Ha pasado el tiempo suficiente
como para olvidarme de las estrellas que brillan en tus ojos.
Del bonito tintineo
que hacías al reír,
de todo lo que un día me hiciste sentir.
Ha pasado el tiempo suficiente como para poder suprimir cualquier mínimo ápice de ti...
o por lo menos de lo último que fuiste.

Porque realmente todo concluyó en una trágica pero romántica novela de Shakespeare.
Y a día de hoy sigo sin entenderlo.
Todo sucumbió, acabó.
Pero sigo sin comprender
todo lo que nos(te)pasó.
Y ahora me es imposible pensar
que te tengo que obviar,
olvidar para siempre
o por lo menos solo recordar pero con la regla del: no te vuelvo a hablar más.
Porque tú pareces estar bien
y no soportas pasar por mi lado
sin establecer contacto directo.
Tus ojos arden al contemplarme,
como si de un dragón me tratase.
Y realmente no percibes
que mis llamas me consumen.

Dejé las rimas a un lado,
intentando condensar todo
en un rincón de mi mente
y me fui a dormir.
Aún sigo sin saber porqué esa noche
soñé contigo
cuando mi objetivo era olvidarte.
Olvidarte de olvidar,
de que quería pasar página y
no volver a verte nunca más.
Olvidarte de olvidar,
de que tenía que suprimir
mis sentimientos por ti.
Pero me desperté
y tú seguías igual
apartado de la sociedad.

Ojalá haber despertado
y que todo lo conocido
el espacio exterior
y el bonito deseo del: hasta mañana, adiós.
Hubiesen sucumbido
en un profundo grito
aunque otros lo llaman despertar,
del que sino es contigo
seguiré intentando superar
todo el dolor sufrido.
Hasta que la herida haya sanado
hasta que todo haya sucumbido,
en el lecho de un amargo río.

19/01/2020