Capítulo 20

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Los primeros rayos de luz se colaban entre las ramas de los árboles, iluminando la zona en la que (TN) estaba durmiendo plácidamente mientras una suave brisa alborotaba sus cabellos.

Su profundo sueño se vio interrumpido cuando sus oídos captaron un extraño sonido. Frunció ligeramente el ceño mientras abría sus ojos lentamente, acostumbrándose a la luz.

No tardó en dirigir su mirada hacia aquella especie de crisálida que encerraba el cuerpo de Katakuri, fue entonces cuando se dio cuenta que el sonido provenía de ahí. Aquella cosa estaba comenzando a resquebrajarse.

La peli(t/c) se incorporó rápidamente y se quedó observando, expectante. Los pedazos fueron cayendo al suelo hasta que, por fin, el peligranate colocó los pies en el suelo.

La joven se acercó rápidamente al ex demonio, que estaba algo aturdido. Seguía tan alto como siempre, eso no había cambiado. Examinó su rostro. Los colmillos ya no estaban y su boca había adoptado la forma humana. Aun así, dos cicatrices se extendían desde la comisura de sus labios hasta las mejillas.

—No has cambiado casi... —murmuró, mientras estiraba el brazo para acariciar aquellas marcas en su piel. Él también acarició con las yemas de los dedos la mejilla que tenía libre.

—Se han quedado las marcas —musitó, algo apenado. Seguiría pareciendo un monstruo a pesar de ser humano.

—¡Menos mal! —exclamó la chica, abrazándose a él y pegando la cara contra su cuerpo—. Tenía miedo de que cambiaras mucho.

Katakuri la estrechó entre sus brazos. Ella no era consciente. No podía imaginarse el bien que le hacía tenerla cerca y escuchar aquellas palabras salir de su boca. Lo afortunado que había sido al cruzarse en su vida. Ella le había salvado a él y él había liderado el plan que había salvado a su mundo de los demonios. Así que, podía decirse que se habían salvado el uno al otro.

—¿Has pasado aquí la noche? —preguntó el peligranate, al observar el futón que yacía sobre la hierba. La joven se separó ligeramente de él antes de contestar.

—Sí. Quería estar aquí cuando salieras de esa cosa... —explicó—. ¿No estás contento de haberme visto nada más salir?

—Contento es poco —respondió él, tomando el rostro de la joven entre las manos. No tenía palabras para expresar su felicidad. (TN) sonrió ante su respuesta.

—¿Vamos a casa? Tus hermanos deben estar ansiosos por verte —aseguró la peli(t/c), con emoción.

Tras un tranquilo paseo por el bosque, por fin divisaron la casa. Caminaron por el sendero y, unos minutos después, ya estaban entrando por la puerta.

Las chicas fueron las primeras en abalanzarse sobre su querido hermano. Cuando logró librarse del agarre se acercó a abrazar a Bruleé, que estaba sentada en una de las sillas del comedor.

—Te has convertido en todo un hombretón, querido hermano —comentó Chiffone.

—Ten cuidado, (TN). En la ciudad irán todas tras él —le advirtió Pudding, a la joven de ojos (t/c). La chica se giró hacia Katakuri y le miró, haciéndole ojitos.

—No digas tonterías, hermana. Nadie va a venir detrás de mí. Y, aunque así fuera, jamás me alejaría de (TN) —aclaró el peligranate. La peli(t/c) se cercó a él, dando pequeños saltos y se enganchó a uno de sus brazos.

—Estás prácticamente igual, hermano —comentó Cracker, dándole una palmada en el hombro.

—¿Verdad? Debe ser porque he estado rezando toda la noche para que no cambiara mucho —intervino la joven, todavía abrazada al ex demonio. Todos los presentes la observaron con ternura. Era como un pequeño ángel caído del cielo—. Eh, ¿ha rugido tu barriga?

—Oh, claro. Ahora Katakuri sentirá lo que es el hambre de los humanos —recordó Lola.

—¡Es verdad! —exclamó (TN), con emoción—. Voy a preparar el desayuno para los dos. ¿Tenemos ingredientes?

—Por supuesto. Nos encargamos de hacer acopio, ya que sabíamos que nuestro querido hermanito se convertiría pronto en humano y que tendríamos dos humanos que alimentar —respondió Pudding, orgullosa.

—Pues prepararé sopa de miso, algo de arroz... ¿Tenemos huevos? —preguntó la peli(t/c), hablando demasiado rápido—. La verdad es que no soy especialmente buena cocinando... Pero me saldrá algo comestible...

—Yo puedo ayudarte, conozco un montón de recetas del mundo de los humanos —le interrumpió Pudding, con un tono de voz tranquilizador.

—Un demonio enseñando a un humano a cocinar su comida... —comentó Cracker, que se acababa de sentar junto a Bruleé—. ¿Cómo puedes ser tan desastre? Así no podrás ser una buena esposa.

—¿Pero de que vas? —espetó la peli(t/c), frunciendo el ceño—. He aprendido a luchar contra demonios y he derrotado a un montón de ellos. ¿Te crees que no voy a aprender a cocinar bien? Ahora probarás mi maldito desayuno. Te haré tragártelo aunque no te guste la comida de los humanos. Vamos, Pudding.

Los presentes comenzaron a reírse mientras las dos caminaban hacia la cocina. (TN) perdía la dulzura con ese pronto que tenía. Solía saltar demasiado rápido. Al fin y al cabo, un hubiera sido una buena cazadora de demonios sin esa chispa.

—Bueno, ¿y cuál es el siguiente paso? ¿Pensáis ir a vivir juntos a la ciudad? —preguntó Bruleé. Ya había pasado un rato desde que la peli(t/c) había preparado el desayuno con la ayuda de Pudding y estaban todos reunidos charlando en el salón.

—Espero que sí. No tenemos por qué aguantar vuestras tonterías de enamorados por aquí —respondió Cracker, aunque la pregunta no fuera para él.

—Calla, amargado —le regañó (TN), después de poner los ojos en blanco—. Pero no estaría mal irnos y empezar nuestra vida juntos, ¿verdad?

—Lo primero que debo hacer es encontrar un trabajo. Necesitamos ingresos —apuntó el peligranate—. Puede que me pase por la ciudad en unas horas. Cuanto antes encuentre algo, antes podremos irnos.

—Te acompaño, quiero informarme sobre la zona de puestos de comida... Tal vez pueda conseguir un hueco y vender las rosquillas de mi madre —añadió la peli(t/c). Sería increíble poder continuar con su legado e ir añadiendo nuevos elementos a la receta.

—¿Rosquillas? Ahora todo tiene sentido. ¡Está claro lo que hizo que Katakuri cayera a tus pies! —exclamó Bruleé, provocando la risa de sus hermanas.

Después de un rato más de charla, la pareja emprendió el camino hacia la ciudad. Debían caminar por el sendero media hora para llegar a las afueras. Las casas, y algún que otro edificio que poco a poco se iba modernizando, podían apreciarse desde el hogar de Lola y Chiffone. Media hora no era mucho tiempo. Si conseguían trabajo podrían dar un buen paseo para despejarse antes de comenzar su jornada.

Una vez en la zona urbana, sus caminos se separaron. (TN) se dirigió a la zona de los puestos callejeros, mientras Katakuri se dirigió a la organización de constructores. Esperaba encontrar alguna labor allí.

La peli(t/c) disfrutó del bullicio de las calles mientras buscaba el lugar que le interesaba. Era tan satisfactorio ver a la gente feliz y despreocupada. Era todo un alivio saber que los demonios jamás volverían a atacar a los humanos. Sin embargo, la paz jamás reinaría en el mundo: guerras, robos, asesinatos... A pesar de la falta de demonios, el mal nunca acabaría de desaparecer.

—Disculpad. Me gustaría saber qué debo hacer para montar mi propio puesto de comida. Estoy interesada —explicó la joven de ojos (t/c), acercándose a las primeras personas que vio en la calle de los puestos de comida.

—Debes hablar con la señora Tomoko. Es la más veterana del lugar y, por tanto, la que lleva las riendas de este pequeño negocio —explicó una de las mujeres—. Su puesto está al final de la calle.

(TN) continuó su camino, tal y como le habían indicado. Se paró a observar cada uno de los puestos, disfrutando de la apariencia de los diversos tipos de comida y la gran variedad de olores que se entrecruzaban en el aire. Todo tenía una pinta increíble. Esperaba que le dieran una oportunidad y no quedarse atrás en comparación con el resto.

Unos minutos después, ya estaba en frente del último puesto. Había una mujer de cabellos grisáceos recogidos en un tupido moño adornado con unas flores de tonos violáceos, al igual que su kimono.

—Buenos días, señora Tomoko. Mi nombre es (TN) —se presentó la joven, haciendo una pequeña reverencia—. Quería saber si sería posible unirme a este negocio. Me gustaría honrar la memoria de mi madre preparando y ofreciendo sus recetas de dulces.

—Es un bonito detalle, jovencita —comentó la mujer, sonriendo y dejando ver la falta de alguno de sus dientes—. Llegas en un buen momento, ya que tenemos dos puestos libres. Por desgracia, dos de nuestras compañeras han llegado al final de sus días.

—Lo lamento mucho... —murmuró la peli(t/c). Se sentía feliz por tener un lugar para ella, pero lamentaba que fuera por aquella razón.

—No te preocupes. La vida tiene sus ciclos y ellas disfrutaron haciendo lo que más les gustaba —le tranquilizó la mujer, al ver que se había sentido afligida—. La única condición es hacer buenas ventas. De lo contrario, tendremos que ceder tu puesto a otra persona interesada, a ver si tiene más suerte.

—Lo haré lo mejor posible —prometió (TN), con seguridad.

—Esa es la actitud. Sígueme. Esta vieja anciana te mostrará tu nuevo lugar de trabajo —dijo Tomoko, levantándose con cuidado de su asiento y saliendo a paso lento.

Mientras tanto, en otro lado de la ciudad, Katakuri estaba charlando con el jefe del equipo de construcción. Un hombre que acababa de abandonar hace poco la trentena, corpulento y bastante agradable.

—No nos vendría mal un tipo como tú trabajando con nosotros —comentó el hombre de cabello oscuro y ligeramente canoso—. Tienes buena planta y, que no te siente mal, pero creo que con esas cicatrices los gamberros se lo pensaran dos veces antes de entrar a fastidiar nuestros productos.

—Eso está bien —comentó el peligranate. Temía que su apariencia le dificultara encontrar trabajo; pero, en ese caso, había sido un punto a favor.

—Como no tienes experiencia en este sector, estarás un tiempo de aprendiz —continuó explicando—. No cobrarás durante ese tiempo, pero aprenderás todo lo necesario para dedicarte a esto. Cuanto más atento estés, antes podrás comenzar a trabajar como uno más.

—Perfecto. ¿Cuándo comenzaría?

—Mañana mismo puedes incorporarte. Aquí empezamos la jornada a primera hora de la mañana. Así que duerme bien y desayuna adecuadamente. Necesitarás todas tus energías —le advirtió su nuevo jefe—. Ahora, retírate a disfrutar de tu tiempo libre.

—De acuerdo, señor. Nos vemos mañana —se despidió Katakuri, cortésmente. Todavía no podía creer que hubiera encontrado trabajo a la primera, aunque los primeros días fuera tan solo como aprendiz. Esperaba que (TN) hubiera tenido la misma suerte que él.

[•••]

Tras casi medio año trabajando y reuniendo dinero, Katakuri y (TN) por fin estuvieron preparados para emprender su camino. La jefa de la peli(t/c), Tomoko, unos días antes de fallecer, habló con ella y le comentó que quería ofrecerle su casa.

En aquel tiempo su relación se había vuelto muy estrecha, prácticamente como si fueran abuela y nieta. Tomoko acabó conociendo toda la historia de (TN) y Katakuri, el pasado del peligranate y todo lo que habían hecho por ayudar a la humanidad.

Cualquier otra persona hubiera dudado de la veracidad de aquella historia, pero no Tomoko. Ella lo creyó sin dudar en ningún momento.

Después de más o menos seis meses viviendo en la ciudad, ya con el trabajo completamente estable y una vida tranquila, llegó otro importante momento en la relación.

—¡Oye! —exclamó, la peli (t/c), de repente. Era una mañana cualquiera y estaba preparando el desayuno mientras el peligranate ponía la mesa. 

—¿Qué ocurre? —preguntó él, confundido.

—Tendría que haber sangrado ya este mes... Como todos los otros, y no lo he hecho             —respondió, preocupada, alejándose de la cocina y comenzando a caminar de un lado a otro del salón—. ¿Estaré enferma?

—Vamos a casa de mis hermanas, ellas te examinaran —respondió él, rápidamente—. Desayunaremos más tarde. Tu salud es primordial.

El ex demonio insistió en llevarla en brazos, ya que era un buen rato caminando hacia aquella casa a media hora de las afueras, pero ella recalcó varias veces que se sentía perfectamente. No le dolía nada ni tenía problemas para caminar.

Ninguno había pensado lo evidente. Él no estaba muy puesto en el tema y a ella no le habían llegado a explicar nada sobre ello.

—Ey, ¿qué hacéis aquí? ¿Por qué venís tan acelerados? —preguntó Cracker, que estaba fuera de la casa, disfrutando del aire puro. La pareja tenía la respiración entrecortada, especialmente (TN). Habían caminado a paso acelerado.

—¡(TN)! ¡Katakuri! —exclamó Pudding, emocionada, asomándose a la puerta—. No esperábamos vuestra visita. ¿Oye qué os pasa?

—Necesito hablar con Lola y Chiffone —anunció la joven, tratando de mantener la calma.

Las dos demonios especializadas en medicina se encargaron de revisar a la chica en una de las habitaciones. Tras la breve explicación de la peli(t/c) y, sobre todo, gracias a su sexto sentido como seres especiales que eran, no tardaron en notar la presencia de vida en el interior de la joven.

—(TN)... ¡Estás embarazada! —exclamaron ambas, prácticamente al unísono.

—¿¡Qué!? —preguntó, anonadada, incorporándose rápidamente. Se llevó las manos al vientre y lo acarició con cuidado—. ¿Un bebé de Katakuri?

—¿De quién va a ser si no? —cuestionó Lola. Su hermana le dio un codazo. Claramente la pregunta no había ido en serio, tan solo estaba asimilando la información.

—¡Katakuri! —gritó la peli(t/c), al mismo tiempo que abandonaba la habitación, a paso acelerado—. ¡Katakuri!

—¿Qué pasa? ¿Estás bien? —El peligranate se levantó cuando la joven llegó tan histérica al salón.

—¡Que estoy embarazada! ¡Vamos a tener un bebé! —respondió, extasiada. Jamás hubiera pensado que le haría tanta ilusión tener un hijo, pero si era de Katakuri... Había temido que después de todos los golpes que había recibido... Tal vez no pudiera... Pero sí. Finalmente sí.

El ex demonio no pudo articular ninguna palabra. Acercó su mano, que temblaba de los nervios, hacia el vientre de la joven. Lo acarició con suavidad, temiendo hacer daño a la vida que estaba creciendo allí dentro. Habían creado una vida, juntos.

—¡Vamos a ser tías! —exclamaron todas las féminas del grupo.

[•••]

Durante aquellos meses, (TN) continuó trabajando en su puesto de dulces hasta que su cuerpo se lo permitió. Una vez estuvo en un estado más avanzado se trasladaron a la casa de las hermanas de Katakuri, para recibir los cuidados necesarios.

Dos años después, un pequeño de cabellos granate y ojos (t/c), correteaba por el jardín de sus tíos, como hacía cada fin de semana desde que nació.

—¿Quién iba a pensar que a Cracker se le darían tan bien los niños? —comentó la peli(t/c), divertid, sentada junto a Katakuri bajo la sombra de un árbol.

—Y veremos qué tal se le da la niña... —añadió el peligranate, acariciando el hinchado vientre de la joven.

—¡Eh! ¡Suelta mi pelo! —se escuchó exclamar al demonio de cabellos morados. El pequeño estaba tirando de una de sus coletas.

—Katakuri, ve a ayudar a tu hermano. Parece que está en serios problemas —comentó la joven, entre risas.

[•••]

Los años fueron pasando y Katakuri, (TN) y los demonios vieron crecer a los pequeños. Llegaron a conocer a sus nietos e incluso a uno de sus bisnietos, hasta que la vida les permitió estar junto a su familia.

La pareja envejeció y acabaron desapareciendo de la faz de la tierra, no sin antes contar a su legado la historia sobre como papá, mamá y sus tíos lograron librar a la humanidad del peligro de los demonios.

Además, ambos descansaron en paz. Abandonaron el mundo con la conciencia tranquila, porque... ¿Quién más tenía familiares inmortales que velaran por las futuras generaciones?

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