque aquel maldito plan saliera bien. Solo espera que, si existía algo más allá del universo, hubiera escuchado sus plegarias.

Haría lo posible por protegerla y salir con vida.

—¿Katakuri? —murmuró, abriendo sus ojos lentamente. Mierda. La había despertado.

—Sí, soy yo... Vuelve a dormirte. Necesitas descansar —susurró él, con su potente y profunda voz—. Me quedaré aquí, a tu lado.

Ella ronroneó y volvió a cerrar los ojos mientras disfrutaba de las caricias de su demonio favorito. No tardó en caer de nuevo en los brazos de Morfeo, aprovechando las pocas horas que quedaban para dar comienzo al plan definitivo.

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