Capítulo 16

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—Raiden, ¿podrías dejar de hacer el imbécil? —preguntó (TN), aunque más que una pregunta sonaba a súplica.

El chico de cabellos rubios se había colocado por encima una de las telas que iban a utilizar para crear una tienda de campaña, simulando que era un fantasma.

—¡Ya! —exclamó la joven, quitándole la tela de un tirón.

—Eres un público difícil —comentó el chico, negando con la cabeza.

—¿Todavía no habéis montado la vuestra? —preguntó Cracker, frunciendo el ceño—. Desde luego los humanos...

—Muévete y haz algo —amenazó la peli(t/c) al joven, apuntándole con una de las varillas de madera para montar la tienda.

Poco después de que lograran montar el campamento base, mientras revisaban que los alimentos estuvieran correctamente guardados en la caja, comenzaron a llegar los cazadores de demonios.

Katakuri los iba trayendo de dos en dos, uno a las espaldas y otro en brazos. (TN) no podía evitar mirar de reojo cada vez que llegaba. No es que tuviera celos, pero si envidia. Ella también quería estar entre los brazos de su querido demonio de cabellos granates.

—Ya estamos todos. Son los que he podido reunir —anunció Katakuri, acercándose a su hermano—. Son doce en total.

—Algunos tendrán que estar más apretados que otros para dormir, pero pueden estar a cubierto —dijo pelimorado—. Lo que no sé si (TN) cabrá.

La peli(t/c) se mordió el labio. Ella tenía suficiente tan solo con tener a Katakuri al lado. Le daba igual el lugar donde dormir. Cogió un poco de carrerilla y corrió hacia el demonio, dando un salto para enganchar las piernas en su cintura.

—(TN) —dijo el peligranate, algo nervioso al notar que las miradas curiosas del resto de humanos se posaban en ellos. Menos mal que podía esconder su expresión tras la bufanda. Le ardían las mejillas al tenerla tan cerca—. No creo que sea el momento adecuado...

Una sonrisa pícara se formó en el rostro de la peli(t/c). Colocó sus manos en la bufanda y tiró de ella hacia abajo, dejando el rostro de Katakuri a la vista. Acto seguido posó sus manos en las mejillas del demonio y se acercó, depositando un suave beso en sus labios.

Él se quedó sorprendido. Un beso, ahí, delante de todo el mundo. Le había bajado la bufanda delante de todos aquellos humanos que jamas habían visto su rostro. No obstante, no sentía vergüenza. Le hacía feliz que (TN) no tuviera reparo en mostrar su amor por él. Ya le daba igual que los demás vieran su verdadero rostro. Ya no se sentía tan horrible, y todo gracias a aquella joven.

A pesar de todo, Katakuri no le parecían adecuadas la demuestras de amor frente a otras personas. No quería excederse en público. Lo consideraba una falta de respeto hacia la chica y tal vez incomodo para los que estuvieran alrededor. Sin embargo, aquello solo había sido un dulce e inocente beso. Nada que ver con todo lo que podían hacer... Oh, no. Debía apartar esas imágenes de su cabeza.

—Vaya, vaya. Mi hermanito es un ligón —comentó Carcker, con una sonrisa socarrona, mientras daba unas palmadas en la espalda de su hermano.

—¿Eres un ligón? —preguntó la peli(t/c), fingiendo molestarse.

—Por supuesto que no, yo... —comenzó a farfullar, algo nervioso.

—Es broma —le interrumpió ella, riéndose, antes de darle un beso en la mejilla. Acto seguido, se desenganchó y volvió a poner los pies sobre el suelo.

—Son adorables... —murmuró la única chica cazadora de demonios, a parte de (TN). Allá mitad del grupo asintió, dándole la razón. La otra mitad todavía estaban alucinando con aquella extraña pareja.

—¿A alguien le apetece un poco de entrenamiento antes de la gran batalla? —preguntó Raiden—. Todavía queda un buen rato hasta la hora del almuerzo.

Nadie puso ninguna objeción ante tal propuesta. Se dividieron en parejas y lucharon uno contra uno. Un rato después formaron dos grupos y lucharon contra Katakuri y Cracker.

Fueron unas horas intensas, hasta que por fin llegó el momento de preparar el almuerzo. Se encargaron tres de los humanos que había traído el peligranate. Al parecer eran especialistas en cocinar arroz y pescado, así que nadie se negó cuando se presentaron voluntarios para cocinar.

—Hola a todos —saludó Pudding. Había llegado cuando estaban charlando después de dar los últimos bocados a su comida.

—Vaya, parece que ya ha llegado mi postre —comentó Raiden, observando el recipiente que al demonio llevaba en la mano—. Creo que hoy no tomaré té verde.

Se formó un silencio total. Todos los presentes eran conocedores del plan y plenamente conscientes del sacrificio de aquel chico.

Aunque podría haber elegido morir tumbado en una cama, en casa, tranquilo... Había elegido morir siendo devorado por un demonio. Y no por cualquier demonio, sino por la madre de todos ellos.

—¿Acaso nadie tiene sentido del humor? —preguntó el chico, fingiendo estar afligido.

—Es que no es un tema gracioso —respondió (TN), frunciendo ligeramente el ceño.

—Para ti nada es gracioso —recalcó el rubio.

—Puesto menos.

—¿Acaso me echarás de menos?

—Me sabe mal todo esto... —murmuró ella, apoyando la barbilla sobre sus propias rodillas.

—Bueno... Me honraríais si Katakuri y tú pusierais mi nombre a alguno de vuestros hijos —comentó Raiden, como si nada.

Las miradas de los cazadores se paseaban de (TN) al demonio y del demonio a (TN). Ambos se pusieron nerviosos pensando en el proceso que había que realizar para engendrar un hijo.

—Gracias por tu sacrificio, Raiden. Tu papel es el más importante en este plan —dijo Katakuri, con su rostro todavía más oculto tras la bufanda.

—Bueno, no es que no quiera ser el protagonista... Pero creo que vosotros también tenéis un importante papel derrotando al gran ejército de demonios furiosos que atacará la noche siguiente —comentó el chico.

La peli(t/c) sonrió tiernamente ante sus palabras. Definitivamente, no era tan idiota como intentaba demostrar. Debían luchar con todas fuerzas y hacer que la muerte de Raiden valiera la pena. Juntos lograrían salvar a la humanidad.

—Bueno, Raiden... Aquí tienes —intervino Pudding, ofreciéndole el veneno en un vaso de cerámica. Había estado calculando la dosis que debía tomar.

—Bueno, ¡salud! —exclamó el rubio, alzando el vaso antes de acercarlo a su boca. Lo bebido de un trago, sin espiras. Al acabar hizo ademán de vomitar, pero logró resistir—. Es lo mas asqueroso que he probado en mi vida. Incluso más que el sushi que (TN) preparó aquel día en mi casa.

—¡Maldito idiota! —exclamó la peli(t/c), tratando de golpearle, aunque sin éxito.

El primer paso del plan ya estaba dado, ya solo quedaba esperar a que el atardecer comenzara. Una vez el último rayo de sol hubiera desaparecido, Katakuri y Cracker llevarían a Raiden al mundo de los demonios y lo ofrecerían como sacrificio.

Después de un buen descanso después del almuerzo, charlando tranquilamente bajo la sombra de los árboles, los cazadores de demonios decidieron continuar entrenando.

A (TN) le vino muy bien aquel día de intenso entrenamiento. Había estado demasiados días sin una buena pelea, y ahora estaba preparada de nuevo. Le había costado coger un poco al ritmo al principio de la mañana, pero con el pasar de las horas había vuelto a moverse como antes.

La herida todavía le molestaba ligeramente cuando se movía, pero a penas lo notaba. Sin embargo, en caso de que llegaran a darle un buen golpe en aquella zona... Entonces tendría problemas.

Unas horas después, (TN) estaba tumbada, apoyada en la hierba. Una suave brisa azotaba su rostro mientras observaba los colores anaranjados del cielo. La noche no tardaría en caer.

—¿Dónde vais? —preguntó la joven, tras acercarse rápidamente a donde estaba Katakuri—. Todavía no es de noche.

—Ya sabes que parte del plan consiste en decir que hemos capturado al cazador de demonios —explicó el peligranate—. Así que debe parecer que hemos peleado.

—Entonces vais a... Combatir —murmuró la peli(t/c).

—Exacto. Y es mejor que lo hagamos los tres a solas.

—Si... —(TN) dio un paso y le rodeó la cintura con los brazos, apoyando la cabeza en el abdomen del demonio—. Mucha suerte. Espero que todo salga bien.

—Saldrá bien —afirmó él, convencido—. Tú descansa junto al resto. La noche de mañana será la definitiva.

Antes de retirarse, acarició suavemente una de las mejillas de la chica. Ella disfrutó de aquel efímero contacto que a penas duró unos segundos. Le observó alejarse junto a su hermano y Raiden, hasta que le perdió de vista.

Aquella noche, (TN) decidió dormir al lado de uno de los grandes árboles que estaban cerca del improvisado campamento.

Varios de sus compañeros insistieron en dejarla su hueco bajo las telas, pero ella no quiso aceptar.

En todo este tiempo que había estado viajando de un lugar a otro jamás había necesitado tienda para dormir. Se había acostumbrando a observar el cielo nocturno antes de caer rendida. Y, aunque Katakuri no estaría a su lado, prefería seguir durmiendo de aquella manera.

Se había enrollado con una manta gruesa, dejando que una parte sobresaliera, para no apoyar la cabeza directamente contra el suelo. Pudding había vuelto a la casa, así que estaba sola allí fuera.

Sabía que debía dormir y coger fuerzas, pero no era tan sencillo. ¿Cómo iba a ser fácil dormir sabiendo que la noche siguiente se jugaba el futuro de la humanidad?

Tenía miedo. Miedo a fracasar. Miedo a morir. Temía ver a Katakuri sufriendo y no poder hacer nada para ayudarle. Temía ver a los ciudadanos muriendo a manos de los demonios y ni poder llegar a salvarlos. Sentía pena por aquellos humanos que habían sido convertidos demonios en contra de su voluntad.

Finalmente, con aquellos pensamientos rondando por su cabeza, fue cayendo rendida ante el cansancio. Sus párpados cada vez le pesaban más, hasta que cayó en un profundo sueño.

[•••]

Mientras tanto, en el mundo de los demonios, Katakuri y Cracker paseaban junto al cazador de demonios. Más bien le arrastraban tirando de la cuerda que rodeaba su cuerpo. Su cuerpo herido y magullado.

Había sido un digno ultimo entrenamiento. Justo el que Raiden se merecía. Su última pelea antes de ser sacrificado.

Aquel mundo era oscuro, tétrico y frío. O al menos así lo describiría el chico. Aquella atmósfera producía escalofríos en su cuerpo.

—Hermanos —saludó Oven, una vez el trío llegó a la sala principal del palacio de Big Mom.

—¿A qué gusano habéis traído? —preguntó Daifuku, acercándose hasta ellos. Raiden tenía la cara pegada al suelo, así que el demonio usó su pie para moverla y poder observarla.

—Es el cazador de demonios que ha estado asesinado a nuestros hermanos y hermanas —anunció Katakuri, alzando la voz. Esa noticia captó la atención de los tres comandantes demonios que quedaban en pie.

—Él ha estado liderando las batallas —añadió Cracker.

—Así que este es el jefe de los aprestos seres humanos que han acabado con prácticamente toda nuestra familia... —comentó Perospero, paseando alrededor del cuerpo del rubio.

—Hemos pensado que tal vez sería una buena idea entregarlo como sacrificio a Mamá —explicó el peligranate—. Creo que disfrutará devorando al causante de tanto mal.

—Esa es una gran idea, hermano —comentó Oven, sonriendo sádicamente—. Sabía que en el fondo eras tan malvado como nosotros, aunque no lo mostraras tan abiertamente.

—Lo llevaré frente a Mamá —sentenció, con voz grave y apartando la mirada. El jamás había sido ni sería como ellos.

Katakuri y Cracker continuaron arrastrando el cuero de Raiden por los pasillos. El chico podía sentir el tacto del gélido suelo en su piel. No tardaría en ver a la reina de los demonios. Acabaría con la mismísima reina de los demonios.

—¿Quién osa interrumpir mi descanso? —Se escuchó una voz femenina desde el oscuro interior de la habitación. De pronto, se vieron unos ojos brillantes—. ¿O es que es ya la hora de la cena? ¿Habéis traído delicioso humanos para mí?

—Mamá... —murmuró el demonio de cabellos granates.

—Katakuri... Es raro verte por aquí —comentó aquel ser, acercándose hacia la puerta.

Raiden, desde el suelo, se quedó anonadado observando su gran tamaño. Era enorme. Más grande que cualquier otro demonio que jamás hubiera visto, y moriría siendo devorado por ella.

—Te traemos un obsequio, Mamá —explicó Cracker. Hizo un gesto con la mano, mostrando su supuesto trofeo—. Hemos capturado al jefe de los cazadores de demonios que han estado acabando con nosotros.

—Oh, no está mal. Es joven y parece delicioso. —El rubio no pudo evitar poner una mueca de asco al ver como el demonio salivaba mirándole—. Aunque los niños son el manjar más sabroso, será un placer comerme a este humano que ha ido matando a mis hijos.

¿Niños? ¿Había dicho que los niños eran el manjar más sabroso? Un ser capaz de devorar inocentes debía ser castigado. Raiden tenía más claro que nunca que había sido la mejor decisión. Él pondría fin a la existencia de aquel despiadado demonio.

—Todo tuyo —dijo Katakuri, de manera escueta, ofreciendo la cuerda a su madre.

Los ojos de de Raiden y el peligranate se cruzaron tan solo durante unos segundos, antes de que el humano fuera engullido por la oscuridad de aquella estancia. El rubio pudo observar la expresión sombría de Katakuri. Confiaba en él. En todos. Conseguirían salvar a la humanidad.

Durante la espera, los dos hermanos bajaron junto al resto. Estuvieron charlando en la sala principal durante unas cuantas horas.

No es que fuera la ilusión de Katakuri ni la de Cracker estar escuchando las barbaridades que sus hermanos comentaban sobre los humanos. El demonio de cabellos morados guardaba un rencor especial hacia ellos. Al fin y al cabo, fue por culpa de su familia que ella murió...

Cuando quedaba poco más de una hora para el amanecer, los gritos de Big Mom comenzaron a escucharse.

Aunque desde aquella estancia apenas eran audibles, todos los presentes los percibieron. Se miraron entre ellos durante unas milésimas de segundo y comenzaron a correr hacia los aposentos de su madre.

Una vez allí, Oven fue el que se lanzó a abrir la puerta. Se quedó impactado al observar aquella escena ante sus ojos, al igual que el resto de sus hermanos —excepto dos—.

—Mamá... —murmuró el demonio de cabellos naranjas, apretando los puños con rabia.

Todos pensaron lo mismo. No podía haber sido el cazador de demonios. Ya no había rastro de él. ¿Acaso estaba enferma? Aunque los demonios no solían enfermar. Tal vez... ¿Puede que le hubieran envenenado?

Finalmente, Perospero dijo en voz alta lo que el resto estaba pensando.

—Mamá ha sido envenenada.

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