¿A caso son las veinte voces que escucho al mismo tiempo tejer sus pensamientos entre los míos, parte de la horrible e inmunda persona que llegué a ser en algún momento?

Aquellas voces que desgarran mi cerebro, dejándolo confundido, sin saber realmente qué es aquello que tratan de decirme.

Te odio, te odio, te odio.

Sí, voz, yo también me odio.

Sí, voz, yo también me siento incapaz de todo.

Sí, voz, yo tampoco entiendo nada.

No, voz, yo tampoco puedo identificar la felicidad.

¿La felicidad es cuando rio y se me seca la garganta de incomodidad?

¿O es acaso cuando mi cabeza palpita y siento que ya no puedo más?

¿La felicidad es cuando no siento ganas de llorar?

Voz, voz, oh, voz, ¿alguna vez podrías hablarme con claridad?